Lucio Piccoli,
Empatía y visión. Entre espacios de
urbanismo, fotografía y diseño en Argentina
y Alemania (ca. 1900-1950),
Berlín, wbg Academic, 2024, 310 páginas.
El libro Empatía y visión de Lucio Piccoli propone la noción de “entre espacios”, como se
indica en el subtítulo, para indagar las redes, cruces, préstamos e
intercambios entre dos espacios (Argentina y Alemania) y tres disciplinas (el
urbanismo, la fotografía y el diseño). Aunque la idea de “entre espacios” bien
podría aplicarse al propio autor, ya que da algunas claves de sus principales
aportes. Rosarino de origen, se mudó a Berlín, Alemania, para continuar su
carrera académica. Su conocimiento del alemán le permitió incorporar una serie
de autores, textos y fuentes que no están disponibles en español. Formado como
historiador, realizó la maestría en Historia y Cultura de la Arquitectura y la
Ciudad, de la Universidad Torcuato Di Tella, para luego hacer el doctorado en
Alemania, transitando los entre espacios de la historia, la arquitectura, el
urbanismo y el diseño. Así, el libro, que se puede descargar gratuitamente de
la web oficial de la editorial Herder, resulta un aporte importante al campo de
la historia intelectual, más precisamente a la problemática de la circulación
internacional de ideas, personas y objetos.
Para desentrañar algunas
de las cuestiones que emergen de dichos campos, Lucio Piccoli
construyó un objeto de indagación muy particular y para nada evidente. En
efecto, qué pueden tener en común tres disciplinas tan diferentes (en cuanto a
su profesionalización, a sus alcances o incumbencias) como la fotografía, el
diseño y el urbanismo, y tres personajes tan disímiles entre sí (por origen,
trayectoria e impacto) como Werner Hegemann, Grete Stern y Tomás Maldonado. El
argumento que construye Piccoli, y que hilvana el
libro, es que para entender el particular aporte de cada uno de estos
personajes a los procesos de modernización e innovación de sus respectivos
campos hay que prestar atención a la Einfühlungstheorie,
o teoría de la empatía. Producto de los desarrollos de la psicología
experimental y de los debates estéticos que se dieron en el mundo germanoparlante a finales del siglo xix –como parte del giro antropológico del espacio iniciado
con la Crítica de la razón pura de Immanuel Kant–, la teoría postulaba
que el goce estético está determinado por la proyección de sentimientos y
estados anímicos, que supone un “reconocimiento empático” del sujeto en el
objeto. Según la clásica afirmación de Friedrich Theodor Vischer,
“lo bello no es una cosa, sino un acto”. Así, para la teoría de la empatía la
percepción sensorial del individuo tiene un rol activo y dinámico que implica
la construcción proyectual del mundo observado, así como su animación demiúrgica. Más aún, toda percepción sensorial siempre es
una percepción espacial, en cuanto los objetos se encuentras dispuestos en este
y solo pueden ser percibidos de forma parcial y fragmentaria. De más está decir
que para esta tradición, la visión siempre ha tenido un papel central. Johannes
Müller, Wilhelm Worringer, Theodor Lipps y August Schmarsow fueron algunos de los principales referentes de
esta corriente. Este último es de cabal importancia para entender buena parte
de los debates estéticos y artísticos del siglo xx,
sobre todo en relación con el desarrollo de la arquitectura moderna y de las
vanguardias artísticas, en tanto fue el que postuló la idea de un “sentimiento
espacial” y de que al espacio se lo percibe a través del movimiento. El haber
incluido como central esta tradición de pensamiento no es un dato menor en el
libro, en tanto la historiografía de la arquitectura –particularmente en habla
hispana– no suele considerarla, en buena parte porque los principales trabajos
no han sido traducidos al español y apenas si se encuentran algunos disponibles
en inglés.
Pero, además, Piccoli sostiene que buena parte de las actitudes,
predisposiciones y búsquedas de Hegemann, Stern y Maldonado pueden entenderse mejor si se las enmarca
dentro de la teoría de la empatía. Este dato, que no siempre se ha tenido en
cuenta, le permite reconsiderar, y poner en discusión, la contraposición entre
arte y ciencia que, tanto para estos personajes cuanto para la historiografía
que se construyó en torno a ellos, resultaba central. Como el propio autor
sostiene: “la figura de la empatía y la experiencia de la visión contribuyeron,
hacia finales del siglo xix, a la
fundación de un nuevo paradigma de la percepción, a través del cual es posible
reinterpretar conjuntamente la circulación histórica de ideas modernistas
durante el siglo xx. La sintaxis
de percepción empática y visual constituye, entonces, el foco de análisis que
arrojará luz explicativa sobre tres experiencias específicas dentro de ese
proceso histórico global –Hegemann, Stern, Maldonado–, para demostrar cómo cada una de ellas
participaba de una manera común de percibir el espacio y las formas”.
Cuatro otras cuestiones
merecen resaltarse de este trabajo. En primer lugar, el libro se muestra atento
a los planteos más recientes en torno a los problemas de la circulación y
recepción de ideas, en el que se ha abandonado la vieja noción de procesos
pasivos y unidireccionales por un entendimiento de un fenómeno complejo y
multidimensional, en el que la recepción es un proceso activo y la circulación
es multidireccional. Así, Empatía y visión busca reponer los itinerarios
no siempre coincidentes de estos personajes y algunas de las nociones que
sustentaban o fundamentaban su trabajo. Es decir, parte de considerar que en
cada caso la teoría de la empatía se articuló de diferentes maneras, según sus
propios intereses y las operaciones que intentaba realizar, condicionados por
unos contextos específicos que les daban un sentido determinado. De tal forma,
se pueden ver continuidades, superposiciones y desplazamientos.
En línea con este
planteo, y como segundo punto, Piccoli complejiza la
noción de circulación al mostrar que, para entender los intercambios entre
Alemania y la Argentina, es imperioso reponer otras coordenadas y otros itinerarios
de las figuras analizadas. Eso es particularmente claro para el caso de Hegemann, en el que para poder comprender el tipo de
intervenciones que el urbanista alemán hizo en Buenos Aires –y el tipo de
recepción a la que dio a lugar– es necesario recuperar la experiencia previa
que realizó en Estados Unidos. Más aún, y esto es quizá uno de los aspectos más
interesantes, el libro presta atención a las formas en que las experiencias
porteñas de Maldonado o Hegemann impactaron en los
debates y propuestas en Alemania.
En tercer lugar, el
trabajo no solo se queda en el plano de análisis de las ideas, sino que también
avanza en el tratamiento de objetos heterogéneos, como pueden ser una obra de
arte (fotografía), un plano o un diseño. Y con ello repone las técnicas, los
procedimientos y los recursos que en cada caso se usaron. De alguna manera,
esto supone abordar la materialidad de cada objeto e imagen. Un tipo de
abordaje que no es usual en el campo de la historia intelectual. Por último, al
trabajar sobre tres disciplinas diferentes, el libro reconstruye el estado de
situación de cada una de ellas. Así, no solo repone los debates, propuestas y
emprendimientos que se dieron en torno a cada una de estas disciplinas, sino
también (y este es otro de los objetivos del libro), busca precisar los aportes
de estos personajes al proceso de modernización de dichos campos, así como las
innovaciones que propusieron. En todos los casos, intervinieron en un momento
de conformación o consolidación de su respectivo campo.
El libro se organiza en
un prólogo escrito por Adrián Gorelik, una
introducción y tres capítulos. La parte introductoria es donde Lucio Piccoli explicita su marco teórico-metodológico, donde
construye su objeto de indagación al ir indicando de qué modo se van
entrelazando Hegemann, Stern
y Maldonado con los procesos de modernización y actualización de sus
respectivos campos. En este apartado es donde se dejan señaladas las
principales cuestiones que hacen a la teoría de la empatía y su desarrollo en
el contexto germanoparlante. Punto esencial, que
luego va a ser recuperado en sus distintas facetas a lo largo de los capítulos.
Luego, los capítulo están dedicado a cada uno de los
personajes, de forma secuencial.
El primero trata sobre el
proceso de emergencia, consolidación y transformación del urbanismo en la
Argentina. A partir de mirar ese proceso a través de las intervenciones que
hizo Hegemann en su visita de 1931, Piccoli problematiza y complejiza las perspectivas ya
establecidas sobre el mismo, particularmente en torno a lo que se ha planteado
como la dicotomía entre el arte urbano y el urbanismo científico, para dar
cuenta de una frontera mucho más porosa y ambigua entre ambos. Para explicar la
particular impronta que adquirieron las propuestas del alemán en Buenos Aires,
se repone, por lo menos en parte, su experiencia previa en Estados Unidos,
señalando que hubo una continuidad en una serie de estrategias y sensibilidades
en sus trabajos entre Norteamérica y Suramérica, las que se debían a ciertos
elementos de la teoría de la empatía que venían de sus lecturas de Camillo Sitte. El capítulo cierra
con enseñanzas que el urbanista pudo recoger en Buenos Aires, y sus intentos de
trasladarlos a los debates que se estaban dando en torno a Berlín capital.
El segundo capítulo se
adentra en la figura de Stern, sus momentos
formativos con algunos docentes de la Bauhaus, su desarrollo profesional entre
su estudio de fotografía y los espacios de la vanguardia artística de Berlín,
para luego retomar sus actividades en Buenos Aires, donde recayó, junto a su
colega y pareja Horacio Coppola, previo paso por Londres, huyendo del régimen
nazi de Alemania. De este recorrido y del voluminoso trabajo fotográfico y
publicitario de Stern, Piccoli
se centra en las imágenes y fotomontajes urbanos, una de las áreas menos
abordadas de la obra de la fotógrafa. En ellas, se buscar indicar que los
procesos de extrañamiento y distancia que esos materiales evocan fueron
producto de la proyección empática previa y cómo estas cuestiones impactaron en
el proceso de modernización de la fotografía en la Argentina. Elegir ese grupo
de imágenes, además, le permite mostrar un conjunto de temas relacionados con
la forma –la cuadrícula de la grilla, la tensión entre crecimiento vertical y
expansión suburbana, los llenos y vacíos en la urbe– que también habían
suscitado el interés de Hegemann.
El último capítulo se
centra en Tomás Maldonado, su trayectoria en Buenos Aires, sus contactos con
Max Bill, su llegada a Ulm, en Alemania, su consagración como director de la Hochschule für Gestaltung (HfG) de Ulm y sus
intentos de transformar al diseño en una disciplina científica. A través de Stern, Maldonado entró en contacto con las ideas de la
“nueva visión”, que resultaron fundamentales para los diversos emprendimientos
que realizó en Buenos Aires entre los años cuarenta y cincuenta. El capítulo
luego avanza en el trabajo de Maldonado en Ulm. Allí se detiene especialmente
en dos cuestiones: por un lado, en la “formación particular” (Grundlehere), el curso inicial que fue retomado de
la experiencia de la Bauhaus (de la que la HfG se
presentaba como continuadora), para analizar las diferentes propuestas
pedagógicas que los profesores realizaron, lo que le permite identificar
continuidades, rupturas, desplazamientos entre los viejos docentes de la
Bauhaus convocados a Ulm y las nuevas apuestas de Maldonado, fundadas, en
parte, en la misma tradición estética de la “nueva visión” que había emanado de
la Bauhaus. Por otra parte, también analiza la apuesta de Maldonado por la
metodología como fundamento de un diseño científico –en el marco de su intento
de redefinir el Grundlehere–, la inclusión de
un conjunto de científicos sociales y las tensiones que se generaron en la
escuela en esos años. El capítulo cierra en torno a las disputas
interpretativas que se dieron sobre el legado de la Bauhaus.
Sebastián Malecki
Universidad Nacional de Córdoba / conicet