La República tutelada
Lilia M. Schwarcz y Heloisa M. Starling
Sobre Forças armadas e política no
Brasil,
San Pablo, Todavia, 2005.
El golpe de Estado que ocurrió en Brasil en 1964 tomó a casi todos por sorpresa, incluido José Murilo de Carvalho, quien en ese entonces era estudiante de sociología y política en la Universidad Federal de Minas Gerais. “¿Cómo fue posible que nadie hubiera previsto ese tipo de golpe, aunque todos hablaran, y muchos pensaran, en el golpe?”,[1] se preguntó innumerables veces mientras intentaba reflexionar sobre lo que había sucedido: “¿Cómo fue posible ignorar los cambios por los que habían pasado las Fuerzas Armadas, responsables de su nueva postura?”.[2]
La sorpresa fue esa. El golpe de Estado en 1964 fue algo sin precedentes en la historia de Brasil y no siguió la lógica de los intentos anteriores protagonizados por las Fuerzas Armadas entre 1945 y 1961, recordaría José Murilo en una entrevista en 2002.[3] Hasta entonces, los militares irrumpían en la escena política nacional y luego devolvían el poder a los civiles y regresaban a los cuarteles. La asunción del general Castelo Branco el 15 de abril de 1964 marcó el comienzo de un cambio completo en el sistema político, sustentado por medio de la colaboración activa entre militares y sectores civiles interesados en implementar un proyecto de modernización asociado al capital multinacional y respaldado en un formato abiertamente dictatorial, es decir, por un gobierno que no estaba constitucionalmente limitado.
Los golpistas victoriosos en 1964 sabían que gobernar es tener el control de la maquinaria estatal, y la interferencia fue profunda. Requirió la configuración de un nuevo marco jurídico, la implementación de un modelo de desarrollo económico, el establecimiento de un aparato de información y represión política con ramificaciones en todo Brasil, y el uso de la censura como pieza fundamental para desmovilizar y suprimir el disenso. El área sensible del nuevo sistema político estaba en el control de las Fuerzas Armadas sobre la presidencia de la República.
En 1964, los militares asumieron el gobierno de manera inconstitucional, se otorgaron a sí mismos poderes de excepción, revocaron estos poderes cuando les pareció conveniente, y cinco generales del Ejército se alternaron en el mando del Ejecutivo: Castelo Branco (1964-1967); Costa e Silva (1967-1969); Garrastazu Médici (1969-1974); Ernesto Geisel (1974-1979); João Figueiredo (1979-1985), además del corto período de una Junta Militar, compuesta por los ministros del Ejército, la Marina y la Aeronáutica, entre agosto y octubre de 1969. La experiencia democrática de la Segunda República (1946-1964) se hizo pedazos; el gobierno militar duraría veintiún años y en Brasil comenzaba una larga dictadura.[4]
En el Brasil republicano, el experimento democrático se desmoronó únicamente por la fuerza de los golpes de Estado. Y es importante recordar: ya hayan sido exitosos o fracasados, fueron frecuentes en la vida política brasileña del siglo xx. En un golpe de Estado no hay una corrosión gradual y silenciosa de la democracia: el cuerpo político es asaltado por una secuencia de acciones cuyo objetivo es la conquista del poder a corto plazo. Para tener éxito se debe actuar rápido. Los golpes son intervenciones radicalmente ilegales para derrocarlo todo: transgredir el orden jurídico y político, anular la Constitución, invalidar toda la legislación vigente. Preferentemente, deben resolverse en cuestión de días. Tampoco pueden dejar la menor duda en la población de que ha ocurrido un evento inequívoco, y que se ha cruzado la línea que separa la legalidad del arbitrio. Un golpe de Estado no tiene como objetivo librar una batalla sorda y permanente con las instituciones democráticas. Por el contrario, su éxito depende de la eficiencia técnica, la rapidez de ejecución, el cálculo adecuado de costos y beneficios, además de la capacidad estratégica y táctica del liderazgo golpista.
En la práctica, los golpes son actos tácticos potencialmente violentos que utilizan medios excepcionales, y atentan contra las leyes y la Constitución. Tienen un ritmo y una dinámica propios e incluyen distintas fases de realización. Su inicio depende de una conspiración bien urdida que avanza hacia la conquista y conservación del poder. La mayoría de las veces, el núcleo golpista proviene de alguna área del funcionariado público permanente, incluidas las fuerzas militares, policiales y de seguridad, todos empleados del Estado. Estallan en una dinámica de crisis de la que se benefician sus protagonistas, quienes son capaces de comprender que están frente a una circunstancia institucional con potencial disruptivo de la cual es posible aprovecharse para apropiarse ilegalmente del control político en beneficio de sus intereses particulares o de los grupos involucrados en la acción.[5]
José Murilo escribió Forças Armadas e política no Brasil para reflexionar sobre lo sucedido en 1964. Prácticamente no existía en Brasil una bibliografía académica que analizara las características de las Fuerzas Armadas, y entre 1974 y 1977 publicó parte de los resultados de lo que sería una extensa investigación sobre el papel político de los militares en nuestra historia republicana. Inicialmente, presentó sus primeras conclusiones en forma de un capítulo escrito para el penúltimo volumen de la colección História geral da civilização brasileira, dirigida por Boris Fausto. Pero el resultado final de su estudio sobre los militares aún tardaría: Forças Armadas e política no Brasil recién se publicó en 2005.
El libro se elaboró en el entrelazamiento entre historia, análisis político y sociología, y llegó a las librerías con la fuerza suficiente para provocar un cambio en los estudios sobre el tema. Forças armadas e política no Brasil impuso una nueva línea de interpretación y un enfoque capaz de orientar los estudios posteriores sobre el comportamiento político de los militares. Su punto de partida busca comprender el origen y las evoluciones sufridas a lo largo del tiempo por el proyecto intervencionista de las Fuerzas Armadas. Y la forma en que este proyecto se sostuvo en el argumento injustificable de que a los militares les correspondía ejercer un “poder tutelar” con una actuación inmediata cuando entraran en conflicto con los demás poderes de la República.
La definición de las Fuerzas Armadas como un actor político cuyo propósito es ejercer la tutela sobre la República naturalmente no se origina ni en los acontecimientos inmediatamente anteriores al golpe de 1964 ni en la conspiración que reunió a la élite empresarial brasileña con los generales de la Escuela Superior de Guerra en la preparación y ejecución de un esfuerzo bien orquestado de desestabilización del gobierno de João Goulart. El camino fue otro, y José Murilo encontró las bases de sustentación para la conducta política intervencionista de las Fuerzas Armadas en el estudio de la institución militar y sus formas de organización interna, desde la Primera República. Comprender el entorno y el modo en que se comporta la institución militar fue decisivo para escrutar las propuestas de intervención y las opciones de acción política, asumidas tanto por la oficialidad como por las tropas a lo largo de nuestra historia republicana.
El Ejército politizado surgió en el Imperio, en el contexto de la guerra del Paraguay; sin embargo, las Fuerzas Armadas solo se convirtieron en un poder desestabilizador durante la Primera República brasileña. Si bien la institución militar fue la aliada más sólida y confiable de la dictadura del Estado Novo, implantada en el país entre 1937 y 1945, en 1945 el Ejército emergió con un proyecto propio: quería ser visto como la encarnación de las aspiraciones nacionales y consideraba estar por encima de los intereses regionales o partidarios. Fue entonces cuando la institución militar se transformó en algo cualitativamente diferente y, políticamente hablando, mucho más peligroso. Se convirtió en una fuerza de sesgo intervencionista, convencida de su capacidad para formar una élite con visión nacional y preparada para entrar en la escena pública reclamando legitimidad propia; y los generales actuarían movidos por esta convicción a lo largo de nuestra historia republicana. El entonces ministro de Guerra de Getúlio Vargas, el general Góis Monteiro, formuló la estrategia que José Murilo llamó “intervencionismo tutelar”: “Siendo el Ejército un instrumento esencialmente político”, afirmaba el general, su comando había “acabado con la política en el Ejército para que los militares pudieran llevar a cabo libremente la política del Ejército”.[6]
A partir de 1945, los generales asumieron ese nuevo rol. Perdieron en 1945, 1954, 1955, 1956, 1959, 1961. Vencieron en 1964. Algo de esta convicción intervencionista permanece hasta hoy. Es parte de la fragilidad de nuestra república, analiza José Murilo, en un capítulo escrito especialmente para la reedición del libro, en 2019, y que examina los signos de resurgimiento de la interferencia de los militares en la vida pública nacional. En los últimos treinta años, las Fuerzas Armadas han sufrido numerosas modificaciones: la composición social ha cambiado, la formación y los valores no son los mismos. Pero la atribución de papel político a la institución militar está sancionada en cinco de las siete constituciones hechas después de la independencia, y se mantiene, aunque de manera ambigua, en el artículo 142 de la Constitución de 1988. Es sintomático que no haya habido ni siquiera un intento de cambio en los treinta años de gobierno civil que siguieron al final de la dictadura militar; esto sirve como una trampa y estamos atrapados en ella, subraya.
El problema no tiene una respuesta fácil. Si las Fuerzas Armadas están constitucionalmente autorizadas a intervenir en la escena pública en nombre de garantizar la estabilidad del sistema político, el riesgo es real. Esta autorización funciona como un obstáculo para la consolidación de las prácticas democráticas. Es como si nuestra República necesitara un bastón, y les entregara a los militares el papel político de tutela, observó José Murilo.[7]
Quizás el deseo de comprender lo que sucedió con el país, y de alguna manera, con su propia vida, haya funcionado como un desencadenante. Y en el sentido de urgencia despertado por la coyuntura de 1964 se encuentra el origen del sentimiento que llevó a José Murilo a buscar conceptos y palabras para entender las señales de que algo está mal en Brasil. Algo salió mal en nuestro deseo de futuro, y reflexionar sobre esto con claridad organizó su pensamiento e interpretación sobre el país: “Somos un pueblo que vive de sueños deshechos”, afirmó en 1999.[8] También es posible identificar el tema del intervencionismo militar en la base de la estructura que organiza este recorrido. Los militares claramente son parte del problema, insiste José Murilo, pero el nudo estaba en otro lugar: sería necesario aproximarse al pasado para conocer de cerca Brasil y comprender por qué motivos algo no se cumplió en nuestro proyecto de nación. Posiblemente comenzó ahí su esfuerzo por entender el país –y no solo una parte de nuestra historia–, lo que lo llevaría a alinear preguntas que se hizo de modo insistente en artículos y libros. Por ejemplo: ¿cómo entender el saldo negativo de un país donde las oportunidades de modernización política –instituciones sólidas, libertad, igualdad y bienestar social– son reales, pero los resultados siempre están por debajo de lo planeado y la ciudadanía sigue siendo esquiva?
José Murilo nunca dejó de cuestionarse sobre Brasil, y son esas preguntas las que proporcionan los andamios que sostienen su obra.[9] En la práctica, son ellas las que ofrecen los temas y organizan el conjunto de ideas que pretende investigar, y constantemente aparecen entrelazadas unas con otras en sus libros: ¿Por qué el país avanzó en sentido contrario, desde la formación del Estado hacia la fundación de la nación? ¿Cuál es el grado de participación del pueblo en la vida pública nacional? ¿Y por qué todo sale mal incluso cuando nuestras posibilidades de superar la miseria, modernizar una sociedad profundamente desigual y garantizar modos de fortalecer la ciudadanía son concretas?
Evidentemente, no se trata de construir un Brasil en negativo, con héroes sin heroísmo y una historia sin acontecimientos. José Murilo de Carvalho no es un autor atrapado entre el pesimismo, la fuerza del destino o el énfasis en la construcción de una especie de “historiografía de la falta”, de naturaleza algo bovarista, como dirían Lima Barreto y Sergio Buarque de Holanda, un sentimiento que provoca una evasión en el imaginario y lleva al historiador a idealizar un Brasil diferente de lo que es.[10]
Forças Armadas e política no Brasil es un libro emblemático en la obra de José Murilo de Carvalho, ya que lleva algunas de sus marcas inconfundibles. Una de ellas es la composición de una forma de escritura difícil de definir. Combina y equilibra diversos ingredientes: descripción factual; trama construida a partir de un concepto –en este caso, el intervencionismo militar materializado por el ejercicio del “poder tutelar” de la República–; reconocimiento del detalle, lo disonante, lo discontinuo como esencial para la comprensión del argumento; análisis interesado en explorar la dimensión política del acontecimiento. La otra es el uso intensivo y la multiplicidad de fuentes. No exactamente un ensayo ni una narrativa, el método de escritura es una tercera forma propia: ofrece flexibilidad al campo de la historia, rebasa los límites estrechos de la especialización y entabla diálogos improbables y no previstos con otras áreas del conocimiento, especialmente la teoría política y la sociología. Por último, si bien el análisis suele ser contundente, en la interpretación, no pocas veces, deja escapar un comentario irónico, sutil y típico. Prueba de cómo su propia subjetividad irrumpía en la escritura, siempre clara y certera.
Al explorar el país para decirnos qué era, sus libros buscan principalmente entender a los brasileños y brasileñas que fuimos y que deberíamos o podríamos ser. Este entendimiento es esencial para reflexionar sobre el presente y, por supuesto, para intervenir de manera positiva en un país que sin duda necesita ser mejor que el Brasil que tenemos hoy. Más democrático y, por ende, más plural e inclusivo.
Además, las respuestas encontradas por José Murilo están lejos de proporcionar un balance final; la función es otra. Facultan al lector una comprensión más amplia y consistente de lo que posiblemente la contemporaneidad brasileña aún oculta. Lo cierto es que, en su conjunto, su obra orienta una manera republicana de pensar y sentir Brasil. En el presente y en la construcción de una imaginación política de futuro. o
[1] José Murilo de Carvalho,
“Prefácio à primeira edição”,
en J. M. de Carvalho, Forças armadas e política no Brasil, San Pablo,
Todavia, 2005, p. 10.
[2] José Murilo de Carvalho, “1964, meio século depois”, Nova Economia, Belo Horizonte: face y ufmg, enero-abril de 2014, p. 2.
[3] Entrevista con José Murilo de Carvalho, en J. G. V. de Moraes y J. M. Rego, Conversas com historiadores brasileiros, San Pablo, Editora 34, 2002, p. 167.
[4] Para el golpe de 1964, véanse: Lilia M. Schwarcz y Heloisa M. Starling, Brasil: uma biografia, San Pablo, Companhia das Letras, 2015; René Armand Dreifuss, 1964: A conquista do Estado, Petrópolis, Vozes, 1981; Carvalho, Forças Armadas e política no Brasil.
[5] Para una definición de los golpes de Estado y sus capas de significado, véanse: Newton Bignotto, Golpe de Estado: história de uma idéia, Río de Janeiro, Bazar do Tempo, 2021; Marcos Napolitano, “Golpe de Estado: entre o nome e a coisa”, Estudos Avançados, San Pablo, vol. 33, n° 96, mayo-agosto de 2019; Marcos Roitman Rosenmann, Por la razón o la fuerza: historia y memoria de los golpes de Estado, dictaduras y resistencias en América Latina, Madrid, Siglo XXI, 2019.
[6] José Murilo de Carvalho, “Forças Armadas e política, 1930-45”, en Forças armadas e política no Brasil.
[7] José Murilo de Carvalho, “Uma República tutelada”, en Forças armadas e política no Brasil.
[8] Entrevista com José Murilo de Carvalho, “Um país frustrado”, O Tempo, 19 de diciembre de 1999. pp. 4 y 5.
[9] Para José Murilo de Carvalho y la construcción de su obra, véase: Lilia M. Schwarcz y Heloisa M. Starling, “José Murilo de Carvalho”, en L. M. Schwarcz y H. M. Starling (eds.), Três vezes Brasil. Alberto da Costa e Silva, Evaldo Cabral de Mello, José Murilo de Carvalho, Río de Janeiro, Bazar do Tempo, 2019.
[10] Lima Barreto, “O destino da literatura” [1921], en L. Barreto, Impressões de leitura, San Pablo, Brasiliense, 1956, p. 57; y Sérgio Buarque de Holanda, Raízes do Brasil, San Pablo, Companhia das Letras, 2006, pp. 183-184.