David Viñas,

Trastornos en la sobremesa literaria. Textos críticos dispersos, selección
y prólogo de Marcos Zagrandi,

Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2023, 320 páginas.

 

David Viñas,

Literatura argentina y política (2 vols.), edición crítico-genética, estudio preliminar
y notas de Juan Pablo Canala,

Villa María, eduvim, 2023, 1140 páginas.

¿Qué hacer con Viñas? ¿Cómo volver a leerlo, a trece años de su muerte, es decir, de sus tonos vibrantes, de sus indagaciones insistentes? Y sobre todo: ¿cómo y por qué volver a sus trabajos, cuando es evidente que, sin perder su intensidad ni amenguar la incomodidad que nos suscitan, las grandes líneas de sus hipótesis culturales y políticas, ciertas operaciones retóricas precisas del fraseo de su pensamiento y muchos de sus hallazgos de lectura son, ya, inescindibles de los objetos que interrogaban?

Creo que la única respuesta posible es que no se puede volver a Viñas sin reeditarlo. Dos títulos, que comenzaron a circular casi al mismo tiempo, pero articulados bajo perspectivas muy diferentes, divergentes en sus intereses, metodologías y en las prácticas lectoras a las que invitan, ratifican la oportunidad de ese regreso. No son, en rigor, libros de Viñas. El primero, Trastornos en la sobremesa literaria, reúne notas y artículos “dispersos” (el adjetivo está en el subtítulo del volumen y se reitera como clave interpretativa), que “no fueron concebidos para componer un libro” (p. 11), explica en su introducción Marcos Zagrandi, responsable de la organización del tomo y de la selección de los textos que lo componen. El segundo, al cuidado de Juan Pablo Canala, es una “edición crítico-genética” integral de la obra clave que Viñas reescribió y reversionó muchas veces a lo largo de su trayectoria intelectual: Literatura argentina y política. Decir esto, que es decir muy poco, alcanza para advertir que ambos materializan, bajo la forma del objeto libro, intervenciones crítico-teóricas desde el pensamiento y la imaginación en torno a los archivos y a propósito del archivo como problema. Como si ahora que Viñas mismo se ha vuelto archivo –es decir, ahora que comienza a ser leído no solo como un autor, como una obra o en su perfil intelectual, sino a partir de la recuperación de un conjunto de documentación dispersa y fragmentaria–, su lectura solicitara más que nunca una mirada a la vez atenta a la materialidad, a la circulación y a los detalles de un discurso crítico contundente, de una prosodia inseparable del recuerdo de su voz tonante y, al mismo tiempo, capaz de advertir los hiatos, los bordes rasgados y los solapamientos que exigen una serie de montajes y recontextualizaciones de las piezas “originales” para reabrir sus sentidos a preguntas formuladas en tiempo presente.[1]

Trastornos de sobremesa presenta cincuenta y una piezas firmadas por Viñas, con su nombre o con seudónimo, para diferentes medios de prensa, precedidas por una cuidada introducción del compilador. Zagrandi caracteriza el conjunto como un “enjambre […] que rodea al aparato crítico, a la vez que un espacio de ensayo y ampliación” (p. 12) de las hipótesis clásicas de su autor. La metáfora atrapa con acierto lo abigarrado y confuso de cada uno de esos textos cuyo estilo, temas y marcas léxicas distintivas tienen una lógica propia pero en sintonía con la “integralidad” (p. 11) de una obra que, al mismo tiempo, los desplazaría más allá de sus bordes.

Al pie de cada pieza se indica la fecha de su publicación y su fuente. Esto permite verificar que, aunque las fechas extremas de las notas reunidas trazan un arco efectivamente amplio (el primer texto es de 1974 y el último de 2008), más de la mitad se publicó entre 1985 y 1990. Esto es: en los años en que Viñas, que había sido y sería después docente en diferentes ámbitos, preparó junto a un equipo docente los cursos que dictó al frente de Literatura Argentina I en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (entre 1986 y 1992). Como puede verificarse confrontando ese conjunto con los programas de la materia dictados (algunos de ellos incluidos en el volumen curado por Canala), las marcas de esos diálogos propios del trabajo de cátedra de una universidad pública permean las recurrencias temáticas de esa “zona de calor” que, al mismo tiempo, da un panorama bastante preciso de la presencia de la palabra de Viñas en suplementos culturales de medios masivos (Nuevo Sur, Página/12, Clarín) durante ese período. En esos artículos, personajes, cuestiones o textos que Viñas ya había abordado en sus libros se presentan reclamados, por diversos motivos, por el presente más coyuntural (una efeméride, un detalle de la política local, la necesidad de la “colaboración” como trabajo). De ahí, quizá, que la tensión entre la escritura rápida y la voluntad de llegar a un público amplio den paso, más de una vez, a una escritura que parece tomada por una pulsión animal, que la hace impredecible y desbocada, opaca y tercamente reiterativa en su opacidad hasta lo ilegible, en ciertas zonas. La impresión se acentúa notablemente en los textos más tardíos de la compilación, que exceden lo que Zagrandi apunta como rasgos de una “crítica barroca” (p. 14). Esta noción, que el crítico despliega en un inteligente catálogo de recursos microtextuales, es la hipótesis que da unidad al tomo, en el que cada texto testimonia los modos en que Viñas buscaba “maniobrar en el interior de [la] densidad” (p. 16) de la lengua y produce una escritura cuyo oscurecimiento tiene una “dimensión política” (ibid.).

Trastornos está estructurado en tres secciones. “Transversales” agrupa textos en los que Zagrandi se propone mostrar cómo Viñas despliega su método de lectura: el hallazgo de “cruces reveladores” que “dan cuenta menos de la detección de reiteraciones en diferentes escenarios que de la necesidad de leer la cultura en distintos niveles de articulación” (p. 18) bajo una lógica que descubre la unidad en lo fenomenológico disperso, las correspondencias entre niveles de análisis heterogéneos y entre lo que los textos dicen y lo que sugieren o eluden. “Enfoques” se divide en dos series. La primera se ocupa de seis escritores argentinos sobre los que Viñas ha escrito reiteradamente: Sarmiento, Mansilla, Lugones, Arlt, Borges y Walsh. La segunda reúne cinco textos sobre problemas latinoamericanos. La última sección, “Anatomías”, ofrece un sesgo metarreflexivo, ya que Zagrandi agrupa allí “textos en los que Viñas reflexiona sobre la figura del intelectual y sobre algunos modelos en torno a los cuales piensa en su propia trayectoria como escritor y como crítico” (p. 19). Frente al “enjambre”, Zagrandi ofrece la “confección” (p. 21) del libro como metáfora que da forma a su lectura crítica: su apuesta central, nada menor, se vuelve concreta en el desafío del armado de ese índice, que busca dar legibilidad al conjunto sin resignar la poética propia de la “crítica barroca”.

La edición crítico-genética de Literatura argentina y política también hace del armado del índice una apuesta crítica insoslayable, que Canala frasea como el asedio de “la existencia de un libro bajo el influjo mutable de su forma”
(v. i, p. 12). El cotejo de las versiones que organiza la obra, fruto de la pesquisa de archivo y de su análisis, convoca tanto los protocolos de la crítica genética como de la sociología de la literatura, la historia cultural y política, la teoría y la crítica literarias, que traman un objeto del que Canala parte como “hipótesis de trabajo” (v. i, p. 111). El texto que va a leerse será, en todo caso, la detención, bajo caracteres impresos, de una serie de capas textuales superpuestas. Cada una de ellas, cada estado del texto, corresponde a una de las diferentes versiones de las hipótesis culturales y políticas que Viñas exploró y puso a circular en distintos soportes y formatos, a lo largo de más medio siglo de trabajo intelectual, de
Contorno a los proyectos en que venía trabajando al momento de su muerte. La ambiciosa puesta en conjunto de Literatura argentina y política bajo una mirada crítico-genética, por eso, ofrece a la vez un valioso conjunto documental, despliega una serie de hipótesis sobre su puesta en diálogo y encuentra un estilo para uno de los textos cuyo impacto en la forma de la literatura argentina del siglo xx tal como la entendemos es difícil exagerar.

Además de las distintas versiones éditas y –en mucha menor medida– manuscritas, los dos tomos al cuidado de Canala incluyen algunos capítulos de otras obras, artículos publicados en medios periodísticos, prólogos, algunos de los programas dictados por Viñas en los cursos que impartió en las universidades nacionales de Rosario y Buenos Aires y, por último, tres utilísimos y vertiginosos índices (onomástico, de obras citadas y el maravilloso índice de conceptos de la obra), que hacen vibrar el cuerpo de texto bajo la dirección del sustancioso estudio preliminar. En ese estudio, Canala comienza por describir pormenorizadamente los materiales con los que trabajará y dispone los rudimentos de la disciplina que organiza su libro. Quien lee, así, se ve desafiado por una lectura que solicita seguir la lógica de la argumentación de Viñas en la dirección convencional de un escrito occidental (de izquierda a derecha) y, a la vez, en el diálogo vertical que supone la confrontación del cuerpo de texto con las distintas versiones anotadas. El resultado es una experiencia de lectura ardua y placentera, que superpone el espesor informativo del registro genético con hallazgos del orden de lo poético, que vuelve motivado en cada detalle: el hallazgo en la variante de un adjetivo, la omisión de una referencia bibliográfica, la irrupción de una referencia al presente de su publicación.

A continuación, el editor demuestra la productividad de ese trabajo analítico al menos en tres dimensiones. La primera le permite trazar la historia de un libro, de sus transformaciones y de las resistencias de su andamiaje ideológico y retórico. La segunda diseña un completo perfil de la trayectoria biográfico-intelectual de Viñas, que integra notable y productivamente los diferentes andariveles y ocasiones de su escritura con los diversos mundos de la sociabilidad intelectual: las revistas, las aulas universitarias, las editoriales, los bares, el mundo del trabajo y el de la militancia. En un relato que se lee con interés novelesco por su atractivo y también por el rigor de su trama, Canala sigue a Viñas y vuelve a su obra a través de las ráfagas de la historia argentina y latinoamericana: los exilios, las persecuciones, las redes de sociabilidad institucionales e informales, los itinerarios cuyo rastro por momentos se pierde, tal como se desarman y rearman las bibliotecas al ritmo de los libros que se encuentran e intercambian, se compran, se pierden, se venden. Se ocupa también de los libros que Viñas promete a sus editores pero no escribe, proyectos en suspensión o efectivamente truncos, cuyo impulso de indagación, sin embargo, la edición genética permite rastrear en los efectivamente publicados. La tercera de esas dimensiones, por último, se detiene en la forma en que las distintas versiones de la obra de Viñas ensayan respuestas a los presentes en que fueron enunciadas, a partir de una noción de lo literario como una partitura continua que cifra el funcionamiento de la cultura y la sociedad argentinas, en la que es posible leer, de manera privilegiada, los imaginarios que las atraviesan y que actúan efectivamente en sus sucesivos estados históricos.

Literatura argentina y política muestra, así, no un cúmulo de textos, autores o movimientos estéticos, sino una cultura en la que los escritores, incluso algunos de los que la historia  literaria había relegado como personajes secundarios o de tercera o cuarta línea, son exponentes sensibles de una retórica o de una “dramática”
–como la nombra, a veces, Viñas– que solo la acumulación de estratos de las distintas versiones de su texto permite descubrir y precisar. Puede tratarse de tipos únicos, como Payró, entendido como “el modelo de escritor-social demócrata argentino” (v. i, p. 474) o de protagonistas efímeros de una escena que solo Viñas logra develar: el padre Castellani brilla por un instante, por ejemplo, postulado como creador de un “barroco popular” que permite reconectar la escritura de Borges con la de Marechal (v. ii, p. 466). En ese laberinto de escritores, Canala pone finalmente el foco sobre el propio Viñas, exponiendo cómo sus ficciones dialogan con su trabajo crítico aunque subordinadas a él, alimentándolo. En efecto: los instrumentos descriptivos y los conceptos que sostienen las hipótesis de Viñas surgen siempre de una experimentación y de un forzamiento del léxico y de la sintaxis cotidianas, y se expanden y complejizan, como puede advertirse, ensayando tonos y perspectivas enunciativas, configurando escenas, estableciendo tipologías y motivos recurrentes.

Algunas de las evidencias más atractivas de esos solapamientos discursivos se advierten al recorrer la totalidad de Literatura argentina y política: en la sorpresa que suscita la retórica extrema que sostiene De Sarmiento a Cortázar (1971, 1974), evidente en su lectura en correlación con otros títulos; en los avances y repliegues sobre la figura de Rodolfo Walsh –que Viñas va construyendo, sin temor a la paradoja, como un verdadero personaje ficcional e interlocutor en ausencia–; y en la creciente complejidad con que lee a Mansilla –cuyo personaje público, marcado por la exhibición de su clase social, Viñas va logrando desplazar hacia una lectura atenta a descubrir la potencia de la que es, probablemente, la literatura argentina más deslumbrante del siglo xix–.

Viñas nos enseñó que cortar la palabra a otro, resituar su contexto, es un método crítico agudo para evidenciar la ideología que suavizan las formas. Así lo hace al estampar sus epígrafes, así cambia los tonos y los énfasis de una frase intercalando paréntesis, así transforma los remates de sus párrafos en réplicas abiertas a los lectores, de un texto a otro. En su trabajo minucioso y sutil, Canala logra cortarle la palabra a Viñas con palabras de Viñas. Esa es la gran apuesta crítica de su edición genética, el mejor modo de volver a hacerlo hablar.

Claudia Roman

conicet / Universidad
de Buenos Aires



[1] El Fondo David Viñas, custodiado en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, comenzó a constituirse con la compra de sus papeles en 2009 y, si bien se abrió a consulta en septiembre de 2011, recibió más tarde donaciones parciales de otros acervos. Sus “papeles personales” fueron recibidos por cedinci / unsam
en 2022. A esta documentación debe añadirse la que se conserva en archivos privados, algunos de los cuales han comenzado a ser indagados ya. Véase: Juan Pablo Canala, “David Viñas profesor: entre el ensayo, la teoría y el archivo”,
Artifara, vol. 24, n° 1, 2024.