Centro de Historia Intelectual, Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Quilmes
← Volver a Prismas, vol. 22, núm 1, 2019
Patrick Iber,
Neither Peace nor Freedom. The Cultural Cold War in Latin America,
Cambridge (MA) y Londres, Harvard University Press, 2015, 327 páginas
La Guerra Fría cultural, afirma Patrick Iber en este libro, necesita ser entendida siguiendo sus propios términos: es mucho más que la historia de las instituciones culturales de un Estado (soviético y/o estadounidense, y sus aliados) y sus objetivos. La pregunta, entonces, es definir cuáles son esos términos. El trabajo, fruto de una investigación doctoral, merece ser incluido en el campo de estudios sobre la Guerra Fría que se ha dedicado a revisitar ciertos consensos historiográficos y problematizarlos, en el que América Latina como objeto y perspectiva de análisis ha sido central. Así, el libro organiza un universo que tensiona las fronteras nacionales y los bloques occidental-oriental, capitalista y comunista, y revisa los alcances de “América Latina” como objeto y territorio. Pero tensión no significa anular los conflictos, ni desestimar las denuncias que, como sucedió entre 1966 y 1968, demostraron el financiamiento por parte de la CIA del Congreso por la Libertad de la Cultura (un organismo promotor de cultura y de ciertos valores asociados a la democracia liberal liderada por los Estados Unidos). O, también, la estrecha relación del PCUS con el Comité por la Paz. Iber revisa los núcleos de intelectuales afines o directamente afiliados a las izquierdas comunista y no comunista y su participación en dichas organizaciones, ampliando entonces el enfrentamiento entre bloques hacia los enfrentamientos dentro de las diferentes fracciones de la izquierda latinoamericana (como parte siempre de un marco de divisiones, enfrentamientos y comuniones de rango global).
Si, en efecto, la Guerra Fría se libró con palabras más que con armas –según el comentario de un oficial de la Central de Inteligencia estadounidense al que Iber cita– esas palabras se tradujeron en prácticas concretas en instituciones, redes intelectuales y lobbystas de diferente tenor, en pos de una lucha por la hegemonía. El trabajo de Iber repone en varios planos una pregunta por esta categoría y su teorización, en particular en los escritos de Antonio Gramsci –tal como apuntó Gerardo Muñoz en un comentario sobre el libro–. Y por ello, Iber además define al “ironic gramscianism” (gramscismo irónico) como
“la búsqueda de la hegemonía cultural a través de una combinación de coerción y consentimiento, incorporando muchas problemáticas”.[1]
El trabajo de Iber revisa de qué modo la Guerra Fría cultural, en particular en América Latina, debe ser pensada también como parte de los “los éxitos y los fracasos –mayormente lo segundo– en la búsqueda del camino hacia un socialismo humano ayudaron a definir y establecer los límites del significado que la propia democracia tendría durante la Guerra Fría” (p. 7).[2] Así, retoma además el planteo que Greg Grandin hiciera sobre el lugar de la democracia en la dinámica revolución-contrarrevolución, en el que este autor había cuestionado una forma de periodización de la Guerra Fría, extendiéndola por el contrario como parte de una dinámica que abarca desde la Revolución Mexicana en adelante (al menos hasta 1992 con la caída del bloque soviético).[3]
En este libro, la duplicidad y la tensión son trama en la mayoría de las lecturas y análisis de fuentes, así como en la argumentación general y particular de cada capítulo. En otras palabras: el libro enlaza de un modo excepcional los diversos conflictos tramados en torno de los sentidos y las prácticas relativos al establecimiento de la “paz” y la “libertad” entre 1936 y el fin de la Guerra Fría, porque allí encuentra justamente una de las principales formulaciones relativas a la posibilidad del establecimiento de qué tipo de democracias se dirimían en América Latina.
Si hay contradicciones, están analizadas casi en un seguimiento cuerpo a cuerpo, tal como afirma en el final del primer capítulo: “paz” y “libertad” fueron al mismo tiempo “nobles ideas and cheapstate propaganda” (p. 48). O como titula el segundo capítulo: “Making Peace with Repression, Making Repression with Peace”, desplegando allí los modos en que el Comité por la Paz funcionó como una herramienta más o menos accesoria de la represión en el bloque soviético y como justificativo de su combate y represión desde los gobiernos que, liderados por los Estados Unidos, asumieron que democracia era igual al rechazo –y persecución y combate– del comunismo. O en el tercer capítulo revisa hasta qué punto la “libertad” propugnada por el Congreso por la Libertad de la Cultura jugó y de qué modo a partir, contra y desde las limitaciones impuestas por los intereses geopolíticos del Departamento de Estado de los Estados Unidos: con ironía Iber titula dicho capítulo “Imperialismo de la Libertad”. O en el estudio del anticomunismo en Cuba refiere las tensiones entre la injerencia del Estado revolucionario una vez que la revolución se define como marxista-leninista y en determinados períodos sigue de cerca los lineamientos soviéticos y la libertad de expresión, de disenso y de un laboratorio del socialismo de América Latina que ya no parecía posible cuando al mismo tiempo muestra hasta qué punto quienes apoyaban el Congreso por la Libertad de la Cultura habían colaborado con esa misma revolución, especialmente desde la postulación de un humanismo universalista y deudor de la divisoria entre dictadura y democracia de la Segunda Guerra y la posguerra.
Iber propone un análisis en el que redefine uno de los principales consensos historiográficos en torno de la Guerra Fría Cultural, entre los que encontramos el trabajo de Frances Stonor Saunders, en el que el propio término “Guerra Fría Cultural” es a la par señero y central.[4] En el seguimiento de diversas trayectorias intelectuales de América Latina y su forma de participación en el Congreso por la Libertad de la Cultura y Comité por la Paz realiza un estudio pormenorizado de las capacidades de acción y reacción de los y las intelectuales latinoamericanos en una trama también más amplia que la de un partido de ajedrez en la que jugaron de peones o, para usar la metáfora que Iber elige, que cuestiona la imagen de “puppetson a string” (“marionetas”, p. 7). Como afirma muy temprano en su texto, se vuelve necesario entender de qué manera la Guerra Fría cultural fue una parte integral de la historia de las izquierdas en el siglo XX. Sus protagonistas incluyen agencias de espionaje y sus espías, artistas, académicos/as, sindicalistas y políticos/as que intentaron usar el conflicto en el sentido en que estaba cruzado por agendas múltiples con intereses a veces diferenciados, otros confluyentes y otros directamente contradictorios entre sí. El ejemplo de Casa de las Américas, la institución creada como modo de gestionar la cultura de la revolución en Cuba, es parte del trabajo de Iber por desacoplar los bloques (oriental y occidental) entendiendo el peso específico que en América Latina tuvo la Revolución Cubana y, en particular, el estado revolucionario de la isla (dentro y fuera de ella). Así, Cuba y su diplomacia cultural deberían ser puestas dentro del esquema analítico de la Guerra Fría, con intereses concretos.
Iber logra demostrar –con un amplísimo panorama de fuentes diversas– cómo los márgenes de acción de los y las intelectuales latinoamericanos fueron mucho más que márgenes posibilitados por una suerte de extensión tentacular de estados considerados (según la perspectiva de análisis pro comunista-capitalista) imperiales. Así, además, permite revisar la dinámica imperialismo-antiimperialismo siguiendo de cerca la colisión de agendas o su confluencia como lo fueron los casos mexicano (antes y después de 1968) y/o cubano (antes y después de 1959 o 1962). Por ejemplo, el primer capítulo dedicado a la trama de exilios en México y su relación con la propia historia del país permite atender a su ciudad capital, el Distrito Federal, e incorporarlo a una dinámica global en la que, notoriamente, esa guerra definió su escenario.
La pregunta que me gustaría plantear aquí es de qué modo esta trama tensionada entre las contradicciones y las apuestas por la “libertad” y/o la “paz”, entre la coerción y el consenso, definida como “gramscismo irónico”, incorpora y cómo las implicaciones del uso de la fuerza en las contrarrevoluciones y en los alineamientos y acciones de las derechas, que relativizarían el mismo peso de las contradicciones y las alianzas fallidas de las izquierdas comunistas y no comunistas en el campo cultural.
Como se habrá advertido ya, el libro publicado en inglés aún no tiene traducción al castellano. Es de desear que pronto pueda contarse con su versión en español.
Ximena Espeche
UBA/CHI-UNQ/CONICET
[1] “[…] the pursuit of cultural hegemony through a combination of coercion and consent, incorporating many agendas”, Gerardo Muñoz, “Ironic gramcianism: on Patrick’s Iber Neither peace nor Freedom: the Cultural Cold War in Latin America”, Infrapolitical deconstruction, 23 de febrero de 2016. Disponible en <https://infrapolitica.com/2016/02/23/ironic-gramscianism-on-patrick-ibers-neither-peace-nor-freedom-the-cultural-cold-war-in-latin-america-gerardo-munoz/>.
[2] “[…] successes and failures –mostly the later– in trying to find a path toward a humane socialism helped define and set the limits of the meaning democracy itself would have during the Cold War.”
[3] Greg Grandin, The Last Colonial Massacre: Latin America in the Cold War, Chicago, University of Chicago Press, 2004.
[4] Frances Stonor Saunders, La CIA y la Guerra Fría Cultural, Madrid, Debate, 2001.