El rosismo después de Rosas
Su
persistencia como problema historiográfico desde mediados del siglo xix hasta las primeras décadas del siglo
xxi
Alejandro Eujanian
Universidad Nacional de
Rosario / conicet
¿Dónde estarán?, pregunta la elegía
de quienes ya no son, como si hubiera
una región en que el Ayer pudiera
ser el Hoy, el Aún y el Todavía.
Jorge Luis Borges, “El tango”
Rosas como un eco insondable
Treinta años después de la publicación de Orden
y virtud de Jorge Myers, que a partir del análisis del discurso político
contribuyó a renovar la interpretación sobre el gobierno de Juan Manuel de
Rosas, su figura sigue siendo un dilema para la historiografía contemporánea,
como señaló recientemente Marcela Ternavasio.1 Si esto es así, no se debe solo a
que se trata de un período y de un líder político controversiales, líder que
representó un enigma para la generación romántica que lo combatió desde el
exilio.2
También es necesario analizar por qué su figura y su época se proyectan como un
eco, una resonancia que se resiste al olvido al que lo condenó la alianza que
lo derrotó en Caseros en 1852.
La potencia de esa
presencia fue puesta en escena innumerables veces, pero me interesa recuperar
el modo en el que la elaboró Borges en “Rosas”, un poema de 1923 publicado en Fervor
de Buenos Aires.3
En sus versos, la mención del nombre del “tirano” detenía el tiempo y teñía de
rojo la “sala tranquila” de una familia con raíces en aquel pasado turbulento,
que ahora gozaba de un presente “ya sin aventuras, ni asombros”. Era su nombre,
como símbolo de un todo, y no la figura histórica, que se esfumaba con cada
mención, el que retornaba para reclamar un lugar negado en el panteón de héroes
nacionales dominado por figuras tan claras, “como un mármol en la tarde”.
Frente a esas pálidas imágenes, emergía la de Rosas, “grande y umbría… como un
eco insondable”.4
Borges capturaba en ese
poema uno de los motivos que para él explicaban la persistencia de Rosas, cuyo
recuerdo restituía la impotencia contenida en la famosa maldición que
premonitoriamente pronunció José Mármol en 1844: “Ni el polvo de tus huesos la América
tendrá”.5
Para un joven de las élites porteñas, para quien el pasado argentino no era más
que la historia incestuosa de un abigarrado grupo de familias entrelazadas
entre sí por relaciones de parentesco, Juan Manuel de Rosas estaba arraigado en
la memoria como un personaje a la vez familiar y temido, tan omnipresente como
lo había sido durante su gobierno o, al menos, como había sido representado por
sus opositores.6
Aunque olvidado por Dios y convertido en pasado por la historia, su potencia en
el presente era justificada por Borges en la obstinada persistencia de una
tradición unitaria que demoraba su disolución “con limosnas de odio”.7
Años más tarde, en una
nota al pie del mismo poema, Borges incorporó un segundo motivo de la presencia
de Rosas, que atribuyó a la aparición de un movimiento historiográfico
insospechado en 1923, que se propuso revisar la historia argentina con el
objetivo de justificar su tiranía o, aludiendo a Perón, “a cualquier otro
déspota disponible”.8
De ese modo, entre el poema original y la posterior nota aclaratoria, quedaron
esbozadas dos líneas interpretativas para explicar la persistencia de Rosas en
la cultura, la historia y la política argentinas. La primera indagó en la
recuperación historiográfica de la figura de Rosas que realizó el revisionismo
histórico argentino desde mediados de la década de 1930. La segunda sugería el
interés en torno a un problema que debía explorarse en una más larga duración,
cuyos antecedentes se hallaban en la Amalia, de José Mármol, pero
también en el conjunto de textos que la literatura decimonónica produjo para
condenar a Rosas en la prensa antirrosista, en el
póstumo El matadero de Esteban Echeverría y en el Facundo de
Sarmiento.9
Rosismo, revisionismo y usos políticos del pasado
En Juan Manuel de Rosas. La
construcción de un liderazgo político, Jorge Gelman
y Raúl Fradkin señalaban que
la respuesta a la pregunta sobre su persistencia se encontraba en las pistas
que habían dejado las creencias populares.10 ¿Cuáles son esas pistas? ¿De qué
manera se conectan entre sí y cómo urdir la compleja y contradictoria trama de
esas creencias? ¿Se encuentran en los recuerdos transmitidos de generación en
generación? ¿En las “limosnas de odio”, que permanecieron activas en familias
con antecedentes unitarios, o en una memoria subterránea, sostenida en la
idolatría de quienes lo habían admirado? ¿O, en cambio, dicha persistencia fue
resultado del empeño de ensayistas e historiadores por explicar la tiranía y de
las polémicas que aún tensionan su figura?
Tras la derrota de Rosas
en 1852, predominaron en el espacio público porteño las posiciones más críticas
de su gobierno, que se plasmaron en el Parlamento y en los tribunales con leyes
y sentencias que formalizaron su condena y una versión del pasado reciente
según la cual Rosas y un pequeño grupo de mazorqueros habían sido los únicos
responsables de los crímenes ocurridos durante su gobierno unipersonal.11De
esa interpretación surgían dos conclusiones fundamentales para la
gobernabilidad de Buenos Aires: que el conjunto de la sociedad porteña, incluso
quienes lo apoyaron hasta el final, habían sido víctimas del terror; y que,
derrotada la tiranía, el rosismo estaba destinado a
desaparecer con la condena y el exilio de su líder.
Lo cierto es que el rosismo no perduró ni como partido o facción, ni como una
identidad política colectiva en los años siguientes, aun cuando la imputación
de “rosín” o “mazorquero” fue utilizada
frecuentemente por los liberales porteños para atacar a sus opositores. En 1877
la frustrada misa por el fallecimiento de Rosas no fue pensada por sus
allegados con fines reivindicatorios; en cambio, su prohibición contribuyó a
reactualizar la unanimidad del pacto condenatorio. Tampoco quienes a partir de
la década de 1880 se propusieron reinterpretar el período, como Adolfo Saldías y Ernesto Quesada, se asumieron como rosistas, aunque sí acusaron a los unitarios de engrandecer
su figura con exageraciones y falsedades arraigadas en una tradición de odio, a
la que Bartolomé Mitre se aferró en su crítica moral al libro de Saldías en 1887.12
En cuanto a las memorias
familiares como espacios de transmisión de recuerdos, no fueron suficientemente
exploradas por la historiografía, aunque hay indicios de vindicaciones públicas
y privadas. El coleccionismo de objetos rosistas
puede haber sido una vía de transmisión de esos recuerdos, como expresión del
interés y fascinación por esa época, que llevaba al público a privilegiar la
visita a la sala dedicada a Rosas en el Museo Histórico Nacional inaugurado en
1889.13
Tampoco fueron analizadas con atención las manifestaciones de tinte rosista que se reiteraban en la campaña de Buenos Aires, de
las que hay testimonios aun para fines de la década de 1870.14
¿Se trataba de hechos aislados, protagonizados por gauchos que vivaban a Rosas
menos por convicción que por efectos de la borrachera?15 ¿De la nostalgia por un pasado en
el que el nombre de Rosas representaba un freno a los abusos de propietarios y
patrones,16
anclada tal vez en una utopía rural de autoridad y derecho?17
¿De la ilusión de un cierto igualitarismo plebeyo o la adhesión al federalismo
en defensa de los derechos de la provincia?18 ¿De las resonancias de la política
semiótica del Estado rosista?19 ¿O del “rumor sordo” de la negrada
federal, como indicio de la permanencia de una difusa identidad política
proscripta ya casi desvanecida?20 Aunque tal vez no se tratara solo
de un recuerdo pasivo e impotente. He analizado declaraciones de
detenidos por portar símbolos rosistas o gritar
“¡Viva Rosas!” en pueblos de frontera de la campaña bonaerense durante la
década de 1850. Estas acciones pueden interpretarse como actos políticos a
escala local de vecinos que eran plenamente conscientes de que estaban
transgrediendo la prohibición de recordar, y de resistencia contra quienes
habían impuesto esa censura.21
Durante mucho tiempo,
los historiadores no prestaron atención al problema de estas persistencias,
sino que se concentraron en indagar en los ensayos historiográficos que
interpretaron el gobierno de Rosas y su época. El primero de ellos fue
realizado por José María Ramos Mejía en “Los historiadores de Rosas”.22
En ese texto, reconstruía un linaje intelectual antirrosista
cuyas exageraciones producto de las pasiones políticas no afectaban para el
autor la verdad de fondo de sus relatos. En cambio, era mucho menos benévolo
con la Historia de la Confederación Argentina de Adolfo Saldías, por considerarlo demasiado influenciado por la
familia de Rosas, que le había permitido acceder a una abundante documentación.
Ensayos de esta característica, destinados a ponderar los textos en el marco de
la polarización entre rosismo y antirrosismo
abundaron desde aquel momento.
Por su parte, desde la
década de 1990 la historia de la historiografía comenzó a analizar las
polémicas historiográficas en torno a Rosas como un espacio específico de
confrontación en el marco de disputas políticas y culturales más amplias. Su
tema no fue el rosismo, entendido como la persistente
presencia de Rosas y su época en la cultura y la política argentinas, sino una
de sus más potentes y heterogéneas manifestaciones intelectuales e
historiográficas, el revisionismo histórico argentino, durante sus períodos de
emergencia y mayor popularidad, entre 1930 y 1970. Las investigaciones se
concentraron en la identificación de sus vertientes internas, sus relaciones
con el nacionalismo y la izquierda, su inserción en el campo político y
cultural, sus desarrollos institucionales y, sobre todo, sus vínculos con el
peronismo.23
En las últimas dos
décadas de la Argentina, particularmente desde la crisis del campo de 2008, las
celebraciones del Bicentenario en 2010 y la campaña política para las
elecciones de 2011 —que incluyó la inauguración del monumento a Rosas en la
Vuelta de Obligado y la creación del fallido Instituto Dorrego, con el que el
gobierno de Cristina Kirchner pretendió dar una batalla por el pasado nacional
política e historiográficamente anacrónica—, las investigaciones acerca del rosismo desbordaron el campo historiográfico para atender a
los usos políticos del pasado. Esta noción surgió en Europa en el marco del
debate contra las lecturas revisionistas del nazismo y del Holocausto.24
En la Argentina, donde los historiadores estaban menos alarmados por esos usos
públicos y políticos del pasado, los “usos políticos del pasado” contribuyeron
a ampliar objetos, enfoques, fuentes y problemas.25 Ello permitió recuperar una
historia que enlazaba los debates del presente con prácticas y experiencias
político-culturales que no se acotaban a los ensayos históricos. La
interpretación en clave política de esos usos sirvió para explicar el éxito y
la decadencia del revisionismo, reconstruir la historia de las campañas que
promovieron la rehabilitación y repatriación de los restos de Rosas,
contextualizar su expansión favorecida por las prácticas de edición y
circulación desplegadas por editoriales de derecha y de izquierda en la década
de 1960, analizar su recuperación en clave sesentista
durante el gobierno de Cristina Kirchner, o para explorar la pervivencia y
apropiaciones de símbolos del rosismo, recreados,
inventados o resignificados durante el siglo xx
por movimientos de derecha y de izquierda.26
De todos modos, ni la
historia de sus usos políticos ni la de las polémicas intelectuales que se
dieron en su nombre alcanzan para responder a la pregunta acerca de la
persistencia del rosismo como identidad política e
insumo cultural en la Argentina, y de Rosas como símbolo de un pasado al que
retornar en busca de una alternativa para el presente y una orientación hacia
el futuro. Para abordar esa pregunta, es necesario inscribirla en una larga
duración, que incorpore su presencia como objeto de consumo en el mercado de
bienes culturales, sujeto a interpretaciones, usos y apropiaciones que exceden
el debate político e historiográfico y que trascienden la oposición rosismo-antirrosismo.
La proyección del rosismo
En los versos que sirven de epígrafe para
este texto, Borges responde a la pregunta acerca de dónde estarán quienes ya no
son: “hoy, más allá del tiempo y de la aciaga muerte, esos muertos viven en el
tango”.27
Pero si consideramos otros de sus textos, sabemos que el recuerdo de lo perdido
y lo recuperado se hallaba para él también en otros registros, como los
novelones policiales de Gutiérrez, que reconoció como uno de sus principales
goces literarios, y en los Dramas del terror, que utilizó para narrar la
historia de Pedro Salvadores, el hombre que atravesó gran parte del gobierno de
Rosas encerrado en el sótano de su hogar.28 En otros escritos, afirmaba que el
recuerdo de Rosas no se encontraba en el admirable Rosas y su tiempo de
Ramos Mejía sino en Amalia de Mármol; sin dudas también en Eduardo
Gutiérrez, por el que Roberto Giusti y José
Ingenieros, entre otros, admitían haber conocido a Rosas.29
Esa línea de indagación
fue la que persiguió el seminario que Adolfo Prieto organizó durante 1959 en la
Universidad Nacional de Rosario y cuyos resultados publicó en Proyección del
rosismo en la literatura argentina. En el libro,
Prieto se proponía recoger, con ambición de inventario, la vasta producción que
en torno a Rosas había alimentado la poesía, la literatura, el teatro y el cine
desde el siglo xix, con la
intención de comprender cuáles habían sido los factores, los medios, los
espacios y los agentes que habían contribuido a la persistencia del fenómeno rosista que, como el peronismo al momento de la
publicación, se resistía a desaparecer a pesar de la censura impuesta por los
vencedores. El autor sostenía que el rosismo era
producto del trauma provocado por la censura impuesta a partir de 1852 por sus
vencedores. Ello provocó una cesura en el orden del tiempo, que exigió una y
otra vez volver a ese pasado inconcluso a través de recuerdos y relatos que,
desgajados de la experiencia histórica que le dieron origen, estaban condenados
a reproducir una y otra vez el lenguaje de una antigua discordia.30
En los últimos años,
intenté abordar este tema por diversas vías: la solución transaccional en sede
política y judicial de la memoria sobre el rosismo;
la judicialización de manifestaciones rosistas en la
frontera de la campaña bonaerense; la censura sobre obras teatrales que
recordaban sus crímenes; todos acontecimientos que en contextos variados
revelan las tensiones que la irrupción de la representación de Rosas provoca en
la esfera política y cultural. Por otro lado, las múltiples ediciones,
reediciones y versiones de Los dramas del terror de Eduardo Gutiérrez
nos proporcionaron un vector para analizar los modos en los que escritores, editores
e ilustradores adaptaron sus relatos a nuevos artefactos culturales. De ese
modo, nutrieron a lo largo de más de cincuenta años el mercado cultural con
personajes, episodios y melodramas rosistas, que
produjeron deslizamientos e interferencias de sentido respecto de la edición
original y favorecieron la rehabilitación o reconsideración de Rosas por nuevas
generaciones de lectores.31
Las huellas de ese proceso han comenzado a ser estudiadas a través del folletín
criollista, el cancionero federal de Blomberg y Maciel interpretado por Ignacio Corsini, y los melodramas federales del radioteatro, el
teatro y el cine, antes de la emergencia del revisionismo rosista.32
En estos casos, se trata
menos de resolver el enigma que representa Rosas que de explorarlo en todas sus
posibilidades. Es decir, en las múltiples conjeturas e hipótesis que, según
Borges, su sola mención habilita. De este modo, los trabajos mencionados
contribuyen a desnaturalizar las persistencias de los pasados en los presentes
en los que irrumpe, y a indagar los modos en que las sociedades elaboran sus
experiencias históricas, interpretan sus circunstancias y construyen sus
expectativas. Para ello es necesario ampliar el campo de la experiencia y
desplazar el foco de la historia de los historiadores, sus obras, escuelas o
movimientos historiográficos con el fin de restablecer las particulares
articulaciones entre conocimiento histórico, usos del pasado, consumos culturales
y debate público. o
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Resumen / Abstract
El rosismo
después de Rosas. Su persistencia como problema historiográfico desde mediados
del siglo xix hasta las primeras
décadas del siglo xxi
Hace poco más de sesenta años se publicaba
en Rosario, con el sello de la Universidad Nacional del Litoral, el libro Proyección
del rosismo en la literatura argentina. En su
introducción, Adolfo Prieto formulaba una pregunta que conserva su vigencia:
¿Cómo explicar la persistencia de la figura demonizada de Juan Manuel de Rosas
en el debate político y cultural a lo largo de casi dos siglos? En este breve
artículo nos interesa reconstruir los modos en los que ese interrogante fue
abordado desde la segunda mitad del siglo xix.
A grandes rasgos, podemos observar que la historiografía contemporánea puso
atención en el período de mayor auge del revisionismo histórico,
particularmente en las relaciones del rosismo con el
nacionalismo, la izquierda y el peronismo. En las últimas décadas, el estudio
de los usos del pasado permitió ampliar ese registro para considerar la
irrupción del rosismo en el debate político cultural,
entre la década de 1930 y los gobiernos de Cristina Kirchner. Por su parte, el
seminario que Adolfo Prieto dictó en 1959, además de indagar en los motivos de
esa persistencia, invita a explorar la prolongada presencia del rosismo en la industria cultural, y su consumo por públicos
amplios en una más larga duración que abarca desde el gobierno de Rosas hasta
nuestros días, a través de su proyección en la literatura, los folletines criollistas, el radioteatro, el tango y el cine.
Palabras clave: Juan Manuel de Rosas - Rosismo
- Historia de la historiografía - Usos del pasado - Mercado cultural
Rosismo after Rosas. Its
persistence as a historiographical problem from the mid-19th century to the
first decades of the 21st century
Nearly
sixty years ago, the book Proyección del rosismo en la literatura
argentina was published
in Rosario by the National University of the Litoral.
In its introduction, Adolfo Prieto posed a question that remains as relevant as
ever: How can we explain the lasting impact of the demonized figure of Juan
Manuel de Rosas in political and cultural debates for almost two centuries?
This article aims to analyze how this question has been addressed since the
second half of the nineteenth century. Contemporary historiography has
primarily focused on the period of the greatest expansion of historical
revisionism, particularly about the intersections between rosismo,
nationalism, the left, and Peronism. In recent decades, the study of the
political uses of the past has broadened this scope, allowing for an
examination of rosismo emergence within
political and cultural debates from the 1930s to the administrations of
Cristina Kirchner. Finally, Adolfo Prieto’s 1959 seminar not only examines the
reasons behind the historical persistence of rosismo
but also offers a framework for exploring its long-term presence within the
cultural industry and how it is received by mass audiences. This enduring
influence is evident in its representation across literature, criollista serialized novels, radio drama, tango,
and cinema, spanning from the government of Juan Manuel de Rosas to the present
day.
Keywords:
Juan Manuel de Rosas - Rosismo -
History of Historiography - Uses of the past - Cultural market
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régimen rosista, Bernal, Universidad Nacional de
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2 Elías Palti, “Rosas como enigma. La
génesis de la fórmula ‘Civilización y barbarie’”, en G. Batticuore,
K. Gallo y J. Myers (comps.), Resonancias
románticas. Ensayo sobre la historia de la cultura argentina (1820-1890),
Buenos Aires, Eudeba, 2005.
3 Jorge Luis
Borges, “Rosas”, en J. L. Borges, Obras completas,
Buenos Aires, Emecé, 1974, pp. 28-29.
4 Ibid.
5 José Mármol, “A Rosas, el 25 de Mayo”, Montevideo, 1843.
6 “Al escribir este poema, yo no ignoraba que
un abuelo de mis abuelos era antepasado de Rosas. El hecho nada tiene de
singular, si consideramos la escasez de la población, y el carácter casi
incestuoso de nuestra historia”; Borges, nota a “Rosas”, en Borges, Obras
completas, p. 52.
7 Ibid.
8 Ibid.
9 La mención a Amalia, en Fernando Sorrentino, Siete conversaciones con Jorge Luis Borges,
Buenos Aires, Casa Pardo, 1973, p. 38.
10 Raúl Fradkin y Jorge Gelman, Juan Manuel de Rosas. La construcción de un
liderazgo político, Buenos Aires, Edhasa, 2015,
p. 25; Raúl Fradkin y Jorge Gelman
“Sobre ‘El factor Rosas’. Comentario de Roy Hora a Juan Manuel de Rosas. La
construcción de un liderazgo político de Raúl Fradkin
y Jorge Gelman”, Prohistoria,
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11 Alejandro Eujanian, El pasado en el péndulo
de la política. Rosas, la provincia y la nación en el debate político de Buenos
Aires, 1852-1861, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2015.
12 Bartolomé Mitre, “Carta a Adolfo Saldías”,
La Nación, 19 de octubre de 1887; Adolfo Saldías,
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13 Carolina Carman, Los orígenes del
Museo Histórico Nacional, Buenos Aires, Prometeo, 2013.
14 Robert Cunningham Graham, El Río de
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15 Eduardo Gutiérrez, Dramas del terror. Historia de Juan
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16 Raúl Fradkin, “La experiencia de la
justicia: Estado, propietarios y arrendatarios en la campaña bonaerense”, en
AA. VV., La fuente judicial en la Construcción de la Memoria, Mar del
Plata, Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires, 1999.
17 Myers, Orden y virtud, p. 49.
18 Gabriel Di Meglio, “Un ciclo de
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21 Alejandro Eujanian, “Juan Manuel de
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22 José María Ramos Mejía, “Los historiadores de Rozas”, La
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“El revisionismo”. Sobre la repatriación de los restos: Eduardo Hourcade, “La repatriación de los restos de Rosas”, en N.
Pagano y M. Rodríguez (comps.), Conmemoraciones,
patrimonio y usos del pasado, Buenos Aires, Miño y Dávila, 2014; Julio Stortini, “Fervores patrióticos: monumentos y
conmemoraciones revisionistas en la historia reciente”, en A. Eujanian, R. Passolini y M. E. Spinelli (eds.), Episodios de la cultura histórica
argentina: celebraciones, imágenes y representaciones del pasado, siglos xix y xx,
Buenos Aires, Biblos, 2015. Sobre la edición en la
década del sesenta: María Julia Blanco, “Entre la ideología y el mercado: la
constelación editorial de la izquierda nacional en las décadas de 1960 y 1970”,
tesis de maestría, Universidad Nacional de San Martín, 2016; Martín A. Ribadero, Tiempo de profetas. Ideas, debates y labor
cultural de la izquierda nacional de Jorge Abelardo Ramos (1945-1962),
Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2017. Sobre los usos del kirchnerismo: Camila Perochena, Cristina
y la historia. El kirchnerismo y sus batallas por el
pasado, Buenos Aires, Crítica, 2022. Sobre los símbolos del rosismo: Leandro Pankonin, “Una
historia de los usos de la estrella federal. Imaginarios nacionales,
tradiciones políticas y usos del pasado (de los albores del siglo xx, a fines de los años sesenta”, tesis
de doctorado, Universidad de Buenos Aires, 2023.
27 Borges, “El tango”.
28 Sobre Gutiérrez, véase Jorge Luis Borges, El
idioma de los argentinos, Buenos Aires, M. Gleizer,
1928, p. 101; Daniel Balderston, “Dichos y hechos:
Borges, Gutiérrez y la nostalgia de la aventura”, en D. Balderston,
Borges: realidades y simulacros, Buenos Aires, Biblos,
2000. Sobre Pedro Salvadores, Jorge Luis Borges, “Pedro Salvadores”, en
J. L. Borges, Obras completas, pp. 994-995.
29 José Ingenieros, La evolución de las ideas argentinas, libro
ii, Buenos Aires, Talleres
Gráficos Argentinos de J. L. Rosso y Cía., 1920, p.
90; Roberto Giusti, Literatura y vida, Buenos
Aires, Nosotros, 1939.
30 Adolfo Prieto, Proyección del rosismo en la literatura argentina, Rosario,
Universidad Nacional del Litoral, 1959.
31 Eujanian, El
pasado en el péndulo; Eujanian, “Juan Manuel de
Rosas, como un eco”; Alejandro Eujanian y Luz Pignatta, “Camila O’ Gorman sin escena. Las
tramas de la censura teatral en Buenos Aires y Montevideo, 1856-1857”, Prismas.
Revista de Historia Intelectual, n° 28, 2024; María Julia Blanco y
Alejandro Eujanian, “Rosismo
y antirrosismo en los Dramas del Terror de Eduardo
Gutiérrez y sus nuevas versiones a través de los diversos contextos de edición
(1881-1940)”, Claves. Revista de Historia, vol. 10, n° 19,
julio-diciembre de 2024.
32 Ezequiel Adamovsky, El gaucho
indómito. De Martín Fierro a Perón, el emblema imposible de una nación
desgarrada, Buenos Aires, Siglo XXI, 2019; Pankonin,
“Una historia de los usos de la estrella federal…”; Lauren Rea, “Afro-porteñas
in Héctor Pedro Blomberg’s Historical
Romances”, Bulletin of Hispanic
studies, Liverpool, vol. 92, nº 5, 2015; Sylvia Saítta, “Los usos de la historia en los comienzos de la
radio argentina”, alaic.
Revista Latinoamericana de Ciencias de la Comunicación, vol. 18, n° 32,
2019.