Martin Jay,

Immanent Critiques. The Frankfurt School under Pressure,

Londres/Nueva York, Verso Books, 2023, 231 páginas.

¿Cómo es posible pensar la actualidad de un legado político-intelectual? ¿Qué sentidos tiene esa operación? ¿Desde qué lugares nos es permitido ponderar una tradición? ¿Qué podemos hacer con esa herencia? Las respuestas disponibles para estar preguntas pueden ser muy diversas, pero algunas de las que ofrece Martin Jay en este libro resultan especialmente instigadoras sobre el modo de practicar la historia intelectual.

Profesor emérito del Departamento de Historia de la Universidad de California en Berkeley y especialista en la historia de la escuela de Frankfurt, Jay sugirió un desafiante ejercicio en ocasión del centenario de la creación de Institüt für Sozialforschnug y de los 50 años de la publicación de su tesis, The Dialectical Imagination: aplicar una crítica inmanente desde dentro a lo largo de un conjunto de ensayos que “ejercen presión” en algunas dimensiones de la teoría crítica dispuesta como potente herramienta analítica.

También propone un sofisticado prisma de interpretación política que, en el marco del avance global de las extremas derechas, ayude “…a mantener a raya la creciente oscuridad” [to keeping the gathering darkness at bay]. Como sostiene Jay, la historia intelectual usualmente se enfrenta al problema de la proximidad/distanciamiento respecto de los legados de las personas que busca reconstruir. Por ello, la imperiosa formulación de un objeto de estudio forjado en una distancia crítica debiera prescindir de la deriva “apologética” en la que no pocos trabajos incurren. Tal como en su libro de 2020 Splinters in your Eyes: Frankfurt School Provocations, Jay invoca al legado frankfurtiano para desplegar historizaciones menos lineales en su narrativa, pero también menos ingenuas a las contradicciones conceptuales y a la consideración de ciertos contextos menos obvios.

A lo largo de ocho ensayos, Jay transita sobre algunos pliegues donde el legado de Frankfurt parece tensionarse de manera singular. Sin embargo, en todos los textos se identifica fácilmente la persistencia de los recaudos que Jay indica sobre la “hipostatización” a la que usualmente conduce la propia noción unificadora de “Escuela” para referirse a esa constelación de personas, ideas y situaciones. Como antídoto ante un relato excesivamente sinóptico del legado de Frankfurt, Jay organiza sus aproximaciones mediante enfoques que generen una mirada renovada sobre sobre conexiones poco frecuentadas. Por caso, en el capítulo 1, “1968 in an Expanded Field: The Frankfurt School and the Uneven Course of History”, Jay se nutre de la noción de “campo extendido” acuñada por la crítica de arte Rosalind Krauss en 1979 para explorar las actitudes de algunas figuras como Adorno y Horkheimer ante las movilizaciones de estudiantes y militantes de las luchas “tercermundistas” en el “1968 global”. Jay sostiene que resulta decisivo “expandir los contextos” de las rebeliones universitarias, y las posiciones de la Nueva Izquierda en Estados Unidos y Alemania, a los vaivenes de la Guerra de los Seis Días en 1967, a partir de la cual figuras expectables de la teoría crítica revisaron su relativa indolencia respecto de las luchas anticoloniales en América Latina, África y Asia: descentra “1968” de la narrativa de hito fundacional y lo conecta con  “1945” como horizonte temporal para explicar el ascenso de la radicalización política de una generación estudiantil ante la violencia no resuelta completamente tras la guerra.

En el capítulo 2, “Adorno and the Role of Sublimation in Artistic Creativity and Cultural Redemption”, Jay retorna sobre la tensa relación entre Marx y Freud que hicieron los intelectuales de la Escuela de Frankfurt, en particular, la revisión del rol del psicoanálisis en la comprensión de la producción artística. Entre las posiciones de Adorno en Minima Moralia y en Teoría Estética, Jay entiende que Adorno incurrió en una crítica inmanente del concepto de “sublimación”, desanclando esta noción del horizonte freudiano hacia una “[…] transfiguración estética del sufrimiento, tanto humano como natural”. Ese desplazamiento resulta medular para Jay debido a que, bajo esta nueva perspectiva, la noción de sublimación, en un sentido más amplio, conecta el legado de la creatividad cultural del pasado con el presente para posibilitar un futuro diferente. Es decir, menos una interpretación reaccionaria que una apertura a la libertad. 

En los capítulos siguientes aborda momentos singularmente centrales de la tradición de la teoría crítica: el posicionamiento de los intelectuales sobre los sentidos del Holocausto, las investigaciones sobre la “personalidad autoritaria” y la indagación sobre los orígenes del nazismo. En el ensayo “Blaming the Victim? Arendt, Adorno and Erikson on the Jewish Responsibility for Anti-Semitism”, el autor reconsidera las intervenciones esgrimidas por las tres figuras ante el dilema de comprender el desarrollo histórico del antisemitismo hasta la “fase de exterminio”. Como sostiene Jay, cada una de estas personas exploró el lugar de los judíos en el imaginario occidental como estrategia analítica a partir de tropos retóricos generalizantes también utilizados por los antisemitas. ¿Qué es el “pueblo judío”? ¿Quiénes lo integran y quienes lo integraron? Las categorías identitarias problemáticas son parte de una crítica inmanente que, como en el caso de Adorno, reconoce en ellas los modos de supervivencia e identificación pero que advierte ante su exagerada reificación y la deriva particularista que ha fundado estigmatizaciones de todo tipo.

Si aquella experiencia de la tradición frankfurtiana resulta, para nosotros, de una actualidad incontestable, el capítulo 4, “The Authoritarian Personality and the Problematic Pathologization of Politics”, no lo es menos (“In these increasingly troubled times, the ghosts of the 1930s and 1940s seem to haunt our political landscape”). El notable interés contemporáneo por la serie de estudios que el Instituto promovió ya en sede norteamericana en colaboración con el Berkeley Public Opinion Study Group, y conocidos como “Studies in Prejudice”, llevó a Jay a reconsiderar la génesis de la investigación colectiva publicada en 1950. Al combinar el uso de encuestas con técnicas cualitativas, el proyecto resultó especialmente atractivo para el panorama de las ciencias sociales de postguerra pese a que las críticas se centraron en “su perfil psicologicista” antes que sociológico.

En vez de retornar sobre los debates previos, Jay prefiere detenerse, por un lado, en la consideración de la aplicabilidad transcultural del modelo caracterológico generado por el equipo de investigación con presupuestos teóricos europeos y dispuesto en la población estadounidense. Y, por el otro, en los límites de la patologización de la política con sus consecuencias negativas en tanto que los tipos caracterológicos fueron presentados como “indicadores permanentes de la atracción por el autoritarismo”. En este marco de intereses, Jay retorna sobre la teoría de los rackets de Horkheimer sintetizada en sus textos “Theorie des Verbrechers” y “Die Rackets und der Geist” para amplificar los ecos de aquellas indagaciones escritas al calor de la guerra recién iniciada. En el capítulo 5, “The Age of Rackets? Trump, Scorsese and the Frankfurt School”, vuelve sobre los pasos de la crítica frankfurtiana a la “industria cultural” para posar su análisis “sintomático” en el filme The Irishman de Martin Scorsese como producto de la era de Donald Trump. Jay explora la crítica inmanente a la teoría de Horkheimer, evidenciando los límites del tránsito hacia una organización social propia de los rackets a partir de aquellas basadas en las abstracciones universalizadoras del principio moral, de las relaciones impersonales del mercado y en el Estado de derecho. En efecto, Jay sostiene que la potencia del análisis inacabado de Horkheimer sobre los efectos disolventes del capitalismo respecto de las instituciones estatales propios de los años cuarenta (el ascenso de un tipo de “cleptocracia”), subsiste en la actualidad pese a la diferencia en los contextos. En la “coyuntura fatídica” actual, Jay insiste en que el legado de Frankfurt permite fundar análisis sofisticados a partir de la adaptación de aquel modelo analítico ante la posibilidad de un nuevo gobierno de Trump (“We may not live in a full-blown racket society, or at least not yet… Today, when a second term for an impeached but exonerated racketeerin-chief seems a distinct possibility, we cannot, alas, be so sure”).

En “Go Figure: Fredric Jameson on Walter Benjamin”, Jay regresa sobre la figura de Benjamin en tanto excéntrica respecto de los demás miembros del Institüt para adentrarse en el “interpretive tsunami” al que dio lugar su obra. En este caso, se trata de un ensayo-respuesta al crítico cultural estadounidense Fredric Jameson quien, en 2020, publicó su libro The Benjamin Files. Si bien el texto de Jay se presenta como una reflexión tanto sobre el legado de Benjamin como sobre la lectura que Jameson hace de él, resulta una pieza argumentativa sofisticada. En ella se dirimen las tensiones que cada uno de los analistas proyecta sobre Benjamin. Así, la empresa de Jameson por reinscribir la ecléctica obra de Benjamin en el lugar del materialismo histórico resulta, a la vista de Jay, un esfuerzo fallido en la medida en que las contradicciones propias de Benjamin difícilmente permiten un encuadramiento político progresista e intelectual semejante.

Asimismo, si ese vínculo resultaba inconsistente, Jay encuentra otro de sentido inverso en el capítulo “Leib, Körper and the Body Politic”, en donde las reflexiones de Benjamin sobre el cuerpo permiten una relectura del lazo entre teoría crítica y las posiciones fenomenológicas de la antropología filosófica de Max Scheler, Edmund Husserl y Helmuth Plessner. Explorando la distinción de Leib y Körper iniciada durante la era de Weimar, Jay regresa sobre el prístino rechazo que Horkheimer y Adorno colocaron sobre la fenomenología para mostrar bajo nueva luz esa conexión ya advertida por Axel Honneth y Hans Joas.

Si los supuestos ahistóricos de la fenomenología parecían refractarios a la teoría crítica, Jay indaga en el lugar de Helmuth Plessner en el momento frankfurtiano de postguerra. Cuestiona así la noción vitalista de plenitud orgánica como modelo normativo de “salud” social y política, a partir del par de nociones Leib/Körper que sugiere la cualidad activa de la experiencia humana de la corporeidad distinta de los objetos inertes de la naturaleza inorgánica. Para Jay, la productividad de esa distinción permite no perder de vista el cuerpo vulnerable que sufre, a la vez que actúa en nuestra imaginación política. En los contextos actuales resulta central para comprender los movimientos contra la tanatopolítica que vuelve a los cuerpos descartables.

Esa actualidad del legado de la escuela de Frankfurt lleva a Jay, en el último ensayo del libro “Marx and Mendacity: Can There Be a Politics without Hypocrisy?”, a retomar los escritos sobre el diagnóstico de Verblendungszusammenhang en tanto sistema total de engaño donde la frontera de verdad y mentira se desvanece. “Nadie cree a nadie”, sostenía Adorno en Minima Moralia. Jay retoma esas elaboraciones para pensar el momento de “fake news” y demás teorías conspirativas contemporáneas que “desgastan la verdad”. El antídoto puede parecer obvio: una política de honestidad implacable y transparencia absoluta, pero Jay, retomando a Foucault y a Adorno, advierte sobre los modos en que las verdades absolutas también posibilitan control y ejercicios de anti-política. Jay se basa en los textos de Arendt sobre los vínculos entre política y verdad para discutir con Alain Badiou a partir de las funciones de la mendacidad política. Señala que aun en los discursos como el científico, construido en base en métodos desinteresados de investigación, “…no existen protocolos comparables que puedan ordenar el tumulto de valores, cosmovisiones y narrativas que compiten en la arena política, donde la búsqueda de la verdad singular es más tiránica que liberadora”.

Ezequiel Grisendi

Universidad Nacional
de Córdoba