Centro de Historia Intelectual, Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Quilmes
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En el conjunto de factores que presidieron el proceso de institucionalización de las Ciencias Sociales en el Brasil –que incluye la expansión de la enseñanza de nivel superior, la acción deliberada del Estado en el fomento a la investigación y el aporte financiero de fundaciones extranjeras con vistas a la profesionalización de la producción de conocimiento sobre la “sociedad”–, llama la atención el rol que tuvieron las revistas académicas. En la experiencia europea, durante el siglo XIX y una parte considerable del siglo XX, tanto la institucionalización de diferentes Ciencias Humanas como la construcción de programas intelectuales en el campo científico se realizaron por medio de la creación de periódicos académicos. En el Brasil, en cambio, hasta los años 1970 las revistas de ciencias sociales tuvieron ora un cariz poco profesionalizado, ora una existencia relativamente corta.
Sin embargo, una producción en serie de conocimiento sobre el mundo social en el Brasil entre los años 1930 y 1970 se dio a través de colecciones de libros, es decir, de emprendimientos editoriales de publicación de secuencias de libros clasificados temáticamente como pertinentes a las “ciencias sociales”. De la Companhia Editora Nacional, con su “Biblioteca Pedagógica Brasileira” (BPB, lanzada en 1931), hasta Ática, que abrigó “Grandes Cientistas Sociais” a partir de 1978, pasando por editoriales como Pioneira, Zahar, Perspectiva, entre muchas otras, gran parte de las publicaciones brasileñas de científicos sociales en el período considerado se inscribió en colecciones. Fue por medio de ellas que comenzó a difundirse sistemáticamente en el mundo intelectual brasileño, antes y después de su configuración como “campo”, la literatura nacional e internacional de las disciplinas científico-sociales. De hecho, las colecciones, porque implican la producción de un repertorio de lecturas “obligatorias” y distinguen a una capa social de portadores legítimos del conocimiento (los directores de colección), han representado una dimensión importante de la institucionalización de las Ciencias Sociales en el Brasil.[1]
Cabe observar, aunque sea desde este acercamiento inicial, los sentidos que se han atribuido a estos emprendimientos. Mi interés está volcado en aquellas publicaciones que buscaron dar a conocer y reconocer toda una provisión de conocimiento acumulado en el exterior, particularmente en aquellos países socialmente considerados centrales y ejemplares para la producción brasileña en ciencias sociales. Me detengo en algunas colecciones particularmente significativas, porque fueron concebidas con el propósito manifiesto de intervención en el mundo editorial y académico, y manejadas por profesionales autorizados. Si bien la dirección de una colección es una forma de afianzar simbólicamente tanto el material publicado como a los recopiladores de ese material, este aval no se da siempre en los mismos términos: ellos varían mientras cambian tanto los libros como los agentes involucrados en su producción –es decir, en la medida en que se metamorfosea el universo intelectual–.
Tal vez el ejemplo más antiguo de colección destinada a conjugar la literatura nacional e internacional de “ciencias sociales” sea el de la ya mencionada “Biblioteca Pedagógica Brasileira” (BPB), cuya dirección fue delegada por la Companhia Editora Nacional a Fernando de Azevedo (1894-1974), en ese entonces ya renombrado por su actuación en los debates educativos entablados en el Brasil desde la década de 1920.[2] La colección abarcaba un amplio abanico de libros reunidos en cinco series específicas: Literatura Infantil, Libros Texto, Actualidades Pedagógicas, Iniciación Científica y Brasiliana. El trabajo de Azevedo se concentró en las últimas tres, precisamente las que reflejan el cariz innovador de la BPB. En ellas, Azevedo acercó al público libros de “Sociología” acompañados de libros de Psicoanálisis, Psicología, Historia y Economía, todos publicados bajo su supervisión hasta 1946. Licenciado en Derecho (itinerario usual en el paisaje intelectual de su generación), Azevedo encarnaba no la figura de un experto en ciencias sociales, sino la de una suerte de mediador pedagógico entre una editorial que se pretendía agencia educativa de la nación y un público en formación.[3]
Entre los años 1940 y 1960 emergería un lenguaje más próximo al del experto. Sus rastros iniciales se encuentran en el primer curso de lo que hoy llamaríamos “ciencias sociales”, en la Escola Livre de Sociologia e Política (ELSP), fundada en 1933. En 1939, la institución recibiría en su claustro a Donald Pierson (1900-1995), estadounidense que recientemente había obtenido su doctorado por la Universidad de Chicago y figura clave en la formación de la primera generación de profesionales brasileños de las ciencias sociales. Uno de los aspectos más importantes de su actuación en el Brasil, según testimonio de Pierson a Mariza Corrêa, fue la organización de la “Biblioteca de Ciências Sociais”, colección publicada por Martins Editora.[4] De los 12 volúmenes editados por Pierson, dos (considerados, en realidad, como un único libro) son reveladores del modo en que se iban estableciendo las ciencias sociales en el Brasil: dos recopilaciones de textos de autores diversos, seleccionados por Pierson y traducidos por alumnos de la ELSP, que trataban temas de “ecología humana” y “organización social”, y que habían circulado en versiones mimeografiadas, a la manera de cuaderno. La iniciativa se justificaba por la “falta, en portugués, de ma-teriales de lectura y estudio en el campo de las ciencias sociales”.[5] Los dos tomos de sus Leituras anuncian un propósito de ruptura con la tradición ensayística de las ciencias sociales brasileñas: se trata de la primera edición en portugués de artículos o capítulos de libros de autores de la Escuela de Chicago. Ya no se está, por lo tanto, en el ámbito de la “misión cívica” de la Companhia Editora Nacional:[6] en lugar de una pedagogía de la nación, hay ahora una pedagogía de la investigación, conducida y potencialmente consumida por los futuros profesionales de la Antropología y la Sociología. Aquí, la colección no es solo efecto, sino también un vector de profesionalización: ella busca establecer, bajo la autoridad de Pierson y con la contribución de estudiantes universitarios, un modelo de proeza intelectual asociado al dominio de temas específicos, empíricamente tratados (de ahí la edición de textos relacionados con el “estudio de la comunidad”, la ciudad, la criminalidad, etcétera).
Este lenguaje orientado a la profesionalización se prolongaría hacia otras iniciativas de colección en los años 1950 y 1960. Hay una apuesta de las editoriales brasileñas a la creciente clientela que frecuentaba o había egresado de la Universidad. Luego, la Companhia Editora Nacional lanza en los años 1950, bajo la dirección de Florestan Fernandes (1920-1995), una nueva colección titulada “Biblioteca Universitária” (BU), con una serie específicamente dedicada a las “ciencias sociales”. Su propósito era “atender las exigencias de aquellos que se inician en los estudios de sociología, economía política, antropología, psicología, etc.”.[7] Titular exigente de la cátedra de Sociología I de la Universidad de San Pablo desde 1954, en el inicio de los años 1960 Florestan confió a dos de sus asistentes (Fernando Henrique Cardoso y Octavio Ianni) una tarea semejante a aquella que asumió Pierson en la década de 1940: la organización de una recopilación de traducciones de textos introductorios a las ciencias sociales.[8] Había, sin embargo, una diferencia de concepción fundamental: los organizadores de la obra (Cardoso y Ianni) había sido puestos bajo la tutela de un senior (Florestan) vinculado a la comunidad nacional de científicos sociales.[9] No se trataba de algo aislado.
Con ánimo de comparar, tomemos la “Biblioteca Pioneira de Ciências Sociais”, de la Livraria Pioneira Editora, también ella iniciada a fines de los años 1950 y comienzos de 1960, responsable de la edición de autores como Manheim, Veblen y Myrdal.[10] Estaba precedida por un “Consejo Director” integrado por Ruy Coelho, Octavio Ianni y Luiz Pereira, tres jóvenes profesores de la USP (el mayor, Ianni, había nacido en 1926; el más joven, Luiz Pereira, en 1933); sugería un “Consejo Orientador” compuesto por cuarenta y un “profesores eméritos de todo el país”, al cual se someterían los expertos responsables de los “sectores” de la colección (uno de los cuales era la Sociología). El trabajo de edición de textos extranjeros considerados básicos y accesibles (es decir, “al alcance” de todos los “estudiosos de la materia”) terminaba estableciendo los nombres de aquellos que ambicionaban la producción de un conocimiento legítimo sobre el mundo social y por disponerlos a unos en relación con los otros también en función de la capacidad de cada uno de seleccionar y establecer las obras extranjeras de excelencia en el campo de las ciencias sociales brasileñas.
La apuesta más osada de edición brasileña de científicos sociales extranjeros fue, posiblemente, la de Zahar Editores.[11] Sensible al hecho de que el perfil generalista del intelectual brasileño estaba en acelerado proceso de transición hacia el perfil de especialista, Jorge Zahar fundó una editorial dedicada, fundamentalmente, a verter al portugués títulos recientes o, en algunos casos, clásicos de las ciencias humanas. Su primer libro, editado en 1957, fue un Manual de Sociologia (de Jay Rumney y Joseph Maier), publicado en el ámbito de una “Biblioteca de Ciências Sociais” (dentro de la cual se incluirían también títulos de Malinowski, Wright Mills, J. Schumpeter, etc.). Una vez establecida la colección fundadora (acompañada de otras colecciones de libros de autores extranjeros),[12] a partir de 1964 el editor Jorge Zahar reclutaría, jóvenes recién egresados de la Universidad, sin posición académica estable, para dirigir la colección “Textos Básicos de Ciências Sociais”: Antonio Bertelli (1938-), Moacir Palmeira (1942-) y Otávio Velho (1941-).[13] Si bien los textos eran recopilaciones de autores diversos, como en el caso de las iniciativas ya mencionadas, eran seleccionados en función de temas específicos (estratificación social, sociología del arte, fenómeno urbano, sociología del conocimiento, etc.), y no como introducciones generales al oficio. Los directores, que trataban directamente con Jorge Zahar, no estaban sometidos a la tutela de ningún decano de la Universidad (tal había sido el rol desempeñado por Azevedo, Pierson y Florestan en los ejemplos anteriormente mencionados). Así, la colección tuvo un carácter innovador no solo porque expresaba una diferenciación de las ramas de producción de conocimiento en ciencias sociales, sino también porque atribuyó un poder de decisión editorial muy particular a los jóvenes responsables. Provistos de esta autoridad, los directores de colección y los diversos organizadores de los volúmenes proponían la selección de textos y las composiciones entre ellos, y se permitían, por medio de estos materiales, evidenciar y explorar modelos y conceptos que les complacieran.[14] Sin abandonar la vocación pedagógica de todas las otras colecciones, “Textos Básicos” se presentaba como parte de una innovación en el escenario de las ciencias sociales brasileñas: “Esta colección tiene justamente el propósito de contribuir a que este estado de cosas tenga fin, integrándose en el esfuerzo renovador de la nueva Universidad brasileña, esfuerzo en que están involucradas las generaciones más jóvenes de profesores y alumnos”.[15] El intento por dotar a la colección de una frescura generacional es otro hecho importante. Los directores de colección (con la excepción de Bertelli) y una parte de los organizadores de los libros (por ejemplo, además de los directores, Wanderley Guilherme dos Santos, Gilberto Velho, Amaury de Souza, entre otros) integrarían la generación post-1968 de las ciencias sociales brasileñas, que después de temporadas en el exterior vendría a formar los planteles de docentes-investigadores de los programas de posgrados fundados en los años 1970 y que buscarían definirse profesionalmente menos como repetidores que como creadores intelectuales de pleno derecho. Zahar proveería, por lo tanto, una plataforma de actualización del discurso de ruptura con el “amateurismo” (una suerte de justificación de la actividad intelectual que, con carices distintos, ya se había manifestado con Pierson y Florestan Fernandes).[16]
El epílogo del tipo de colección que hemos analizado hasta aquí aparece con la “Grandes Cientistas Sociais”, de Ática.[17] Entre 1978 y 1990, esta editorial publicó, bajo la coordinación de Florestan Fernandes, 60 títulos, la mayoría de autores extranjeros. Los volúmenes eran recopilaciones de textos de cada uno de los “grandes científicos” elegidos, actuantes en siete “disciplinas fundamentales” (Sociología, Política, Economía, Historia, Antropología, Psicología y Geografía). Un editor especialmente designado para el volumen seleccionaba los pasajes del texto, los editaba (borrando extractos para hacerlos más acotados) y preparaba una “introducción crítica y biobibliográfica”. La colección recuperaba la vocación pedagógica común a todas las anteriores, con la misma consecuencia de producir un recorte de los sentidos de los textos editados, pero lo hacía en un escenario institucional profundamente modificado, lo que le daba otro significado. Ahora los científicos sociales dedicados a la investigación no solo actuaban en los programas de posgrado establecidos desde 1970, como era el caso, en el año anterior al lanzamiento de la colección, de la creación de una asociación profesional propia, la ANPOCS (de cuya concepción Florestan Fernandes, separado de la Universidad por la dictadura militar hacía una década, no había participado). De hecho, como advirtió Lidiane Rodrigues, con el campo de las ciencias sociales dominado por el polo de la investigación una colección de cariz didáctico como “Grandes Cientistas Sociais” ya no representaba, para sus productores, una etapa tan importante de acumulación de capital científico y del llegar a ser “científico social”.[18] Si, por un lado, la colección de Zahar apuntaba a la superación de la “vieja” Universidad y el anuncio de la “nueva”, la colección de Ática, por otro lado, parecía afirmar nuevos vínculos con una tradición de ciencias sociales definidas en sentido amplio.
Este apunte de investigación evidentemente no permite conclusiones definitivas. Señala, sin embargo, que las colecciones, cuando desglosa los materiales que editan de sus condiciones originales de producciones, actúan tal como si fueran manifiestos renovadores o restauradores del universo social e intelectual en el cual reinscriben los textos.[19] El punto de partida común a todas ellas es la constatación de una suerte de “ausencia” en el mundo intelectual brasileño, de una autoridad científica caracterizada, en principio, por ser externa a este mundo. La densificación de la vida intelectual, que la conduce a la constitución de un “campo” propiamente dicho, se hizo acompañar de la constitución de un sistema de ausencias por suplirse con el influjo de ideas de “afuera”. En tiempos de profesionalización, las colecciones han contribuido para reelaborar tanto los términos de una relación desigual (una importación bibliográfica definida por la jerarquía entre los universos nacionales de origen de las ideas y aquel –brasileño– de su recepción), como los términos bajo los cuales se reaccionó a la desigualdad de esta relación. ?
Bibliografía
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Rodrigues, Lidiane, “Centralidade de um cosmopolitismo periférico: a ‘Coleção Grandes Cientistas Sociais’ no espaço das ciências sociais brasileiras (1978-1990)”, Sociedade e Estado, UnB, vol. 33, Nº 2, mayo-agosto de 2018 (en prensa).
Toledo, Maria Rita de Almeida, “A Companhia Editora Nacional e a política de editar coleções: entre a formação do leitor e o mercado de livro”, en A. Bragança e M. Abreu (orgs.), Impresso no Brasil: dois séculos de livros e livreiros, San Pablo, UNESP, 2010.
[1] No hay espacio para desarrollar este tópico, pero cabe subrayar que había una enorme fluidez de clasificaciones editoriales de lo que fuera “ciencias sociales”, las cuales no correspondían a la tríada universitaria Sociología-Antropología-Ciencia Política.
[2] El catálogo de 1939 de la editorial daba relieve al organizador de la colección y lo presentaba como eminente educador. Cf. Maria Rita de Almeida Toledo, “A Companhia Editora Nacional e a política de editar coleções: entre a formação do leitor e o mercado de livro”, en A. Bragança y M. Abreu (orgs.), Impresso no Brasil: dois séculos de livros e livreiros, San Pablo, UNESP, 2010.
[3] Ibid., p. 154.
[4] Mariza Corrêa, História da Antropologia no Brasil: 1930-1960, San Pablo, Vértice; Campinas (SP), Ed. Unicamp, 1987, pp. 41, 52-54.
[5] “[F]alta, em português, de materiais de leitura e estudo no campo das ciências sociais”. Introducción al vol. I de Leituras de Sociologia e Antropologia Social, San Pablo, Martins Editora, 1948 (las cursivas son mías). El volumen II se editaría en 1949. La colección como un todo fue publicada entre 1943 y 1949. Salvo por los “cuadernos”, ella estuvo compuesta por traducciones de libros de autores estadunidenses, para lo cual contó con recursos de la Fundación Rockfeller.
[6] Toledo, “A Companhia”.
[7] “[A]tender às exigências daqueles que se iniciam nos estudos de sociologia, economia política, antropologia, psicologia, etc.” Solapa de Homem e Sociedade. Leituras básicas de sociologia geral, F. H. Cardoso y O. Ianni (orgs.), 1961.
[8] Florestan había sido, él mismo, alumno de maestría de la ELSP (bajo la dirección de Herbert Baldus), de modo que no se puede entender su iniciativa como si estuviera desvinculada de la de Pierson años antes.
[9] Heloisa Pontes, “Brasil com Z: a produção estrangeira sobre o país, editada aqui, sob a forma de livro, entre 1930 e 1988”, en S. Miceli (org.), História das Ciências Sociais no Brasil, San Pablo, Ed. Sumaré, 1995, vol. 2, p. 461. Pontes fue quien observó en estos términos el carácter anacrónico que vendrían a asumir los tutores extranjeros a medida que las ciencias sociales se institucionalizaban en el Brasil.
[10] Tal como se lee en la solapa de Sociologia Sistemática, de Karl Mannheim, la “Biblioteca Pioneira” traía una “selección mejorada de obras nacionales y extranjeras que representaban una contribución positiva para la enseñanza, la investigación y la labor propiamente científica, al alcance de profesores, alumnos, expertos y estudiosos de la materia” [“seleção aprimorada de obras nacionais e estrangeiras que representam uma contribuição positiva para o ensino, a pesquisa e o labor pròpriamente científico, ao alcance de professôres, alunos, especialistas e estudiosos da matéria” (las cursivas son mías)].
[11] Véase, para lo que sigue, Fabiano Cataldo de Azevedo, “A Zahar Editores e seu projeto editorial (1957-1970)”, Livro, Nº 6, 2016; y principalmente Paulo Roberto Pires, A marca do Z: a vida e os tempos do editor Jorge Zahar, Río de Janeiro, Zahar, 2017.
[12] Ya en sus primeros años de actividad, la editorial estableció colecciones como “Biblioteca de Cultura Histórica”, “Biblioteca de Cultura Científica”, “Manuais de Economia Cambridge” y “Psyche”.
[13] El primero de ellos siguió en la profesión de editor, mientras que en las décadas siguientes los otros dos se sumaron al plantel docente del Programa de Posgrado de Antropología Social del Museo Nacional.
[14] Sergio Miceli, “Jorge Zahar, editor pioneiro”, en J. Pires (org.), Jorge Zahar (col. Editando o editor, vol. 5), San Pablo, Edusp/Com-Arte, 2001.
[15] “Esta coleção tem justamente o propósito de ajudar a que êsse estado de coisas tenha fim, integrando-se no esforço renovador da nova Universidade brasileira, esfôrço em que estão especialmente empenhadas as gerações mais jovens de professôres e alunos.” Extraído del volumen 12, Dialética e ciências sociais, organizado por Wanderlei Guilherme dos Santos en 1967 (cursivas del original).
[16] Respecto a la “generación post-68”, véase Fábio Keinert, “Cientistas sociais entre ciência e política (1968-1985)”, tesis de doctorado, Universidad de San Pablo, 2011.
[17] Las observaciones al respecto se basan en los datos y las interpretaciones de Lidiane Rodrigues, “Centralidade de um cosmopolitismo periférico: a ‘Coleção Grandes Cientistas Sociais’ no espaço das ciências sociais brasileiras (1978-1990)”, en prensa. Véase también Daniel R. Aurélio, “Ciências Sociais e mercado editorial: a coleção ‘Grandes Cientistas Sociais’ no contexto da expansão do ensino superior do Brasil após a Reforma de 1968”, Ponto-e-vírgula, 12, 2013.
[18] Rodrigues, “Centralidade”; sobre la creación de la Anpocs, véase Keinert, “Cientistas sociais”.
[19] Pierre Bourdieu, “Les conditions sociales de la circulation internationale des idées”, en G. Sapiro (org.), L’espace intellectuel en Europe, París, La Découverte, Hors collection Sciences Humaines, 2009.