Centro de Historia Intelectual, Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Quilmes
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Ernst Müller y Falko Schmieder,
Begriffsgeschichte und historische Semantik - Ein kritisches Kompendium,
Berlín, Suhrkamp, 2016, 1027 páginas
Ernst Müller y Falko Schmieder, investigadores del Zentrum für Literatur-und Kulturforschung de Berlín, reunieron el trabajo de investigación de una década en un compendio crítico que revisa las principales contribuciones y reconstruye los debates que jalonaron el desarrollo de las ciencias sociales, la historia, la epistemología, la lingüística y las ciencias de la cultura desde el punto de vista de la historia conceptual. Los autores se lanzan a la creación de un corpus teórico no dado a priori, ofreciendo una cartografía amplificada de las influencias y resonancias de la historia conceptual y la semántica en múltiples ámbitos. Begriffsgeschichte und historische Semantik - Ein kritisches Kompendium es un libro de enorme erudición y sumamente instructivo, que logra caracterizar con rigurosidad los derroteros de la historia conceptual. Esta obra se inscribe en la tradición de la historia conceptual inaugurada por los Geschichtliche Grundbegriffe y constituye un trabajo pionero que desarrolla de manera reflexiva y ejemplar los dos ejes metódicos que se plantea: por un lado, la historización de conceptos, métodos y objetos en las ciencias naturales y en las humanidades y, por otro lado, una perspectiva transdisciplinaria, que se presenta como una alternativa a construcciones teóricas de pretensiones universales. El recorrido también contempla sus desarrollos a nivel institucional, las más grandes polémicas entre sus representantes y los contextos políticos en que las ideas en cuestión se forjaron, apoyándose en el aparato teórico koselleckiano, presente en todo el volumen.
En el primer capítulo Müller y Schmieder marcan un amplio itinerario casi exclusivamente alemán, que nos lleva desde el Iluminismo hasta Wittgenstein. Las primeras dilucidaciones sobre los conceptos logran vincularse con el enlace entre filosofía e historia, cuando se detienen en Hegel. Frente a confusiones en la asociación del pensamiento de este con la historia conceptual, se dedican a delimitar las grandes diferencias entre ellos. Asimismo, los autores otorgan cierta relevancia al desarrollo de la tradición materialista, donde identifican un uso de los conceptos como indicadores. El juego de ida y vuelta entre los paradigmas de pensamiento tiene lugar también cuando se alude al antihegelianismo, justo antes de detenerse en Nietzsche –quien, por cierto, es protagonista de dos apartados en este capítulo–. A pesar de que el pensador intempestivo no haya desarrollado una historia conceptual, la centralidad de su trabajo cobra fuerza aquí en materia de verdad y de su historia efectiva. Luego de dar tratamiento a algunos diccionarios filosóficos, los autores reconstruyen los aportes de la Problemgeschichte, de Lovejoy, y sus unit-ideas, llegando a la línea filosófica de la historia conceptual a través de Joachim Ritter. Aquí destinan un espacio al sistema científico del nacionalsocialismo, poniendo de manifiesto las influencias posteriores y anteriores al nazismo. Luego de ello, se ofrece un extenso repaso por la obra de dos grandes escritores, Gadamer y Blumenberg. Ambos tienen la particularidad de habitar en simultáneo dos sistemas teóricos de gran cercanía con la historia conceptual, si bien no dejaron de suscitar polémicas con ella, a saber, la hermenéutica y la metaforología. Del primero se destaca su protagonismo en las instituciones propias de la historia conceptual y su ponderación de la historicidad y los prejuicios. Del segundo, en cambio, se señalan sus dos aspectos: por un lado, las reflexiones en torno a las metáforas y por otro en relación con el concepto de secularización, debido al cual entró en fuertes polémicas con otros intelectuales. De Wittgenstein, una de sus intervenciones más interesantes acaso sea aquella según la cual las funciones de las palabras pueden variar en los diferentes juegos del lenguaje. Para terminar el capítulo, los autores se preguntan la historia de quién cuenta la historia conceptual filosófica recuperando la crítica que a ella le hace Winfried Schröde.
Si quisiésemos trazar un mapa del segundo capítulo, no podríamos obviar el hecho de que sus contornos, dedicados a los desarrollos institucionales de la historia conceptual, contienen un rico fondo que despliega su línea historiográfica: empieza con la politische Ideengeschichte en Alemania y termina mostrando, por un lado, las perspectivas de la semántica histórica en la investigación de la historia contemporánea, y, por otro, la internacionalización de la historia conceptual. Como representante más importante de la historia de las ideas políticas, mencionan a Meinecke, quien impulsó un movimiento de democratización del historicismo y fue testigo de las tantas transformaciones políticas que vivió el país y que marcaron el rumbo de sus investigaciones. La batería de autores que participan del capítulo, y que estrictamente no forman parte de la historia conceptual, van desde portavoces de la Escuela de los Annales, pasando por quienes delinean los debates actuales de la teoría política y social, pero, a su vez, se resisten a un encasillamiento disciplinar: Weber, Schmitt, Foucault y Gramsci. Dentro de la vertiente historiográfica, quien sin lugar a duda tiene el mayor protagonismo es Koselleck. A lo largo de casi sesenta páginas, los autores ofrecen una puntillosa caracterización de conceptos centrales, como Sattelzeit, temporalización, horizonte de expectativas y espacio de experiencia, y la contemporaneidad de lo no contemporáneo, entre otros. Todos ellos son revisitados una y otra vez, desde su génesis hasta nuestros días, por intelectuales que marcan el nuevo rumbo de la historia conceptual en Alemania. A nivel internacional, se presenta un recorrido por las diseminaciones más conocidas, como las europeas, pero también menos difundidas, como las latinoamericanas y las asiáticas.
Dentro de las ciencias de la comunicación y del lenguaje, la lingüística se encuentra con la historia conceptual desde lugares más y menos explorados. La diferenciación entre palabra y concepto forma parte de las discusiones más conocidas que recupera el tercer capítulo. A pesar de muchos intereses en común, en general los lingüistas tuvieron desencuentros metodológicos con historiadores y filósofos y sus desarrollos no siempre coincidieron en términos cronológicos. Las ciencias del lenguaje entablaron en paralelo una relación cercana con las ciencias naturales. Después de repasar la semántica histórica tradicional del siglo XIX y la onomasiología, como alternativa al movimiento de la neogramática, los autores recorren en el tercer capítulo las diversas investigaciones en torno a las palabras y las cosas. La enorme influencia de Saussure puso el acento en la historicidad de la lengua; entre las categorías que a partir de su obra se elaboran, son la de diacronía/sincronía, significante/significado y arbitrariedad las que más relevancia tienen para la historia conceptual. Sin embargo, los autores señalan cómo esta última muestra sus contradicciones con la teoría de la arbitrariedad del signo. La investigación del contenido lingüístico, el estructuralismo diacrónico, la lingüística cognitiva y la teoría del discurso lingüístico son algunas de las otras perspectivas en las que el capítulo se sumerge. Dándole un cierre con los aportes de los norteamericanos Eleanor Rosch y George Lakoff, Müller y Schmieder logran presentar articulaciones entre la semántica de prototipos y las ciencias cognitivas con la historia conceptual.
El capítulo cuarto está dedicado a la historia de la ciencia y del conocimiento y su objetivo es mostrar de qué manera los cambios científicos conducen no solo a una revisión inmanente de los conceptos heredados sino que también ponen en marcha una reflexión sobre el vínculo entre las teorías y la sociedad, la política y la cultura. El punto de partida elegido por los autores para dar cuenta de las transformaciones en el ámbito de la producción científica y epistemológica es la crisis de los fundamentos de la física teórica a comienzos del siglo XX. El capítulo continúa con una presentación de la epistemología histórica de Gaston Bachelard, la distinción entre teoría tradicional y teoría crítica de Max Horkheimer, la idea de estilos de pensamiento en la ciencia de Ludwig Fleck y sus reflexiones sobre la comunicación y la transferencia de conceptos entre las ciencias y entre la ciencia y la sociedad, los conceptos de paradigma y revolución científicos en la epistemología de Thomas Kuhn. Los aportes de Georges Canguilhem y el método genealógico de Michel Foucault son tratados como formas de descentramiento historiográfico: de la ciencia, de la historia y del concepto, mientras que la propuesta de Hans-Jörg Rheinberger de una historia de los objetos epistémicos como pares híbridos de objetos y conceptos es interpretada como una actualización de los enfoques de Bachelard y Canguilhem. Finalmente, los autores indagan en la cuestión del giro práctico –Practical Turn– en la filosofía de la ciencia, en la influencia de Reinhart Koselleck y en la relevancia de la cuestión de la metáfora en la historia de la ciencia.
El capítulo quinto reconstruye distintos aspectos de la historia cultural, la Kulturwissenschaft alemana y los estudios culturales. Comienza con el surgimiento y desarrollo de la “Primera ciencia de la cultura alemana” en la década de 1920, en el contexto de la crisis general de las ciencias naturales y humanas y de los fundamentos sociales, políticos y económicos tras la Primera Guerra Mundial y como parte de un discurso sobre la crisis que se extendía a la ciencia, la política y la sociedad. Müller y Schmieder explican la radicalización, polarización y politización del pensamiento y el clima de la época desde el horizonte del nacionalsocialismo y como respuesta a una experiencia de la crisis que producía dos tipos de reacciones: por un lado, la necesidad de historizar y diluir conceptos cosificados; por otro lado, aferrarse de manera más o menos decisionista o violenta a constantes ahistóricas. Las polarizaciones entre Freud y Jung, Benjamin y Heidegger, Mannheim y Curtius o Kracauer y Buber son presentadas desde esta perspectiva. Para los autores es en este momento de transformación de las ciencias del espíritu en dirección a una historia cultural cuando la historicidad de los conceptos se transforma en un auténtico problema. El capítulo tematiza los aportes del psicoanálisis de Sigmund Freud para el estudio de la cultura y presenta los enfoques de la historia del arte y las imágenes (Warburg, Wind), la semiótica de la imagen de Siegfried Kracauer y la teoría de la imagen dialéctica de Benjamin. Luego, la atención se desplaza hacia el cultural turn. Los trabajos de Williams, el análisis foucaultiano del discurso, la semántica icónica (Reinhard, Lüsebrink) e histórica (Konersmann, Blumenberg, Kittsteiner), así como el estudio de las emociones, obtienen apartados propios. Hacia el final se discuten el rol de los medios y la influencia de la creciente digitalización de la ciencia y la literatura sobre la investigación en historia conceptual, así como el problema de la interdisciplinariedad.
El último capítulo contiene una presentación y un comentario detallado de las instituciones, revistas y lexicones más importantes dedicados a la historia conceptual, así como un resumen de diferentes proyectos editoriales de historia conceptual en el ámbito alemán. Begriffsgeschichte und historische Semantik es una muestra de la vitalidad de la historia conceptual alemana y una obra de referencia ineludible no solo para historiadores o filósofos, sino también para interesados en la comunicación política y científica. En su reconstrucción del contexto de la teoría y la práctica de la historia conceptual Müller y Schmieder reflexionan al mismo tiempo sobre la génesis y la validez de los métodos histórico-semánticos. Un elemento particularmente interesante de este compendio es que incluye una genealogía y el análisis de las fuentes ocultas de la historia conceptual de las ciencias humanas, especialmente de sus fuentes judías, tales como K. Mannheim, L. Fleck, H. Arendt, R. Koebner, entre otros. Una novedad de este trabajo es la inclusión del análisis de áreas de las ciencias sociales que amplían el rango de alcance de la historia conceptual tradicional y tienen en cuenta las dinámicas socio-políticas del presente, así como los usos actuales de conceptos tales como evaluación, rating, flexibilidad, innovación, etc., con lo que abre una perspectiva de trabajo todavía inexplorada. En definitiva, se trata de un texto que, logrando registrar distintas manifestaciones de la historia conceptual, destierra la posibilidad de una definición unilateral y cerrada de la misma. Amerita, sin dudas, una traducción que le permita ingresar a los debates del mundo iberoamericano y anglosajón.
Lucila Svampa
UBA-IIGG/CONICET
Mariela Vargas
Universidad Nacional
de Salta-ICSoH