Comunicar el orden político y moral
Los santos
y señas y las proclamas a soldados durante el rosismo
Ricardo D. Salvatore
Universidad Torcuato Di
Tella
Jorge Myers, en Orden y virtud
(1995) mostró que las enunciaciones y mensajes de publicistas y jefes rosistas se referían a un régimen republicano clásico, con
las peculiaridades que el contexto histórico demandaba. Se trataba de un
régimen basado en la soberanía popular, con autoridades elegidas por sufragio,
y de una sociedad que debía ajustarse al imperio de las leyes para generar un
orden social y político más permanente. La asociación de Rosas con la figura de
Cincinato y la repetida presencia del “conspirador
ubicuo” (Catilina, el conspirador contra el gobierno
de Cicerón) permitieron a Myers pensar al régimen rosista
como una “república antigua”. El líder era un hombre de campo, dotado de
ciertas virtudes (“los valores tradicionales de laboriosidad, frugalidad,
franqueza e intrepidez”),1
que lo hacían apto para controlar el desorden de la campaña, y a la vez un gran
ciudadano, que afirmaba y valoraba la opinión de “los pueblos” en la
conformación del gobierno y en la validación de sus políticas.2
El enemigo que Rosas debía combatir también se asemejaba a una figura de la
república romana: el unitario era “el conspirador ubicuo, el intrigante, el
rebelde absoluto”, una amenaza permanente a la república.
Debido a la lucha facciosa
y a la anarquía la república estaba en peligro, y para defender y restaurar el
gobierno y las leyes se requería un líder determinado y virtuoso,3
así como un conjunto de ciudadanos capaces de sacrificio y también virtuosos.
Como bien indica Myers, Rosas no creía que los campesinos y “puebleros” que
ostentaban la soberanía eran un reservorio de virtudes sino que, por el
contrario, se necesitaba determinación política y cierto grado de coerción para
“regenerar” la república.4
El orden debía ser impuesto desde afuera, o más bien, desde arriba. Rosas pensaba que los hombres eran “naturalmente perversos” y que,
por tanto, necesitaban una autoridad que limitara sus conductas.5
Necesitaban que se les inculcara la diferencia entre lo lícito y lo ilícito, y
que, junto con los derechos adquiridos, los ciudadanos cumplieran con ciertas
obligaciones o deberes. El régimen rosista, en tanto
orden republicano, continuaría dependiendo de las virtudes de sus ciudadanos, y
por ello era imprescindible hacer evidente quiénes eran virtuosos y quiénes,
con sus crímenes y falsedades, intentaban destruir el gobierno legítimo y sus
leyes.6
Su gobierno por ello debía imponer no solo el imperio de la ley, sino también
moralizar a sus ciudadanos.
En varios de mis
artículos he coincidido bastante con las hipótesis de Jorge Myers en Orden y
virtud. Solo que me he detenido a examinar ciertos significados de las
identidades políticas del período: el rol de los festejos patrios en la autorrepresentación del gobierno y del “pueblo” (soldados,
milicianos, vecinos), y otros aspectos de lo que he llamado “cultura política
del federalismo rosista”.7
También he tratado de rescatar las voces y acciones de diferentes grupos
subalternos, para mostrar las posibilidades de la protesta y la resistencia de
paisanos y peones ante el reclutamiento forzoso y la rígida disciplina militar,
así como las relaciones entre afrodescendientes, mujeres campesinas, caciques
indígenas con el federalismo rosista.8
Hace muchos años,
encontré un mensaje de Rosas a sus soldados durante la Expedición al Desierto
(1833-34), del cual me asombró su esfuerzo por convencer a una tropa compuesta
por campesinos analfabetos, delincuentes y algunos indígenas de la necesidad de
contar con una constitución provincial para afianzar el orden y la paz. Surgía
de ese documento que el máximo líder del federalismo ejercía una tarea
pedagógica, con el fin de inculcar a personas comunes las virtudes requeridas
para defender la patria y restaurar el orden político y social. Si bien en
otros ensayos había ya enfocado en los mensajes de Rosas y otros jefes
militares como una interacción comunicativa, me interesaba comprender el
sistema ideológico que el gobernador trataba de transmitir a la gente común. Me
propuse entonces estudiar las proclamas y los santos y señas del período.
Respecto de esta última fuente contaba con un conjunto de “santos” de una
fiesta patria de 1849, recopilados por Myers en Orden y virtud. En este
ensayo me propongo analizar estas fuentes para decodificar no solo el tipo de
república imaginada, sino también los imperativos morales que se esperaban de
soldados y ciudadanos.
Los santos y señas
Los santos y señas en la época de Rosas
fueron consignas de tres palabras que se entregaban a los soldados para su
reconocimiento al entrar o salir del batallón o regimiento. Como un mecanismo
para distinguir soldados amigos de enemigos, estas consignas fueron usadas
probablemente desde el Medioevo, pero comenzaron a tener un uso pedagógico en
los ejércitos modernos. En el siglo xix
estas contraseñas eran frecuentes en los ejércitos españoles. Reza así un Diccionario
Militar publicado en Madrid en 1863:
Contraseña: Nombre reservado que, además
del santo y seña se da en la orden en todos los puestos de diaria de una plaza
o campamento para distinguir a los amigos de los enemigos. También se da a los
centinelas para que no dejen pasar al que no la sepa.9
En los ejércitos revolucionarios del Río
de la Plata estas consignas se daban diariamente, para ser leídas a viva voz
frente a la tropa. Se usaban para transmitir a los soldados lecciones de
disciplina militar y virtudes patrióticas. Manuel Belgrano, como comandante del
Ejército del Norte, las empleaba para inculcar valores (“espíritu”,
“vigilancia”, “energía”, “libertad”, “unión”) e indicar una ciudad o lugar con
el nombre de su santo patrón. Aunque formados por tres componentes, los santos
y señas de los ejércitos patrióticos eran diferentes de los utilizados por
Rosas.10
Virtudes más ciudades constituían la fórmula de los santos durante las guerras
de la independencia.
Durante el rosismo los santos y señas eran una combinación de tres
palabras separadas por guion o coma, que denotaban imperativos, ideales y
normas. Aunque a veces se usaba un verbo para conectar las palabras inicial y
final —“Economía-Conserva-Abundancia”—. Muchas veces el conector era un
adjetivo, adverbio o complemento que calificaba a un sustantivo
—“Federación-Clamor-Popular” o “Anarquía-Azote-Infernal”—. Cualquiera fuera su
forma, estas tríadas de palabras contenían poderosos mensajes ideológicos. Se
decía a través de estas consignas que el “Soldado-Aplicado-Progresa” y que la
“Subordinación [era]-Sagrado-Deber”.
Estos santos y señas
parecen ser componentes de un código de imperativos morales y políticos que el
federalismo rosista quería inculcar entre la tropa.
Pero son solo fragmentos de un discurso moral y político que contenía otras
virtudes, vicios, y enunciaciones sobre la comunidad política deseada. Solo
comprendiendo la variedad y complejidad de estos mensajes y su orden interno es
posible descifrar el código ideológico con el cual Rosas y los jefes federales
comunicaban a sus soldados el sentido de la guerra civil, sus deberes y
obligaciones, y las virtudes que se requerían para llevar adelante las campañas
militares y sostener a la Confederación.
Julio Schvartzman, luego de contemplar una exhibición en el Museo
Histórico Nacional, afirma sobre siete de estos santos y señas: “Las frases son
escuetas, con una sintaxis que evita conectores y artículos, como anticipando
el estilo Morse, y sostienen una respiración pautada en métrica de arte mayor:
dos en eneasílabos, tres en versos de diez, una de doce”.11
Son textos en código
heroicos, marciales, claramente compuestos por Rosas, con alguna ayuda de su
segundo jefe, el general Ángel Pacheco.12 Los santos ordenados por Belgrano
eran indicativos de un tiempo y un lugar en el que había que ejercer una
habilidad o una virtud. Los santos difundidos por San Martín, dice Schvartzman, servían para fortalecer el temple y la moral
de la tropa (“Con Días-Y ollas-Venceremos”). Los santos ideados por Rosas
trataron de construir un marco ideológico comprensivo —diría total— del deber
ser del ciudadano y del soldado, del significado de una patria federativa, y de
los modos de preservar los equilibrios entre libertad y orden, entre economía y
servicio militar.
Comunicaciones durante la Expedición al
Desierto (1833-34)
Durante la campaña al desierto (1833-34),
Juan Antonio Garretón llevó un registro de las
actividades diarias de su destacamento. Su descendiente, Adolfo Garretón, nacido en 1891, compiló partes de marcha, órdenes
del día y proclamas que Rosas y otros comandantes dirigieron a la tropa. Las
órdenes del día incluían los santos y señas, tríadas de palabras destinadas a
recordar a los soldados reglas disciplinarias del ejército (orden militar),
comunicar nociones de virtudes y vicios (orden moral) y nociones políticas
sobre los orígenes de la patria y la Federación (orden político).13
En los primeros días de
la campaña, en 1833, los soldados escucharon mensajes de Rosas sobre su expectativa
de que la Sala de Representantes se decidiera promulgar una constitución
provincial de carácter federativo. Los santos del 24 al 28 de junio decían:
¡Dios Santo-Alumbrad-La Legislatura!
Federación-Ínclito-Lazo
Constitución-Provincial-Federativa
Cuando llegó el momento de los festejos
del Día de la Independencia, los santos reflejaban alegría y patriotismo: las
proclamas agradecían a los patriotas que decidieron separarse de la monarquía.
Señalaban:
¡Al Nueve-De Julio-Salud!
¡Al Nueve de Julio-Adiós!-Patricios!
Adiós-9-De Julio
Es posible clasificar estas expresiones en
cuatro regiones del discurso: orden político, orden moral, campaña contra el
indio, sensaciones o sentimientos compartidos. Los santos referidos al orden
moral, relativos a las virtudes esperables de los federales y a los vicios no
tolerados, fueron pocos. Se referían a la crueldad, la cobardía, la virtud, la
embriaguez, la educación y el patriotismo.
Crueldad-Nuestra-Cobardía
Embriaguez-Vergüenza-Baldón
Crímenes-Sin Castigo-Calamidad
Instrucción-Fruto-Del Estudio
Virtud-Patriotismo-Feliz
Integridad-Cultiva-Voluntades
La Prudencia-Dirige-Al Honrado
Los santos de orden político incluían
alabanzas para los Héroes de la Patria Vieja (la época de la Independencia), y
el apoyo de Rosas a una constitución federal para la provincia de Buenos Aires.
También afirmaban:
Orden-Elemento-De triunfo
Conspiración-Alevosía-Infame
Timbre-Virtud-Reciprocación
República-Sin Libertad-Comedia
Derechos-Dignamente-Sostenidos
Otros santos servían para comunicar a los
soldados los progresos y logros de la marcha, y había algunos que transmitían
un estado de calma y bienestar. Por ejemplo:
División Ramos-Sigue-Marchando
Salud-Tierra-Bonaerense
Izquierda-Marchando-Seis Divisiones
El cielo-Del Desierto-Sereno
Los santos referidos a los indios enemigos
son directos y claros. La campaña buscaba reducir a los grupos que cometían
robos de ganado y de mujeres y niños cristianos. Y si esto implicaba tomar
prisioneros o matar a sus caciques, se consideraba un logro. Por ejemplo:
Chocorí-Pagó-Sus Delitos
Pichiloncoy-Acuchillado-Concluido
Quiñigual-Y Cumu-Concluyeron
Cautivos-Cristianos-Libres
Llanqimán-Prisionero-Victoria
Epull-llam-Quellipayum-Muertos
Adolfo Garretón
agregó una nota a uno de estos santos para argumentar que estaban dirigidos a
los federales instruidos de la ciudad y no a los soldados analfabetos.14
Sin embargo, los santos estaban destinados a los soldados y suboficiales, eran
leídos a toda la tropa muy temprano en la mañana, junto
con las proclamas y reglas disciplinarias. Los soldados solo necesitaban
memorizar los santos y entender el contenido de las proclamas y ordenanzas
militares.15
¿Qué decían las
proclamas que se leyeron durante la campaña al desierto? La primera de ellas,
del 24 de junio de 1833, afirmaba la necesidad de constituir la provincia con
una Carta Federativa. Señalaba que los sacrificios de la campaña servirían para
“asegurar la frontera” en la provincia —hablaba de “(re)tornar de los desiertos
al seno de un país constituido”— y de que, a partir de este gesto de soberanía,
ya podría afirmarse institucionalmente el gobierno provincial.
Está claro que Rosas esperaba insuflar el orgullo en sus soldados para que se
sintieran herederos de aquella gesta patriótica, y por haber mantenido la
independencia y el gobierno de la Argentina por 18 años. El país era
independiente y gobernado por leyes propias. ¿Qué tan difícil era de entender
este mensaje, aun para un público no-letrado? Difundir a la distancia
sentimientos de confraternidad y entusiasmo a otros soldados-patriotas era una
forma de construir una comunidad imaginada, que los federales llamaban Confederación.
El chasque llevaba noticias de la marcha de la vanguardia a otras divisiones
del ejército expedicionario, y estas noticias servían para generar entusiasmo y
confianza.
Las proclamas de Rosas
tendían a infundir fervor patriótico entre las tropas, a través de las noticias
de avances militares y victorias contra el indígena de la frontera sur:
Patricios de la División Izquierda. Ved en
el hermoso documento que se os leerá enseguida del mayor general don Ángel
Pacheco, y el modo como Dios Nuestro Señor sigue premiando vuestras singulares
virtudes marciales. Una serie no interrumpida de prósperos sucesos. Pero
basta... Cumplamos con el religioso deber de nuestro conocimiento y al
congratularnos todos mutuamente, elevamos al cielo nuestros fervientes votos,
para que aquel Dios Supremo siga guiando nuestras marchas y derramando sobre
nosotros sus bendiciones.16
Sin ser demasiado devoto, Rosas se animaba a afirmar que el éxito de la expedición a la
frontera sur gozaba de la bendición divina. La gran mayoría de sus soldados
eran creyentes, y guiaban su conducta por enseñanzas cristianas. Con menos
palabras, los santos y señas informaban más que las proclamas.
Entre junio y setiembre
de 1831, en la ribera del Paraná, cerca de Rosario, otros soldados habían
recibido santos y señas. Con el fin de mantener disciplinada a la tropa, se
leían diariamente a los soldados artículos de las Ordenanzas Militares, que
eran a su vez copia de las Ordenanzas Reales de Carlos III.17
Estas ordenanzas se referían a las penas que correspondían a quienes
abandonaran sus guardias, pasaran información a los enemigos, robaran propiedad
del ejército o de los comerciantes vivanderos, amenazaran con armas a sus superiores,
protegieran a un desertor y desertaran de las filas de los regimientos.
Los santos y señas de 1849
Otro grupo de santos y señas federales se
recogieron de las celebraciones de las fiestas julianas de 1849. Ese año fue
tranquilo para la Confederación: habían menguado las amenazas internas y
externas al régimen. En la batalla de Rincón de Vences (24 de noviembre de
1847) las fuerzas de Urquiza, en Entre Ríos, derrotaron al rebelde gobernador
unitario de Corrientes Joaquín Madariaga, haciendo que esta provincia volviera
a la Confederación.18
En 1848 finalizó el bloqueo anglo-francés al Río de la Plata, y Rosas fue
considerado el líder de la resistencia contra dos imperios. Para Saldías, 1848 fue el año de “apogeo de Rosas” en el poder,
un momento en que la Confederación parecía unida, los exiliados comenzaron a
volver y los soldados, liberados del servicio, regresaron a sus talleres y
labores de campo. En Buenos Aires se respiraba un aire de nueva “tolerancia
recíproca” entre unitarios y federales, y existía un orgullo patriótico por
haber frenado las ambiciones de Inglaterra y de Francia.19
Analizaré los santos
federales exhibidos en 1849 como clave para entender el lenguaje político del
federalismo rosista, en la forma en que este llegaba
a los soldados federales.20
He reclasificado en diferentes agrupamientos estos santos para poder establecer
virtudes y vicios exaltados y condenados por el discurso del rosismo; distinguir pedagogías fuertes (la pedagogía
militar) y débiles (la prédica religiosa), y examinar de este sistema
ideológico (complejo y a la vez claro) las relaciones significantes entre los
distintos santos. Este lenguaje político, sugiero, pertenece a cuatro órdenes
del discurso: el político y de gobierno; la disciplina militar; el moral y la
cuestión de la religión. Se trataba de un lenguaje articulado y complejo, en el
que los enunciados ideológicos estaban conectados, formando una intrincada red
de significados.
Vicios y virtudes del ciudadano y del
soldado
Durante el rosismo,
los ciudadanos de la Confederación debían practicar ciertas virtudes. Algunas
de ellas estuvieron asociadas a lo que los economistas políticos (Adam Smith,
Jeremy Bentham, John Stuart Mill) llamaban
“prudencia”. A saber: hacer economías (ahorrar); ser constante (en el trabajo y
en la vida); ser aplicado (diligente y perseverante); ser moderado (es decir,
austero, mesurado); ser ordenado y metódico para el trabajo.
Otras virtudes
contenidas en los santos se refieren a la vida religiosa y relacional. Entre
ellas, ser un “buen cristiano” y un “buen ciudadano federal”. Esto implicaba
ser respetuoso en el amor, piadoso en la práctica de la religión y altruista
(desprendido, generoso) para con los demás.
Por otra parte, Rosas y
su gobierno condenaron los siguientes vicios: la opulencia; la ambición; la
codicia; el ocio (la holganza y la pérdida de tiempo); las “pasiones” (es
decir, el exagerado fanatismo, el ser impulsivo e irritable), y las “licencias”
(la arbitrariedad, la desfachatez, la desvergüenza, el atrevimiento).
En la enumeración de los
vicios condenados se nota la insistencia en un sujeto parecido al hombre
utilitarista de Adam Smith: un individuo trabajador, no ambicioso ni codicioso;
calmo (con autocontrol), que no cae en arrebatos, pasiones o ira; que no se
extralimita, ni se toma “licencias” buscando salir de su situación de clase,
ocupación o lugar en la jerarquía social.
Similares atributos de
prudencia, laboriosidad y perseverancia se esperan también del soldado o
miliciano federal. Por ser militares de la Confederación, necesitan además
poseer coraje y valentía (dice “valor” en el santo) y mostrar subordinación a
sus jefes militares y políticos. Si bien no hay virtudes y vicios relacionados
directamente con las leyes y el sistema de justicia del rosismo,
los santos repiten que los individuos, la sociedad y la nación deben obedecer
las leyes, base de la República y del gobierno legítimo.
Pedagogías fuertes y débiles
Cuando los santos se reclasifican de
acuerdo con las tres “pedagogías” —política, las obligaciones de los militares
y las creencias cristianas—, revelan una jerarquía: la pedagogía política sobre
la “nación federal” y sus desafíos; las condiciones y saberes que atañen a los
militares de la República, y los consejos a individuos como creyentes
católicos.
La pedagogía política
Rosas, a través de sus oficiales y jefes,
continuó inculcando a la tropa (tanto en 1834 como en 1849) conceptos básicos
sobre la nación, sus amenazas, su organización y sus valores fundantes.
Se dice en estos
mensajes o ideogramas de tres palabras:
a) Que la
nación argentina es permanente (“inmortal”); es decir, “única y para siempre”,
como decían los revolucionarios franceses. Que en el país prima el Federalismo
como forma de organización política, porque esto ya ha sido “proclamado” por
los pueblos y por la opinión pública. Que la Federación es como un “muro de
contención” que previene el retorno del desorden, la anarquía y el desgobierno;
b) Que esta es
una república amenazada por un enemigo interno —los unitarios—, quienes con sus
proclamas y levantamientos han manchado el nombre y honor de la República. Que
la existencia de la Federación está asentada en un sistema legal que debe
preservarse y hacerse cumplir. Se demanda así que los ciudadanos acepten tanto
las obligaciones como los derechos que la ley prescribe.
c) Que la
contradicción básica en la historia reciente de la República ha sido Federación
contra Anarquía; y asociado a esto, el Orden contra el Desorden. Es por ello
que la Federación aparece en este ideario como “un lazo dulce”, mientras que
los Unitarios, partidarios de la Anarquía, representan un “azote infernal”. Si
los Federales son capaces de generar un Orden basado en la Justicia, entonces
podrá haber paz entre las provincias y, por tanto, será posible una
“convivencia pacífica” en la República.
d) Además del
federalismo, los santos mencionan los siguientes ideales: la Libertad; la
Equidad que garantiza la Justicia; y el Pudor, es decir, la compostura, la
modestia y la decencia, como parámetros morales de la conducta de ciudadanos y
soldados.
Notamos aquí que —al menos en este grupo
de santos— no aparecen dos de las palabras centrales del ideal revolucionario
francés: igualdad y fraternidad. Sí se habla de la Federación como una “alianza
dulce”, pero esto no es equivalente a una hermandad entre iguales. Así, el
principio de equidad parece reemplazar a la igualdad, aunque está claro que los
publicistas del rosismo hablaron bastante de “la
igualdad ante la ley” y de la “igualdad de apariencias”, pero estos santos no
lo explicitan así.
Los valores militares
Los santos referidos a las milicias y el
ejército —otra escuela de formación de conductas— no tienen mucho que agregar a
estas ideas. A los soldados y milicianos se les dice que las campañas militares
y la guerra son la “verdadera escuela” del soldado; que ellos deben mostrar
siempre subordinación a sus jefes y oficiales, y que deben estar listos a
ofrecer su sacrificio personal en favor de la unión e independencia de su
patria. En suma, los soldados deben ser obedientes, disciplinados y
perseverantes, porque de ellos depende el sistema de justicia y el gobierno
legítimo. El orden anhelado por Rosas y el Partido Federal se apoya, en última
instancia, sobre los valores de los soldados.
Las creencias religiosas
El rosismo
utilizó a los religiosos para transformar la política del federalismo en una
nueva fe —al menos en un sentimiento de confianza en su caudillo y de fe en la
patria confederada—.21
Pero esto no aparece claramente en los santos y señas federales. Los santos
dicen que hay que ser agradecidos a todo lo que se recibe de Dios; que los
creyentes tendrán recompensa por su fe, y se espera que soldados y ciudadanos
pidan a Dios que proteja al gobierno, ilumine la mente de los legisladores, y
haga que la tierra siga brindando buenas cosechas, done trigo y pariciones de
terneros.
Mientras se afirma que
la libertad debe tener límites (legales y morales) para no caer en la anarquía
y el desorden, uno de los santos dice que la “Libertad-[es un]Don-Del
Cielo”, un don divino. Parece esto una deriva del pensamiento sobre derecho
natural que suena un tanto anómala en relación con el resto del discurso del
federalismo rosista. Para Rosas, el “orden” se
refería a la obediencia que la gente debe a las “leyes” y a las “autoridades”.
Y estas “leyes” eran parte del derecho estatutario, no la expresión de la
libertad individual de cada hombre. De hecho, la vida social estaba
excesivamente regulada durante el gobierno de Rosas. La gente circulaba por el
territorio de la provincia, pero debía llevar “pasaporte”; el ganado se
trasladaba de un lugar a otro siempre que tuviese marca y fuera acompañado con
su respectiva “guía”, y la libertad de prensa tenía límites estrechos. Estaba
prohibido cabalgar en un “caballo patrio”, y hasta los carros debían llevar
cartel de patente.22
Cuatro órdenes del discurso
Los santos expuestos a la vista pública en
julio de 1849 se refieren a cuatro espacios u órdenes del discurso: el orden
político y de gobierno; la disciplina militar; el orden moral; y la religión.
Como podemos ver en la Tabla 3, la mayor cantidad de “santos” se referían al
orden político y de gobierno. Es decir, versaban sobre temas que Jorge Myers ha
examinado con detenimiento: el sistema de la Federación; la amenaza que
representaban los unitarios; las leyes como columna de la república, y el orden
como su expresión triunfal.23 Curiosamente, “república” aquí no
aparece, aunque está claro por las otras palabras (“opinión pública”, “clamor
popular”, “la libertad” confrontada con el “desorden” y la “anarquía”) que la
Confederación Argentina era una república. La anarquía era el “manantial de los
males”, y las leyes representaban “la columna del orden” y “la salvaguardia
pública”. Estos santos elogiaban la libertad “con freno”, es decir, una
libertad en el marco del orden. E incentivaban el patriotismo federal, basado
en un pronunciamiento previo y tácito de “los pueblos”. Los santos llamaban a
los ciudadanos y soldados a hacer sacrificios para sostener la nación (la Federación),
y a aceptar abiertamente tanto los derechos como las obligaciones o deberes.
En segundo lugar,
seguían en cantidad los santos que se referían al orden moral. Había aquí un
claro mensaje: la constancia, el trabajo metódico, la economía, la sobriedad,
la moderación, el amor respetuoso y el pudor. Por otra parte, la Confederación
condenaba claramente ciertos vicios, entre ellos el derroche, el ocio, la
ambición, la codicia, el enojo, la ebriedad, la falta de pudor y la vida
licenciosa. Estas virtudes y vicios refieren a un sujeto moral abstracto, ya
que no están asociados con la vida urbana ni con la condición del campesino, y
por supuesto no tenían raza, condición social, ni género.
En tercer lugar, estaban
las consignas que se referían a la cuestión de la vida militar. En parte, el
soldado debía de mostrar las mismas condiciones que un ciudadano común: ser
aplicado, trabajador y perseverante. Además, debía ser obediente —aceptar
rígidamente su subordinación— y demostrar “valor”, es decir, valentía o coraje.
Si en el orden moral se requería un “ciudadano típico” de una república, en el
orden militar se esperaba un soldado también muy “común”, parecido al de
cualquier ejército moderno.
Los santos hablaban
menos de la religión, como si el Estado rosista
brindara pautas muy generales a una población que se suponía católica,
apostólica y romana. Curiosamente, los santos no mencionaban al catolicismo, ni
a Jesús ni a la Virgen María. Rosas y los jefes federales solo esperaban que
los soldados fueran agradecidos a Dios por su suerte (fortuna), por las leyes
justas (de la Legislatura bonaerense) y por las bondades del clima.24
Y sugería no profanar el culto y mostrar cierta cuota de “piedad”. Al igual que
en la Expedición al Desierto, se asociaban las victorias del ejército con la
creencia de que “Dios-Compatriotas-Es Justo”. Se trataba de un catolicismo
general y abstracto, que no demandaba demasiados sacrificios del creyente. Los
sacerdotes, por otra parte, estaban obligados a recordar en las misas los
episodios heroicos y las tragedias de la causa federal.
Aunque los santos y
señas pertenecen a cuatro órdenes de discurso, en realidad aparecen conectados
de maneras difíciles de describir. Es probable que estos sintagmas de tres
palabras compartieran una de las palabras. Si esto es así, el sistema
ideológico-discursivo del rosismo —particularmente
aquel destinado a los soldados y los ciudadanos—resultaría más complejo y
conectado. Una proposición ideológica, política o moral puede conectarse así
con otra, perteneciente a una pedagogía diferente. Esto implicaría que la
prédica del federalismo rosista a los “sectores
populares” o a una parte de los grupos subalternos fue un sistema ideológico
complejo, que operaba sobre al menos cuatro órdenes del discurso mencionados,
ligando pedagogías diversas que interpelaban a los habitantes hombres como
soldados, ciudadanos y seres sociales. Y por ello, la interacción comunicativa
de Rosas con sus soldados y ciudadanos fue bastante más compleja de lo que
decían los románticos, y aun ciertos historiadores simpatizantes de Rosas.
Conclusión
He analizado en este ensayo dos conjuntos
de santos y señas con las que Rosas intentó comunicar
su visión política y moral a soldados y ciudadanos durante su gobierno. A
través de estos mensajes, Rosas buscaba inculcar valores sobre el orden
político, la virtud moral, la disciplina militar y la religiosidad. Para ello,
he organizado estos santos en virtudes generales y virtudes del soldado. He
tratado de distinguir entre pedagogías o imperativos fuertes y débiles. Y
finalmente, he agrupado todas las consignas en cuatro órdenes de discurso:
orden político y gobierno, disciplina militar, orden moral y religión.
Las consignas estaban
interconectadas y conformaban un sistema ideológico coherente. Las tríadas de
palabras servían como herramientas pedagógicas para transmitir nociones sobre
la Federación, la amenaza unitaria, la importancia de las leyes y el sacrificio
patriótico, y no estaban dirigidos a la élite letrada, sino a soldados y
ciudadanos, en su mayoría analfabetos, quienes los memorizaban e
internalizaban. Las proclamas, por su parte, enfatizaban el orgullo nacional,
la confraternidad entre las tropas y la legitimidad del gobierno rosista, utilizando un lenguaje accesible y claro.
Es posible que los
santos y señas no revelen todo el universo ideológico del federalismo rosista. O que estos imperativos abreviados reflejaran
sentimientos y emociones vinculados a las experiencias de cada momento: el primer
momento (1833-34), uno de entusiasmo por haber vencido a los indios del sur; el
segundo (1849), un tiempo de mayor estabilidad política y orden social tras la
defensa exitosa de la soberanía frente a Inglaterra y a Francia, y la
contención de levantamientos en las provincias. Esta primera indagación permite
entrever los mensajes morales, militares y políticos que Rosas transmitió a sus gobernados por fuera de la república de las
letras. Así, aunque incompleto y tentativo, este estudio permite acercarse a
los entendimientos populares o subalternos sobre el rosismo.
o
Bibliografía
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discurso republicano en el régimen rosista
[1995], Bernal, Universidad Nacional De Quilmes, 2011.
Salvatore, Ricardo, La Confederación
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de la Confederación Argentina, vol. 3, Buenos Aires, Eudeba,
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Resumen / Abstract
Comunicar el orden político y moral. Los
santos y señas, y las proclamas a soldados durante el rosismo
Este artículo analiza los santos y señas y
las proclamas dirigidas a soldados durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas
(1829-1852) como herramientas fundamentales para comunicar el orden político y
moral del federalismo rosista. A partir del análisis
de dos corpus documentales —las consignas de la Expedición al Desierto
(1833-34) y aquellas otras exhibidas en las fiestas julianas de 1849— se examina cómo el régimen rosista
transmitió su ideología a sectores populares mayormente analfabetos. Aunque
perteneciendo a cuatro órdenes discursivos (político-gubernamental, militar,
moral y religioso), los santos y señas rosistas
constituyeron un sistema ideológico complejo, pero a la vez comprensible. Ellos
explicitaban las virtudes promovidas por el federalismo rosista
y los vicios que rechazaba, mostrando cómo Rosas intentó
moldear las conciencias de soldados y ciudadanos a través de mensajes
accesibles y claros.
Palabras clave: Federalismo rosista
- Santos y señas - Comunicación política - Virtudes y vicios - Sectores
populares
Communicating
political and moral order. The watchwords, and proclamations to soldiers during
the Rosism
This
article analyzes the “santos y señas”
(watchwords) and proclamations directed at soldiers during Juan Manuel de
Rosas’s government (1829-1852) as fundamental tools for communicating the
political and moral order of Rosas’ federalism. Based on the analysis of two
documentary corpus —the watchwords from the Desert Expedition (1833-34) and
those displayed during the July festivities of 1849— the study examines how the
Rosas’ regime transmitted its ideology to largely illiterate popular sectors.
Through pertaining to four discursive orders (political-governmental, military,
moral, and religious), the “santos y señas” constituted a complex, yet understandable
ideological system. They made explicit the virtues and vices promoted by Rosas’
federalism, showing how Rosas tried to reshape the consciousness of soldiers
and citizens through accessible and clear messages.
Keywords: Rosista federalism - Watchwords - Political communication -
Virtues and vices - Popular sectors
1 Jorge Myers, Orden y virtud. El discurso republicano en el
régimen rosista [1995], Bernal, Universidad
Nacional De Quilmes, 2011, p. 52.
2 Escribe Myers: “Rosas se transforma en el único verdadero
campesino y el único verdadero ciudadano” (ibid.).
3 Rosas, afirma Myers, “era el máximo detentador de la virtud
republicana” (ibid., p. 24).
4 Ibid., p. 51.
5 Ibid., p. 73.
6 Ibid., pp. 74 y 82.
7 Ricardo Salvatore, “La cultura política del federalismo rosista”, en L. El Jaber y C.
Iglesias (coords.), Una patria literaria. Historia
Crítica de la Literatura Argentina, vol. 1, Buenos Aires, Emecé, 2014.
8 Ricardo Salvatore, Paisanos Itinerantes. Orden estatal y
experiencia subalterna en la Buenos Aires de la era de Rosas, Buenos Aires,
Prometeo, 2018; La Confederación Argentina y sus subalternos. Integración
estatal, política y derechos en el Buenos Aires pos-independiente (1820-1860),
Santiago de Chile, Chile, Ediciones Biblioteca Nacional /Centro de
Investigaciones Diego Barros Arana, 2020.
9 Martin Villagrán San Millán, “Seguridad militar: santo y seña en
los ejércitos de Belgrano”, Revista Cruz del Sur, n° 4, 2013, p. 122.
10 Pueden verse ejemplos de estos santos en Villagrán, “Seguridad
militar…”, pp. 133-134.
11 Julio Schvartzman, “Santo, seña,
contraseña, baraja”, Bazar Americano, n° 90, diciembre-enero de 2023.
12 Ibid.
13 Adolfo Garretón (comp.),
Partes detallados de la expedición al desierto de Juan Manuel de Rosas en
1833. Escritos, comunicaciones y discurso del coronel Juan Antonio Garretón, Buenos Aires, Eudeba,
1975.
14 Ibid.
15 Véase Ricardo Salvatore, “Disciplinando Mediante La Pena Capital:
Ejecuciones de soldados durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas.”, Revista
de Indias, vol. 83, n° 289, 2023, y Schvartzman,
“Santo, seña, contraseña, baraja”. Como en el caso de la “baraja federal”,
varios autores consideran que los santos y señas eran parte de la mnemotecnia
de la Federación, es decir, ejercicios de la política rosista
de la memoria.
16 Proclama del 7 de agosto de 1833, en Adolfo Garretón
(comp.), Partes detallados, pp. 143-144.
17 Ricardo Salvatore, “Disciplinando Mediante La Pena Capital:
Ejecuciones de soldados durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas”, Revista
de Indias, vol. 83, n° 289, 2023.
18 Adolfo Saldías, Historia de la
Confederación Argentina, vol. 3, Buenos Aires, Eudeba,
1969, pp. 175-177.
19 Ibid., pp. 199-200.
20 A diferencia de los santos de 1833, estas consignas se
desplegaron en carteles que adornaban las “pirámides” construidas para celebrar
las fiestas del 9 de Julio.
21 Salvatore, “La cultura política del federalismo rosista”.; Roberto Di
Stefano, “El laberinto religioso de Juan Manuel de Rosas”, Anuario de
Estudios Americanos, vol. 63, n° 1, junio de 2006.
22 En relación con la sobrerregulación de la vida de la campaña y la
pedagogía que ejercía el régimen sobre la ley, véase Salvatore, Paisanos
itinerantes, pp. 221-227.
23 Myers, Orden y virtud.
24 Interpretación personal del santo que dice: “Dios
Santo-Alumbrad-la Tierra”.