El rosismo después de Rosas

Su persistencia como problema historiográfico desde mediados del siglo xix hasta las primeras décadas del siglo xxi

 

Alejandro Eujanian

 

Universidad Nacional de Rosario / conicet

 

¿Dónde estarán?, pregunta la elegía

de quienes ya no son, como si hubiera

una región en que el Ayer pudiera

ser el Hoy, el Aún y el Todavía.

Jorge Luis Borges, “El tango”

Rosas como un eco insondable

Treinta años después de la publicación de Orden y virtud de Jorge Myers, que a partir del análisis del discurso político contribuyó a renovar la interpretación sobre el gobierno de Juan Manuel de Rosas, su figura sigue siendo un dilema para la historiografía contemporánea, como señaló recientemente Marcela Ternavasio.1 Si esto es así, no se debe solo a que se trata de un período y de un líder político controversiales, líder que representó un enigma para la generación romántica que lo combatió desde el exilio.2 También es necesario analizar por qué su figura y su época se proyectan como un eco, una resonancia que se resiste al olvido al que lo condenó la alianza que lo derrotó en Caseros en 1852.

La potencia de esa presencia fue puesta en escena innumerables veces, pero me interesa recuperar el modo en el que la elaboró Borges en “Rosas”, un poema de 1923 publicado en Fervor de Buenos Aires.3 En sus versos, la mención del nombre del “tirano” detenía el tiempo y teñía de rojo la “sala tranquila” de una familia con raíces en aquel pasado turbulento, que ahora gozaba de un presente “ya sin aventuras, ni asombros”. Era su nombre, como símbolo de un todo, y no la figura histórica, que se esfumaba con cada mención, el que retornaba para reclamar un lugar negado en el panteón de héroes nacionales dominado por figuras tan claras, “como un mármol en la tarde”. Frente a esas pálidas imágenes, emergía la de Rosas, “grande y umbría… como un eco insondable”.4

Borges capturaba en ese poema uno de los motivos que para él explicaban la persistencia de Rosas, cuyo recuerdo restituía la impotencia contenida en la famosa maldición que premonitoriamente pronunció José Mármol en 1844: “Ni el polvo de tus huesos la América tendrá”.5 Para un joven de las élites porteñas, para quien el pasado argentino no era más que la historia incestuosa de un abigarrado grupo de familias entrelazadas entre sí por relaciones de parentesco, Juan Manuel de Rosas estaba arraigado en la memoria como un personaje a la vez familiar y temido, tan omnipresente como lo había sido durante su gobierno o, al menos, como había sido representado por sus opositores.6 Aunque olvidado por Dios y convertido en pasado por la historia, su potencia en el presente era justificada por Borges en la obstinada persistencia de una tradición unitaria que demoraba su disolución “con limosnas de odio”.7

Años más tarde, en una nota al pie del mismo poema, Borges incorporó un segundo motivo de la presencia de Rosas, que atribuyó a la aparición de un movimiento historiográfico insospechado en 1923, que se propuso revisar la historia argentina con el objetivo de justificar su tiranía o, aludiendo a Perón, “a cualquier otro déspota disponible”.8 De ese modo, entre el poema original y la posterior nota aclaratoria, quedaron esbozadas dos líneas interpretativas para explicar la persistencia de Rosas en la cultura, la historia y la política argentinas. La primera indagó en la recuperación historiográfica de la figura de Rosas que realizó el revisionismo histórico argentino desde mediados de la década de 1930. La segunda sugería el interés en torno a un problema que debía explorarse en una más larga duración, cuyos antecedentes se hallaban en la Amalia, de José Mármol, pero también en el conjunto de textos que la literatura decimonónica produjo para condenar a Rosas en la prensa antirrosista, en el póstumo El matadero de Esteban Echeverría y en el Facundo de Sarmiento.9

Rosismo, revisionismo y usos políticos del pasado

En Juan Manuel de Rosas. La construcción de un liderazgo político, Jorge Gelman y Raúl Fradkin señalaban que la respuesta a la pregunta sobre su persistencia se encontraba en las pistas que habían dejado las creencias populares.10 ¿Cuáles son esas pistas? ¿De qué manera se conectan entre sí y cómo urdir la compleja y contradictoria trama de esas creencias? ¿Se encuentran en los recuerdos transmitidos de generación en generación? ¿En las “limosnas de odio”, que permanecieron activas en familias con antecedentes unitarios, o en una memoria subterránea, sostenida en la idolatría de quienes lo habían admirado? ¿O, en cambio, dicha persistencia fue resultado del empeño de ensayistas e historiadores por explicar la tiranía y de las polémicas que aún tensionan su figura?

Tras la derrota de Rosas en 1852, predominaron en el espacio público porteño las posiciones más críticas de su gobierno, que se plasmaron en el Parlamento y en los tribunales con leyes y sentencias que formalizaron su condena y una versión del pasado reciente según la cual Rosas y un pequeño grupo de mazorqueros habían sido los únicos responsables de los crímenes ocurridos durante su gobierno unipersonal.11De esa interpretación surgían dos conclusiones fundamentales para la gobernabilidad de Buenos Aires: que el conjunto de la sociedad porteña, incluso quienes lo apoyaron hasta el final, habían sido víctimas del terror; y que, derrotada la tiranía, el rosismo estaba destinado a desaparecer con la condena y el exilio de su líder.

Lo cierto es que el rosismo no perduró ni como partido o facción, ni como una identidad política colectiva en los años siguientes, aun cuando la imputación de “rosín” o “mazorquero” fue utilizada frecuentemente por los liberales porteños para atacar a sus opositores. En 1877 la frustrada misa por el fallecimiento de Rosas no fue pensada por sus allegados con fines reivindicatorios; en cambio, su prohibición contribuyó a reactualizar la unanimidad del pacto condenatorio. Tampoco quienes a partir de la década de 1880 se propusieron reinterpretar el período, como Adolfo Saldías y Ernesto Quesada, se asumieron como rosistas, aunque sí acusaron a los unitarios de engrandecer su figura con exageraciones y falsedades arraigadas en una tradición de odio, a la que Bartolomé Mitre se aferró en su crítica moral al libro de Saldías en 1887.12

En cuanto a las memorias familiares como espacios de transmisión de recuerdos, no fueron suficientemente exploradas por la historiografía, aunque hay indicios de vindicaciones públicas y privadas. El coleccionismo de objetos rosistas puede haber sido una vía de transmisión de esos recuerdos, como expresión del interés y fascinación por esa época, que llevaba al público a privilegiar la visita a la sala dedicada a Rosas en el Museo Histórico Nacional inaugurado en 1889.13 Tampoco fueron analizadas con atención las manifestaciones de tinte rosista que se reiteraban en la campaña de Buenos Aires, de las que hay testimonios aun para fines de la década de 1870.14 ¿Se trataba de hechos aislados, protagonizados por gauchos que vivaban a Rosas menos por convicción que por efectos de la borrachera?15 ¿De la nostalgia por un pasado en el que el nombre de Rosas representaba un freno a los abusos de propietarios y patrones,16 anclada tal vez en una utopía rural de autoridad y derecho?17 ¿De la ilusión de un cierto igualitarismo plebeyo o la adhesión al federalismo en defensa de los derechos de la provincia?18 ¿De las resonancias de la política semiótica del Estado rosista?19 ¿O del “rumor sordo” de la negrada federal, como indicio de la permanencia de una difusa identidad política proscripta ya casi desvanecida?20 Aunque tal vez no se tratara solo de un recuerdo pasivo e impotente. He analizado declaraciones de detenidos por portar símbolos rosistas o gritar “¡Viva Rosas!” en pueblos de frontera de la campaña bonaerense durante la década de 1850. Estas acciones pueden interpretarse como actos políticos a escala local de vecinos que eran plenamente conscientes de que estaban transgrediendo la prohibición de recordar, y de resistencia contra quienes habían impuesto esa censura.21

Durante mucho tiempo, los historiadores no prestaron atención al problema de estas persistencias, sino que se concentraron en indagar en los ensayos historiográficos que interpretaron el gobierno de Rosas y su época. El primero de ellos fue realizado por José María Ramos Mejía en “Los historiadores de Rosas”.22 En ese texto, reconstruía un linaje intelectual antirrosista cuyas exageraciones producto de las pasiones políticas no afectaban para el autor la verdad de fondo de sus relatos. En cambio, era mucho menos benévolo con la Historia de la Confederación Argentina de Adolfo Saldías, por considerarlo demasiado influenciado por la familia de Rosas, que le había permitido acceder a una abundante documentación. Ensayos de esta característica, destinados a ponderar los textos en el marco de la polarización entre rosismo y antirrosismo abundaron desde aquel momento.

Por su parte, desde la década de 1990 la historia de la historiografía comenzó a analizar las polémicas historiográficas en torno a Rosas como un espacio específico de confrontación en el marco de disputas políticas y culturales más amplias. Su tema no fue el rosismo, entendido como la persistente presencia de Rosas y su época en la cultura y la política argentinas, sino una de sus más potentes y heterogéneas manifestaciones intelectuales e historiográficas, el revisionismo histórico argentino, durante sus períodos de emergencia y mayor popularidad, entre 1930 y 1970. Las investigaciones se concentraron en la identificación de sus vertientes internas, sus relaciones con el nacionalismo y la izquierda, su inserción en el campo político y cultural, sus desarrollos institucionales y, sobre todo, sus vínculos con el peronismo.23

En las últimas dos décadas de la Argentina, particularmente desde la crisis del campo de 2008, las celebraciones del Bicentenario en 2010 y la campaña política para las elecciones de 2011 —que incluyó la inauguración del monumento a Rosas en la Vuelta de Obligado y la creación del fallido Instituto Dorrego, con el que el gobierno de Cristina Kirchner pretendió dar una batalla por el pasado nacional política e historiográficamente anacrónica—, las investigaciones acerca del rosismo desbordaron el campo historiográfico para atender a los usos políticos del pasado. Esta noción surgió en Europa en el marco del debate contra las lecturas revisionistas del nazismo y del Holocausto.24 En la Argentina, donde los historiadores estaban menos alarmados por esos usos públicos y políticos del pasado, los “usos políticos del pasado” contribuyeron a ampliar objetos, enfoques, fuentes y problemas.25 Ello permitió recuperar una historia que enlazaba los debates del presente con prácticas y experiencias político-culturales que no se acotaban a los ensayos históricos. La interpretación en clave política de esos usos sirvió para explicar el éxito y la decadencia del revisionismo, reconstruir la historia de las campañas que promovieron la rehabilitación y repatriación de los restos de Rosas, contextualizar su expansión favorecida por las prácticas de edición y circulación desplegadas por editoriales de derecha y de izquierda en la década de 1960, analizar su recuperación en clave sesentista durante el gobierno de Cristina Kirchner, o para explorar la pervivencia y apropiaciones de símbolos del rosismo, recreados, inventados o resignificados durante el siglo xx por movimientos de derecha y de izquierda.26

De todos modos, ni la historia de sus usos políticos ni la de las polémicas intelectuales que se dieron en su nombre alcanzan para responder a la pregunta acerca de la persistencia del rosismo como identidad política e insumo cultural en la Argentina, y de Rosas como símbolo de un pasado al que retornar en busca de una alternativa para el presente y una orientación hacia el futuro. Para abordar esa pregunta, es necesario inscribirla en una larga duración, que incorpore su presencia como objeto de consumo en el mercado de bienes culturales, sujeto a interpretaciones, usos y apropiaciones que exceden el debate político e historiográfico y que trascienden la oposición rosismo-antirrosismo.

La proyección del rosismo

En los versos que sirven de epígrafe para este texto, Borges responde a la pregunta acerca de dónde estarán quienes ya no son: “hoy, más allá del tiempo y de la aciaga muerte, esos muertos viven en el tango”.27 Pero si consideramos otros de sus textos, sabemos que el recuerdo de lo perdido y lo recuperado se hallaba para él también en otros registros, como los novelones policiales de Gutiérrez, que reconoció como uno de sus principales goces literarios, y en los Dramas del terror, que utilizó para narrar la historia de Pedro Salvadores, el hombre que atravesó gran parte del gobierno de Rosas encerrado en el sótano de su hogar.28 En otros escritos, afirmaba que el recuerdo de Rosas no se encontraba en el admirable Rosas y su tiempo de Ramos Mejía sino en Amalia de Mármol; sin dudas también en Eduardo Gutiérrez, por el que Roberto Giusti y José Ingenieros, entre otros, admitían haber conocido a Rosas.29

Esa línea de indagación fue la que persiguió el seminario que Adolfo Prieto organizó durante 1959 en la Universidad Nacional de Rosario y cuyos resultados publicó en Proyección del rosismo en la literatura argentina. En el libro, Prieto se proponía recoger, con ambición de inventario, la vasta producción que en torno a Rosas había alimentado la poesía, la literatura, el teatro y el cine desde el siglo xix, con la intención de comprender cuáles habían sido los factores, los medios, los espacios y los agentes que habían contribuido a la persistencia del fenómeno rosista que, como el peronismo al momento de la publicación, se resistía a desaparecer a pesar de la censura impuesta por los vencedores. El autor sostenía que el rosismo era producto del trauma provocado por la censura impuesta a partir de 1852 por sus vencedores. Ello provocó una cesura en el orden del tiempo, que exigió una y otra vez volver a ese pasado inconcluso a través de recuerdos y relatos que, desgajados de la experiencia histórica que le dieron origen, estaban condenados a reproducir una y otra vez el lenguaje de una antigua discordia.30

En los últimos años, intenté abordar este tema por diversas vías: la solución transaccional en sede política y judicial de la memoria sobre el rosismo; la judicialización de manifestaciones rosistas en la frontera de la campaña bonaerense; la censura sobre obras teatrales que recordaban sus crímenes; todos acontecimientos que en contextos variados revelan las tensiones que la irrupción de la representación de Rosas provoca en la esfera política y cultural. Por otro lado, las múltiples ediciones, reediciones y versiones de Los dramas del terror de Eduardo Gutiérrez nos proporcionaron un vector para analizar los modos en los que escritores, editores e ilustradores adaptaron sus relatos a nuevos artefactos culturales. De ese modo, nutrieron a lo largo de más de cincuenta años el mercado cultural con personajes, episodios y melodramas rosistas, que produjeron deslizamientos e interferencias de sentido respecto de la edición original y favorecieron la rehabilitación o reconsideración de Rosas por nuevas generaciones de lectores.31 Las huellas de ese proceso han comenzado a ser estudiadas a través del folletín criollista, el cancionero federal de Blomberg y Maciel interpretado por Ignacio Corsini, y los melodramas federales del radioteatro, el teatro y el cine, antes de la emergencia del revisionismo rosista.32

En estos casos, se trata menos de resolver el enigma que representa Rosas que de explorarlo en todas sus posibilidades. Es decir, en las múltiples conjeturas e hipótesis que, según Borges, su sola mención habilita. De este modo, los trabajos mencionados contribuyen a desnaturalizar las persistencias de los pasados en los presentes en los que irrumpe, y a indagar los modos en que las sociedades elaboran sus experiencias históricas, interpretan sus circunstancias y construyen sus expectativas. Para ello es necesario ampliar el campo de la experiencia y desplazar el foco de la historia de los historiadores, sus obras, escuelas o movimientos historiográficos con el fin de restablecer las particulares articulaciones entre conocimiento histórico, usos del pasado, consumos culturales y debate público. o

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Resumen / Abstract

El rosismo después de Rosas. Su persistencia como problema historiográfico desde mediados del siglo xix hasta las primeras décadas del siglo xxi

Hace poco más de sesenta años se publicaba en Rosario, con el sello de la Universidad Nacional del Litoral, el libro Proyección del rosismo en la literatura argentina. En su introducción, Adolfo Prieto formulaba una pregunta que conserva su vigencia: ¿Cómo explicar la persistencia de la figura demonizada de Juan Manuel de Rosas en el debate político y cultural a lo largo de casi dos siglos? En este breve artículo nos interesa reconstruir los modos en los que ese interrogante fue abordado desde la segunda mitad del siglo xix. A grandes rasgos, podemos observar que la historiografía contemporánea puso atención en el período de mayor auge del revisionismo histórico, particularmente en las relaciones del rosismo con el nacionalismo, la izquierda y el peronismo. En las últimas décadas, el estudio de los usos del pasado permitió ampliar ese registro para considerar la irrupción del rosismo en el debate político cultural, entre la década de 1930 y los gobiernos de Cristina Kirchner. Por su parte, el seminario que Adolfo Prieto dictó en 1959, además de indagar en los motivos de esa persistencia, invita a explorar la prolongada presencia del rosismo en la industria cultural, y su consumo por públicos amplios en una más larga duración que abarca desde el gobierno de Rosas hasta nuestros días, a través de su proyección en la literatura, los folletines criollistas, el radioteatro, el tango y el cine.

 

Palabras clave: Juan Manuel de Rosas - Rosismo - Historia de la historiografía - Usos del pasado - Mercado cultural

 

 

Rosismo after Rosas. Its persistence as a historiographical problem from the mid-19th century to the first decades of the 21st century

Nearly sixty years ago, the book Proyección del rosismo en la literatura argentina was published in Rosario by the National University of the Litoral. In its introduction, Adolfo Prieto posed a question that remains as relevant as ever: How can we explain the lasting impact of the demonized figure of Juan Manuel de Rosas in political and cultural debates for almost two centuries? This article aims to analyze how this question has been addressed since the second half of the nineteenth century. Contemporary historiography has primarily focused on the period of the greatest expansion of historical revisionism, particularly about the intersections between rosismo, nationalism, the left, and Peronism. In recent decades, the study of the political uses of the past has broadened this scope, allowing for an examination of rosismo emergence within political and cultural debates from the 1930s to the administrations of Cristina Kirchner. Finally, Adolfo Prieto’s 1959 seminar not only examines the reasons behind the historical persistence of rosismo but also offers a framework for exploring its long-term presence within the cultural industry and how it is received by mass audiences. This enduring influence is evident in its representation across literature, criollista serialized novels, radio drama, tango, and cinema, spanning from the government of Juan Manuel de Rosas to the present day.

 

Keywords: Juan Manuel de Rosas - Rosismo - History of Historiography - Uses of the past - Cultural market

1 Jorge Myers, Orden y virtud. El discurso republicano en el régimen rosista, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 1995; Marcela Ternavasio, “Rosas y el rosismo: lecturas sobre la república plebiscitaria”, Estudios digital, enero-junio de 2021.

 

2 Elías Palti, “Rosas como enigma. La génesis de la fórmula ‘Civilización y barbarie’”, en G. Batticuore, K. Gallo y J. Myers (comps.), Resonancias románticas. Ensayo sobre la historia de la cultura argentina (1820-1890), Buenos Aires, Eudeba, 2005.

 

3 Jorge Luis Borges, “Rosas”, en J. L. Borges, Obras completas, Buenos Aires, Emecé, 1974, pp. 28-29.

 

4 Ibid.

 

5 José Mármol, “A Rosas, el 25 de Mayo”, Montevideo, 1843.

 

6 “Al escribir este poema, yo no ignoraba que un abuelo de mis abuelos era antepasado de Rosas. El hecho nada tiene de singular, si consideramos la escasez de la población, y el carácter casi incestuoso de nuestra historia”; Borges, nota a “Rosas”, en Borges, Obras completas, p. 52.

 

7 Ibid.

 

8 Ibid.

 

9 La mención a Amalia, en Fernando Sorrentino, Siete conversaciones con Jorge Luis Borges, Buenos Aires, Casa Pardo, 1973, p. 38.

 

10 Raúl Fradkin y Jorge Gelman, Juan Manuel de Rosas. La construcción de un liderazgo político, Buenos Aires, Edhasa, 2015, p. 25; Raúl Fradkin y Jorge Gelman “Sobre ‘El factor Rosas’. Comentario de Roy Hora a Juan Manuel de Rosas. La construcción de un liderazgo político de Raúl Fradkin y Jorge Gelman”, Prohistoria, Año xix, n° 26, diciembre de 2016.

 

11 Alejandro Eujanian, El pasado en el péndulo de la política. Rosas, la provincia y la nación en el debate político de Buenos Aires, 1852-1861, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2015.

 

12 Bartolomé Mitre, “Carta a Adolfo Saldías”, La Nación, 19 de octubre de 1887; Adolfo Saldías, Historia de la Confederación Argentina. Rozas y su época, Buenos Aires, F. Lajouane, 1892, pp. xiii-xxvii.

 

13 Carolina Carman, Los orígenes del Museo Histórico Nacional, Buenos Aires, Prometeo, 2013.

 

14 Robert Cunningham Graham, El Río de la Plata, Londres, Establecimiento Tipográfico de Wertheimer, Lea y Cia., 1914, pp. 52-53.

 

15 Eduardo Gutiérrez, Dramas del terror. Historia de Juan Manuel de Rosas, libro ii, Buenos Aires, Imprenta de La Patria Argentina, 1882, p. 10.

 

16 Raúl Fradkin, “La experiencia de la justicia: Estado, propietarios y arrendatarios en la campaña bonaerense”, en AA. VV., La fuente judicial en la Construcción de la Memoria, Mar del Plata, Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires, 1999.

 

17 Myers, Orden y virtud, p. 49.

 

18 Gabriel Di Meglio, “Un ciclo de participación política popular en la ciudad de Buenos Aires, 1806-1842”, Anuario iehs, vol. 24, 2009; Gabriel Di Meglio, “La participación política popular en la ciudad de Buenos Aires durante el siglo xix. Algunas claves”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos [en línea], 19 de enero de 2010, disponible en: http://journals.openedition.org.ezproxy.campus-condorcet.fr/nuevomundo/58936.

 

19 Ricardo Salvatore, “Fiestas federales. Representaciones de la república en el pasado rosista”, Entrepasados. Revista de Historia, vol. vi, n° 11, 1996.

 

20 La fórmula citada, en José María Ramos Mejía, Rosas y su tiempo, tomo i, Buenos Aires, Félix Lajouane y Cía. Editores, 1907, p. xxxix.

 

21 Alejandro Eujanian, “Juan Manuel de Rosas, ‘como un eco insondable’. Acerca de algunas apariciones del cintillo punzó en la campaña bonaerense y el extraño caso de las boas coloradas, 1852-1862”, Prohistoria, año xxiv, n° 36, diciembre de 2021; Ignacio Zubizarreta y Carla Molteni, “‘Entre mazorqueros y pillos’: peleas vecinales y tensiones sociopolíticas en la campaña bonaerense post-Caseros (1854-1858)”, Claves. Revista de Historia, vol. 8, n° 14, 18 de junio de 2022.

 

22 José María Ramos Mejía, “Los historiadores de Rozas”, La Biblioteca, año ii, tomo 7, 1897.

 

23 Alejandro Cattaruzza, “El revisionismo: itinerarios de cuatro décadas”, en A. Cattaruzza y A. Eujanian, Políticas de la historia. Argentina, 1860-1960, Buenos Aires, Alianza, 2003. Fernando Devoto y Nora Pagano, Historia de la historiografía argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 2009; Tulio Halperin Donghi, El revisionismo histórico argentino, Buenos Aires, Siglo XXI, 1970; Diana Quattrochi de Woisson, Los males de la memoria. Historia y política en Argentina, Buenos Aires, Emecé, 1995; Julio Stortini, “Historia y política. Producción y propaganda revisionista durante el primer peronismo”, Prohistoria, n° 8, 2004; Maristella Svampa, El dilema argentino: civilización o barbarie. De Sarmiento al revisionismo peronista, Buenos Aires, El Cielo por Asalto, 1994.

 

24 François Hartog y Jacques Revel (dirs.), Les usages politiques du passé, París, Éditions de l’ehess, 2001.

 

25 Alejandro Cattaruzza, Los usos del pasado. La historia y la política argentinas en discusión, 1910- 1945, Buenos Aires, Sudamericana, 2007.

 

26 Sobre el revisionismo, véanse Michael Goebel, La Argentina partida. Nacionalismos y políticas de la historia, Buenos Aires, Prometeo, 2013; Cattaruzza, “El revisionismo”. Sobre la repatriación de los restos: Eduardo Hourcade, “La repatriación de los restos de Rosas”, en N. Pagano y M. Rodríguez (comps.), Conmemoraciones, patrimonio y usos del pasado, Buenos Aires, Miño y Dávila, 2014; Julio Stortini, “Fervores patrióticos: monumentos y conmemoraciones revisionistas en la historia reciente”, en A. Eujanian, R. Passolini y M. E. Spinelli (eds.), Episodios de la cultura histórica argentina: celebraciones, imágenes y representaciones del pasado, siglos xix y xx, Buenos Aires, Biblos, 2015. Sobre la edición en la década del sesenta: María Julia Blanco, “Entre la ideología y el mercado: la constelación editorial de la izquierda nacional en las décadas de 1960 y 1970”, tesis de maestría, Universidad Nacional de San Martín, 2016; Martín A. Ribadero, Tiempo de profetas. Ideas, debates y labor cultural de la izquierda nacional de Jorge Abelardo Ramos (1945-1962), Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2017. Sobre los usos del kirchnerismo: Camila Perochena, Cristina y la historia. El kirchnerismo y sus batallas por el pasado, Buenos Aires, Crítica, 2022. Sobre los símbolos del rosismo: Leandro Pankonin, “Una historia de los usos de la estrella federal. Imaginarios nacionales, tradiciones políticas y usos del pasado (de los albores del siglo xx, a fines de los años sesenta”, tesis de doctorado, Universidad de Buenos Aires, 2023.

 

27 Borges, “El tango”.

 

28 Sobre Gutiérrez, véase Jorge Luis Borges, El idioma de los argentinos, Buenos Aires, M. Gleizer, 1928, p. 101; Daniel Balderston, “Dichos y hechos: Borges, Gutiérrez y la nostalgia de la aventura”, en D. Balderston, Borges: realidades y simulacros, Buenos Aires, Biblos, 2000. Sobre Pedro Salvadores, Jorge Luis Borges, “Pedro Salvadores”, en J. L. Borges, Obras completas, pp. 994-995.

 

29 José Ingenieros, La evolución de las ideas argentinas, libro ii, Buenos Aires, Talleres Gráficos Argentinos de J. L. Rosso y Cía., 1920, p. 90; Roberto Giusti, Literatura y vida, Buenos Aires, Nosotros, 1939.

 

30 Adolfo Prieto, Proyección del rosismo en la literatura argentina, Rosario, Universidad Nacional del Litoral, 1959.

 

31 Eujanian, El pasado en el péndulo; Eujanian, “Juan Manuel de Rosas, como un eco”; Alejandro Eujanian y Luz Pignatta, Camila O’ Gorman sin escena. Las tramas de la censura teatral en Buenos Aires y Montevideo, 1856-1857”, Prismas. Revista de Historia Intelectual, n° 28, 2024; María Julia Blanco y Alejandro Eujanian, “Rosismo y antirrosismo en los Dramas del Terror de Eduardo Gutiérrez y sus nuevas versiones a través de los diversos contextos de edición (1881-1940)”, Claves. Revista de Historia, vol. 10, n° 19, julio-diciembre de 2024.

 

32 Ezequiel Adamovsky, El gaucho indómito. De Martín Fierro a Perón, el emblema imposible de una nación desgarrada, Buenos Aires, Siglo XXI, 2019; Pankonin, “Una historia de los usos de la estrella federal…”; Lauren Rea, “Afro-porteñas in Héctor Pedro Blomberg’s Historical Romances”, Bulletin of Hispanic studies, Liverpool, vol. 92, nº 5, 2015; Sylvia Saítta, “Los usos de la historia en los comienzos de la radio argentina”, alaic. Revista Latinoamericana de Ciencias de la Comunicación, vol. 18, n° 32, 2019.