Alexandre de Vitry,

Le droit de choisir ses frères ? Une histoire de la fraternité,

París, Gallimard, Bibliothèque des idées, 2023, 448 páginas.

En la tríada de abstracciones que componen lo que Pierre Leroux llamaba “la divisa santa de nuestros padres”, la fraternidad, la pequeñita, es, además, el pariente pobre. La menos empleada, […] la más tardía […] la que tiene unas raíces más someras en el pensamiento de las Luces. Se puede hacer una historia de las ideas de Igualdad o de Libertad en el siglo xviii, resulta ya menos fácil hacer la de la Fraternidad”. Tal era el diagnóstico que Mona Ozouf ofrecía para la entrada “fraternité” en el Dictionnaire critique de la Révolution française que codirigió junto a François Furet en 1988. Y lo cierto es que, al menos para el ámbito de la tradición francesa, no se equivocaba. Una de las pocas referencias con las que Ozouf contó en aquel entonces era Fraternité et Révolution française, 1789-1799 del historiador y jurista Marcel David, publicado apenas un año antes que el Dictionnaire, un trabajo pionero que, básicamente, convertía la fraternidad en un verdadero observatorio para detectar las sensibilidades, las ideologías y la forma que tomó la mentalidad revolucionaria. Solo una década después, Marc Bélissa indagará la tensión entre universalidad y patriotismo de la Revolución en Fraternité universelle et intérêt national (1713-1795). Les cosmopolitiques du droit des gens (1998) a partir de un sofisticado análisis de los discursos revolucionarios y su impacto en el desarrollo jurídico internacional, pero sin que la idea de fraternidad ocupase un lugar central. Fuera de Francia, la idea de fraternidad contó con una atención sostenida, pero circunstancial. En el ámbito español, el filósofo Antoni Domènech publicó en 2004 un ensayo que, en nuestra lengua, tal vez sea uno de los más exhaustivos sobre la cuestión: El eclipse de la fraternidad. Una revisión republicana de la tradición socialista (2004), y Ángel Puyol hizo lo propio con El derecho a la fraternidad (2017), también en el marco de la filosofía política. Por su parte, la historiografía inglesa disponía de un viejo antecedente tras el artículo de Christopher Hill “The English Revolution and the Brotherhood of Man” (1954), y la academia norteamericana volvió a publicar en 2023, como inevitable pieza de historiografía, un viejo clásico de Wilson Carey McWilliams, The Idea of Fraternity in America, cuya primera edición data de 1973. En el marco de esta tradición, cabría sumar la obra de Steven C. Bullock sobre la francmasonería en Estados Unidos, Revolutionary Brotherhood. Freemasonry and the Transformation of the American Social Order, 1730-1840 (1996), donde ofrece varias claves para comprender por qué la “fraternidad” (en términos de fraternity o brotherhood) nunca logró consolidarse en el canon de los ideales heredados de la tríada revolucionaria.

De regreso al mundo francés, la idea de fraternidad solo comenzará a redimirse con la obra dirigida por Frédéric Brahami y Odile Roynette, Fraternité. Regards croisés (2009), a partir de una perspectiva multidisciplinar y ya no solo como subsidiaria de la Revolución, sino tras una búsqueda de sus representaciones desde la Antigüedad clásica, tanto en la literatura como en la filosofía. De algún modo, la historiografía francesa de la fraternidad inicia aquí una nueva etapa, puesto que, a partir de ese momento, los estudios subsiguientes solo compartirán –o bien directamente se apartarán de– la fuerte impronta jurídica que hasta entonces mantuvo la hegemonía en la investigación del término. De hecho, en 2014, Jordi Riba y Patrice Vermeren dirigieron La Fraternité réveillée donde se volvían a ajustar cuentas con el término y a dotarlo de mayor historicidad sin que primase ningún cometido teleológico y, en 2022, Le défi de la fraternité, bajo la dirección de Marie-Jo Thiel y Marc Feix, reunió las cuarenta intervenciones de un coloquio organizado por la Asociación Europea de Teología Católica, cuyo objetivo fue recuperar una idea cara al cristianismo desde las comunidades primitivas hasta la actualidad. Cabría agregar, finalmente, el número monográfico de la revista Inflexions (2025) dedicado a “La Fraternité”, cuyo primer artículo (escrito por Jean-Pierre Rioux), titulado “Nuestra querida olvidada” (Notre chère oubliée), insiste con el acostumbrado lamento que, de Ozouf en adelante, suele anteceder cualquier estudio sobre el concepto.

Sea como fuere y más allá del tono elegíaco –como hemos visto, hoy un tanto innecesario–, es Le droit de choisir ses frère s? de Alexandre de Vitry la obra que realmente ha conseguido hacer de esa relativa laguna historiográfica un objeto interdisciplinar de larga duración. Sin embargo, larga duración no es sinónimo de exhaustividad ni, desde luego, de universalidad. En cierto modo, el autor logró sintetizar allí algunos de los antecedentes dispersos a partir de la elección de una serie de “momentos”, que comienza con el mundo romano y culmina en el siglo xx. Conviene no olvidar, además, que Vitry es crítico literario (actualmente se desempeña como maître de conférences en Literatura francesa de los siglos xx y xxi en Sorbonne Université) y tal es la sensibilidad epistemológica que recorrerá la obra. En este sentido, Le droit de choisir ses frères ? recupera desde su título la resistencia de Baudelaire al horizonte fraternal de la mera familia para extenderlo a la metonimia de “elegir” a sus hermanos de forma libre, voluntaria y contradiciendo cualquier imposición del destino. Si bien la obra de Vitry tiene menos de investigación científica que de ensayo erudito (de allí, además, que forme parte de la colección Bibliothèque des idées, de Gallimard, y no, por ejemplo, de Bibliothèque des histoires), es este género el que le ha permitido cruzar libremente las barricadas disciplinares y elaborar un trabajo más experimental. De hecho, la hibridez de Le droit de choisir ses frères ? ya es posible encontrarla en esa suerte de ficción prosaica que, sin ser en rigor un ensayo, Vitry publicó en 2014 bajo el título La conquête de l’Alsace. Aun así, en Le droit de choisir ses frères ? también mantiene el tipo de narrativa que ya frecuentó en L’Invention de Philippe Muray (2011) y en Conspirations d’un solitaire. L’individualisme civique de Charles Péguy (2015), obras de fuerte olfato hermenéutico que recuperan, a su vez, figuras de intelectuales que también han hecho del ensayo su principal género de escritura. Sin embargo, junto con la elección de un objeto relativamente descuidado por la historiografía, lo que convierte esta obra de Alexandre de Vitry en una pieza distintiva es la elección metodológica que ha operado, la cual se bifurca en dos caminos.

Por un lado, el autor opta por una historia conceptual de la fraternidad de corte esencialmente metaforológico a partir, desde luego, de los “paradigmas” trazados por Hans Blumenberg en 1958, método que presenta de manera explícita y formal, sobre todo para la primera parte de la obra (“Histoire conceptuelle de la fraternité”). Allí señala la adecuación metafórica para un concepto que se resiste a la “conceptualidad”, por caso, “a la transparencia racional de un sentido literal o de las ideas puras más abstractas” y, en definitiva, asume “la palabra (mot) como imagen”. En este sentido, la “metaforología histórica” de Vitry se quiere oportuna no solo por lo irreductible de la “fraternidad” como metáfora política, religiosa o social, sino también porque paulatinamente se va desvaneciendo la imagen sobre la que se apoya: la hermandad o fratría de sangre. En esta primera parte, Vitry propone un extenso recorrido, pero con altos bien definidos: su origen etimológico (muy subsidiario de Émile Benveniste) y su primer emplazamiento en la antigua Roma –donde la rivalidad fratricida entre Rómulo y Remo opera como punto de partida–; el segundo vehículo lexical que desencadena la aparición del cristianismo, sobre todo el de las comunidades primitivas; la evolución “prerrevolucionaria” del término en francés (por la triple vía del protestantismo, la filosofía de la Ilustración y la francmasonería); el momento álgido de una horizontalidad fraternal bajo la Revolución francesa (1789-1795), y aquel otro entre 1830 y 1848 donde el símbolo de la verticalidad imperial se apoderará del término: es esta la “edad de oro” del discurso fraternal, como ya no volverá a repetirse en la práctica política. De allí que, en la segunda parte, Vitry no solo asuma esa desintegración que será recobrada por, o “encontrará refugio” en la literatura, sino que también cambie ligeramente de método.

Tal es así que en la segunda parte de la obra (“Après la fraternité, la littérature”) Vitry responde a una “historia de las ideas” cual subproducto de la historia literaria (y, en menor medida, filosófica), un tipo de historia que, no obstante, transita toda la obra sin que el autor lo confiese abiertamente. Dos variables, en suma, que en Francia pueden resultar, aún hoy, relativamente novedosas y hasta periféricas, algo particularmente evidente por el lugar que aún ocupa Arthur Lovejoy como horizonte de inteligibilidad a la hora de pensar la “historia de las ideas” y no, simplemente, las variables de su “historiografía”. A este respecto, recordemos que Vitry y David Simonetta dirigieron en 2020 una obra colectiva titulada Histoire et historiens des idées, donde reunieron las intervenciones de un coloquio celebrado en el Collège de France cuatro años antes bajo el patronazgo de dos cátedras allí alojadas: la de Alain de Libera (Histoire de la philosophie médiévale) y la de Antoine Compagnon (Littérature française moderne et contemporaine), dos soportes que bien podrían definir lo que en Francia se entiende por “historia intelectual” (y a buena distancia de la historia cultural y política de un Jean-François Sirinelli, un Pascal Ory o un Rioux con la cual, en ocasiones, comparte algunas premisas). Más allá de la canonicidad de sus autores, aquí Vitry abordará, en principio, los “dos polos” de la literatura de la fraternidad, Victor Hugo y Baudelaire; luego regresará a uno de sus principales objetos de investigación, Charles Péguy y su defensa de la idea de fraternidad como solidaridad y, finalmente, escapará del contexto francés para encontrar en George Orwell, Albert Cohen o Thoman Mann, entre otros, la clave de los principios que orientan la fraternidad en una época marcada por la guerra fratricida. En conjunto, este gran ensayo opera, construye e imagina su propia narrativa más allá de lo que la realidad pueda deparar con respecto al derrotero de la idea de fraternidad. Vitry ofrece una suerte de relato épico para el concepto que, a partir de 1848, pierde credibilidad social y debe guarecerse en la literatura, un pasaje que define “de lo conceptual a lo literario, de la actualidad a la inactualidad, de la búsqueda de coherencia a la asunción de contradicciones, de la razón a la sinrazón o a la locura” sin que, no obstante, la aporía de su existencia no contuviese desde su inicio la metáfora de su propia irracionalidad. Frente a los antecedentes que señalamos al principio, la obra deja una impronta valiosa en esa historiografía de la fraternidad. Sin embargo, la idea aún aguarda un especialista que la confronte con otras prácticas más empíricas que permitan trascender lo meramente discursivo y lo meramente francés.

Andrés G. Freijomil

Universidad Nacional de General Sarmiento / conicet