Gabriel Entin y Jorge Myers (editores),
Itinerarios de un metaconcepto.
La comunidad en el siglo xix
latinoamericano,
Madrid, uam ediciones, ahila,
Colección Estudios de Historia Latinoamericana n° 17,
413 páginas.
En la introducción, los editores nos
aclaran que el libro es el resultado de diversos encuentros académicos
organizados desde 2019 por el Grupo Conceptos Políticos Fundamentales del
proyecto “Iberconceptos III”, dirigido por Javier
Fernández Sebastián. Y ese diálogo que entrelaza disciplinas y miradas críticas
está presente en la obra gracias a un plan metodológico preciso. Es decir, el
libro presenta un trabajo mancomunado que busca iluminar mecanismos culturales
y de poder sobre dinámicas comunitarias invisibilizadas
por estudios historiográficos y críticos previos.
En todos los capítulos se
destacan dos aspectos primordiales: por un lado, la persistencia de un sector
de la población en sentar las bases de una comunidad por venir, que actúe como
escudo y refugio de unos miembros dispersos o no tenidos en cuenta por un
sistema de poder. Por el otro lado, la imbricación entre fundación de
comunidades y el uso estratégico de la escritura: sea a través de
constituciones, de discursos, de polémicas, de la prensa periódica o de
recursos de la edición e impresión. A su vez, los trabajos de esta obra
colectiva buscan “desenredar” el solapamiento o juntura semántica del concepto
de comunidad con el de otros términos en uso durante el siglo xix, como lo fueron los de “Estado”,
“república”, “sociedad”, “soberanía”, entre otros. (p. 19).
Los casos que recorre
este libro demuestran que las categorías de ciudad letrada de Ángel Rama
(1984) y de comunidades imaginadas a través de un capitalismo impreso de
Benedict Anderson (1983) siguen siendo germen de
investigación sobre los vínculos entre el poder y los productores de discursos
escritos en el siglo xix latinoamericano.
La introducción presenta
una genealogía de carácter filosófico-histórico del término comunidad
como sustrato inescindible de todo agrupamiento humano que procura su
legitimidad (sea política, cultural o jurídica). Entin
y Myers destacan el aspecto demandante de la comunidad, que requiere del
accionar constante de los seres humanos: “no existe por ella misma, sino a
través de las acciones que la instituyen, la conservan y la transforman” (Entin y Myers, p. 10).
Los editores articulan la
obra en tres nudos temáticos (“constituciones”, “heterogeneidades”, “ciencias”)
y un epílogo. La configuración de cada nudo va de la mano de las etapas del
armado y mantenimiento de las comunidades latinoamericanas y no de criterios
cronológicos o progresivos. De esta forma, observamos problemáticas recurrentes
de comienzos del siglo xix y las
primeras décadas del siglo xx
sobre el sostenimiento de comunidades legítimas, y que pueden resumirse con una
frase extraída de la introducción del libro: “el común no es sinónimo de
unidad” (p. 18).
El primer nudo temático
se centra en la constitución de comunidades políticas. En este apartado, el
trabajo de Gabriel Entin reflexiona sobre las
dificultades que atravesaron los líderes militares como José de San Martín y
Simón Bolívar a la hora de construir soberanías políticas en Sudamérica con
miras a terminar el ciclo revolucionario e instaurar tiempos de orden. El autor
estipula una diferenciación entre los períodos revolucionario e
independentista: para el segundo momento son necesarios representantes capaces
de abstraerse del teatro de los sucesos y establecer el llamado a congresos para
la construcción de constituciones republicanas.
En sintonía con el aporte
de Entin está el de Francisco Ortega, quien analiza
el fenómeno de asociacionismo entre los vaivenes de los lenguajes políticos
republicanos del federalismo y del centralismo en el espacio de Nueva Granada
durante el período de 1808 a 1816. A través de la categoría de la gramática
de la diferencia social, observa cómo el lenguaje tradicional del Antiguo
Régimen y los forjados por el republicanismo se superponen de forma estratégica
en la prensa periódica (de la mano del letrado Antonio Nariño) y en la figura
de representantes políticos (Simón Bolívar). Consideramos que por momentos la
mirada localista sobre Nueva Granada, o americanista, deja de lado los puentes
que se forjaron en los años de 1810 a 1815 entre las ciudades de Londres, Cádiz
y diversas ciudades americanas. Esa mirada trasatlántica le permitiría observar
que las lecturas que realiza Bolívar sobre Las Casas se encontraban mediadas
por escritos de fray Servando Teresa de Mier en Londres, y que iban de la mano
de las reflexiones que diversos emigrados americanos gestaron en relación
estrecha con la intervención de Gran Bretaña en las negociaciones entre España
y los territorios americanos. De hecho, la reivindicación que realiza Bolívar
en 1815 y 1819 de la metáfora de una “constitución antigua”, en rechazo al
sistema federal, era ya un tema recurrente en varios escritos de la prensa
londinense y de publicaciones de dicha ciudad (como fue el caso de la Historia
de la revolución de Nueva España, que fray Servando Teresa de Mier publica
en Londres en 1813).
El trabajo de Jockyman Roithmann sobre Rio
Grande do Sul en la década de 1835-1845 analiza las conexiones que se dieron en
esa provincia brasileña entre el concepto polisémico de patria con el metaconcepto de comunidad. En particular, el autor analiza
las fisuras entre los intereses brasileños y portugueses. En vínculo entre la
lectura particular y la general, este capítulo dialoga con el de Gerardo Caetano, cuya hipótesis de trabajo es que el metaconcepto de comunidad se encuentra como sustrato de las
diferentes propuestas y luchas que se dieron en Uruguay a fines del siglo xix y comienzos del xx entre “ciudadanía” y “pueblo”. Para
ello, trabaja con los virajes y discursos políticos del letrado uruguayo Martín
C. Martínez para probar que el tránsito democratizador de sus ideas políticas e
institucionales lo transforma en un actor-pivote para la formación de una
comunidad entrelazada con la soberanía popular.
En relación con las heterogeneidades,
eje de la segunda parte del libro, observamos que los autores se concentran en
aquellos grupos o tramas silenciados por el discurso oficial estatal. Inés de
Torres indaga sobre las formas de comunidad alternativa a la nacional y romántica
forjada por la prensa de hombres, propia de una comunidad imaginada como la
entiende Benedict Anderson. Para ello, toma el caso
de Juana Manso de Noronha para rescatar las redes
trasnacionales entre mujeres que se daban a través de los mecanismos de la prensa,
la educación y la correspondencia en el Río de la Plata y en Brasil. De Torres
prioriza las comunidades de interpretación por sobre las comunidades nacionales
para rescatar las conexiones de sectores expulsados de la literatura nacional o
del discurso oficial. En diálogo con esta lectura, se encuentra el trabajo de
Ori Preuss, quien analiza los vínculos entre
americanismo y comunidades de interpretación transnacionales. Este investigador
se concentra en los trabajos de Andrés Bello y de Domingo Faustino Sarmiento,
sobre todo sus aportes como periodistas, para sostener que es necesario ampliar
las fronteras de estudio de la ciudad letrada para que adquiera latitudes
continentales o pannacionales. Si bien su trabajo se
centra en los años de 1810 a 1850, lo cierto es que los escritos de Bello y de
Sarmiento que trabaja son propios del período de independencias y posterior
configuración de naciones locales. Durante el período revolucionario
(1810-1824) no existía una fricción entre patria local y patria americana. De
hecho, los letrados revolucionarios recurrían de forma alternativa a una y otra
en sus escritos, sin que existiera una problemática específica entre la
pertenencia a una comunidad local y a una americana.
Los trabajos de Jorge
Myers, Magdalena Cámpora y Matías González se
encuentran imbricados por rescatar estrategias discursivas, retóricas y
editoriales (en el caso de Cámpora) usadas por
ciertos sectores para hacerse un lugar en el sistema cultural local. Myers
analiza el caso de la comunidad de la plebe de artesanos en Nueva Granada luego
de la Revolución del 7 de marzo de 1849. Este sector concibe la lucha política
como la apropiación y rearticulación de armas retórico-discursivas del sistema
letrado para defender su honor social. Matías González, por su parte y en el
mismo período de análisis que Myers, estudia la configuración de un imaginario
colectivo del mundo artesanal que sitúa y contextualiza sus derechos y procura
la defensa de los trabajadores. Finalmente, destacamos el aporte de Magdalena Cámpora, quien nos brinda una original mirada sobre las
estrategias editoriales de Sarmiento a la hora de confeccionar y divulgar en
París su obra Facundo (1845). Esta investigadora se concentra en la
labor periodística de este letrado y en sus vinculaciones con las novedades
publicitarias de Europa. Sarmiento en su escrito confecciona tipos sociales
sobre una comunidad por venir de la campaña argentina, en pleno diálogo con el
éxito de ventas y la fuerza satírica de las fisonomías del librero-editor Gabriel
Aubert, de París.
En relación con la
tercera parte del libro, los estudios giran en torno a la problemática de las
ciencias. Encontramos aquí el capítulo de Clément Thibaud, quien lleva al plano de la historia natural los
dilemas sobre la ciudadanía y la comunidad política en el contexto de la Nueva
Granada de 1800 a 1820. Es de remarcar el aporte que realiza este investigador
a la hora de plantear cómo el concepto de “civilización” debe ser entendido
como un fenómeno tanto natural como cultural a través del nuevo dispositivo hermeneútico que nace en Escocia. Su hipótesis de trabajo
es que los conocimientos naturalistas se destinaron a repensar las comunidades
republicanas durante y después de las independencias hispanoamericanas.
Los aportes de Edward Blumenthal y de Pilar González Bernaldo
se focalizan en las fronteras porosas del discurso jurídico-legal para analizar
qué sucede con aquellos grupos que contribuyeron a ampliar y repensar los
límites de las comunidades políticas locales. En el caso de Blumenthal,
se concentra en las figuras jurídicas del asilo, el destierro y la expulsión
para mostrar su incidencia en las comunidades políticas de América del Sur.
Para ello, recurre a las fricciones entre las leyes y políticas nacionales de
seis países sudamericanos para explorar cómo los mecanismos de regulación de
los flujos migratorios políticos influyeron en la forma de imaginar
sociabilidades, y considera necesario el estudio de la formación de una
comunidad política latinoamericana. González Bernaldo,
por su parte, analiza los escritos que Juan Bautista Alberdi produce desde
París, en los que este letrado bregaba por la extensión semántica del concepto
de nacionalidad al introducir el sentido jurídico y poner en tensión los
límites territoriales con los de fluidez marítima. A esta línea de análisis, Bernaldo suma las propuestas de Sarmiento para trabajar la
categoría de “nacionalidad americana” y centrarse en una genealogía olvidada de
la comunidad política, que va de la mano de partir del derecho marítimo para
entablar el diálogo necesario con el derecho de nacionalidad.
El epílogo del libro lo
escribe Quentin Deluermoz, quien construye una
perspectiva arqueológica y comparada entre Europa y América Latina durante los
siglos xix al xxi en torno al concepto de comuna y sus
vínculos con el de comunidad. Para ello, toma el modelo de la Comuna de París
de 1871, que sedimenta varias memorias y proyectos que responden a
temporalidades e intereses diferentes y que respaldan las reivindicaciones de
legitimidad en el transcurso de los acontecimientos de tensión social.
A modo de conclusión,
estamos frente a un libro que abre nuevos caminos críticos y que pone en
diálogo diversas disciplinas científicas, como también protocolos de lectura
académica. Más allá de ayudarnos a hacer tangible el metaconcepto
de comunidad en los discursos y polémicas del siglo xix latinoamericano, esta obra nos invita al trabajo
interdisciplinario para abordar problemáticas comunes (tanto sociales como
culturales y políticas) sobre el espacio latinoamericano en su totalidad.
Mariana Rosetti
Universidad de Buenos Aires / conicet