Centro de Historia Intelectual, Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Quilmes
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Claudio Ingerflom,
El revolucionario profesional. La construcción política del pueblo,
Prohistoria, Rosario, 2017, 248 páginas
El reciente aniversario de la revolución de 1917 alentó la aparición de nuevos y estimulantes estudios acerca de los hechos de Octubre y de la experiencia soviética. En este panorama, el libro El revolucionario profesional del historiador argentino Claudio Ingerflom no es una excepción. El trabajo ofrece un análisis original y riguroso del concepto del revolucionario bolchevique tal y como quedó plasmado en las páginas del célebre ¿Qué hacer?, de 1902. Pero, además, el estudio propone una mirada sobre la historia revolucionaria rusa que, a diferencia de gran parte de la literatura existente, aspira a reconstruir la red de conceptos producida en el contexto político de la Rusia zarista, desentrañando el lenguaje y las aporías conceptuales de sus propios actores.
La investigación se propone como objetivo reconstruir el pensamiento político de Vladimir Ilich Ulianov, intentando ir más allá de su lenguaje marxista hasta desentrañar una inserción conceptual más profunda: la que conecta el pensamiento del líder revolucionario con las reflexiones de autores populistas como Aleksander Herzen y Nikolai Chernyshevski, preocupados en el siglo XIX por pensar las condiciones de posibilidad de una revolución democrática y socialista en la Rusia de los zares. El trabajo de Ingerflom abre así nuevas perspectivas de indagación sobre las fuentes intelectuales de la Revolución de Octubre, permitiendo comprender mejor la lógica y las contradicciones de los lenguajes políticos que primaron durante el período tumultuoso que atravesó la Rusia imperial entre la revolución de 1905 y la llegada al poder de los bolcheviques
en 1917.
Para comprender el pensamiento de Lenin, sostiene Ingerflom, es preciso comenzar a partir de las especificidades de la Rusia de los zares y sumergirse en la estructura conceptual misma de su sistema político. Según el autor, si la experiencia política de las democracias occidentales descansa sobre una lógica de representación inmanente según la cual los individuos se constituyen en un pueblo y legitiman la acción de un soberano, la autocracia rusa se levantaba en cambio sobre una lógica despótica y patrimonialista, legitimada sobre principios religiosos y ajena a cualquier forma de conciencia contractualista entre gobernados y gobernantes. Es hacia dentro de esta estructura conceptual que cobra sentido el pensamiento revolucionario ruso, cuyo dilema fundamental residirá ante todo en la necesidad de desarrollar una estrategia capaz de establecer formas de solidaridad horizontal entre individuos que se encontraban aislados y sometidos a la voluntad del soberano. Y el pensamiento de Lenin, sostiene el autor del estudio, debe interpretarse en el marco de esta misma lógica, como un programa destinado a romper la verticalidad de la dominación despótica para hacer de los rusos un pueblo en un sentido político moderno.
El trabajo de Ingerflom reconstruye el sentido de esta ambición democrática en el pensamiento de Lenin y rastrea en sus escritos las huellas de la tradición populista rusa. El autor repone aquí la influencia que el legado intelectual del populismo tuvo sobre el joven Lenin, posando gran parte de su atención sobre el efecto que la lectura del primer ¿Qué hacer?, la novela clásica de Nikolai Chernyshevski, tuvo sobre Vladimir Ulianov tras la ejecución de su hermano Aleksander. No obstante, Ingerflom no lee el clásico de Chernyshevski reproduciendo las interpretaciones tradicionales y centradas en la figura de Rajmetov, el revolucionario profesional de la novela que inspiró a generaciones de militantes rusos durante el último siglo y medio. En cambio, el autor subraya que la conexión del leninismo con el pensamiento populista residía no solo en este imaginario clásico de sacrificio y eficacia revolucionaria, sino también en una visión antropológica más amplia, tan presente en las líneas de Chernyshevski como en los escritos de Lenin, que veía la necesidad de terminar con el orden social autocrático, marcado por el servilismo y la arbitrariedad del poder, como una condición sine qua non de la revolución.
Además de iluminar los rasgos democráticos y modernos en el pensamiento político de Lenin, así como de examinar en detalle la antropología que anima sus reflexiones, el trabajo señala que los escritos de Ulianov descansaban sobre una singular concepción de la historia que en gran medida también se insertaba en la tradición del populismo. Ingerflom subraya que uno de los elementos que enlazaba el pensamiento de Lenin con la tradición populista, y que finalmente permitiría al líder revolucionario abrir un espacio para pensar lo político en clave moderna a pesar de las tendencias deterministas de la tradición marxista, era precisamente la idea, cara a los populistas, de que la historia no tiene un camino trazado a priori. Aquí el autor realiza una lectura de los escritos de Lenin en clave periférica que devela una cierta influencia del pensamiento poscolonial: es que si Lenin fue capaz de pensar la política en clave moderna, sostiene, fue al menos en cierta medida gracias a que, pese a que su concepción del socialismo abrevara en fuentes europeas, pudo reconocer que una estrategia revolucionaria exitosa tenía que arraigar también en las especificidades de un contexto autocrático ruso en el cual era imposible la formación de solidaridades horizontales entre los individuos y la constitución de clases sociales en un sentido moderno. Parte de la virtud de Lenin residió entonces en entender que el horizonte del socialismo estaba atado en Rusia a la necesidad de transformar el despotismo en democracia, y que este proceso debía ser motorizado por un partido político revolucionario que articulara las reivindicaciones anti-autocráticas de todos los sectores de la población.
Pese a todo, el estudio señala no solo las potencialidades democráticas del pensamiento de Lenin, sino también sus severas limitaciones. La operación conceptual de Ulianov, que puede ser entendida como una reactualización marxista del pensamiento populista, también estaba plagada de contradicciones: como pone de manifiesto el autor de la investigación, aunque Lenin reconociera la necesidad de instituir un pueblo activo y abriera así un espacio para pensar la política en clave moderna, en última instancia su pensamiento inspirado por el socialismo científico no podía conceder autonomía a aquellas clases sociales que pretendía ayudar a constituir a través de su acción revolucionaria. Esta incapacidad de admitir a las clases como actores autónomos, que Ingerflom interpreta como los residuos de un vicio autocrático en las reflexiones de Lenin, marcaría profundamente el derrotero de la revolución de octubre y de la experiencia soviética a lo largo el siglo XX.
En conjunto, el libro El revolucionario profesional comporta una serie de virtudes que es preciso subrayar. En primer lugar, la investigación reposa sobre un abanico rico y diverso de fuentes que van desde la producción literaria rusa del siglo XIX hasta los escritos políticos y los documentos personales de Vladimir Lenin, a la vez que propone una mirada singular y sugestiva de la antesala intelectual de la Revolución de Octubre, lo que la convierte en un valioso aporte para la historiografía del pensamiento político ruso. En segundo lugar, el estudio comporta además un valor no solamente historiográfico, sino también filosófico, pues nos invita a repensar a través del prisma del pensamiento leninista algunos de los dilemas más acuciantes de la política moderna. Por un lado, el texto invita a considerar algunos de los problemas centrales que se plantean a todo proyecto de transformación que tiene lugar en los márgenes del mundo occidental, y que se derivan del difícil maridaje que existe entre teorías surgidas del centro y realidades sociales periféricas: la operación intelectual del pensamiento leninista, con sus intentos de pensar el socialismo científico en las condiciones históricas específicas de Rusia, produce resonancias que en gran medida interpelan a los estudiosos del pensamiento de izquierda argentino y latinoamericano. Por otro lado, la ambición leninista de instituir un pueblo allí donde el poder autocrático pretendía impedirlo despierta también preguntas que invitan a una reflexión filosófica más general acerca del contexto político global actual, marcado en gran medida por la persistente crisis de representación, el agotamiento de los canales tradicionales de la participación política y la masificación de formas de vida crecientemente individualizadas que, a la vez que mundializan los consumos, vuelven difícil la formación de solidaridades horizontales universalistas.
En resumidas cuentas, uno de los valores del trabajo de Ingerflom reside en gran medida en su capacidad de despertar una reflexión que ciertamente trasciende los límites de la historia rusa, a la vez que sobrepasa también las fronteras disciplinares de la historia política e intelectual. Se trata de un trabajo riguroso, estimulante y original, capaz de interpelar al lector en clave histórica y filosófica acerca de los problemas políticos del pasado y del presente.
Agustin Cosovschi
CETOBaC / Humboldt Universität zu Berlin