Patricio Fontana,

Vidas americanas. Los usos de la biografía en Domingo Faustino Sarmiento,
Juan Bautista Alberdi y Juan María Gutiérrez
,

Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2024, 352 páginas.

Vidas americanas es el título de un proyecto editorial que Domingo Faustino Sarmiento anunció en uno de los apartados finales de Recuerdos de provincia (1850), pero que nunca llegaría a concretar. Su afán era recopilar todas las biografías de personajes chilenos y argentinos que había escrito hasta entonces. En ese proyecto frustrado y en ese pasaje que acaso muchos hemos leído sin detenernos, Fontana encuentra el núcleo en torno al cual elaborar una amplia reflexión sobre los usos del género biográfico en el siglo xix argentino.

A partir de un recorte temporal preciso que se sitúa en un momento de tensión entre el discurso biográfico y el historiográfico, Fontana propone toda una teoría acerca de la biografía. Desde Thomas Carlyle y su teoría de los grandes hombres (cuya adaptación local Fontana agudamente rastrea a través de la lectura sarmientina de la obra de Hegel mediante la figura hoy marginal pero entonces muy popular del francés Victor Cousin), hasta estudios como los de Pierre Bourdieu y François Dosse que se vinculan con el actual “giro biográfico”, el libro retoma y discute aportes clásicos sobre el tema, desbordando el siglo xix hacia atrás y hacia adelante. Si bien los autores que conforman el corpus son el propio Sarmiento, Juan Bautista Alberdi y Juan María Gutiérrez, el alcance del libro, según se aclara en la introducción, es efectivamente americano porque muchos de sus biografiados lo eran y porque el objeto de su escritura a menudo giraba en torno a la “patria americana” y las diversas funciones del patriota en ese contexto (militar, político, religioso, poeta, empresario).

Tales funciones, en la perspectiva de Fontana, son posibles porque la biografía es un género “impuro” y, por lo tanto, disponible para esos usos a los que alude el subtítulo, entre los que se destacan el historiográfico y el hagiográfico, pero no se agotan allí. A la vez, la postulación de un “desierto biográfico”, otro hallazgo del libro, es la operación que a Fontana le permite conectar de manera prístina la tarea de Sarmiento, Alberdi y Gutiérrez como biógrafos con su adscripción a los ideales y las metas de la Generación del 37: se trataba, en definitiva, de poblar el presunto desierto espacial, simbólico y político no solo con ciudades, libros e instituciones, sino también con vidas ejemplares, modelos a seguir para la nación en ciernes.

La centralidad de la figura de Sarmiento en el armado del libro es evidente no solo por su presencia indirecta en el título, sino también por ser el único autor al que se consagran dos capítulos, que además son los primeros. Tal decisión se fundamenta tanto en la calidad estética de sus biografías como en su cantidad. Así, en los capítulos 1 y 2, Fontana explora un aspecto particular de la conocida grafomanía de Sarmiento, su compulsión biográfica, que en el capítulo 3 se opone al escueto número de biografías escritas por Alberdi, mucho más selectivo en la elección de sus objetos biográficos. De ese contraste surge una suerte de enigma que Fontana busca descifrar en los primeros capítulos: ¿por qué Sarmiento escribió tantas biografías?

Para dar respuesta a este interrogante, Fontana no solo recurre a una lectura atenta de las autobiografías de Sarmiento y de sus biografías más conocidas (en particular, las de los caudillos José Félix Aldao, Juan Facundo Quiroga y Ángel Vicente Peñaloza), sino que también desempolva otras vidas americanas menos conocidas y algunos textos dispersos en los que Sarmiento reflexiona sobre el género. Su respuesta al enigma es que Sarmiento encuentra en la biografía un género privilegiado para la creación de una literatura americana original, particularmente a través de dos modos de articular la relación entre individuo e historia: el grande hombre (es decir, el hombre hecho por la historia, como Quiroga) y el self-made man (el mito del hombre que se hace a sí mismo, como Sarmiento, que sigue el modelo de Benjamin Franklin). A esta caracterización, podría añadirse que, mientras que la teoría del grande hombre u hombre representativo es plenamente romántica (la idea de que la historia es moldeada por individuos excepcionales que representan el espíritu de un pueblo), el mito del self-made man transforma la noción romántica del individuo excepcional en un mito moderno y capitalista. Si el primero mira hacia los grandes monarcas del pasado, el segundo tiende la vista hacia los empresarios del futuro. A lo largo de Vidas americanas, esas tensiones, a menudo irresueltas, confieren a las biografías de Sarmiento una valoración estética superior a las biografías mucho más planas de Alberdi y Gutiérrez, e incluso dan lugar a uno de los pasajes más misteriosos del texto, cuando Fontana detecta en la escritura de Sarmiento una suerte de toma de conciencia de las limitaciones del género, en cuanto intento absurdo de dar sentido a esa “mezcla informe” (la expresión es de Sarmiento) que constituye toda vida.

En la misma dirección, las conocidas disputas entre Sarmiento y Alberdi en torno a cómo organizar la nación discurren, en el capítulo 3, como un debate acerca de las características deseables del género biográfico, que Fontana rastrea en las Cartas quillotanas (1853) y los Escritos póstumos (1897-1900) de Alberdi. Este examen le permite diferenciar a Alberdi de la exuberancia sarmientina y describirlo, en cambio, como un “biógrafo escrupuloso”, interesado por la creación de un panteón civil de “héroes de la paz”, como por ejemplo el empresario norteamericano William Wheelwright, en oposición a la épica del héroe militar que Sarmiento construye, sobre todo en sus biografías de caudillos. Esa escrupulosidad explica, para Fontana, tanto la escueta producción biográfica de Alberdi (mucho menos dispendioso que Sarmiento a la hora de establecer qué sujetos merecen ser biografiados) como su escaso valor estético (ya que Alberdi se aparta de las reglas del género que exigen calibrar el material histórico con ingredientes novelescos). No obstante, Vidas americanas es tanto un libro de crítica y teoría literaria como de historia intelectual, y el interés de la obra biográfica de Alberdi, en este punto, radica en la postulación de un modelo de nación anclado mucho menos en los héroes individuales que en los colectivos, lo que paradójicamente le resta potencial estético a sus biografías en favor de un supuesto potencial político que Alberdi pretendía independiente de la escritura.

En el cuarto capítulo, en tanto, la discusión se vuelca más decididamente hacia el lado de la literatura y los procesos de autonomización del campo literario argentino en el siglo xix . En estas páginas, Fontana se concentra en la labor de Juan María Gutiérrez como crítico e historiador de la literatura, a partir del estudio de sus numerosas y esmeradas biografías de escritores, entre las que se cuentan autores canónicos como Esteban Echeverría o José Mármol y otros menos leídos –escritores “oscuros”, según la expresión de Ricardo Rojas–, como José Antonio Miralla. Pero lejos de hacer de la figura de Gutiérrez una suerte de Sainte-Beuve vernáculo, Fontana conjura el fantasma del biografismo mediante la combinación de un ojo crítico atento al detalle con el empleo de algunas herramientas y categorías de la sociología de la literatura. Ejemplo de lo primero es la creación de un término que supone un aporte tan concreto como preciso al análisis literario: lo que Fontana denomina el “biografema del escritor encerrado”, tópico que le sirve, en los casos de Mármol, José Rivera Indarte y Juan Cruz Varela, para describir la emergencia de ficciones autorales que se organizan en torno a imágenes de la cárcel y el encierro. Y prueba de lo segundo es lo que seguramente constituya la operación más relevante y conocida de Gutiérrez como investigador: su trabajo como crítico y albacea de Echeverría, que lo llevó a constituirse en un actor central de una de las mitologías de autor más efectivas y perdurables de la historia literaria argentina.

El estudio de la producción biográfica de Sarmiento, Alberdi y Gutiérrez deviene, en Vidas americanas, una vía privilegiada para pensar el modo en que se articularon literatura, política e historia en un momento fundacional de la cultura letrada argentina. Pero también es una indagación sobre las formas de narrar una vida, sus límites, sus potencias y los supuestos ideológicos y los imaginarios colectivos que las sostienen.

En este sentido, el libro no solo restituye el espesor histórico y literario de un conjunto de textos dispersos que hasta ahora leíamos de manera fragmentaria, sino que además ofrece, en esta renovada era de grandes hombres y self-made men, de Donald Trump a Javier Milei y de Elon Musk a Marcos Galperin, un verdadero arsenal de herramientas para pensar la biografía como un dispositivo de lectura del pasado que aún hoy informa nuestros modelos de vidas americanas. Por todo ello, quisiera terminar esta reseña incurriendo en un pequeño exceso biografista: no voy a afirmar que Fontana es un gran hombre, porque quienes no lo conocen lo juzgarán una hipérbole; lo que sí me animo a decir es que Vidas americanas es un gran libro.

Nicolás Suárez

Universidad de Buenos Aires / conicet