Centro de Historia Intelectual, Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Quilmes
← Volver a Prismas, vol. 22, núm 1, 2019
Ángela Lorena Fuster y Matías Sirczuk (eds.),
Hannah Arendt,
Buenos Aires, Katz/Eudeba, 2017, 135 páginas
La colección “El arte de leer” aborda el modo en que importantes autores contemporáneos leyeron a autores clásicos. El primer tomo está dedicado a una pensadora contemporánea, aunque ya devenida en clásica: Hannah Arendt. En la breve introducción los editores subrayan una de las características de su pensamiento, su orientación a la comprensión del presente, y señalan que si ese rasgo no impugna el proyecto mismo del libro es por el hecho de que fue esa preocupación por el presente, y en particular por la cuestión del totalitarismo, la que llevó a la autora a confrontarse con la tradición del pensamiento político occidental.
El libro recoge el diálogo con dos figuras clave de esa tradición, a las que la autora se enfrenta. Martine Leibovici sostiene que Arendt lee a Rousseau como un pre-romántico, un yo vuelto a los sentimientos que, desesperado por la expresión de un yo auténtico que no puede salir de su aislamiento, brinda un lenguaje en que expresar la rebelión contra la sociedad. Simona Forti argumenta que la lectura de Karl Marx constituye –tanto por la valoración del trabajo como la clave de la historia humana, como por la asociación, algo sesgada, entre el concepto de trabajo y necesidad– un punto de partida contra el que se dibuja la propia propuesta de una autora que no logra escapar de las antinomias entre cuerpo y espíritu, naturaleza y libertad.
Pero el libro aborda también las lecturas de dos figuras clave que Arendt diferencia dentro de la tradición filosófica. Un Sócrates al que distingue de la lectura platónica por la búsqueda de una verdad que no se contrapone a la doxa sino que surge del perfeccionamiento de las doxai en una conversación en común, conversación que incluye el diálogo que se da entre el yo y el mí mismo, imprescindible para el pensamiento. En segundo lugar, un Kant que al asignar a la cuestión de “qué debo hacer” gran importancia, da dignidad filosófica a la acción y coloca la historia como el ámbito en el que se plantean las perplejidades que surgen de la libertad en los asuntos humanos.
Finalmente, debe recordarse que mientras Arendt rechaza la tradición de la filosofía política, rescata a “escritores políticos” como Maquiavelo, Montesquieu o Tocqueville, capaces de pensar la cosa pública sin asignarle un fin que la excede. Es el segundo, y de su contraposición entre los oasis de libertad y el desierto del que nace el despotismo, quien hace ver a Arendt que la libertad no nace de una experiencia individual, como sería la de la voluntad, sino de la existencia de espacios colectivos en los que los hombres pueden actuar juntos sin imponerse unos a otros.
Ricardo Martínez Mazzola
Dhan Zunino Singh, Guillermo Giucci y Paola Jirón (eds.),
Términos clave para los estudios de movilidad en América Latina,
Buenos Aires, Biblos, 2018, 251 páginas
En este libro, las movilidades constituyen a la vez un enfoque y un objeto de estudio: prácticas sociales con sentido, “experiencias que son representadas y producen cultura, así como expresan y producen relaciones sociales y de poder”, como afirman los editores en la “Introducción”. Y para cumplir con esa condición doble y tensa, la elección de un trabajo a la vez acotado y amplio respecto de “´términos clave” es central. Y esto es así porque asume y revisa la importancia que tuvo el “giro de las movilidades” en las ciencias sociales como fundante de una redefinición y reedición de viejos problemas, y al mismo tiempo la enunciación de otros para el análisis de las sociedades y de las culturas. Para hacerlo, inscribe el análisis dentro de una tradición de las ciencias sociales y de las humanidades que es la de las “palabras clave”: aquellos términos que se han vuelto fundamentales en las discusiones sobre la cultura, y cuyos significados, además, nunca se resuelven “hasta que realmente [el término en cuestión] desaparece del uso común o su paradigma académico entra en declive”, como afirma Noel Salazar en el prefacio. Así, el libro define un campo de estudios sobre las movilidades en su “Introducción” y lo recorta–para pensar posibles ampliaciones– en una serie de términos entre los que están los ya conocidos “Viaje” y “Circulación”, y otros menos frecuentados o de carácter más experimental como “Aeromovilidad”, “Inmovilidad” y “Ritmo”. En cualquier caso, el libro se propone como un compendio de términos clave y una serie abierta de problemas que redefine objetos y enfoques de las ciencias sociales bajo un nuevo paradigma como el de las movilidades.
Ximena Espeche
Daniel Bellingradt, Paul Nelles y Jeroen Salman (eds.),
Books in motion in early modern Europe. Beyond production, circulation and consumption, Londres/Nueva York, Palgrave/Macmillan, 2017, 305 páginas
Elizabeth Eisenstein, Donald F. MacKenzie o Robert Darnton son algunas de las referencias ineludibles en los estudios de la historia de la edición en el universo académico angloparlante. A partir de sus pesquisas y de los trabajos de Roger Chartier o Jean-Yves Mollier, el área de investigación dedicada a la cultura impresa se expandió y consolidó en los últimos treinta años mediante la sofisticación de los problemas planteados y la exploración de nuevas canteras de información. Los capítulos reunidos en Books in motion in Early Modern Europe permiten recorrer una historia del libro en la temprana modernidad europea a partir de la reconsideración de la sociabilidad como dimensión social en la conformación de colectivos más o menos orgánicos, de la ponderación de la composición material de los objetos impresos y de las interrelaciones sociales que supone su producción, y de la atención a las coordenadas espaciales que describen la circulación y el consumo de libros.
En el texto introductorio, Bellingradt y Salman ofrecen un exhaustivo panorama sobre el estado de la disciplina de estudios sobre la edición de libros. Su tono programático se construye en diálogo con la noción de “circuito de comunicación” de Darnton, a partir de la cual sugieren una aproximación más dinámica y menos centrada en los espacios nacionales, atenta a las prácticas sociales de manufactura del libro, a las estrategias de su comercialización y a los modos de apropiación física e intelectual de los mismos. La primera parte del libro integra trabajos sobre la producción y venta de libros entre los siglos XV y XVIII en diferentes espacios, como Verdún o Castilla durante la Contrarreforma o entre tres centros de consumo como Zurich, Frankfurt y Venecia, además de un interesante ensayo sobre la industria del papel en Amsterdam.
Andreas Golob y Joop Koopmans demuestran la estrecha relación entre el mundo de las imprentas de libros y el desarrollo de los primeros periódicos impresos en la Europa Central de los Habsburgo y en los Países Bajos analizando las estrategias de distribución de estos bienes y el accionar de agentes que concentraban funciones de editor, impresor y librero. Asímismo, la importancia en la reconstrucción de los mercados de libros lleva a Shanti Graheli o Geoffrey Roper a seguir los rastros de bienes impresos entre centros de producción (Italia o las ciudades alemanas y flamencas del siglo XVI) y espacios de consumo como las librerías francesas o las urbes otomanas. A modo de balance, Joad Raymond insiste sobre la necesidad de amplificar la escala de la historia del libro en términos de una historia global que atienda a las conexiones entre procesos desarrollados en diferentes latitudes.
Ezequiel Grisendi
James R. Akerman (ed.),
Decolonizing the map. Cartography from colony to nation,
Chicago, University of Chicago Press, 2017, 409 páginas
Decolonizing the Map presenta un variado conjunto de ensayos dedicados a reflexionar sobre los usos imperiales de la cartografía en la dominación y administración de espacios en la periferia del sistema mundial. En el libro se presentan siete casos en que la tensión entre la producción de representaciones cartográficas y los procesos de descolonización es analizada mediante la investigación de los saberes metropolitanos elaborados por diversos agentes estatales sobre los territorios bajo control imperial, las identidades colectivas que contribuyeron a modelar y los diferentes rumbos políticos y culturales de resolución de ese lazo colonial, cubriendo un amplio arco temporal y una variedad de contextos geográficos. Así, el libro permite una conexión entre los procesos de descolonización de la segunda mitad del siglo XX y aquellos conflictos independentistas de la centuria anterior.
El libro aborda tres casos latinoamericanos en que la producción de mapas contribuyó a configurar modos de identidad contrarios a la dominación imperial. Magalí Carrera analiza “la hibridación cartográfica” del Virreinato de Nueva España de fines del siglo XVIII para probar la tensión entre las políticas de división territorial y administrativa borbónica y los “mapas locales” que surgen en cada región. Lina Del Castillo explora la circulación internacional de los mapas de Colombia en tanto república independiente en el primer tercio del siglo XIX y el esfuerzo de los revolucionarios por mostrar ante las potencias europeas la realidad territorial de la nación moderna. Finalmente, Jordana Dym acomete el singular derrotero de Guatemala en la conformación de un mapa nacional flanqueado por la inestabilidad política, sus problemáticas relaciones con México y Belice y la dinámica promovida desde el marketing turístico.
Respecto de las prácticas cartográficas europeas y su impacto en la clasificación de los territorios colonizados en África y Asia, Jamie McGowan recupera la historia cartográfica de Ghana a partir de la figura de un burócrata nativo formado en Inglaterra que devino un hacedor de los mapas de la antigua Costa de Oro, mientras que Karen Culcasi presenta los atlas nacionales egipcios en la estructuración del espacio nacional atravesado por el pasado otomano, las apetencias imperiales y la realidad del pan-arabismo. Finalmente, Sumathi Ramaswamy aborda la división de la India Colonial en los nuevos estados independientes y los conflictos entre la imposición imperial y las resistencias pakistaníes e indias, mientras que Thomas Bassett indaga sobre la territorialización de las comunidades nativas en Sudáfrica a partir de la continuidad de las políticas racistas de dominación interna y de la cartografía del turismo.
Ezequiel Grisendi
Nicolas Terrien,
“Des patriotes sans patrie”. Histoire des corsaires insurgés de l’Amérique espagnole (1810-1825),
Rennes, Les Perséides, 2015, 381 páginas
Especializado en las guerras marítimas en el Atlántico entre fines del siglo XVIII y principios del XIX, Nicolas Terrien complejiza con su libro la historia de las revoluciones de independencia en el Atlántico ibérico, mostrando la necesidad de complementar la mirada sobre la revolución y la guerra en el continente americano con lo que sucede en el mar, un espacio de soberanías fluidas e inciertas, piratas y corsarios cosmopolitas y una armada española decadente y desquiciada (de 280 navíos en 1788 pasó a 22 en 1825), en un Atlántico cuyas dinámicas desbordaban el derecho tradicional de gentes, dando forma al derecho internacional contemporáneo.
Recuperando una limitada y poco renovada historiografía sobre el corso insurgente en Hispanoamérica, Terrien recorre en los seis capítulos del libro la era de las revoluciones atlánticas (1770-1830) y, para analizar el corso insurgente, se concentra en 1814-1820, el período de restauración monárquica y reorganización de la guerra revolucionaria. Diferenciado de los piratas por su condición jurídica, el corso revela las dificultades de la soberanía en la revolución: las patentes de corso representaban marcas de soberanía que habilitaban a particulares a hacer la guerra contra el comercio enemigo (de España o Portugal, en el caso de Iberoamérica) y a relacionarse con las naciones neutrales (Estados Unidos, Gran Bretaña o Francia).
Terrien amplía el mapa de las revoluciones hispanoamericanas explorando el Caribe como una parte esencial de un “sistema atlántico”, caracterizado por la guerra, el comercio (de capitales, bienes y esclavos) y la piratería en rutas desde los Estados Unidos al Río de la Plata. También relaciona el Atlántico con las rutas del Pacífico, donde los corsarios actuaron como escuadras nacionales en las guerras de independencia.
El corso en las revoluciones iberoamericanas, explica Terrien, tuvo como antecedentes a los corsarios de Victor Hugues en Guadalupe, de Jean-Jacques Dessalines en Haití (a partir de la guerra contra franceses y españoles desde 1804), y de la guerra de 1812 entre los Estados Unidos y Gran Bretaña. Como forma de guerra irregular, el corso cumplió el rol de la marina de los revolucionarios pero con sus dinámicas propias: por su capacidad de repliegue y multiplicación desarticuló el comercio español, desquiciando la armada española; capturó botines que aprovisionaban puertos insurgentes; transmitió información y los símbolos de la revolución, actuando como agente diplomático. Esta obra, cuya traducción al español se vuelve imperiosa, permite adentrarse en dimensiones poco exploradas por la historiografía de las primeras repúblicas hispanoamericanas.
Gabriel Entin
Richard J. Evans,
La lucha por el poder. Europa, 1815-1914,
Barcelona, Crítica (“Serie Mayor”), 2017, 1006 páginas
Todo parece indicar que nos encontramos ante una obra que, posiblemente, consiga lo que ninguna otra historia del siglo XIX había logrado hasta el momento: suceder, si no reemplazar, la célebre trilogía de Eric Hobsbawm. De hecho, La lucha por el poder de Sir Richard J. Evans –quien escribió, entre otras obras, un encendido alegato del oficio en 1997 titulado In Defense of History y aquella monumental historia del III Reich en tres volúmenes, publicada entre 2003 y 2008– no solo está dedicada al marxista inglés, sino que, además, el prólogo está firmado en la misma fecha (mayo de 2016) en que el autor ofreció la Hobsbawm Memorial Lecture en la Universidad de Londres y que encontrará su culminación con la aparición de su próximo trabajo, una biografía intelectual titulada Eric Hobsbawm. A Life in History, prevista para principios de 2019 y basada en archivos personales de acceso privado. En todo caso, La lucha por el poder no es un simple manual al uso, sino un profundo entramado en ocho extensos capítulos donde las dimensiones de lo social, lo económico, lo político y lo cultural se entrelazan con total naturalidad siguiendo el decurso estrictamente cronológico de los hechos históricos. Se trata de una notable hazaña cuya entente cordiale entre la crónica más tradicional y la pausa hermenéutica permite revisar un siglo XIX (1815-1914) que, por cierto, se adentra en el XX, pero ya no es “largo”: una periodización con la que interrumpe su homenaje y se distancia, explícitamente, de las tres “eras” del maestro. Esta fluidez, no obstante, representará todo un reto para quien pretenda indagar la obra a partir de una lectura eventual o de rápida consulta puesto que, además y como antídoto frente a cualquier prisa, el lacónico índice general (siguiendo la versión inglesa) omite todos los acápites y dificulta la identificación del contenido. En todo caso, los lectores más pacientes se verán ampliamente recompensados con una brillante exploración de los principales acontecimientos del siglo revisados a la luz de novísimas interpretaciones que parecen dejar caduca toda obra precedente sobre el período. Finalmente, recordemos que este trabajo forma parte de la notable colección “Penguin History of Europe”, de cuyos siete volúmenes ya publicados en inglés el lector de habla castellana ya cuenta, por lo pronto, con tres más: El legado de Roma. Una historia de Europa de 400 a 1000 de Chris Wickham (2009), La destrucción de la Cristiandad. Europa, 1517-1648 de Mark Greengrass (2014) y Descenso a los infiernos: Europa 1914-1949 de Ian Kershaw (2015).
Andrés Freijomil
Oscar Terán,
Discutir Mariátegui,
Buenos Aires, Hilo Rojo, 2017, 312 páginas
Esta ficha no da cuenta de un libro enteramente nuevo sino de la reedición de un clásico, Discutir Mariátegui, acompañado por otros textos en los que Oscar Terán aborda la figura del marxista peruano. En la biografía político-intelectual publicada a mediados de los ’80 el argentino subrayaba la importancia de abordar “La Edad de Piedra”, los primeros años de la vida intelectual de Mariátegui, en los que–señalaba, dejando ver los interrogantes kantianos que subyacían a su lectura Foucault– se había constituido el suelo categorial sobre el cual el peruano organizaría las experiencias posteriores. Otro señalamiento clave en una periodización que cumplía un papel fundamental en la propuesta del argentino, era el de la cisura entre los primeros escritos publicados por Mariátegui a su vuelta de Europa, centrados en temas internacionales, y los que comienza a dar a conocer a partir de 1925, en los que “el problema de la nación”–problema que, con gran perspicacia, Terán distinguía de la “cuestión nacional” tal como la había tematizado el marxismo– ocupaba el lugar central.
Como señala Martín Bergel en el iluminador ensayo introductorio que abre la reedición, Discutir Mariátegui pertenece a una de las “estaciones” de la frecuentación del peruano por el filósofo argentino: aquella en la que este “permanecía adherido a una hermenéutica de la especificidad continental”. Si en el libro publicado en 1985 –y también en el artículo “Latinoamérica: naciones y marxismos”, publicado en 1980 en la revista peruana Socialismo y participación e incluido también en la edición de Hilo Rojo– esta preocupación por la “cuestión de la nación” ocupa el primer plano, ella es luego postergada por la valoración de la voluntad de modernidad de Mariátegui. La reedición presenta esta lectura con un escrito de los años ’90 en el que Terán ve al peruano como un “modernista extremo”, un “modernista revolucionario” que adhiere a una “vida peligrosa”, que el filósofo contrapone a su tiempo posmoderno en que los hombres se recluyen en una privacidad empobrecida. El libro se cierra con un artículo póstumo en el que Terán coloca Amauta, y no unas apuestas políticas que reputa como fallidas, como el punto en que la complejidad de los impulsos de Mariátegui alcanza mayor despliegue. En la revista, a la vez indoamericana y vanguardista, hay lugar para el intelectual que Mariátegui imaginó encarnar, uno que no pudo hacerse orgánico ni del APRA ni de la Tercera Internacional, pero también para el artista puro que no renunciaba del todo a ser.
Ricardo Martínez Mazzola
Alvaro Campuzano,
La modernidad imaginada. Arte y literatura en el pensamiento de José Carlos Mariátegui (1911-1930),
Madrid, Iberoamericana, 2017, 329 páginas
Alvaro Campuzano ha compuesto uno de los mejores libros sobre la trayectoria de José Carlos Mariátegui que se haya escrito desde la eclosión de la generación mariateguista de 1980 (fecha en la que tuvo lugar el Congreso de Sinaloa, en México, que reunió para discutir la obra del peruano, a medio siglo de su muerte, a un conjunto que incluía a José María Aricó, Oscar Terán, Alberto Flores Galindo, Antonio Melis, Robert Paris, Carlos Franco, José Sazbón y Ricardo Melgar Bao, entre otros). Su objeto es una zona de la producción de Mariátegui habitualmente relegada: la consagrada a temas estéticos. Campuzano recorre así con elegancia y precisión conceptual la pluralidad de planos de una escritura que se despliega en textos breves y fulgurantes moldeados al calor de los ritmos de la prensa periódica. Y si elige acertadamente la figura del “mosaico” para referir a esos materiales heterogéneos, ubica a todos ellos en relación a una “fuerza gravitatoria” que los contiene: la de la crítica de la modernidad capitalista y, en su reverso, la de la imaginación de una modernidad alternativa. Contra la mayoría de las interpretaciones, el autor detecta esas disposiciones no solamente en el socialismo de madurez del intelectual peruano, sino también en su etapa de juventud, desdeñada por el propio Mariátegui. La primera parte del libro ofrece así una fina reconstrucción de esa fase inicial de su itinerario –prolongando los esfuerzos por aquilatarla de Flores Galindo, Terán y, más recientemente, Mónica Bernabé–, para desgranar de ella los pliegues de una “prosa impresionista” tardomodernista en los que el autor detecta una pulsión crítica de la modernización urbana limeña. La segunda orbita en torno a los ensayos reunidos póstumamente en el libro El alma matinal –que Mariátegui alcanzó en vida solamente a bosquejar–, haciendo foco en expresiones artísticas emergentes como el cine de Chaplin, el teatro experimental del italiano Bragaglia, y sobre todo las figuraciones de las vanguardias, muy especialmente las del surrealismo. Así, si de esas estribaciones siempre atentas al movimiento de lo nuevo puede destilarse un proyecto, para Campuzano es el de escudriñar las manifestaciones estéticas y las prácticas artísticas contemporáneas que permitan imaginar otros modos de ser modernos.
Martín Bergel
Gustavo Sorá,
Editar desde la izquierda. La agitada historia del Fondo de Cultura Económica y de Siglo XXI,
Buenos Aires, Siglo XXI, 2017, 296 páginas
Un libro muy esperado el de Gustavo Sorá. Pocos son los investigadores que han evidenciado similar atención y amplitud analítica en el estudio de las complejas relaciones que plantean el mundo del libro, la edición y las ideas, bajo una perspectiva que articula espacios locales, nacionales y transnacionales para comprender la historia política y cultural de la región. Estas preocupaciones teóricas, metodológicas y aun político-culturales Sorá las había manifestado en libros anteriores. En esta ocasión, la particularidad de Editar desde la izquierda respecto a esa literatura puede observarse en los objetos de análisis elegidos (dos reconocidos agentes culturales como son las editoriales Fondo de Cultura Económica y Siglo XXI editores), en el tipo de escala analizada (el espacio cultural iberoamericano) y en la tradición estudiada, en parte asociada al mundo de las izquierdas.
El libro propone un estudio de la vida editorial iberoamericana desde el segundo cuarto del siglo XX hasta principios del XXI. La elección tanto del FCE como de Siglo XXI se asienta en la capacidad que ambos demostraron en proseguir y en parte concretar dos aspectos centrales en la historia editorial de la región: por un lado, haber alentado un proceso de integración político-cultural a nivel transnacional; por otro lado, lograr una autonomía relativa tanto en materia editorial como de modelo empresarial frente a poderes estatales, centros culturales dominantes y condicionamientos vinculados a la fragmentada realidad económica y cultural iberoamericana del período.
La premisa de estudiar esta dinámica político-cultural halla sustento en el aporte histórico que revela en sí misma, pero sobre todo en la posibilidad de captar con precisión y de manera comprensiva los obstáculos que atravesó y todavía atraviesa la actividad editorial iberoamericana en las actuales condiciones de globalización, concentración editorial y cambios tecnológicos. Estos son los aspectos que condicionan quizás hoy más que en el pasado, y en determinados países más que en otros, a todo proyecto político-cultural de similares características que intente cuestionar o al menos morigerar las tendencias hegemónicas que este escenario conlleva en términos de producción, circulación y consumo de temas, autores, géneros e ideas.
Martín Ribadero
Gabriela Rodríguez Rial (ed.),
República y republicanismos. Conceptos, tradiciones y prácticas en pugna,
Buenos Aires, Miño y Dávila, 2016, 335 páginas
La propuesta del libro editado por Gabriela Rodríguez Rial, que reúne los trabajos de veinte politólogos y filósofos de la Argentina y México, consiste en aventurarse a pensar la república y el republicanismo como claves de lectura de la filosofía política antigua y moderna, y de la historia política en Hispanoamérica en los siglos XIX y XX, a partir de las experiencias argentina y mexicana de revoluciones, independencias, consolidación de los Estados-nación y formas políticas de autoritarismo y democracia.
Divididos en dos partes (“La República en la teoría política. De los autores al concepto” y “La República en Argentina y México. De la insurgencia del siglo XIX al neoliberal siglo XXI”), los autores de los catorce capítulos abordan a una diversidad de pensadores antiguos y modernos. Entre ellos, Platón, Jenofonte, Cicerón, Marsilio de Padua, Guillermo de Ockham, Maquiavelo, Spinoza, Hobbes, Rousseau, Madison, Jefferson, Hamilton, Constant, Mariano Moreno, Goyeneche, Abascal, Pezuela, Alberdi, Sarmiento, Durkheim y Gramsci. Para el análisis de estos actores, se utiliza en varios capítulos el enfoque contextualista de las ideas políticas identificado con los autores de la llamada Escuela de Cambridge (Pocock, Skinner, Viroli, Pettit) y, en particular, la categoría de “momento maquiaveliano” y “tradición republicana” desarrolladas por J. G. A. Pocock.
La república y el republicanismo funcionan como disparadores de los diferentes temas, espacios y períodos estudiados por los autores en un libro que se presenta como un “seminario de discusión” (p. 23). Los ensayos de combinación entre teoría política e historia son necesarios para intervenir en el debate republicano contemporáneo en distintos contextos. Pueden también revelarse limitados para analizar los conceptos de república y republicanismo (y sus diferencias). Desde una perspectiva de historia conceptual, teoría e historia, representaciones y prácticas, se vuelven inescindibles en la medida en que toda experiencia histórica requiere ser significada para constituirse como tal. Establecer una “dimensión republicana de rango doctrinaria” y “otra de corte histórica” (p. 248) obturaría la comprensión de los usos de estos conceptos.
El libro de Rodríguez Rial permite aproximarse al estudio de la república desde la filosofía política, interpelando dinámicas de la historia contemporánea de Hispanoamérica. El ejercicio comparativo entre la Argentina y México impulsado por la editora abre nuevas perspectivas para inscribir la república como problema común y proteico de las nuevas naciones hispanoamericanas a lo largo de los siglos XIX y XX.
Gabriel Entin
Carlos Illades,
El marxismo en México: una historia intelectual,
México,Taurus, 2018, 374 páginas
A seis años de La inteligencia rebelde (Océano, 2012),Carlos Illades publica El marxismo en México: una historia intelectual. El libro puede leerse como una continuación del anterior. El primero rastreaba el debate público nacional en diversas revistas de izquierda durante el último tercio del siglo XX. En su obra más reciente, el historiador mexicano construye un mapa de asuntos, problemas, autores y teorías producidas a lo largo de cinco generaciones de intelectuales marxistas. La primera generación emerge al calor de la Tercera Internacional y de la Revolución Mexicana (experiencia que será especial objeto de análisis), y apela a la Revolución Rusa como horizonte emancipatorio. Se destacan aquí figuras como Vicente Lombardo Toledano y Wenceslao Roces, exiliado español reconocido por su trabajo de traducción (por caso, de El Capital de Karl Marx para el Fondo de Cultura Económica). La segunda generación tiene como figuras clave a Adolfo Sánchez Vázquez, Eli de Gortari y José Revueltas, intelectuales que se distanciaron o rompieron con el estalinismo y que tuvieron como nuevo faro la Revolución Cubana. Hacia los años sesenta, la tercera generación da “un salto” a las Ciencias Sociales. El pensamiento marxista se construye al calor de la renovación de la sociología científica en América Latina, y en México adquiere la singularidad de una sociología histórica crítica de la mano de Pablo Gonzáles Casanova. El análisis no se reduce aquí a la sociología, sino que teje puentes con la antropología y con la ciencia política, mostrando cómo se fueron constituyendo problemas en torno al capitalismo y al régimen político en México. En un clima signado por el auge del movimiento estudiantil a nivel mundial y por la rebelión juvenil en México, se reconstruye un marxismo más pluralista, vinculado a la irrupción de la nueva izquierda (cuarta generación). Se focaliza aquí en autores como Ruy Mauro Marini, Arnaldo Córdova y Carlos Pereyra, entre otros. Luego, la obra presenta dos capítulos analíticos: el sexto, que ilustra la renovación teórica producida a la luz de la recepción del pensamiento gramsciano y althusseriano; y el séptimo, que se centra en las producciones teóricas y en las apuestas políticas que circularon en revistas intelectuales de diversas adscripciones marxistas. Hacia el final (capítulos 8 y 9), se reconstruyen los itinerarios de la quinta generación, la crisis del marxismo y el reposicionamiento del pensamiento crítico luego de la derrota del comunismo.
Sin lugar a duda se trata de una obra de consulta para el estudio del pensamiento marxista en México y en América Latina. En lo metodológico, el libro se destaca por la articulación de dimensiones materiales y simbólicas y por su versatilidad analítica.
Ana Lucía Magrini
Susan R. Hallstead y Regina A. Root (comps.),
Pasado de moda. Expresiones culturales y consumo en la Argentina,
Buenos Aires, Ampersand, 2017, 291 páginas
Pasado de moda es el primer título de la colección “Estudios de Moda”, dirigida por Marcelo Marino para Ampersand, editorial especializada en historia de la cultura escrita y en estudios de cultura visual. La sede del proyecto es en sí misma un objeto de diseño interdisciplinario: en el marco de una lujosa residencia proyectada por Alejandro Christophersen, Casa Cavia vincula arquitectura, libros, gastronomía y arte floral en un espacio de consumo cultural que se declara abiertamente hedonista.
Desde el campo relativamente novedoso de los Fashion Studies, especialmente para los lectores de habla hispana, la compilación recorre en sentido cronológico la historia argentina desde el período colonial hasta la contemporaneidad, ofreciendo diferentes vías de entrada a la historia de la moda. Algunos textos hacen foco en la materialidad de los objetos, los espacios y los hábitos de consumo, analizando las nuevas prácticas sociales que estos contribuyeron a delinear (Socolow, Schávelson, Zorzi e Igareta, Guy).
Ingresando a través de la literatura, otro conjunto de trabajos explora las narrativas de moda para estudiar los vínculos con temas de la política nacional, la difusión de modelos ideales de ciudadanía y la construcción de identidades sexuales, étnicas y de clase operando en la esfera pública (Hallstead, Berg y Lehman).
Una serie de artículos vincula los procesos de construcción de la apariencia a la representación de cuerpos atravesados por discursos políticos (Munilla Lacasa y Marino, Milanesio, André). Esta lectura de la indumentaria implica además considerar los contextos de exhibición de esos cuerpos, que a veces se muestran en los ámbitos más íntimos del espacio privado pero que mayormente se despliegan en el espacio público de la ciudad.
La indumentaria es también definida como un acto de comunicación, una forma de producir una performance pública. La moda ejercida como acto disruptivo, como operación estética de la vanguardia, funcionó como estrategia para difundir lo nuevo en el campo intelectual y cultural, inscribiendo al caso local en un diálogo transnacional (López Seoane, King). Finalmente, la historia de la moda argentina es recuperada con fines operativos, como cantera inagotable de la cual debe nutrirse el diseño contemporáneo (Novik y Root, Root).
A pesar de la calidad dispar de algunos trabajos, la obra como conjunto logra demostrar de modo contundente la relevancia de estudiar la moda como un problema de historia cultural complejo y multifacético.
Cecilia Durán
Ana Clarisa Agüero,
Local/Nacional. Una historia cultural de Córdoba en el contacto con Buenos Aires (1880-1918),
Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2017, 387 páginas
En cinco capítulos este libro despliega una historia en clave cultural de Córdoba de 1880 a 1918. El período abarcado se centra en los años en que esta ciudad pierde protagonismo y se afianza en contrapartida la hegemonía de Buenos Aires. Para dar cuenta de ese complejo ciclo, la autora discurre sobre temas y planos diversos que se van superponiendo y van mostrando cómo el lugar de Córdoba en el espacio nacional se trama en relación con Buenos Aires. En los dos primeros capítulos el libro hace una revisión de las representaciones urbanas cordobesas realizadas por diferentes figuras intelectuales, tanto locales como nacionales. El análisis de esas representaciones está unido en la mirada de la investigadora por un proceso que tiñe todos los otros: la pérdida de importancia de la ciudad de Córdoba frente a la cristalización de Buenos Aires como “capital total”. La autora encapsula un momento dominado en Córdoba por la conciencia de haber perdido un lugar y donde la metrópolis (Buenos Aires), aunque todavía en proceso de consolidación, claramente ya detenta un lugar “superior”. En los capítulos tercero y cuarto el libro se desplaza hacia objetos que podríamos llamar más tangibles, las editoriales y los museos. Agüero muestra aquí cómo esos mundos también se urdieron en el contacto con la metrópolis. En el capítulo quinto la autora discurre sobre la historiografía y los historiadores. Allí observa que la necesidad de reposicionar a Córdoba, de enfrentar las imágenes denigratorias, derivaron en una tarea de recuperación de la etapa colonial que convergió en la creación de una original empresa historiográfica.
Sostenido en una minuciosa y elaborada investigación el libro realiza un aporte fundamental al conocimiento de la historia cultural de Córdoba. Ofrece además una hoja de ruta para aquellos historiadores que encaren empresas similares. Agüero lleva a la práctica una premisa que había establecido con Diego García en un texto anterior: las historias culturales deben ser relacionales, dejando además de lado nociones prefijadas de centro-periferia. Ambas dimensiones no son estables en este libro, sino que se construyen en relación mutua. No hay en el trabajo regiones cerradas, centros fijos o circulaciones unidireccionales. Por esto mismo el texto permite observar cómo en este proceso de declinación de Córdoba se construye Buenos Aires como metrópolis y se conforma un país monocéntrico.
Flavia Fiorucci
Horacio López,
Las editoriales rojas. De La Internacional a Cartago,
Buenos Aires, Ediciones Luxemburg, 2018, 200 páginas
En Las editoriales rojas. De La Internacional a Cartago, Horacio López, militante e historiador comunista, incursiona en el sistema editorial del Partido Comunista de la Argentina entre 1918 y 1983, años marcados por la censura y la persecución. En las seis décadas del estudio, se ocupa de exhibir catálogos, testimonios y memorias de antiguos militantes, la mayoría de ellos desconocidos hasta el momento.
La obra se inicia considerando el período que abarca desde la escisión del Partido Socialista en 1918 hasta el golpe de 1930. En esta etapa, las ediciones fundamentales del partido fueron el periódico La Internacional y la serie de documentos enviados por la Comintern. Luego, en 1939, con la fundación de Problemas comienza a consolidarse el sistema editorial comunista. Esta empresa precedió a las principales editoriales orgánicas como Anteo y, más tarde, Cartago, además de las dirigidas por militantes o figuras afines, como Futuro y Lautaro.
A medida que el estudio avanza cronológicamente, se observa cómo la organización editorial del PCA se expandía. Por ejemplo, con Codilibro, una distribuidora creada en 1955 que agrupaba diferentes empresas para facilitar su difusión y que influyó en el desarrollo cultural de otros partidos comunistas latinoamericanos. Esto también es evidente en la labor durante la última dictadura militar en el país. A partir de un informe del año 1984, López muestra cómo lograron publicarse 540 títulos y se distribuyeron más de cuatro millones de ejemplares. Con el regreso de la democracia continuaron su labor Anteo y Cartago, participando de eventos centrales como la Feria del Libro.
Además de este recorrido histórico, marcado más por eventos políticos que por el desarrollo de la historia del libro y la edición, el autor se detiene en algunas figuras centrales para el despliegue de las ediciones comunistas pero que hasta el momento, exceptuando los casos de Hector P. Agosti y Carlos Dujovne, habían quedado opacadas. Este es uno de los ejes más fructíferos del libro de López, que invita a ser profundizado.
En definitiva, además de ser un aporte historiográfico sobre el comunismo y exponer documentos más que relevantes para la historia del campo editorial argentino, este libro intenta construir una memoria sobre aquellos militantes que han quedado olvidados en la historia cultural de las izquierdas.
Natalia Ávila
Valeria Manzano,
La era de la juventud en Argentina. Cultura, política y sexualidad de Perón a Videla,
Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2017, 447 páginas
Valeria Manzano se interroga por los cambios sociales, culturales y políticos que experimenta la juventud argentina entre los años ’50 y ’70. En su mirada “juventud” no remite solamente a un grupo definido por la edad ni a un conjunto de movimientos que comparten la pertenencia generacional, sino, sobre todo, a un significante clave que encarnó las ansiedades y las tensiones con que la Argentina experimentó el proceso de modernización cultural iniciado en la posguerra.
Aunque en los años peronistas –que sentaron algunas de las condiciones para la consolidación de la juventud como actor, como la ampliación de la matrícula secundaria y universitaria– su visibilidad fue menor y tardía, después de 1955 los jóvenes ganaron el centro de la escena. Lo hicieron de varias formas: a través de la movilización política estudiantil, que pasaba del reformismo universitario a la apuesta revolucionaria; como miembros de una cultura juvenil que a través de la música y la moda construía a la vez marcas de pertenencia generacional y de distinción social; como mujeres que con su carrera educativa, su lugar en el mercado de trabajo o la interacción en nuevas formas de esparcimiento cuestionaron el lugar a ellas asignado por la familia patriarcal. El cuestionamiento por parte de los varones, señala la autora, fue más tardío y se dio en la segunda mitad de los años sesenta a partir del rock y una contracultura que ponían entre paréntesis su rol de trabajadores-sostén del hogar. Manzano subraya las relaciones tensas que esta contracultura mantenía con la otra ala del movimiento contestatario juvenil, la formada por la juventud politizada que, rechazando indignada un discurso de modernización que velaba las lacras de una Argentina tercermundista, ponía el cuerpo –un cuerpo masculinizado forjado bajo el ideal del combatiente revolucionario– para una transformación que imaginaba inminente.
A lo largo del recorrido, la autora combina la minuciosa reconstrucción de las prácticas juveniles con la atención a las fuertes reacciones que estas despertaban. Deja ver que, lejos de darse en una “sociedad deseosa de cambio”, las transformaciones suscitaron resistencias y una fuerte demanda de orden. El recorrido concluye en los ’70, momento en que, apoyado en esa demanda, el gobierno peronista y luego, y con más brutalidad, el militar, llevaron adelante un esfuerzo por “restaurar la autoridad”. Como concluye Manzano al final de un libro imprescindible para entender a la sociedad y la cultura del siglo XX, pero también del XXI, “juventud” había dejado de significar “cambio” para simbolizar “caos”.
Ricardo Martínez Mazzola
Laura Graciela Rodríguez,
Universidad, peronismo y dictadura 1973-1983,
Buenos Aires, Prometeo, 2015, 213 páginas
El libro de Laura Graciela Rodríguez realiza una minuciosa crónica de lo que sucedió en las universidades en el período que va de 1973 hasta el regreso de la democracia en 1983. El texto ofrece un paneo general de lo ocurrido tanto en las universidades nacionales como en las privadas, evitando expresamente detenerse solo en el caso de la UBA. Universidad, peronismo y dictadura está dividido en seis capítulos que abordan la temática cronológicamente. Para relatar lo sucedido Rodríguez se concentra en reconstruir tanto las medidas, políticas y regulaciones que afectaron a las universidades como ciertos aspectos de la cotidianeidad de los claustros en esos años. Al mismo tiempo, se detiene en análisis de las trayectorias y las distintas posiciones de quienes estuvieron al frente de la política universitaria en el período. Traza así las biografías y las posturas de rectores y ministros de educación y estudia las relaciones que se dieron entre ellos. También incorpora al análisis aquello que sucede con los estudiantes.
En los dos primeros capítulos Rodríguez se enfoca en lo ocurrido antes del golpe de Estado de 1976, durante las gestiones de los ministros Jorge Taiana (1973-1974), Oscar Ivanissevich (1974-1975) y Pedro J. Arrighi (1975-1976). La autora muestra que en ese período la universidad quedó subsumida dentro del conflicto político que se vivía en el país, y fue también caja de resonancia de los conflictos internos del PJ. Por esto mismo la trayectoria de los rectores fue muy inestable. Para la autora, el ingreso de Ivanissevich significó un giro en el ánimo represivo y de vigilancia dado que dicho ministro se propuso “terminar con la influencia del marxismo en la universidad”. Es de subrayar que el libro permite ver cómo las universidades privadas no fueron ajenas al clima de violencia e inestabilidad. Los capítulos restantes se dedican a la realidad universitaria durante el proceso militar. La reconstrucción devuelve una imagen de gran fluctuación y de cambios frecuentes que no llegan a concretarse. En este sentido, Rodríguez brinda un panorama exhaustivo de los intentos de reforma que se ensayaron en esos años, y las controversias y conflictos que estos suscitaron en el interior del gobierno y de los sectores que lo apoyaban. También permite observar que los rectores y los ministros del proceso no siempre actuaron en sintonía.
Flavia Fiorucci
Juan Pedro Blois,
Medio siglo de sociología en la Argentina. Ciencia, profesión y política (1957-2007),
Buenos Aires, EUDEBA, 2018, 335 páginas
A diferencia de las habituales historias de la sociología, focalizadas o bien en el examen de un período determinado, o bien en el análisis de la trayectoria intelectual de las figuras ejemplares, la historia de Pedro Blois procuró colocar la observación del fenómeno bajo un ángulo colectivo –el lugar ocupado por las figuras “pioneras” es reemplazado por la comunidad de los practicantes– y en una perspectiva de largo plazo. De esta manera, el autor consiguió integrar en una espléndida narrativa las distintas aproximaciones monográficas que habían caracterizado hasta ahora el estudio de la disciplina, y al mismo tiempo descubrir continuidades allí donde los análisis centrados en un período determinado solían ver rupturas, y a la inversa.
Mirada desde esta perspectiva, Medio siglo de sociología en la Argentina es la historia de una profesión intelectual, pero también de una ocupación, es decir, de un espacio institucionalizado de relaciones sociales que presupone la existencia de un grupo con grados variables de homogeneidad y heterogeneidad, y cuyos agentes, investidos de determinadas competencias en función tanto de su origen social como de sus trayectorias escolares y de desempeño profesional, procuran ajustar el marco institucional heredado a sus propias competencias y destrezas. En ese sentido, las distintas orientaciones (“sociología científica”, “sociología católica”, “sociología marxista”, “cátedras nacionales”, etc.) que se disputaron los instrumentos de reproducción de la disciplina y la representación legítima de la práctica sociológica, no fueron sino la expresión de los diferentes clivajes que dividieron a la comunidad de los sociólogos durante esos cincuenta años de historia.
Este Medio siglo de sociología en la Argentina trae también importantes insights comparados que contribuyen a esclarecer lo que es específico de la experiencia argentina. Los aspectos de esa comparación incluyen la relación de la sociología con las tradiciones preexistentes de pensamiento social en comparación con lo ocurrido en el Brasil, el modo en que las dictaduras de las décadas de 1960 y 1970 afectaron desigualmente a las ciencias sociales en ambos países, así como las relaciones de los sociólogos argentinos y brasileños con las tradiciones intelectuales metropolitanas, entre otros. Apoyada en una diversa gama de fuentes documentales y en un sólido esquema analítico, esta nueva historia de la sociología ofrece al lector la posibilidad de una evaluación crítica y renovada de esa experiencia.
Alejandro Blanco
Omar Acha,
Cambiar de ideas. Cuatro tentativas sobre Oscar Terán,
Buenos Aires, Prometeo, 2018, 193 páginas
En Cambiar de ideas Omar Acha se propone interrogar la obra de Oscar Terán desde una perspectiva que, subraya, se halla alejada de la “gestualidad ochentista”. La declaración adelanta la doble colocación que otorga a Terán: por un lado, una figura que comparte recorridos y movimientos con otros miembros de la nueva izquierda de los sesenta que en los ’80 deviene “socialdemócrata”; por otro lado, un filósofo que interrogó con un rigor particular, no exento de un halo trágico, las heredades y responsabilidades que nacían de ese recorrido generacional.
El libro se organiza en cuatro “tentativas”. La primera busca dar cuenta de los marxismos que el filósofo habría abrazado en los ’60 y ’70, los que no pueden reducirse al humanismo marxista pasto del voluntarismo que el propio Terán rememoraría años más tarde. La segunda interroga el tránsito, recorrido en los años del exilio mexicano, que lleva del reconocimiento de la crisis del marxismo a la asunción explícita de un posmarxismo que, destaca Acha, no implica el rechazo total del pensamiento del alemán, sino su incorporación como un saber particular, una más de una heteróclita “caja de herramientas”. En tercer lugar, el autor señala el papel que en ese abandono de la totalidad marxista cumple la recepción de Michel Foucault, a la vez que destaca las particularidades de una lectura que convivía con elementos althusserianos y aun gramscianos. El recorrido se cierra con el abordaje de la producción de Terán a su regreso a la Argentina, una obra centrada en la interrogación acerca de los obstáculos que una particular “ideología argentina”, elitista y autoritaria, habría opuesto a un proceso de modernización cultural y social al que un “historiador socialista” como Terán seguía, con todos sus matices, adhiriendo.
En los epílogos, Acha afirma que su lectura propuso una relación de extrañamiento con el filósofo, en la que buscó interrogarse por lo que él y su generación no pudieron ver: la crisis del relato progresista que también cuestionaba el proyecto socialdemócrata y la posibilidad de una “izquierda moral”. Su búsqueda, concluye, no se orientó solo a interpretar a Terán sino a posibilitar una nueva lectura del pasado, la que solo podrán emprender nuevas generaciones capaces de dejar atrás un tiempo de derrota y marchar hacia nuevos combates.
Ricardo Martínez Mazzola