Centro de Historia Intelectual, Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Quilmes

 ← Volver a Prismas,  vol. 22, núm 2, 2019

 

“Efectos de lectura”

 Problemas y propuestas para el estudio de las relaciones entre campo editorial y campo académico en las Ciencias Sociales y Humanas

 

Alejandro Dujovne

 CIS, IDES-CONICET

 

En la reciente investigación que llevamos adelante con Gustavo Sorá acerca de la traducción y la edición de libros de ciencias sociales y humanas en la Argentina entre 1990 y 2011,[1] nos enfrentamos a una serie de problemas analíticos cuando intentamos dar cuenta de los usos concretos y de las valoraciones de las obras traducidas, así como de las implicaciones de la mayor o menor reputación de las distintas editoriales dentro del mundo académico. En otras palabras, la estrategia analítica adoptada y el material empírico utilizado resultaron adecuados para retratar parte de la dinámica de la edición argentina en la importación de ideas, pero se mostraron limitados para avanzar en la comprensión de las relaciones entre el campo editorial y el campo académico.

No obstante, como pudimos advertir, estos problemas iban más allá de nuestra investigación: funcionan como puntos ciegos de gran parte de los estudios sobre edición de ciencias sociales y humanas. Y, me animaría a decir, de los estudios sobre edición en general. Podemos conocer la composición de un catálogo, los criterios de selección de títulos, e identificar las similitudes y las diferencias de un sello respecto de otros, pero resulta más difícil advertir la medida y los modos en que los libros efectivamente circulan y son utilizados en el ámbito académico. Las cifras de las tiradas y el número de reimpresiones o reediciones por un lado, y las reseñas por el otro, han sido las vías más frecuentes para acercarse a la relación entre campo editorial y campo académico. Las primeras nos hablan de las expectativas del editor o del interés real del público general acerca de una obra, y la segunda acerca del juicio y valoración de un libro por parte de un lector especializado. No obstante, pese a su innegable productividad, estas entradas no nos permiten dar cuenta de la difusión y los usos concretos de los libros en contextos específicos. Sin considerar los usos y las valoraciones efectivas corremos el riesgo de proyectar sobre las obras, autores o proyectos editoriales, los juicios y las ideas del propio investigador, y asignarles cierto impacto intelectual o académico. La pregunta es, entonces, cómo investigar estos usos y formas de valoración. En este artículo quisiera proponer, de manera sintética, algunas ideas basadas en una nueva investigación y en el análisis preliminar de la información que estamos relevando.

Abordar la relación entre edición y ciencias sociales, o, en nuestros términos, entre campo editorial y campo académico de las ciencias sociales y humanas, abre una serie de preguntas acerca de qué clases de materiales se leen, qué papel tienen las editoriales en la circulación, reconocimiento y usos de las obras y los autores, qué diferencias existen entre editoriales y qué implicaciones tienen esas diferencias. Y, de manera paralela, qué estrategias analíticas y qué clase de materiales empíricos deben movilizarse para responder estas preguntas.

Nuestra investigación parte de la hipótesis de que las editoriales constituyen una instancia diferenciada pero interdependiente del campo académico. Esto quiere decir, en primer lugar, que si bien la elección de los títulos que conforman los catálogos editoriales está relacionada con los intereses de investigadores y profesores universitarios, esta no se subsume a su demanda. Como demostramos en el caso de las traducciones, en la composición de un catálogo operan factores extra-intelectuales de distinta índole (económicos, comerciales, sociales, culturales, políticos, etc.) ligados a la trayectoria del sello, la estructura y dinámica del campo editorial y la coyuntura económica. En segundo lugar, implica que las editoriales pueden tener lo que denominaremos “efectos de lectura” sobre el universo académico, y que este “efecto” está directamente asociado a su capital simbólico. ¿A qué me refiero con “efectos de lectura”? En su definición mínima una editorial tiene como función introducir en el espacio público una obra, materializarla, hacerla pública. No obstante, no todas, y este es uno de los puntos centrales de nuestra indagación, tienen igual capacidad para instalar un tema, un autor o una perspectiva teórica dentro de la agenda académica. Este poder diferencial para generar efectos sobre la orientación de las lecturas en el espacio académico responde a la posesión desigual de recursos económicos y simbólicos. Que un libro sea publicado no equivale necesariamente a que circule, sea leído, o, más difícil aun, logre integrar una discusión académica más o menos amplia. La distribución –sobre todo en un mercado como el argentino, donde la librería física continúa siendo el principal medio de circulación de libros– y la difusión son condiciones básicas para la visibilización de una obra. Pero desde nuestro punto de vista lo decisivo radicaría en algo más: la identificación de un sello en tanto que tal, su transformación en una marca reconocible, cuya credibilidad y prestigio se proyectan y dotan de valor al conjunto de su catálogo.

Siguiendo esta hipótesis, nos interesa analizar los usos de los libros, las lógicas que subyacen a dichos usos, así como la relación entre esos usos y la reputación de las editoriales a partir de la idea de efectos de lectura. Ahora bien, esto requiere reconocer, como punto de partida, que el espacio académico de las ciencias sociales y humanas argentino es un ámbito complejo y diferenciado tanto en su organización interna como en sus prácticas. Desde una perspectiva institucional, se compone de 795 carreras de grado y 1378 de posgrado, considerando todos los niveles,[2] distribuidas en un sistema universitario geográficamente extendido conformado por 111 universidades (66 estatales, 62 privadas y 2 extranjeras/internacionales, casi todas con carreras sociales y humanas).[3] Gran parte de las universidades cuentan con recursos específicos y cargos de investigación que amplían el rol docente, así como con instancias formales de investigación con diferentes nominaciones (centros, programas, núcleos, etc.). De igual modo existen, más o menos articulados con las universidades, un número de centros de investigación extra-universitarios (REDES, CENEP, CEDES, IDES, etc.). A la par del sistema universitario y de los centros de investigación, aunque integrado a estos de distintas maneras, la Argentina cuenta con un sistema científico nacional, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), que posee una institucionalidad, un régimen de funcionamiento y recursos propios. En diciembre de 2016 el área de ciencias sociales y humanas de CONICET tenía 2245 investigadores y 2896 becarios doctorales y posdoctorales. Muchos de los investigadores son a su vez docentes universitarios, y la mayor parte tienen sus lugares de trabajo en las universidades o en los centros mencionados. Sobre esa base institucional se superpone un cuadro de agendas de investigación transversales que acercan a investigadores y los reúnen en proyectos, eventos y publicaciones periódicas. Por otra parte, los docentes e investigadores se relacionan con el material impreso de distintas maneras en virtud de las funciones desempeñadas y los objetivos buscados en cada momento, generando prácticas y valoraciones de lectura y escritura diferenciadas. La selección y usos de los libros o de las revistas académicas es a priori distinta según el individuo se encuentre en un rol docente, de investigación o de divulgación. Y podríamos agregar un cuarto rol, quizá un poco más difuso pero igualmente importante, que es el de actualización. La lectura que apunta a mantenerse informado de las novedades (que puede extenderse también a obras con más años o clásicas que resultan de interés o quedaron pendientes), y que no busca, al menos inicialmente, alimentar la propia investigación ni la bibliografía de los propios cursos.

Esta multiplicidad –que podría complejizarse aun más añadiendo otras variables, como género, edad, trayectoria profesional, etc.– nos advierte contra la pretensión de encontrar rápidamente lógicas comunes al conjunto del universo académico. Nos advierte, pero ciertamente no impide sostener las preguntas generales. En cualquier caso, se trata de considerar y analizar esa complejidad distinguiendo usos diferenciados, pero sin dejar de percibir rasgos que revelen pautas comunes o tendencias generales. Para ello resulta necesario adoptar una perspectiva global pero atenta a las diferencias, y asumir un punto de vista relacional. Solo es posible comprender los usos específicos de los libros y las valoraciones de las editoriales de, por ejemplo, el campo de la historia, a condición de su comparación con otras disciplinas como la ciencia política, la sociología, etc. ¿La historia es más, igual o menos proclive al uso de libros que al de artículos en revistas especializadas?, ¿se utilizan y valoran de modos similares las mismas editoriales, o cada ámbito tiene sus propias referencias?, ¿las editoriales a las que remiten los historiadores en sus programas son las mismas en las que publican en tanto investigadores, o en las que querrían  publicar?, ¿en qué medida esto se asemeja a lo que ocurre en otras disciplinas? Es decir que los usos de los libros y las formas de valoración de las editoriales solo pueden identificarse por contraste entre distintas disciplinas, materiales impresos, libros y editoriales.

Sobre la base de estas premisas, nuestra investigación se organiza a través de tres entradas complementarias, relacionada cada una de ellas con una clase de material empírico específico. La primera, sobre la que nos detendremos brevemente en este texto, apunta a identificar el lugar de los libros y editoriales en el ámbito de la formación doctoral, y se basa en el relevamiento y análisis de las bibliografías de los seminarios de los distintos programas doctorales en ciencias sociales y humanas dictadas en el país durante el período 2016-2018. Esto comprende desde letras hasta ciencia política, pasando por filosofía, historia, antropología, sociología, etc. Por razones analíticas y de factibilidad, en esta primera fase del trabajo dejamos fuera de la selección las distintas vertientes disciplinares de la economía y la administración, que habitualmente se cuentan como parte del área social. La segunda se centra en las lógicas y las prácticas de publicación ligadas a la investigación científica, y lo hace a partir del análisis de la publicación de los investigadores del CONICET entre 2013 y 2016. Para esta entrada contamos con una serie de extensas bases de datos que nos permitirán explorar relaciones entre preferencias y posibilidades de publicación en función del género, la edad, la trayectoria, la ciudad y la provincia en que se sitúa y su área temática de especialización. Finalmente, la tercera busca analizar el conocimiento, valoración y usos, de editoriales, colecciones y de los distintos soportes impresos de investigadores y profesores universitarios, mediante la realización de una encuesta en línea a un número representativo de individuos. Entre otras cosas, esta última entrada buscará revelarnos uno de los aspectos más opacos de la conexión entre los campos editorial y académico, pero cuyo peso es decisivo para pensar esa articulación: las prácticas concretas de acceso y distribución del material impreso, que va de las librerías hasta los medios digitales, pasando por las fotocopias.

Presentaré ahora algunos resultados del relevamiento preliminar que estamos realizando a fin de ajustar la estrategia analítica. La base de datos se construyó a partir de la sistematización de la bibliografía de cinco seminarios del doctorado en ciencia política de la Universidad del Salvador, nueve del doctorado en ciencias sociales de las Universidad Nacionales de Quilmes, y nueve del doctorado en ciencias sociales de la Universidad Nacional de General Sarmiento, de los años 2016 y 2017. Ello equivale a 23 cursos (16 obligatorios y 7 optativos/orientados) y 936 entradas bibliográficas. Entre las variables relevadas se encuentran la región, universidad, docente, la clase de material (artículos, capítulos de libros, libros) y la información específica de cada referencia bibliográfica (lenguas, traducciones, año de publicación, editoriales, país de edición, autores, temas, etcétera).

Si bien como resultaba esperable los materiales más utilizados son libros y artículos de revistas académicas, el análisis muestra una clara preeminencia de los primeros (79%), sea a través de obras enteras, partes o capítulos (aquí consideramos capítulos solo a las contribuciones de un autor a una obra colectiva, no así a las partes de un libro de uno o dos autores): libros (completos o partes) 58%, capítulos de libros 21%, artículos 19%, otros 2%. Los porcentajes son similares en los tres posgrados: en ciencia política los libros y capítulos representan el 84% frente al 10% de los artículos. En el Doctorado de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Quilmes la relación es 76% frente a 24%, y en el de General Sarmiento los libros comprenden el 81% en contraste con el 17% de los artículos.

Hasta tanto no avancemos en nuestro plan de relevamiento y sistematización de la información no podemos saber en qué medida estos datos resultan representativos o en qué medida predominan los sesgos que pueden portar las disciplinas y/o los programas doctorales estudiados. Es probable que al ampliar nuestra base emerjan distinciones claras o incluso oposiciones en el uso de materiales entre disciplinas. Podemos conjeturar, quizá de manera un poco lineal, que el libro tiende a ser más importante en las carreras humanísticas, como letras, en tanto que el artículo académico tiene mayor peso en áreas donde la estadística y la matemática han ganado relevancia, como la economía o incluso la ciencia política. De igual modo podría pensarse que el libro es más utilizado en seminarios de corte más teórico, en especial en aquellos donde se estudia la obra de un autor, mientras que la revista académica ganaría consideración en seminarios sobre áreas o temas novedosos, en los que hay una producción muy dinámica. Quizá podamos encontrar otras distinciones al contrastar programas doctorales y universidades con perfiles muy distintos.

No obstante los matices y la complejidad que aparezcan al incorporar más información, la diferencia que verificamos en los datos citados es tan amplia que nos permite sostener a priori que al menos en el ámbito de la formación académica el libro preserva una función clave que las revistas académicas no han logrado alcanzar. Lo cual muestra la utilidad que una investigación de esta clase puede aportar en la reiterada discusión acerca de las formas de valoración de los distintos soportes en los criterios y procesos de evaluación científica.

Un aspecto que el análisis de la producción editorial local impide visualizar es la circulación de materiales extranjeros. El estudio de los catálogos locales muestra en qué áreas la producción editorial argentina es fuerte, innovadora o tiene mayor tradición, pero no nos permite ver qué segmentos de la discusión y de la formación intelectual están siendo menos cubiertos por ella y sí por otros polos editoriales. En este sentido, el análisis de las traducciones, la lengua de edición y el lugar de publicación de las obras relevadas nos aproxima a la función del libro como vehículo de circulación internacional de las ideas. Qué se traduce, desde qué países y lenguas se traduce y qué editoriales publican esas obras indica la mayor o menor centralidad de ciertos polos intelectuales en los debates intelectuales y en la investigación local, la mayor o menor preferencia de un área temática, disciplina o  universidad por cierto polo y no por otro, y qué papel juegan las editoriales en tanto que mediadores que seleccionan traducciones y las ponen en circulación. La lengua de edición tiene un sentido analítico similar a las traducciones, excepto que cuando no se trata de una obra en castellano su circulación en papel es más restringida, recurriéndose más aun que en otros casos a copias digitales o fotocopias. Pero el análisis de la lengua también marca en parte el grado de competencia idiomática que se espera o se cree que tienen los estudiantes de doctorado. Si tomamos los libros (dejando momentáneamente de lado las obras de tres o más autores por razones de clasificación estadística), el castellano domina con 86,5% de las referencias, le sigue de lejos el inglés con 11,1%, y tras este el francés (1,5%), italiano (0,6%) y portugués (0,4%).

Finalmente, el lugar de edición de los libros permite objetivar la dinámica concreta del espacio editorial hispanoamericano. Sabemos por los datos de producción y por la estructuración del mercado que España, México y la Argentina conforman los principales polos editoriales de la geografía de lengua castellana, y que de los tres países España es desde hace muchas décadas, y cada vez con mayor fuerza, el actor dominante. Lo que no sabemos es si ese dominio se refleja en igual medida en todos los géneros, y en todos los países. Sin desestimar las trabas a la circulación ligadas al funcionamiento del mercado y a factores económicos y arancelarios, el estudio de la bibliografía ofrece una entrada para indagar los modos en que esa estructura editorial hispanoamericana se refracta en marcos específicos como lo son las distintas áreas de conocimiento o los diferentes programas doctorales. De nuestro relevamiento se desprende que 48% de los libros en castellano fueron publicados en la Argentina, 32% en España, 12% en México, 2% en Colombia y 6% en otros países. El análisis por disciplinas, temas y autores que realizaremos en próximos trabajos sobre bases más amplias nos posibilitará identificar las áreas de especialización editorial de cada país, tal como sabemos sucede con la edición de obras de psicoanálisis en la Argentina.

En nuestro relevamiento de libros identificamos 166 sellos en castellano (algunos de ellos, pocos, no son sellos sino coediciones).  De estos, los primeros diez comprenden el 43% del total de las referencias de libros en esta lengua: Fondo de Cultura Económica (México-Argentina) 14%, Siglo XXI (México-Argentina) 5%, Alianza (México) 4%, Amorrortu (Argentina) 4%, Paidós (España-Argentina) 4%, Taurus (España-Argentina-México) 3%, Akal (España) 3%, Crítica (España) 3%, Península (España) 2% y Gedisa (España-Argentina) 2%. En esta composición observamos nuevamente, pero ahora desde la óptica de las editoriales, la importancia de la estructura tripartita España, México y Argentina en la organización del repertorio editorial de ciencias sociales y humanas en lengua castellana.

La recurrencia en la elección de ciertas editoriales nos da la pauta de su importancia y utilidad en el diseño de los cursos docto-rales. Ahora bien, ¿una mayor presencia de una editorial en los cursos de doctorado se corresponde de manera necesaria con mayores niveles de reconocimiento y reputación? Si bien la ampliación de la información nos ofrecerá la posibilidad de obtener un cuadro más comprensivo y al mismo tiempo una percepción más singularizada de la relación entre disciplinas o doctorados y la mayor o menor apelación a ciertas editoriales, los usos son solo una pata de la indagación. La otra es la indagación de las valoraciones y prácticas de profesores e investigadores en torno a los libros y las editoriales. Este cruce entre usos y representaciones nos permitirá establecer qué sellos tienen mayor influencia en las lecturas del mundo académico. Así como a preguntarnos acerca de las condiciones que conducen a un sello a acumular mayor capital simbólico: ¿La gran teoría y los grandes problemas son más importantes para la construcción de reputación?, ¿o es más relevante la inversión en un nicho específico?, ¿hay temas o disciplinas que “cotizan” más que otros?, ¿qué valor tienen las traducciones?, ¿qué confiere mayor reputación: la edición de clásicos o de autores contemporáneos consagrados?, ¿qué variables no intelectuales operan en la formación de un nombre reconocible: la prensa, el diseño, la distribución, el precio? Estamos convencidos de que responder estas y otras preguntas nos permitirá alcanzar una mayor comprensión de los principios y los factores que operan en la producción, circulación y valoración de autores e ideas. Y, por lo tanto, de la relación entre edición de ciencias sociales y humanas y campo académico.?

Referencias bibliográficas

Sorá, Gustavo y Alejandro Dujovne, “Translating Western social and human sciences in Argentina: A comparative study of translations from French, English, German, Italian and Portuguese”, en Heilbron y Sorá (eds.), The Social and Human Sciences in a Global Perspective, Reino Unido, Palgrave Macmillan, 2018.

Dujovne, Alejandro, “Campo editorial y traducción. Valor y formación de valor de la traducción en las ciencias sociales y humanas en Argentina (1990-2011)”, Desarrollo Económico. Revista de Ciencias Sociales, vol. 56, Nº 220, enero-abril de 2017.



[1] Al respecto véase Gustavo Sorá y Alejandro Dujovne, “Translating Western social and human sciences in Argentina: A comparative study of translations from French, English, German, Italian and Portuguese”, en Heilbron y Sorá (eds.), The Social and Human Sciences in a Global Perspective, Reino Unido, Palgrave Macmillan, 2018; y Alejandro Dujovne, “Campo editorial y traducción. Valor y formación de valor de la traducción en las ciencias sociales y humanas en Argentina (1990-2011)”, Desarrollo Económico. Revista de Ciencias Sociales, vol. 56, Nº 220, enero-abril de 2017.

 

[2] Datos de 2014. Fuente: Departamento de Información Universitaria, Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación de la Nación.

 

[3] Datos del período 2015-2016. Fuente: Estadísticas Universitarias República Argentina 2015-2016, Departamento de Información Universitaria, Secretaría de Políticas Universitarias, Ministerio de Educación de la Nación, Argentina.