Mariana Rosetti,
Letrados de la independencia. Polémicas y
discursos formadores,
Buenos Aires, Clacso,
2023, 323 páginas.
Como toda buena producción de historia
intelectual, el libro de Mariana Rosetti se posiciona
en una perspectiva interdisciplinar. Como lo expresa en su presentación, a lo
largo de sus páginas confluyen la literatura y la historia política y cultural
a través de un minucioso análisis de los diversos discursos que integran el corpus
de la investigación. En su despliegue nos ofrece un detallado abordaje de las
diversas categorías utilizadas en estudios previos sobre la labor letrada en
los procesos de las independencias hispanoamericanas, acompañadas de sutiles
críticas que le permiten reformularlas en diálogo con los aportes de su
trabajo.
El libro es una
adaptación de su tesis doctoral, presentada en la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad de Buenos Aires, dirigida por la Dra. Beatriz Colombi. Además, cuenta con un prólogo de Elías Palti y un posfacio de Iván
Escamilla. Ambos autores nos ofrecen, en virtud de sus propias investigaciones
y producciones, una atractiva lectura de la obra de Rosetti
y, sobre todo, de sus aportes y los caminos que deja abiertos para futuras
investigaciones.
A lo largo de los cinco
capítulos que integran el libro nos encontramos con una descripción de sus
objetivos generales y específicos, las categorías de análisis utilizadas, la
identificación del corpus y un valioso estado de la cuestión sobre las
problemáticas abordadas; todo ello sin perder de vista la importancia del
momento histórico de actuación y redacción de los discursos de Servando Teresa
de Mier y José Joaquín Fernández de Lizardi, protagonistas centrales de la
investigación.
El primer capítulo de la
obra, “El despliegue de la labor letrada”, oficia a modo de presentación de su
problemática central, donde confluyen la descripción de los diversos objetivos
e hipótesis de trabajo, una revisión de las categorías que la historiografía y
la crítica literaria han utilizado para referirse a publicistas, letrados e
intelectuales, como así también del clásico trabajo de Ángel Rama sobre la
ciudad letrada, que la autora revisa y cuestiona a lo largo de este libro.
Asimismo se reconstruye allí el contexto político y cultural de producción del
corpus (sermones, correspondencia, periódicos, panfletos) que articula la
investigación.
A ello debe sumarse un
aspecto destacado, que es uno de sus principales aportes: la identificación y
análisis de las continuidades culturales e intelectuales entre las últimas
décadas del período tardo colonial y el momento revolucionario, centrado en la
situación del territorio de la Nueva España, y acompañando la labor de Mier y
Fernández de Lizardi. Ello permite poner en tensión, y como resultado superar,
tanto los análisis centrados en la construcción temprana de un patriotismo
criollo como una lógica tradicional de estudiar la labor letrada en el marco de
la creación de Estados nacionales. Así, a lo largo de su investigación Rosetti nos invita a cuestionar y abandonar la tradicional
lógica teleológica en el abordaje del momento revolucionario novohispánico.
En el segundo capítulo,
“El letrado criollo y la tradición guadalupana en la independencia
novohispana”, se despliegan las hipótesis y la metodología presentada en el
anterior en torno a un tradicional tema de la historiografía novohispana: la
tradición guadalupana y el lugar central que en ella ocupa el célebre sermón de
Fray Servando, y las propuestas de lectura de dicha tradición que presenta la
autora. Para ello Rosetti amplía el corpus de
indagación a otras obras de Mier, ya que ello le permitió dar cuenta de la
continuidad entre el período tardo colonial y el momento revolucionario al cual
nos hemos referido antes. Además, a ello suma un riguroso análisis que
interrelaciona la querella guadalupana con la evangelización americana y su
vinculación con la construcción del “museo guadalupano” criollo –con sus
fisuras y continuidades– en el marco explicativo del lugar que en su
construcción ocuparon los letrados. Asimismo, en este capítulo nos presenta un
detallado análisis de los objetivos perseguidos por Mier en su sermón y el
impacto que este tuvo a lo largo de las décadas en las que irrumpió la
revolución; todo ello a través de una travesía trasatlántica que es
identificada, acertadamente, como un viaje intelectual. En la parte final del
capítulo, la autora interviene con destreza en las caracterizaciones que Tulio Halperin Donghi (letrado
colonial) y Jorge Myers (letrado patriota) exponen sobre los letrados en el
pasaje de la colonia a la emancipación, para proponer que estas etiquetas no
permiten poner en primer plano las continuidades evidenciadas en el tipo de
intervenciones, los géneros y soportes utilizados en sus producciones.
Estos aspectos son
retomados en el tercer capítulo, “El letrado criollo y la opinión pública.
Entre el patriotismo y el periodismo”, cuando, ya en el contexto
revolucionario, los letrados continuaron haciendo uso de la escritura tradicional
en su formato de sermones, apologías, cartas y cuentos populares, aunque con
mayor incidencia de la prensa, dada la centralidad que esta adquirió en el
inicio de las revoluciones. Para ello Rosetti retoma
la conocida frase de François-Xavier Guerra referida a la prensa como
“gigantesca toma de palabra” (p. 109), que implicó la proliferación de papeles
públicos que dialogaron entre sí y generaron importantes debates. Este momento
o período de apertura y politización de la palabra pública ofreció a los
letrados criollos la oportunidad de verse y pensarse como publicistas capaces
de organizar la multiplicidad de voces que circulaban e invadían los espacios
públicos (cafés, calles, mercados). A su vez, muchos letrados criollos
reflexionaron sobre el rol que debían cumplir con su patria, viéndose
interpelados por la sociedad y por sus pares letrados. Este análisis permite a
la autora afirmar que esa apertura y politización de la labor letrada criolla
iba más allá de la fractura temporal propuesta por Ángel Rama, y desplegar su
indagación de la construcción del escritor público teniendo en cuenta su labor
como publicista y como patriota, dos dimensiones de representación y vehiculización de la voz popular que no necesariamente
fueron ejercidas por todos los letrados criollos. Debido a ello, a través de un
corpus integrado fundamentalmente por cartas –que evidencia el proceso de
politización de la correspondencia– da cuenta del particular pasaje del hombre
de letras ilustrado o letrado colonial al publicista o letrado patriota.
Estas consideraciones y
análisis le permiten a Rosetti analizar en el cuarto
capítulo, “El letrado criollo y la escritura de la historia de la revolución”,
otro de los aspectos destacados de la figura y las diversas modalidades
discursivas de Mier, la escritura de su célebre Historia de la revolución de
Nueva España
. Esta problemática, sin duda, fue abordada desde diversas
perspectivas por la historiografía, pero en este caso la autora lo integra a su
línea central de trabajo: el análisis de las continuidades –como práctica y
como lenguajes– entre el período tardo colonial y el revolucionario. Así, da
cuenta del uso que el novohispano dio a la escritura de la historia como
constructora de veracidad, y de los textos que utilizó para darle forma a
través de un procedimiento retórico discursivo que integra lo que Mier
posiciona como verdad histórica y sus vínculos con la información y los debates
expuestos en la prensa.
En el último capítulo,
“El letrado criollo y la torsión de las tradiciones narrativas europeas”, la
autora integra a su estudio uno de los ejes más novedosos en la producción
actual de la historia intelectual: el análisis de la labor de los letrados como
traductores lingüísticos y culturales. Además, dando coherencia al libro, retoma
sus objetivos e hipótesis en torno a la construcción histórica del letrado
patriota incorporando a su corpus las traducciones de Mier, el género novela
picaresca y las intervenciones didáctico-pedagógicas que caracterizaron la
escritura periodística de Lizardi.
El libro cierra con unas
breves conclusiones centradas en el impacto del resultado de las
investigaciones de la autora en el ámbito historiográfico. Si bien, a lo largo
de los capítulos dio cuenta de sus diferencias y acuerdos con varios autores/as,
dada la preponderancia de la obra de Rama en la problemática abordada se
refiere específicamente a ella. Así, afirma que trabajar los escritos de los
letrados, especialmente de Mier y de Lizardi, como resultado de una búsqueda de
reconocimiento e inclusión en el entramado burocrático y letrado del período
tardo colonial y el revolucionario es insuficiente. Para la autora en ese
momento de transición, como lo demostró a lo largo del libro, se generó un
“giro dramático en las capas letradas independentistas, donde las problemáticas
de los letrados no se reducen a ser reconocidos, desafiar o integrarse a la
burocracia virreinal” (p. 260). En ese recorrido los discursos de estos
letrados, como formadores de nuevos ciudadanos, fueron su vehículo para transformar
la crisis de la monarquía en la creación de nuevas comunidades políticas, en
las cuales también integraron tradiciones culturales del período colonial,
construyendo un “nosotros” criollo.
Se trata de una obra que
no solo ofrece una mirada renovada sobre la problemática de los letrados, sino
que, al mismo tiempo, pone a disposición de los/las investigadores/as variados
recursos, y en la que destaca la importancia de reflexionar sobre el uso de
categorías de análisis, el desafío de la selección y ampliación del corpus y
del lugar que en toda investigación debe ocupar la revisión bibliográfica, para
dar cuenta de los acuerdos y desacuerdos, sostenidos en una investigación
rigurosa de la producción historiográfica y la crítica literaria.
Alejandra Pasino
Universidad de Buenos Aires