Nathalie Goldwaser Yankelevich,

La moda, revolución efímera,

Buenos Aires, Editorial Las cuarenta, 2022, 122 páginas.

En una época en la que el consumo se ha convertido en el reloj del tiempo y en la que, paradojalmente, se torna desechable y finito, el fenómeno de la moda nos ofrece un instante de revolución, fugaz, que retorna siempre a formas anteriores. ¿Pero por qué la moda es aquí presentada como una revolución efímera? ¿Acaso las revoluciones no significan un antes y un después de su tiempo?

El recorrido de Nathalie Goldwaser Yankelevich, autora del libro que aquí se reseña, ha sido interdisciplinario, con una marcada metodología que combina los textos e ideas en contexto con la historia comparada.[1] Su primer libro trabajó las figuras de la mujer en los discursos decimonónicos de la Generación del 37 rioplatense y lo que dio en llamar “Generación santanderista” colombiana.[2] Por su formación como doctora en Ciencias Sociales (uba) y doctora en Ciencias del Arte (París 1 – Panthéon Sorbonne), magíster en Comunicación y Cultura y licenciada en Ciencia Política, podemos comprender aún más por qué se dedicó al fenómeno de la moda. Surge, en algún sentido, del encuentro de la mención a la moda por parte de aquellos pensadores del siglo xix sobre los que había escrito. Eso conllevó poner la idea en contexto y de allí indagar en la producción de autores europeos que han circulado profusamente en América Latina. Su trayectoria académica da cuenta de que La moda, revolución efímera no es un libro sobre diseño de indumentaria o la industria textil, no discute sobre ornamentos, o tendencias mercantilizadas; por el contrario, libra la batalla de presentar la moda como concepto político. 

Ya en el preludio se adelanta lo que revela en los apartados siguientes: el fenómeno de la moda hilvana una tríada entre la novedad, la tradición y lo antiguo, mientras que su forma inactual nos envuelve bajo la vaguedad y confusión de no saber si se avala y se consiente o, por el contrario, se está indefectiblemente atado y sometido a él (p. 32). La moda envuelve objetos, prácticas y disciplinas, y si bien no se la puede escindir del universo textil tampoco es exclusiva de este. Se manifiesta no solo ante la elección del ropaje: socava nuestras rutinas cotidianas al punto de incidir en la alimentación, el lenguaje, la salud, la música o los espacios habitados.

A lo largo de los tres capítulos y su coda, sortea nombrar marcas o personajes del mundo del diseño, pero no esquiva la crítica sobre las prácticas de la industria. Discute con Giacomo Leopardi, Honoré de Balzac, Charles Baudelaire, Georg Simmel, Siegfried Kracauer, Gabriel Tarde, Walter Benjamin y Bertolt Brecht, con la clara intención de presentar al fenómeno de la moda como una supuesta revolución, un cambio aparente que, si bien recala falsamente en la memoria, recurre a la complicidad del olvido para no alterar los cimientos de las estructuras políticas, sociales y culturales. Advertir una moda es asumir su propia caducidad (p. 28), ya que la velocidad y voracidad de sus cambios aparenta desafiar el statu quo, pero por el contrario refuerza sus pilares con una acción continua: horadar el pasado y desmembrar la memoria.

La moda libra una cruzada contra el tiempo en tanto que también es su aliado; pasado, presente y porvenir no son aquí leídos en términos cronológicos, sino bajo una lectura temporal helicoidal, desafiando la linealidad. Esta lectura de un tiempo helicoidal se traduce en un gran hallazgo metodológico para abordar el fenómeno de la moda, y así permite comprender procesos de transformación-construcción en su densidad histórica. Recupera el desconcierto ante el poder absoluto e inmanejable de la moda. Una trampa paradojal ya enunciada por Frampton: ¿cómo modernizarse y volver a los orígenes?[3] La moda evoca e implora un pasado inmediato, habita el presente, y con la misma provocación con que invocó al pasado, proyecta en el futuro una novedad mientras deja de ser moda para ser nuevamente tradición. Sin embargo, la tradición es recordada ya sin nombres ni acciones heroicas. Su espíritu memorioso se construye en un cuerpo aparentemente colectivo, ausente de autorías. Se funde junto a otras tradiciones y se reinventa, banalmente, en sus fragmentos y olvidos.

En este sentido, la problemática abordada se anuncia en cada uno de los capítulos con nombres tales como, por ejemplo: “El presente del Ángel de la moda”. Allí la autora propone una figura novedosa para entender el tiempo presente. Fiel al fenómeno de la moda, recupera la imagen del Angelus Novus de Paul Klee, aquel que nos introdujo Benjamin bajo la alegoría del “Ángel de la historia” que con sus alas tamizaba el horror del mundo moderno bajo un intento de redención. Goldwaser Yankelevich nos propone una nueva figura ahistórica: el “Ángel de la moda”. Este viene a interpelar a la tradición, la transgrede, altera su movimiento lineal desdibujando su principio y su fin para que todo se repita una y otra vez. Bajo sus alas, el presente no es un tiempo que aspire a la redención; por el contrario, es un tiempo de opresión y tiranía. Así es que el presente se revela aquí como un estadio receptor y disparador de tiempos que por un lado acuna al pasado mientras se proyecta al futuro. En la puja entre tiempos, emerge una novedad con la latente señal de la obsolescencia.

En el segundo capítulo, fiel a la metodología helicoidal, presenta “El fenómeno de la muerte de futuro”, en el que se avizoran extraordinarias anticipaciones que la moda habilitaría, en detrimento de los olvidos de un pasado cercenado por ella. “El futuro se inscribe en el presente bajo la forma de una tendencia a la que se puede imaginar: una suerte de premonición” (p. 72). El fenómeno de la moda se torna aquí tan intempestivo como mesiánico en tanto que altera los argumentos temporales entre el pasado, el presente y el porvenir.

En “La moda: ¿oclusión hermética de la tradición?”, la moda “nos enfrenta a circunstancias ligeramente novedosas, [pero] no por ello se deslinda del requerimiento de que se aplique la tradición en vigencia” (p. 93), aunque esta última no siempre funcione como modelo para afrontar el presente. En este sentido, la moda distorsiona ese pasado para reversionarlo “con el objetivo de que algo de aquel fenómeno se instale como costumbre, hábito o ‘sentido común’” (p. 96).  Ahora bien, la moda se funda entre la muerte y la tradición, pero sin depender de ellas, es autónoma y justamente es la propia condición de autonomía la que le confiere la potestad de moverse entre el pasado, el presente y el futuro.  

Finalmente, la Coda sintetiza los tres tempos abordados en los capítulos anteriores a través del cuento de Borges “Las ruinas circulares”. Allí el paisaje se ve fosilizado y sus ruinas remiten a un pasado habitado en el presente de un sueño futuro. La figura del leñador, aquel que construye desde el paisaje que destruye, concretiza y visibiliza las prácticas de explotación y sometimiento de la industria del textil al servicio del poder económico (también extensible a la industria de la construcción). Si los cuerpos de las personas son el último eslabón material en el que el ondular de la moda sedimenta y erosiona, el ornamento es aquello tangible y consumible, pero el fenómeno de la moda no atiende solo a ese objeto final consumible. Este se manifiesta en las fábricas y buques factorías, en los talleres clandestinos de los barrios populares donde trabajan bajo regímenes de feroz explotación mujeres e infancias. Su andamiaje es el sistema capitalista, porque la moda tiene la necesidad constante de generar nuevos consumos y declarar rápidamente la muerte de cualquier tendencia bajo el fenecer de sus propias proclamas.

Al igual que en Leopardi, la moda y la muerte aquí dialogan, pero nos interpelan. ¿Dónde está el poder de la moda? Allí. Es incesante e inherente a ella porque desarregla y desarraiga el pasado más lejano o más reciente, cumpliendo con los mandatos ciegos de una innovación desenfrenada que envejece en un tiempo imposible de historizar, de calcular (p. 51). Esta constatación confirma que, junto a la modernidad, ante la introducción de una novedad, se han librado sutiles revoluciones, imperceptibles, aunque efímeras, que transcurrieron entre guerras, genocidios, agotamiento de recursos naturales, negacionismo, cambio climático, endeudamiento y criptomonedas. Un mundo habitado por víctimas y victimarios que acarrean victorias y reivindicaciones de otros tiempos pero que siempre favorecen inevitablemente al dominador (p. 87), porque aquello que la moda presenta como transgresión no es más que un guiño de otro tiempo descontextualizado.

Para Benjamin, quienes habitan la revolución quiebran el continuo lineal del tiempo y nos redimen de las opresiones del pasado. La revolución de la moda es aquella en la que todo sigue igual a pesar de generar transformaciones aparentes. Esto es, se introducen pequeños cambios, innovaciones fugaces que ancladas siempre en la tradición discuten con las huellas del pasado. Lo tergiversan. Mientras agita la bandera de una novedad dislocada, sumerge a la tradición con la clara intención de desmembrarla ante el mismo movimiento que la rescata. Ambas, la moda y la tradición, se presentan como siniestras porque, al mismo tiempo que conservan, limitan la acción y fosilizan, devoran, destruyen y escarmientan. (p. 93)

Si las revoluciones son impredecibles, ahora sabemos que el fenómeno de la moda no lo es. Goldwaser Yankelevich nos advierte que lo impredecible de sus movimientos remite a su carácter azaroso. Ya conocemos su estrategia, su capacidad para eludir cronologías y la certeza de una tendencia fugaz; lo que no sabemos es qué elementos del pasado reivindicará o aniquilará como estandarte de una nueva revolución al servicio del poder.

María Luz Mango

Universidad Nacional de Avellaneda / Universidad
de Buenos Aires / conicet



[1] Sobre lo primero, véase Oscar Terán, Historia de las ideas en Argentina. Diez lecciones iniciales, 1810-1980, Buenos Aires: Siglo xxi, 2008; sobre lo segundo, Marcel Detienne, Comparer l’incomparable, París, Éditions du Seuil, 2000.

 

[2] Nathalie Goldwaser Yankelevich, Escribir mujer, fundar nación. Literatura y política en el Río de la Plata y Nueva Granada, 1835-1853, Milena Caserola, Buenos Aires, 2000.

 

[3] Kenneth Frampton, Teoría, Barcelona, Editorial Gustavo Gili, 2002.