Daniela Slipak,

Discutir Montoneros desde adentro. Cómo se procesaron las críticas
en una organización que exigía pasión y obediencia
,

Buenos Aires, Siglo XXI, 2023, 240 páginas.

Los años setenta y ochenta constituyen un período histórico en constante revisión y disputa en el Cono Sur, y en particular en la Argentina. Fruto de los nuevos contextos políticos contemporáneos, la historia se ha presentado como un campo de batalla en el que se ha intentado discutir, criticar y adjudicar responsabilidades por la agudización de la violencia política y los crímenes de las dictaduras militares. En el caso argentino, las reflexiones y críticas respecto de la violencia política desarrollada fundamentalmente en los setenta han ocupado un rol protagónico en la discusión pública, intensificándose o retrayéndose en ciertas coyunturas específicas. Al respecto, en la vasta literatura académica y no académica sobre el período, así como también en las reflexiones o polémicas situadas en distintos medios de comunicación, la imagen sobre los grupos armados revolucionarios de los setenta, más allá de sus especificidades, es presentada de forma bastante monolítica. Mayoritariamente se las concibe como organizaciones firmes, centralizadas y jerárquicas en el marco de una estricta disciplina militar, en las que no habría existido lugar en su interna para plantear discusiones y desacuerdos sobre el desarrollo de la estrategia y los diferentes caminos a seguir. Esto recién habría cambiado entrados los años ochenta con la revisión autocrítica de sus protagonistas, en su gran mayoría en el exilio, y enmarcado en un contexto de desestructuración de la matriz insurgente y la progresiva hegemonía de los ideales liberales-democráticos. Partiendo de esta constatación crítica respecto de estos sentidos dominantes sobre el pasado reciente, se inicia el libro de Daniela Slipak: Discutir Montoneros desde adentro.

Con la intención de desmontar las mencionadas ideas y concepciones hegemónicas, Slipak se propone restituir las discusiones que tuvieron lugar en el transcurso de la propia experiencia, permitiendo de esta manera “abrir la densidad intrínseca de la subjetividad revolucionaria armada” y así constatar que muchas de las influyentes revisiones retrospectivas que se pronunciaron desde la transición estuvieron enmarcadas en planteos formulados anteriormente, al calor del proceso. En este sentido, para analizar las discusiones suscitadas en el transcurso de la experiencia la autora aborda como objeto de estudio las cuatro disidencias colectivas que sufrió Montoneros a lo largo de su historia, ordenadas de manera cronológica: Montoneros Columna José Sabino Navarro (1972-1975), la Juventud Peronista Lealtad (1973-1974), el Peronismo Montonero Auténtico (1979-1980) y Montoneros 17 de Octubre (1980-1982).

Aunque presentando significativas diferencias en sus orígenes, estructura, alcance e inclusive en los contextos históricos específicos de la organización en los que surgieron, el análisis de estas disidencias colectivas permite trazar continuidades en sus planteos y discusiones que, además, suponen parte constitutiva de la subjetividad montonera: la legitimidad de la violencia y su ejercicio, la representatividad de la dirección nacional o qué se concebía efectivamente como el peronismo. De esta manera, Slipak propone analizar el modo en que los disidentes respondieron y disputaron dichas cuestiones de importancia central en la experiencia de los militantes montoneros. Además, la autora inscribe estas disputas en un lente mayor, de orden conceptual, que forma parte de los problemas propios del pensamiento político contemporáneo, como la articulación entre violencia y política, las distintas maneras de definir el conflicto, la disputa por la categoría de pueblo, o las nociones de tradición, identidad y subjetividad en tanto instancias en permanente construcción.

Para entender de mejor manera cómo se originaron las disidencias analizadas y de qué forma se procesaron estas discusiones, Slipak indaga previamente en la matriz normativa de la subjetividad revolucionaria armada montonera. Para ello profundiza en la reglamentación de la vida interna de la organización, en tanto concibe que las normas delinearon las expectativas, obligaciones y prohibiciones
de sus militantes, así como también reclamaron determinadas conductas que se enmarcaban en la imagen del militante heroico y sacrificial, propio de la nueva izquierda latinoamericana de los sesenta y setenta. En este sentido, además de los elementos puestos en discusión por las disidencias que, aunque matizados o de forma ambigua, presentaron una continuidad entre los diferentes grupos, el protagonismo de la norma y su influencia en la obturación de los espacios para plantear los desacuerdos forman parte de un hilo conductor que atraviesa los capítulos específicos dedicados a los grupos disidentes.

En los capítulos destinados al análisis de cada grupo, Slipak comprueba la existencia de una larga historia de críticas disidentes en la militancia montonera, que incluso se remontan al propio inicio de la experiencia, como es el caso de los sabinos, escindidos apenas dos años después de la primera aparición pública de Montoneros. La historización realizada por la autora muestra la continuidad existente a partir de puntos de discusión comunes que se suscitaron en contextos diferentes de la organización y de la política nacional. Mientras que los sabinos se escindieron en un momento de desarrollo incipiente de la organización y con Perón en el exilio, la Juventud Peronista Lealtad lo hizo en un contexto de crecimiento exponencial de militantes y en disputa con otros actores y espacios del movimiento peronista –e incluso con el propio Perón–, y por último, las escisiones del Peronismo Montonero Auténtico y Montoneros 17 de Octubre se realizaron con la dirección nacional y la mayoría de los militantes en el exilio, en los momentos de preparación y lanzamiento de la Contraofensiva. A pesar de las diferencias contextuales, en los cuatro grupos disidentes existieron ejes compartidos fundamentales de discusión y discordancia con la conducción de Montoneros, por ejemplo en torno a la legitimidad y la forma de ejercicio de la violencia, la concepción del peronismo y la vinculación con otros actores o espacios dentro del movimiento, o la interpretación de la norma y la reglamentación de la vida interna de la organización. En este sentido, la autora hila una trama que, sin tener un carácter lineal, se extiende a lo largo de toda la experiencia montonera.

Considero que la historización de las críticas disidentes realizada por Slipak permite, aunque no únicamente, destacar tres aspectos principales del libro. En primer lugar, aporta una mirada que trasciende la historia oficial de Montoneros, construyendo un objeto de estudio particular que conforma y excede a su vez la historia de la organización. Pero a partir de la reconstrucción de las ambigüedades y contradicciones existentes en la disidencia, también cuestiona y complejiza la interpretación disidente, la cual ha simplificado y dicotomizado asuntos constitutivos de la subjetividad revolucionaria y de la experiencia armada setentista. Aquí radica el segundo aspecto a destacar, en tanto que la complejización de la interpretación disidente permite desentrañar parte de la subjetividad revolucionaria, mostrando que muchos de sus interrogantes y puntos de discusión reaccionaban a premisas revolucionarias frágiles, generando problemas de difícil o imposible resolución. Ejemplos de ello son las discusiones sobre la legitimidad o justeza de la violencia, su carácter popular o su desvío foquista, los sacrificios que debían realizarse para desplegarla, la apelación al pueblo para obtener su legitimidad, o quién podía decidir sobre todas estas cuestiones, entre otras.

Por último, el libro hace posible reformular el lugar y la importancia del exilio y la posterior recuperación democrática en las lecturas retrospectivas sobre las experiencias revolucionarias de los setenta. La trama reconstruida por Slipak permite ver que desde el exilio se discutió con “coordenadas” específicas que ya se encontraban presentes desde los inicios de la experiencia. Por ejemplo, la acusación de “militarismo”, “foquismo”, “vanguardismo”, aislamiento de la cúpula y desconexión con el pueblo, todas ellas formulaciones de importancia central en la crítica retrospectiva de exmilitantes o simpatizantes plasmadas en libros y revistas político-culturales, ya habían sido formuladas de manera literal en el transcurso de la experiencia revolucionaria por parte de los grupos disidentes. Ello cuestiona, de manera directa, el carácter original de la discusión que tradicionalmente se les otorga a las revisiones producidas desde el exilio y la transición democrática, en el contexto de la desestructuración del horizonte insurgente, es decir, con el “faro de la revolución ya apagado”.

El libro de Slipak, si bien aborda un período frecuentemente revisitado, propone un análisis sobre un objeto de estudio original, habilitando la reflexión sobre otras organizaciones revolucionarias que se enmarcaron dentro de la nueva izquierda latinoamericana, y además polemiza con nociones y sentidos profundamente arraigados sobre nuestro pasado reciente.

Franco Morosoli Sevi

Universidad de la República