Intelectuales y cultura de izquierda: el Lefort
de Vezzetti
Claudia Hilb
Universidad de Buenos Aires / conicet
Ante todo, quiero agradecer a Adrián por haberme invitado a participar de este homenaje a Hugo; me siento muy honrada de estar acá. La propuesta de Adrián fue que yo tomara para mi comentario los textos más filosóficos de Hugo. Debo confesar que cuando comencé a mirar esos textos me di cuenta de que me sentía absolutamente ignorante en lo que respecta a sus lecturas de Foucault. Tampoco sabía muy bien qué hacer en primera instancia con la presencia de Althusser en varias apariciones —mi ignorancia de la obra de Althusser es casi tan perfecta como mi ignorancia de la de Foucault—. En cambio, claro, me sentía mucho más en terreno conocido en los dos textos que Hugo dedicó a Lefort. Uno, un artículo de 2021 en Prismas; el otro, una conferencia en la École des hautes études en sciences sociales, de París, en mayo de 2023, en el encuentro “Claude Lefort, le travail de l’œuvre”. Así que prudentemente decidí que procuraría decir algo a partir de esos dos textos.1
Ahora bien, muy rápidamente fui creyendo percibir que el interés de Hugo por Lefort se situaba de algún modo como la contracara de la centralidad que había tenido a sus ojos Althusser en la discusión en Francia sobre filosofía y psicoanálisis en los 60, y en la recepción de esa discusión en la Argentina. Esa indagación de la trayectoria de Lefort por parte de Hugo ponía en evidencia, diría, varias cosas: por un lado, que había existido en Francia otra forma radicalmente distinta a la comunista de ser de izquierda, que había impugnado de manera radical el régimen soviético desde muy temprano y que desarrollaría una reflexión sobre una nueva forma de régimen de opresión que surgía en la URSS. Por otro lado, que esa otra forma supondría, también en el terreno del psicoanálisis, una mirada fuertemente divergente de la ortodoxia comunista djanovista pero también, más tarde, de cualquier ortodoxia de las escuelas psicoanalíticas. La recepción del marxismo sobre todo francés, y del comunismo, en la Argentina, escribe Hugo en el primer párrafo del artículo de Prismas, había oscurecido un proceso que había sucedido en Francia en esa misma época y en el cual Lefort era una figura de un interés particular, por la radicalidad de su impugnación del comunismo de cuño soviético, por la coexistencia, en su trayectoria, de vida académica y militancia, y por el modo en que su interrogación acerca del marxismo era, simultáneamente, una interrogación teórica respecto de la relación entre teoría e historia, y respecto de cómo organizar la acción política revolucionaria cuando no tenemos las respuestas sobre el curso necesario de los acontecimientos que nos brindaría la teoría. Escribe Hugo: “el lenguaje de la fenomenología se prolongaba en un abordaje de esa experiencia [la experiencia vivida de la clase obrera] que ponía de relieve no la necesidad y la determinación sino la contingencia” (2021: 30).
Entonces, si seguimos a Hugo en el primer párrafo del artículo de Prismas, su interés por Lefort remonta el cauce del río de su trabajo de este modo: la investigación, en su libro Psiquiatría, psicoanálisis y cultura comunista. Batallas ideológicas en la Guerra Fría publicado en 2016, lo llevó, escribe Hugo, a “indagar en las intrincadas discusiones de la obra de Althusser que involucraban no solo el impacto de sus libros sino su ubicación en la ciudadela comunista y sus relaciones con la ortodoxia del partido”.2 Esa indagación lo llevó a su vez a advertir que existía en Francia, desde los años 40, otra manera de ser de izquierda, que constituía una crítica radical del modelo soviético, y que intervenía por fuera de toda ortodoxia en los debates teóricos y políticos del marxismo. Y a observar que esa otra manera había sido ignorada de manera prácticamente total en la cultura de izquierda en la Argentina.
Bueno, si seguimos a Hugo, decía…, porque pese a lo que afirma en ese párrafo del artículo de Prismas, me consta que Hugo ya se interesaba por Lefort antes de los años en que, imagino, estaba escribiendo Psiquiatría, psicoanálisis y cultura comunista. Recuerdo con bastante precisión que Hugo me habló de Lefort muchos años antes, en relación con alguno o algunos textos de su amigo Jorge Belinsky. Advierto también que un texto de Belinsky publicado en 2010, “Horror vacui, horror loci: Claude Lefort y los psicoanalistas”, está dedicado a “Beatriz Sarlo y Hugo Vezzetti, que estuvieron en el origen de este trabajo”.3 Y creo no equivocarme en mi recuerdo difuso de que mi propio diálogo con Hugo, en relación con Belinsky y Lefort, fue incluso mucho antes de 2010 —mi recuerdo de ese diálogo lo sitúa en el Club de Cultura Socialista de Bartolomé Mitre y Junín, lo cual nos llevaría a mediados de los 90, pero no sé si esa localización es real—. Lo que sí es real es que en la bibliografía de 1997 de la materia Historia de la Psicología, que Hugo dictaba en la Facultad de Psicología de la uba aparece un texto de Lefort sobre Merleau-Ponty —en esa materia claramente era Merleau-Ponty, y no Lefort mismo, el que ocupaba un lugar importante—. Pero no menos claramente, ya en 1997 Hugo se había encontrado con Lefort.
Sea como fuere, me resultó muy interesante advertir que en sus textos Hugo sitúa expresamente su interés por Lefort en relación con la figura de Althusser. Su investigación, escribe en el texto de Prismas, “ha buscado trazar una suerte de paralelo, y contraste, entre las trayectorias de Althusser y Lefort”. Y en su conferencia en Francia señala, asimismo, algo que ya destacó en Prismas: esto es, que llegó a Lefort “explorando las relaciones entre el psicoanálisis, la psiquiatría y la cultura comunista en Francia y Argentina en los años cincuenta y sesenta”, y como decíamos que dice en Prismas, esa indagación lo llevó a Althusser, y de Althusser a esa otra tradición de izquierda en Francia —esto es, a Lefort—. Querría detenerme un instante en este paralelo, que no me parece necesariamente evidente para quien lee, de manera separada, el libro de 2016 y los dos artículos sobre Lefort. De hecho, el nombre de Lefort aparece solo una vez en Psiquiatría, psicoanálisis y cultura comunista, en el párrafo en que Hugo dice que retoma, a su manera, los argumentos de Lefort en La complication, respecto de la relación entre la dictadura del partido y el arte, la ciencia y el pensamiento. El nombre de Althusser, por su parte, aparece seis veces en el artículo de Prismas, de las cuales cuatro en la primera página, en los párrafos que mencionaba donde Hugo sitúa su interés en Lefort en relación con Althusser, una al final del texto, donde Hugo señala que Lefort se retiraba del espacio intelectual del marxismo en el momento en que Althusser empezaba su camino ascendente, y una en que Hugo, analizando la distancia de Lefort con la ortodoxia comunista, apunta que “no se hablaba de ‘humanismo’ ni menos aún de la crítica teórica del Marx ‘joven’ en esos años; la nueva ortodoxia vendrá a implantarse más tarde por la obra de Althusser” (2021: 37). Por fin, Althusser es mencionado en la conferencia de París en cinco oportunidades, o seis si consideramos una referencia bibliográfica que en realidad corresponde a un texto de Castoriadis, y respecto del cual Hugo señala que Lefort no se mete en ese debate. En cuanto a las otras cinco, la primera refiere a la concepción lefortiana de “obra” y autor, temas muy presentes en esos tiempos, dice Hugo—y destaca al pasar en una frase la distancia de Lefort respecto del modo de tratar estos tópicos en Althusser y Foucault—. La segunda mención de Althusser lo sitúa en una enumeración, junto a Lévi-Strauss, Foucault y Lacan, para señalar la distancia de Lefort con estas figuras de la “oleada estructuralista” a propósito de un evento de la revista Confrontations, en el cual Lefort presentará su conferencia “L’image du corps et le totalitarisme” ante un público de psicoanalistas. En esa presentación, agrega Hugo, Lefort sitúa en la cuestión del totalitarismo “lo que lo separaba no solo del marxismo estalinista de los años cincuenta, sino también de las reorientaciones que, en la década siguiente, habían estado dominadas por la obra y la figura de Althusser” —esta es la tercera mención, y agrego que salvo error de mi parte, Lefort no refiere nunca a Althusser en esa conferencia—. Las dos últimas menciones aparecen en el párrafo final de la ponencia de Hugo. Allí escribe que en el modo en que Lefort pone su indagación sobre la democracia en relación con el pensamiento de Lacan, encontramos “un tipo de trabajo teórico paralelo y opuesto al emprendido por Althusser cuando este aplicó los conceptos de Lacan al análisis de la ideología y los aparatos estatales”. Y agrega: por cierto, “Lefort no se propone ser otro Althusser”.
Entonces, ¿qué sentido dar al modo en que Hugo lee a Lefort, en el espejo por así decir invertido de Althusser? Si esta pregunta me surgió con insistencia al leer los textos de Hugo, es porque para alguien que como yo llegó a Lefort por otros caminos —Lefort fue, en mi caso, el autor que me permitió poner en palabras mi ruptura con los modos de pensar el mundo de la izquierda radical a la que había pertenecido en los 70—, el camino de Hugo me convoca a intentar decir algo, ahora sí, respecto de aquello a lo que me invitó Adrián; esto es, a intentar pensar de qué modo los textos sobre Lefort nos hablan de la mirada de Hugo sobre la cuestión de los intelectuales, y de la relación entre intelectuales y cultura de izquierda.
Entonces ¿qué es aquello que parece interesar sobre todo a Hugo en sus lecturas de Lefort, en el paralelo con Althusser, en su distancia radical con la ortodoxia comunista desde los años 40, en su diálogo con los psicoanalistas, siempre heterodoxos? Trataré de avanzar algo más en esta pregunta, extrayendo de aquellos dos textos —el texto de Prismas y la conferencia de París— algunos puntos particulares.
Vamos entonces al artículo de Prismas. Una primera observación remite al lugar que ocupa Lefort en el interés de Hugo, en su relación con la cultura comunista: el artículo, titulado “Claude Lefort: marxismo, burocracia, totalitarismo” lleva por subtítulo “Un pensamiento de izquierda al margen de la Guerra Fría” —y recordemos que el subtítulo, o la segunda parte del título del libro de 2016, es “Batallas ideológicas en la Guerra Fría”. Hugo señala, al respecto, hasta qué punto un esquema interpretativo —aquí la llamada “guerra fría de los intelectuales”— al mismo tiempo que puede iluminar algunos problemas, puede oscurecer otros (2021: 28). En este caso, oscurece una tradición de pensamiento que, en Francia, se situó por fuera, al margen, de esa representación bipolar del mundo. Quiero destacar la acotación de Hugo de que esa tradición de izquierda al margen de la Guerra Fría también quedó relegada en América Latina; allí (y aquí en la Argentina), aun cuando la vieja izquierda comunista fue impugnada, prevaleció una configuración que mantenía inmodificable el núcleo duro del leninismo como visión de poder y como teoría del partido.
Me interesa sugerir entonces que lo que Hugo hace en el artículo de Prismas es de algún modo colmar esa ausencia, la de esa otra tradición de izquierda, en la reflexión local sobre intelectuales y cultura de izquierda en los años 40 y 50, advirtiendo, además, que aún después la “nueva” izquierda (la que en los 60 rompió con el pc, que se hizo maoísta o procubana o guerrillerista, entiendo) siguió a la zaga de la visión del mundo comunista, ajena a una tradición que desde muy temprano —desde las páginas pioneras de Socialismo o Barbarie— había impugnado radicalmente desde la izquierda al régimen que se instalaba en la URSS. Hugo recorre distintos puntos —la crítica marxista de la URSS por parte de Lefort, a la que Merleau-Ponty abre las puertas de Les Temps Modernes; el enfrentamiento de Lefort con Sartre en las páginas de esa revista, alrededor precisamente de la cuestión de la URSS, del régimen soviético y de los campos de trabajos forzados. Destaca también el carácter siempre a la vez teórico y militante del Lefort de esa época, en el que la crítica radical a la URSS va acompañada por la discusión sobre las vías posibles del proyecto revolucionario. Y señala asimismo que en la discusión con Castoriadis fue Lefort quien se mostró más reacio a mantener la idea de un partido de vanguardia. Por fin, subraya también la sensibilidad respecto del acontecimiento, a partir de una aproximación fenomenológica, alejada del dogmatismo que subsumía los hechos a la teoría. En suma, en una lectura que no se deja llevar nunca por una complacencia beata —ya que también señala los problemas que subsisten, en esos años, en la proyección del horizonte revolucionario en la búsqueda teórica y política de Lefort—, Hugo nos brinda, en el artículo de Prismas, las claves de esa otra tradición de izquierda, desconocida hasta muy recientemente en la Argentina.
De esa otra tradición que, a la vez, dialoga también de una manera totalmente alejada de la tradición comunista, pavloviana, con el psicoanálisis. La referencia de Hugo al comentario crítico de Lefort a la obra de Kardiner en 1951 nos permite franquear el paso del texto de Prismas a la conferencia de París, sobre Lefort y el psicoanálisis. Puede pensarse que ese texto sobre Kardiner, escribe Hugo en el artículo de Prismas, “fue una puerta de entrada para un interés por el psicoanálisis que va a desplegarse en los años siguientes” (2021: 33). Aquí, también, me interesa pensar qué es lo que interesa a Hugo: sobre otro texto de Lefort, un comentario sobre Sociologie et Anthropologie de Marcel Mauss, que tiene una célebre introducción célebre de Lévi-Strauss, Hugo señala “que se puede decir que anticipaba una crítica teórica del estructuralismo antes de que este se instituyera como corriente dominante del pensamiento francés” (2021: 33). Nuevamente, lo que le llama la atención en Lefort es, por así decir, aquello que constituye un pensamiento autónomo respecto de las sucesivas corrientes dominantes, o en las palabras de Hugo, la búsqueda de Lefort por pensar la historia de un modo que rompe con el determinismo marxista y con la orientación formalista.
La conferencia “Lefort et la psychanalyse” pronunciada en 2023 comienza situando el interés de Hugo por Lefort nuevamente en el plano de la distancia, no del comunismo oficial, esta vez, sino del estructuralismo. Los años 60 y 70 son años de cambios, de producción intelectual intensa, escribe, y también de debates que ligan en una trama filosofía, ciencias sociales y políticas y psicoanálisis, en el contexto de una época hegemonizada por el estructuralismo.4 Lefort, advierte Hugo, se mantiene al margen de las batallas alrededor del lacanismo; su relación con la obra freudiana es anterior, proviene de su formación con Merleau-Ponty. Integra a Freud en su enseñanaza, vuelve sobre Kardiner (allí, señala Hugo, encontró la única referencia de Lefort a Lacan). Será, indica, un rasgo permanente de la relación de Lefort con el psicoanálisis: una relación temprana con Freud, una relación solo indirecta con la obra de Lacan, y siempre a través de los disidentes. Y he aquí, diría, la clave de lectura que interesa a Hugo. Luego de repetir que Lefort, aun consciente de los debates y querellas sobre marxismo y lacanismo en el contexto de la descomposición de la vieja cultura comunista, se mantiene lejos de ellos, escribe: “sus intervenciones [de Lefort] se despliegan en el objetivo de separar la obra de Freud de aquella configuración política, empapada de althusserianismo, que funcionaba como un obstáculo mayor para la reflexión sobre los problemas de la democracia”. En su lectura del Lefort de los años 45-56 lo que interesa a Hugo es en buena medida el modo en que Lefort pretende separar la obra de Marx del dogma comunista, que obturaba la reflexión sobre los problemas de la naturaleza de la URSS; aquí, en su lectura del Lefort de los años 60-70, se interesa en el modo en que la apropiación sectaria de Freud obturaría la reflexión sobre los problemas de la democracia.
Hugo se detiene en tres intervenciones de Lefort —hay otras, advierte, sobre las que no se detendrá por razones de tiempo—. Subraya que en todas las ocasiones los interlocutores de Lefort son por así decir “disidentes” de la ortodoxia lacaniana, e interesados en entablar un diálogo con la filosofía. Destacaré solo algunos puntos. Por un lado, la atención que presta Hugo a la crítica de Lefort de un supuesto “retorno” a Freud o a Marx, en su lectura del texto de Lefort “L’oeuvre de pensée et l’histoire”, publicado en 1970 en la Nouvelle Revue de Psychanalyse, dirigida por Pontalis: para el pensamiento lefortiano, escribe Hugo, un tal retorno a las obras sostiene la ficción de un texto “puro”, sustraído a la interpretación, al ejercicio del trabajo de “descubrimiento de lo oculto”, propio también de la disciplina freudiana. El mismo punto alrededor del problema de la obra y la interpretación destaca Hugo en la entrevista de Lefort en Anti-Mythes de 1975; pero Lefort agrega allí, advierte, un punto de contacto entre interpretación y acción política: para una como para otra, no hay garantía extrínseca, no existe un fundamento externo que pueda brindar un criterio de verdad para la interpretación. Hallamos allí, dice Hugo, un vocabulario ya presente en el curso de Lefort en Caen, en 1971, en que los conceptos del psicoanálisis real, simbólico, imaginario, son integrados a la sensibilidad fenomenológica de Lefort para ser puestos al servicio de su propia elaboración del fundamento simbólico de lo social, de la división de la sociedad con ella misma.
Finalmente, la tercera intervención de Lefort frente a un público de psicoanalistas en la que se detiene Hugo es la conferencia de 1979 que mencioné antes, “L’image du corps et le totalitarisme”, publicada luego en los cuadernos de Confrontations, un grupo creado por René Major, otro disidente de la Société Psychanalytique de Paris. Confrontations, nos recuerda Hugo, buscaba hacer dialogar el psicoanálisis con la filosofía, las ciencias humanas y el campo literario, y entre quienes participaron en sus publicaciones o sus seminarios encontramos entre otros a Derrida, Deleuze, Nancy, Roudinesco, Rancière, Badiou, Lyotard —los autores más importantes de la época, como bien escribe Hugo—. Los psicoanalistas son minoría allí, y ninguno de ellos pertenece al círculo de la escuela lacaniana. Se trata, en suma, de una izquierda intelectual crítica, alejada de la URSS, y donde las figuras que dominaron la escena estructuralista en la década anterior están ausentes. ¿Qué destaca Hugo de esta conferencia de Lefort? Por un lado, que Lefort da cuenta allí de su propia trayectoria como intelectual de izquierda —ese testimonio, escribe Hugo, forma parte de su obra—. Lefort, agrega, subraya la diferencia de su crítica del gulag con la de los “nouveaux philosophes”; su modo de dar cuenta de su relación con el marxismo y el comunismo resulta una intervención en aquello que constituye la memoria de la izquierda intelectual; y en su reflexión sobre el totalitarismo pone de relieve lo que lo separa no solo del marxismo estalinista de los años 50, sino también de su reorientación bajo la influencia de Althusser en los 60. Y sobre todo, insiste Hugo, en el diálogo con los psicoanalistas Lefort busca discutir el totalitarismo como algo que no es ajeno a los conceptos freudianos. Hugo dedica dos densas páginas a esa relación; me detendré solo en su conclusión: Lefort, escribe, “propone una convergencia entre el descubrimiento freudiano y la revolución democrática. Para decirlo en una palabra, el psicoanálisis sería la teoría y el dispositivo adaptados al sujeto de la revolución democrática”.
Quiero empezar a terminar con un recuerdo vago que la lectura de Hugo me devolvió a la memoria, cuya referencia busqué entre mis viejos cuadernos pero no encontré, pero que sin embargo me había quedado grabada. En una de las reuniones de su seminario, Lefort deslizó al pasar una referencia a la cura en psicoanálisis en los términos que son los de sus reflexiones sobre la incertidumbre democrática. En el psicoanálisis, dijo, o algo así, de lo que se trata es de destituir la figura que ocupa el lugar del poder, para poder reconocer que ese lugar es un lugar simbólico. La lectura de Hugo del diálogo de Lefort con el psicoanálisis me parece que dice algo así.
Pero quiero terminar de terminar diciendo que en el recorrido de estos textos de Hugo encontré un paralelo que me resultó fascinante ya no entre Lefort y Althusser sino entre Lefort y el propio Hugo. La lectura de Hugo de Lefort, de su relación con el comunismo y el estructuralismo, no solo nos da a conocer esa página mal conocida de esa otra tradición de izquierda, sino que da cuenta también de la propia trayectoria de Hugo como intelectual de izquierda. Como dice Hugo de Lefort, me atreveré a decir de Hugo: su interés por desenterrar esa tradición, en su oposición al comunismo y al estructuralismo, en política y psicoanálisis, forma parte de su obra. o
1 “Claude Lefort: marxismo, burocracia, totalitarismo”, Prismas. Revista de historia intelectual, n° 25, 2021 [cuando se citen párrafos textuales de este texto, se indicará entre paréntesis solo el año y el número de página: (2021: p)]; “Lefort et la psychanalyse”, conferencia, mimeo.
2 Psiquiatría, psicoanálisis y cultura comunista. Batallas ideológicas en la Guerra Fría, Buenos Aires, Siglo XXI, 2016, p. 27.
3 Reproducido en Jorge Belinsky, Lo imaginario y otros ensayos de crítica de la cultura, Barcelona, Trampa Ediciones, 2022, p. 179.
4 Como se trata de un texto inédito, en formato mimeo, no parece importante mencionar los números de página cuando se cite textualmente.