El diario de una “compañera de viaje”

Laurette Séjourné y la Revolución cubana en 1970

 

Beatriz Urías Horcasitas*

Universidad Nacional Autónoma de México

Presentación

La intelectualidad progresista de los años sesenta –asociada con la categoría de nueva izquierda– se adhirió a los movimientos tercermundistas y contraculturales que se multiplicaron en aquel momento. La Revolución cubana fue uno de los referentes más importantes del reacomodo ideológico y político que cuestionó tanto al marxismo ortodoxo como al capitalismo avanzado y que apoyó las revoluciones socialistas que estaban apareciendo en países subdesarrollados. Innumerables científicos sociales, escritores, editores, activistas y periodistas de diferentes países que se identificaban con la corriente de nueva izquierda viajaron a Cuba para ser testigos del surgimiento de un movimiento antiimperialista en plena Guerra Fría. A esta generación pertenecieron Simone de Beauvoir, Susan Sontag, Charles Bettelheim, François Maspero, Paul Sweezy, Charles Wright Mills, Pablo Neruda, Nathalie Sarraute, Marguerite Duras, Carlos Fuentes, Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa, entre otros muchos. Durante esos viajes, algunos de ellos escribieron diarios o textos autobiográficos que fueron publicados en aquel momento y que después se tradujeron a varios idiomas; este fue, por ejemplo, el caso de Jean-Paul Sartre, Juan Goytisolo, Max Aub, Fernando Benítez, Ernesto Cardenal y Hans Magnus Enzensberger.[1] Los diarios de viaje de los intelectuales occidentales durante sus estancias en las sociedades tercermundistas en proceso de transformación han sido considerados como una fuente privilegiada para entender los orígenes de solidaridades políticas incondicionales.[2]

A principios de 1970 el entusiasmo inicial había disminuido. Una parte de la nueva izquierda internacional cuestionó el alineamiento del régimen cubano con la URSS y la invasión soviética a Checoslovaquia en 1968. La polémica generada en marzo de 1971 por el encarcelamiento del escritor Heberto Padilla y el hecho de que fuera obligado a retractarse públicamente del contenido de los poemas que publicó en el libro Fuera del juego avivó la controversia acerca de la ausencia de libertad en el medio artístico e intelectual cubano. Sesenta intelectuales de todo el mundo que originalmente apoyaron la causa cubana –Vargas Llosa, Paz, Fuentes, Cortázar, Goytisolo, Duras, Sontag– publicaron dos cartas de protesta dirigidas a Fidel Castro, que este descalificó públicamente. También en 1971, el endurecimiento del régimen se manifestó en la orientación del Congreso de Cultura y Educación. Las filas de la disidencia aumentaron en los años siguientes con la persecución de los homosexuales y la violación de los derechos humanos de los opositores al régimen. Cuba aminoró los efectos del alejamiento de muchos de los simpatizantes iniciales, reforzando los puentes ideológicos tendidos hacia América Latina. De acuerdo con Rafael Rojas, la nueva estrategia político-cultural quedó a cargo no solo de las instancias diplomáticas, sino de organismos como la agencia Prensa Latina y Casa de las Américas.[3]

En su estudio acerca del vínculo entre la Revolución cubana y la corriente de nueva izquierda, Kepa Artaraz propuso que esta relación se extendió ente 1959 y 1970, y que el “endurecimiento ideológico” del régimen cubano corrió en paralelo a “un declive estrepitoso de la Nueva Izquierda” derivado del “fracaso simbólico de la Revolución como punto de referencia del llamado Tercer Mundo y la liberación nacional”.[4] No obstante, el caso de Laurette Séjourné (Perugia, 1911-México, 2003) muestra que los nexos entre una parte de la nueva izquierda y el régimen cubano se intensificaron incluso después de 1970.

Este artículo es producto de la coincidencia entre un hallazgo documental–el diario que la arqueóloga francoitaliana redactó en Cuba entre abril y junio de 1970– y la reorganización de una serie de preguntas derivadas de una investigación anterior.[5] Dichas preguntas están relacionadas con las razones que llevaron a intelectuales de diversos países a redoblar su apoyo a la Revolución cubana en un momento en que la nueva izquierda se fracturaba entre incondicionales y disidentes. Por ello, más que en el “declive estrepitoso” de la nueva izquierda al que se refiere Artaraz, puede pensarse en una escisión entre un número significativo de críticos y aquellos que se mantuvieron incondicionales después de 1970. Me interesa indagar los motivos que llevaron a estos últimos a radicalizarse al punto de negar cualquier posibilidad de crítica, condenar la deserción de antiguos simpatizantes y reiterar el argumento de que Cuba encarnaba el paradigma de las revoluciones tercermundistas hostigadas por el imperialismo.  

La historiadora cubano-estadounidense Lillian Guerra planteó que entre 1959 y 1971 el régimen cubano desplegó una “narrativa de la redención” de acuerdo con la cual la meta de la revolución en el poder era erradicar de la sociedad los valores decadentes legados por la dictadura y sustituirlos por una nueva moralidad regeneradora sustentada en el autosacrificio de la ciudadanía. De acuerdo con Guerra, esta cruzada moral se desplegó no solo en el ámbito del discurso político oficial, sino también en un espacio visual (carteles, fotografías, cine, documentales) que escenificaba la lucha entre el bien y el mal. Tanto el discurso político como la propaganda visual enfatizaron el entusiasmo generalizado ante las iniciativas de Fidel Castro, su infalibilidad y el rechazo a cualquier forma de crítica.[6] Esta narrativa fue instrumentada por los Comités de Defensa de la Revolución y la Federación de Mujeres Cubanas. En su libro acerca de la Revolución cubana, Vincent Bloch planteó que estos nuevos organismos configuraron la matriz de un nuevo orden social y funcionaron como un sistema de canales de ideologización y de control. Adherirse a estas organizaciones reportaba beneficios materiales concretos como, por ejemplo, tener acceso a una vivienda, a las cartillas de alimentación o a un empleo bien remunerado. Y a la inversa, no integrarse a ellas suponía quedarse al margen de los beneficios.[7]

En este trabajo propongo que la “narrativa de la redención” examinada por Guerra fue interiorizada y reproducida por los “compañeros de viaje” que en los años setenta se adhirieron a la campaña puesta en marcha por el régimen. En el caso específico de Séjourné, la aceptación del compromiso redentorista fomentado por los altos funcionarios con los cuales entretejió relaciones personales estrechas se puede explicar tanto en términos de un posicionamiento político como de un sesgo esotérico. Este último puede observarse en su interpretación sobre la figura de Quetzalcóatl en el terreno de la arqueología, y también en una concepción de la Revolución cubana como una fuerza semidivina que había transformado su vida.[8] De hecho, la estrecha vinculación de Séjourné con Cuba estuvo determinada desde el inicio por el poder de transformación personal que atribuyó al fenómeno revolucionario. Si bien no todos aquellos que mantuvieron su adhesión a la causa cubana a partir de los años setenta compartieron la veta esotérica, su itinerario invita a reflexionar acerca de la coincidencia entre el compromiso político y la idea de un proceso de transformación personal; coincidencia que estuvo presente en no pocas trayectorias de “viajeros revolucionarios” durante aquellos años.

En un momento de desencanto por la expansión del capitalismo norteamericano, escribió Christopher Lash en 1969, intelectuales y activistas del mundo occidental transitaron hacia posturas de izquierda alternativa y amalgamaron elementos de los movimientos de emancipación que estaban teniendo lugar en América Latina, Asia y África. Los “nuevos radicales” crearon formas inéditas de resistencia haciendo de lo político una causa personal y de lo personal una causa política. En los Estados Unidos, el rechazo de los jóvenes hacia las instituciones puso en el centro del debate el tema de la “autenticidad” individual, así como la reivindicación de “una intensa domesticidad” que estuvo en el origen de nuevas sociabilidades de tipo comunitario.[9] De acuerdo con Lasch, el “ideal de heroísmo personal” aunado a la falta de objetividad acerca de las condiciones reales de los cambios que estaban teniendo lugar en la sociedad norteamericana precipitaron a la juventud de nueva izquierda en un callejón sin salida: los “nuevos radicales” oscilaron entre su propia “desesperación existencial y unas estimaciones absurdamente hinchadas de su propio potencial”.[10]

En el mismo sentido, Paul Hollander planteó que el entusiasmo acrítico que los “peregrinos” occidentales manifestaron hacia las revoluciones cubana, vietnamita o china fue proporcional al sentimiento de “vacío espiritual” y de falta de sentido en la vida generados por el desencanto tanto político como personal que resentían en sus países de origen. El rechazo de los intelectuales occidentales hacia las sociedades de las cuales provenían y su fascinación por las experiencias revolucionarias tercermundistas, explica este autor, fue “uno de los frutos tardíos de una secularización” ante la cual adoptaron una postura reactiva que entrañó una forma de “alienación” que favoreció la reproducción de “ideologías religioso-seculares”.[11] Paradójicamente, a pesar de que la idealización de la Revolución cubana funcionó como “el alivio esperado, la válvula de escape de las frustraciones acumuladas, la contrapartida de un período muy poco revolucionario en la historia de los Estados Unidos y Europa occidental”, nunca llegó a representar para ellos “una alternativa viable a su propio sistema social”.[12] Por otra parte, escribió el mismo autor, “aunque la vida personal puede ser mejorada hasta cierto punto por medio de la política, las utopías que persiguen la erradicación definitiva de la infelicidad, los conflictos y las frustraciones, resultan tremendamente sospechosas”.[13]

La organización de este trabajo es la siguiente. El apartado que sigue traza a grandes rasgos la trayectoria de Séjourné a partir de su llegada a México en 1942. A continuación, defino la categoría de “compañera de viaje” y la sitúo dentro de ella. Los apartados cuarto y quinto abordan dos cuestiones que ocupan un espacio significativo en su diario de viaje. En primer lugar, la dinámica en las brigadas de trabajo femenino durante la llamada Zafra de los Diez Millones en 1970. Por otra parte, el enfrentamiento con los intelectuales extranjeros que expresaban críticas en contra de la Revolución durante este mismo período. Se presenta después el caso del antropólogo Oscar Lewis, con quien Séjourné coincidió en La Habana durante ese viaje; se destacan sus diferencias en la manera de aquilatar los logros de la revolución en materia de pobreza, condición femenina y educación. Para terminar, presento algunas conclusiones.

La trayectoria política e intelectual de Laurette Séjourné

Laurette Séjourné –cuyo nombre original era Laura Valentini– emigró a México en 1942 para reunirse con su segundo marido, Victor Serge (Bruselas, 1890-México, 1947), escritor y opositor al estalinismo que había sido liberado de un campo de trabajo en la urss en 1936. A diferencia de la mayor parte de los exiliados europeos que se refugiaron en México durante ese período, Séjourné no fue una perseguida política. En compañía de Serge, entró en contacto con los círculos de emigrados antiestalinistas, así como con el grupo de artistas surrealistas que se encontraba en México.[14] Después de la muerte de Serge en 1947, decidió continuar con sus estudios de arqueología y permanecer en ese país. Fue contratada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah) para llevar a cabo excavaciones en Palenque, Oaxaca y Teotihuacán. En ese contexto, elaboró una interpretación acerca de los elementos de las culturas precolombinas que habían subsistido en las comunidades indígenas mexicanas. Por otra parte, propuso que la figura de Quetzalcóatl encarnaba un paradigma espiritual –a la vez divino y humano– que había dominado la cultura mesoamericana.[15]

Séjourné nunca reconoció abiertamente su interés por las doctrinas esotéricas y más bien, como lo ha señalado Lavaniegos, “se cuidó de ser etiquetada como una pensadora supersticiosa e imprecisa ocultando las posibles referencias de su obra con los esoterismos de su época. No obstante, la influencia de estas filosofías y doctrinas salta a la vista en un análisis más meticuloso de su obra y de su contexto”.[16] En un escrito autobiográfico que data de 1951, Séjourné refiere estar leyendo el libro Isis develada (1877), escrito por la fundadora de la corriente teosófica Helena P. Blavatsky, que circulaba entre los miembros del grupo de exiliados españoles y franceses que frecuentaba en aquellos años y que mantenían prácticas espiritistas.[17] Además, se relacionó con el círculo surrealista y, en particular, con Leonora Carrington de quien fue una amiga cercana.[18] En paralelo a su trabajo como artista plástica, Carrington incursionó en el terreno de la literatura. En 1940 escribió la novela The Hearing Trumpet cuya trama se desarrolla en una dimensión mágica, al margen de la realidad material, y que obedecía a un orden irracional al cual se accedía por medio de la intuición o de una capacidad adivinatoria.[19] Esta percepción se reproduce en el diario de Séjourné en Cuba.

Sus críticos en el terreno de la arqueología han argumentado que la interpretación espiritualista acerca de la figura de Quetzalcóatl es una idealización del mundo prehispánico que carece de rigor científico.[20] El arqueólogo Michel Graulich señaló que a partir de los años setenta, Séjourné negó incluso la evidencia de los sacrificios humanos y de la antropofagia a fin de rescatar la cultura azteca de la “crueldad”. Le atribuye el “complejo de Las Casas”, que consistió en desechar la cultura occidental y validar elementos negativos del país de adopción a fin de contrarrestar una postura incómoda o de privilegio.[21] Séjourné partía del supuesto de que el mundo occidental del cual ella provenía era decadente y agresivo, y representó el pasado precolombino como el lado inverso de la cultura occidental. Al mismo tiempo, el ambiente intelectual mexicano del cual ella formaba parte era una fuente permanente de conflicto en la medida en que también se lo representaba como decadente y agresivo.

En 1949 contrajo matrimonio en México con el editor argentino Arnaldo Orfila –director del Fondo de Cultura Económica y de Siglo XXI Editores– en compañía del cual entró en contacto con la izquierda intelectual internacional, muchos de cuyos representantes publicaron sus obras o traducciones de ellas en alguna de estas dos casas editoriales.[22] El entusiasmo de los Orfila-Séjourné por Cuba a partir de 1959 refleja las grandes expectativas que esta revolución suscitó en amplios sectores de la izquierda internacional que comenzaron a ser identificados como representantes de la corriente de nueva izquierda. Juntos viajaron a la isla para asistir al Congreso Cultural que reunió en La Habana a quinientos intelectuales de todo el mundo en 1968. Anteriormente, Séjourné había sido invitada a participar en los jurados de los premios Casa de las Américas, y en 1968 publicó una “Oración” dedicada a la muerte de Ernesto Guevara en la revista de esa institución.[23]

La ruptura entre el régimen cubano y los escritores de diferentes países coincidió con la invitación que el gobierno dirigió a Séjourné en 1970 para realizar una visita individual de aproximadamente dos meses para que conociera más de cerca los logros de la revolución y participara en el jurado de los premios literarios de Casa de las Américas. La visita se dio en el contexto de la movilización social alentada por Castro en torno a la Zafra de los Diez Millones. Lillian Guerra consideró que dicha movilización fue un momento significativo en términos ideológicos ya que a través del llamado a superar los resultados de zafras de años anteriores, circuló la retórica “redentorista” que buscaba crear consenso a favor del proyecto oficial, reforzar el culto a Fidel Castro –el fidelismo– y aminorar los brotes de inconformidad.[24] La campaña de propaganda a favor de la zafra habría sido un intento por reavivar el entusiasmo ciudadano y el sentimiento antiimperialista que caracterizaron dos fechas emblemáticas: 1959 y 1961. Esto, en un momento en que habían aparecido voces críticas y en que el apoyo internacional había disminuido.

Identificada en Cuba como “La mujer Siglo xxi” –en calidad de esposa de Arnaldo Orfila–, a partir de esta estancia Séjourné inició una colaboración duradera con el gobierno cubano en materia de cultura popular y de transformación de la condición femenina.[25] Su involucramiento con la alta burocracia política y cultural en un momento de intensa movilización a favor del régimen no favoreció en ella una postura imparcial en cuanto observadora externa. En su diario expone las razones que la llevaron a convertirse en una activa propagandista de la revolución; despliega una visión entusiasta de la transformación política, cultural y social que observaba y, en paralelo, presenta una evaluación negativa de los intelectuales que habían adoptado una postura crítica. Por otra parte, reflexiona acerca del mejoramiento de su estado de ánimo y el bienestar que experimentaba en Cuba, en contraste con la tensión que le provocaba el ambiente político e intelectual mexicano, que consideraba corrupto e hipócrita.[26] Es decir, convertirse en una defensora de la causa tercermundista había hecho desaparecer en ella el malestar emocional que la agobiaba desde hacía años y la había llenado de un nuevo entusiasmo:

Me siento bien, sin el más mínimo rastro de la tensión que padezco en México… La prisión interior y exterior que me ha oprimido siempre se ha desvanecido… me parece que todo se abre ante mí. Me puedo mover mejor, entrar en contacto con la gente, hablar, ya no siento vergüenza de lo que pienso o de mi apariencia física. El interés que todo me produce me ha permitido olvidarme de mí misma. Pero esta sensación tiene que ver también con el mundo exterior. Camino en la calle sin miedo a que se burlen de mí o me insulten, no temo cruzarme con grupos de jóvenes o con personas sentadas frente a sus casas… tengo la impresión –para mí extraña, insólita– de no estar acusada de algo... La actitud serena, amistosa, plácida, de todos los que me rodean me sorprende.[27]

Los viajeros revolucionarios

La categoría de “viajeros revolucionarios” o “compañeros de viaje” ha sido utilizada para caracterizar a los intelectuales occidentales que se solidarizaron con las revoluciones socialistas del siglo xx –soviética, china, vietnamita y cubana–.[28] Se trata de escritores, artistas o científicos sociales de muy diversos perfiles que eran invitados a observar el desarrollo de estas revoluciones a fin de que, de regreso a sus países, realizaran un trabajo de difusión y propaganda política. El término “compañeros de viaje” ha sido utilizado no solo para entender a los intelectuales europeos y norteamericanos que respaldaron estos regímenes en Europa y Asia, sino también a los intelectuales latinoamericanos o radicados en América Latina que buscaron validar la experiencia cubana desde un país cercano. Propongo que esta categoría permite entender el compromiso de Séjourné con Cuba en los años setenta, mismo que para ella tuvo un carácter moral en sintonía con la “narrativa de la redención” examinada por Lillian Guerra.

Acerca de las razones que llevaron a una parte de la izquierda europea a apoyar de manera incondicional a la urss durante el período estalinista, Claude Lefort escribió que figuras prominentes de los medios intelectuales y culturales occidentales mantuvieron una visión idealizada del proceso soviético debido a que a través de ello obtenían beneficios simbólicos (celebridad) y materiales (viajes pagados, edición de sus obras). Se trata de escritores, editores, artistas, universitarios y periodistas de diversos países occidentales que por medio de las redes de apoyo a la URSS accedieron a

un medio que procuraba a cualquiera la sensación de un reconocimiento social, el de la participación en una élite del saber que se alimentaba con el desprecio de la izquierda no comunista y también con la esperanza de ganar puestos en la administración, en la universidad, en las editoriales, en los organismos culturales, para no hablar de los escritores cuyos libros difundidos en el mundo comunista alcanzaban a un público de una amplitud con la que de otro modo no habrían podido soñar.[29]

En un libro acerca de los “compañeros de viaje” que promovieron las revoluciones comunistas del siglo xx desde sus países de origen, David Caute puso a discusión otros elementos. Al igual que Lasch y Hollander, Caute sostuvo que la mayor parte de los “compañeros de viaje” se sentían ajenos a las problemáticas políticas en sus propios países por lo que optaron por privilegiar un compromiso “a distancia” a favor de movimientos revolucionarios que estaban apareciendo en sociedades lejanas o periféricas. Argumentaron a favor de los modelos insurreccionales en países subdesarrollados, a pesar de saber que esta opción era inviable en el mundo occidental.[30]

Las sociedades periféricas fueron percibidas por los “compañeros de viaje” como realidades exóticas, primitivas y no contaminadas por la civilización, lo cual las convertía en tierra fértil para experimentar con nuevas formas de lucha y modelos de organización política. Una de las características de la Revolución cubana que más sedujo a la nueva izquierda norteamericana, escribió David Caute, fue su carácter exótico y espontáneo.[31] Mantener una doble “distancia”, tanto frente a lo que acontecía en sus propios países –que consideraban degradados políticamente y en donde el ideal revolucionario no podría arraigar– como frente a las experiencias comunistas en el Tercer Mundo –en cuya vida cotidiana no consideraban posible insertarse de manera permanente–, habría precipitado a los “compañeros de viaje” en una suerte de esquizofrenia.[32] Hollander plantea este mismo fenómeno en términos de “alienación” en el sentido de una desubicación en ambos espacios. Los intelectuales occidentales rechazaban todo lo relacionado con los países en donde radicaban y cancelaban sus facultades críticas ante los experimentos socialistas que visitaban ocasionalmente.[33]

En un texto publicado a principios de los años setenta, Hans Magnus Enzensberger subrayó también la exterioridad del “viajero revolucionario” frente a la experiencia socialista que observaba:

ninguno de los visitantes que regresa de un viaje al socialismo es, en realidad, parte integrante de lo que intenta describir. Este hecho no lo puede ocultar ningún compromiso voluntario, ninguna actitud por muy solidaria que sea, ningún recorrido por plantaciones de azúcar y escuelas, por fábricas y minas, y mucho menos todavía la alocución pública o el apretón de manos al jefe de la Revolución.[34]

De acuerdo con este autor, invitado a Cuba como observador simpatizante y que posteriormente adoptó una postura crítica, la figura del “delegado” es la clave para entender la misión confiada al “viajero revolucionario”. El “delegado” era invitado a visitar durante un período determinado países generalmente aislados o incluso cerrados al intercambio internacional a fin de que transmitiera información al exterior. Su viaje era siempre pagado, planeado y guiado por las instituciones locales. Asimismo, el delegado gozaba de comodidades en materia de alojamiento, transporte, acompañamiento permanente de un guía o traductor, así como alimentación abundante y de buena calidad incluso cuando la población local sufriera de racionamientos y privaciones.[35]

El escritor español Juan Goytisolo hizo un primer viaje a Cuba entre 1961 y 1962 que lo llenó de entusiasmo. Durante ese viaje escribió un diario, editado posteriormente bajo el título de Pueblo en marcha, en el cual daba cuenta de sus impresiones. El texto transmite un ánimo esperanzador:

La revolución ha obrado en pocos meses una transformación moral tan importante como la que llama la atención del viajero en el orden de las realizaciones económicas. Los hombres dormidos durante siglos han despertado de pronto a su posibilidad de hombres auténticos y, en la confrontación, los alfabetizadores han purgado, a su vez, gran número de prejuicios antiguos. Un sentimiento nuevo recorre la isla de parte a parte. En Manzanillo transflora y embellece el rostro de hombres y mujeres, viejos y niños. El corazón se calienta y pulsa de alegría al reconocerlo: se llama fraternidad.[36]

La estancia que realizó entre 1963 y 1964 le produjo dudas acerca del rumbo que tomaba la revolución, pero el desencanto apareció durante su último viaje en 1967. No lo manifestó públicamente en aquel momento, sino hasta 1986 cuando publicó En los reinos de taifa, otro texto autobiográfico acerca de su tercer viaje a Cuba en el cual expuso consideraciones personales y políticas:

El entusiasmo por la epopeya cubana obedecía no sólo al hecho de ver en ella una suerte de ajuste de cuentas con el pasado execrable de mi propio linaje sino también a su valor profético y auroral respecto a una hipotética revolución social que rimbaudianamente transformara mi vida. La lucha vitoriosa de un puñado de hombres contra la supuesta inercia de los pueblos hispanos y su tradicional fatalismo constituía a mis ojos la prueba irrefutable de que las cosas podían variar radicalmente en España a condición de conjurar imaginación y denuedo con voluntad y espíritu de sacrificio.[37]

Cuando Goytisolo hace alusión al “pasado execrable” de su familia se refiere a que sus antepasados fueron propietarios de ingenios azucareros en Cuba que se enriquecieron a costa del trabajo de esclavos. Su militancia al inicio de los sesenta representó para él una manera de expiar esa culpa y, al mismo tiempo, de “transformar su vida”. Sin embargo, a partir de 1967 dejó de viajar a Cuba; en 1971 se sumó a la denuncia del grupo de sesenta escritores de todo el mundo que manifestaron ante Fidel Castro su preocupación por el encarcelamiento y el proceso público al cual había sido sometido el escritor Heberto Padilla.

La visita de Séjourné a Cuba en 1970 se ajusta desde todos los puntos de vista a la figura de la “viajera revolucionaria”. Su estancia fue organizada especialmente para ella. Se alojó en el mejor hotel de la Habana, con todos los desplazamientos y apoyos pagados, se organizaron cenas en su honor, tuvo acceso directo a los altos funcionarios y llegó a participar en las reuniones del gobierno en donde se discutía la política cultural. Aunque recién llegada a La Habana se sentía confusa y desanimada ante la tarea de dar cuenta de los logros de la revolución, muy rápidamente se contagió de la “atmósfera de vitalidad que reina” y se sintió “deslumbrada por la amabilidad de todos, de [Raúl] Roa en particular”, quien enviaba a su chofer cotidianamente al Hotel Nacional a recoger su correspondencia para enviarla a Orfila en México.[38] Paulatinamente, el objetivo de su visita a Cuba comenzó a aparecerle mucho más claro: “Presentar la revolución como lo que es, un hecho despojado de crueldad, una transformación en la cual el interés inmediato del hombre se respeta por encima de todo… transmitir este fenómeno único significaría contribuir a la causa de la revolución en general”.[39]

En su condición de “compañera de viaje”, pudo observar diferentes ángulos del proceso político y cultural cubano que los funcionarios quisieron mostrarle. Su diario evidencia la manera en que hizo suya la versión oficial acerca de las amenazas que acechaban a la revolución, así como la convicción de que esta no podía ser cuestionada a la luz de datos científicos ni comparada con otras experiencias políticas. Reiteraba que aquellos que ponían en entredicho la meta fijada por Fidel durante la zafra de 1970 actuaban de “mala fe” o pertenecían a la cia. En realidad, la decisión tomada por Castro resultó catastrófica en términos económicos, como lo mostraban los informes de algunos funcionarios cubanos que fueron destituidos, así como las recomendaciones de los agrónomos extranjeros que hasta ese momento habían apoyado la revolución.[40]

El campamento “Tania la guerrillera”

Séjourné asoció los logros de la revolución a la alegría y el entusiasmo que palpaba en la vida cotidiana de la población cubana; para ella, “la plenitud vital, la felicidad y la energía” perceptibles en todo lugar eran una prueba fehaciente de que esa sociedad no estaba sometida a ninguna forma de opresión. A pesar de reconocer que aún quedaban metas por alcanzar, percibía que la revolución había producido un “milagro inicial” que había generado una dinámica social “exaltante, que conmueve hasta a las piedras, que es capaz de transfigurar hasta el páramo más estéril”. A lo cual añadía que esta dinámica solo podía ser captada por un observador libre de prejuicios burgueses, entre ellos el concepto de libertad que favorecía únicamente a una minoría privilegiada.[41] La visita al campamento de trabajo agrícola organizado por la Federación de Mujeres Cubanas transformó radicalmente su estado de ánimo y selló su compromiso con la revolución.

El campamento Tania la guerrillera fue parte de un proyecto amplio orientado a sumar a toda la población –incluidas las mujeres del medio urbano– al trabajo de la zafra. ¿Cómo explicar la adhesión apasionada de Séjourné a partir de una corta estancia en ese campamento? A pesar de no haberse podido sumar al arduo trabajo agrícola como “machetera”, consigna en su diario que la convivencia con el grupo de mujeres le había permitido descubrir una sociedad vital, naturalmente bondadosa y carente de conflictos. De acuerdo con Hollander, esta percepción es un lugar común en los relatos de diferentes generaciones de “viajeros revolucionarios”, cautivados por “la sencillez, el sentido de comunidad y la autenticidad” que irradiaban los habitantes de las sociedades subdesarrolladas inmersas en un proceso revolucionario. Desde su punto de vista, se trata de una versión más del buen salvaje, “cuya imagen continúa ejerciendo una poderosa influencia sobre las fantasías y aspiraciones de la civilización occidental”.[42]

La vida cotidiana de las “compañeras” que realizaban un trabajo físico extenuante a fin de alcanzar la meta fijada por Fidel produjo en Séjourné un fuerte impacto. En su diario se preguntaba, por ejemplo, cómo sería vivir permanentemente en ese lugar, que equiparaba a un “convento”, “desposeída de todo y formando parte de un organismo cuya existencia es compartida colectivamente de manera natural”.[43] Más que en ninguna otra parte, la posibilidad de participar en un proyecto de transformación compartido por toda la población era para ella evidente en Cuba:

La tarea revolucionaria de integrar a las mujeres al trabajo sin expectativas de remuneración demuestra que existe una conciencia. Cada mujer que trabaja es una prueba fehaciente de esta conciencia y la refutación de todo lo que pueden decir los intelectuales extranjeros, ya que sólo una conciencia aguda de la transformación puede lograr que una mujer aislada, que vive para cuidar a sus hijos y que no carece de nada, se involucre en una tarea colectiva.[44]

Observaba que la disciplina militarizada de trabajo impuesta en el campamento era “aceptada de manera voluntaria y sin otra compensación que la de formar parte de esta brigada gloriosa”. Reitera que la única retribución que las mujeres recibían a cambio de trabajar en el campo eran paquetes de ropa y todo tipo de productos de belleza distribuidos gratuitamente por el gobierno. Describe en detalle la alegría que reinaba cuando ellas se embellecían para salir del campamento y la manera en que durante algunas horas este se convertía en un enorme salón de belleza. Llega incluso a considerar que el afán por parecer atractivas era “una consigna política”.[45] Al mismo tiempo sostenía que a partir de la revolución, la belleza femenina había dejado de tener un valor comercial: “a la mujer no se le juzga ya por su apariencia sino por su preparación, su inteligencia, su eficacia. La existencia de una ‘Miss Cuba’ es ahora impensable, al igual que es impensable un trabajador explotado o la violación de los derechos adquiridos”.[46]

En un análisis de la cuestión de género durante los primeros años de la Revolución cubana, Isabella Rooney mostró la importancia que en el nuevo contexto político cobraron elementos como la valoración de la belleza y la sexualización de la imagen femenina. A través de una investigación de la revista Bohemia, Rooney sustenta que el acceso de las mujeres a la vida pública y al mercado de trabajo entrañó un trabajo ideológico significativo para tender puentes entre elementos tradicionales y renovadores. De manera que la revista Bohemia exaltó al mismo tiempo las figuras de la madre-ama de casa, de la militante comprometida con la revolución y de la mujer sexualizada, lo cual explica que en determinadas circunstancias el sexo fuera incluso utilizado para “vender la revolución”.[47] Esta hibridación de elementos en la imagen femenina posrevolucionaria fue la contraparte del estereotipo del Hombre Nuevo que dominó la narrativa oficial.

Durante su estancia en el campamento, Séjourné se sintió impresionada por el espíritu de solidaridad que reinaba. La armonía y la espontaneidad que observaba reafirmaron en ella la convicción –dentro de la cual incluyó a su marido que se encontraba en México– de que la revolución avanzaba en el sentido correcto:

Tanto para mí como para Arnaldo la convivencia con estas personas representa la confirmación misma de lo que pensamos de este país. No sólo creo que este viaje ha sido positivo, sino indispensable para comprender una realidad que podría haber puesto en duda si no hubiera salido de la Habana ya que las impresiones generales pueden confundir, mas no la vida en familia.[48]

A partir de esta experiencia llegó a la conclusión de que la discriminación racial había desaparecido en Cuba: “el hecho de que las negras [sic] se tiñan el pelo de rubio o de rojo podría llevar a suponer que tratan de emular a la clase alta, como sucede en todas partes. No lo creo, [las negras] parecen seguras de sí mismas y las rubias no son más admiradas que el resto… El ambiente de camaradería que reina entre ellas es perfecto”. Reconoce la dificultad de hacer generalizaciones a partir de algunos casos aislados, pero asegura que la convivencia con las mujeres de la brigada le había permitido “observar bajo el microscopio las moléculas a partir de las cuales estaba integrada la realidad cubana… la voluntad de defender a la patria, de salir del subdesarrollo, tenían ahora un rostro, muchos rostros de mujeres que colaboraban con la eficaz simplicidad del órgano de un cuerpo que funciona adecuadamente”.[49]

En el prólogo a su libro sobre la transformación de las mujeres después de la revolución, Séjourné sustentó la versión oficial de que debido a su “naturaleza procreadora” la mujer requería de un apoyo específico por parte del Estado.[50] Este libro fue celebrado por la Federación de Mujeres Cubanas, dirigida de manera vitalicia por Vilma Espín de Castro, quien en una entrevista con Margaret Randall planteó que el “objetivo estratégico” de la Federación era “incorporar a la mujer a la producción social” y que este objetivo estaba supeditado a los fines políticos de la revolución: “La fuerza sola de la Revolución con todo lo que crea, con las nuevas características de vida que hay, pues eso sólo es una fuerza creadora en cuanto a nuevos intereses de la mujer”.[51] Es decir, la Federación no definía su propia agenda, sino que obedecía a las directrices del régimen. En este contexto, la estrategia gubernamental de integrar a las mujeres al mercado laboral incluyó los códigos culturales tradicionales acerca de la belleza femenina y la maternidad.[52] 

Críticas a los intelectuales extranjeros

Otra de las preocupaciones centrales de Séjourné durante este viaje fue denunciar las ideas de los intelectuales occidentales que habían pasado a la disidencia. En varios fragmentos del diario hace alusión al periodista de origen polaco y radicado en Francia Kewes S. Karol, autor de un libro crítico que tuvo mucha difusión en aquel momento.[53] Séjourné descalificó las críticas de Karol con el argumento de que él era incapaz de comprender un movimiento que no estaba sustentado en la razón sino en la fe. Más aún, intervino ante Orfila para que Siglo XXI Editores rechazara publicar la traducción del libro de Karol, que apareció en castellano bajo el sello de Seix Barral en 1972.[54]

Contrastaba las “elucubraciones” de los intelectuales que provenían de países en donde el concepto de “hombre” era inexistente e imperaba una idea egoísta y ciega de la libertad, con la autenticidad y la pasión revolucionaria que había percibido en las mujeres que trabajaban en la zafra. Ellas le habían manifestado que preferían morir en vez de volver al pasado o vivir en una sociedad occidental “ultra-progresista”; tenían además plena certeza de “la grandeza de Fidel, de su fuerza indestructible”.[55] De acuerdo con Séjourné, estas convicciones arraigaban en facultades intuitivas y no pasaban por el razonamiento lógico, por lo cual resultaban incomprensibles para individuos “ciegos, sordos e insensibles ante cualquier fenómeno que escape a su determinismo”.[56] Desde su punto de vista, el racionalismo había generado un falso discurso acerca de la realidad que ocultaba la esencia de los fenómenos, lo cual había provocado una disociación entre las palabras y los hechos; esta disociación era inexistente en Cuba, en donde “el arraigo del lenguaje en el subsuelo profundo de las acciones explicaba la fe del pueblo en el futuro y en los organizadores de esta gloriosa aventura”.[57]

El rechazo hacia los intelectuales extranjeros que coincidieron con ella en La Habana se acrecentó conforme avanzaba su estancia en Cuba. En su diario describe la indignación que resintió en una cena que el gobierno cubano ofreció en su honor durante la cual fueron expresados comentarios negativos acerca de Mao. Para Séjourné estas críticas no representaban opiniones políticas debatibles sino afrentas personales: “resentí los groseros insultos contra Mao como si hubieran sido proferidos en contra de Arnaldo”.[58] Temía que la obligación de asistir a este tipo de eventos sociales en La Habana empañara la emoción y el bienestar que la embargaban después de haber estado en el campamento de trabajo agrícola.

A fines de junio Séjourné participó en un jurado literario de Casa de las Américas y tuvo que enfrentar de nuevo el encuentro con algunos intelectuales latinoamericanos que habían sido invitados. En la carta a una amiga en México señalaba que estos intercambios le habían producido el efecto de una “lápida que la oprimía”. Más allá de que individualmente pudieran ser seres apreciables, en conjunto se le aparecían como “personas encerradas en sí mismas, preocupadas solo por su prestigio, desconfiadas de los demás, defendiendo su grandeza ante los otros. No me voltean a ver y apenas me saludan. En resumen, me siento perseguida”.[59] La contraparte a los encuentros con los intelectuales extranjeros fueron las invitaciones de Roberto Fernández Retamar, entonces director de la revista Casa de las Américas, a participar en las reuniones gubernamentales relacionadas con la política cultural. En su diario consigna en los siguientes términos su participación en estas reuniones: “¡He sido aceptada en los círculos oficiales después de un mes de estar en Cuba y sin haber hecho nada por este país!, mientras que mis veinte años de apasionado trabajo en México sólo me han hecho merecer la censura”.[60]

El caso Oscar Lewis

El antropólogo estadounidense Oscar Lewis (1914-1970) viajó a Cuba para realizar un estudio acerca de la cultura de la pobreza antes y después de la revolución que fue financiado por la Fundación Ford. A pesar de haber sido invitado personalmente por Fidel Castro para realizar su investigación en total libertad, Lewis no era un incondicional de la causa cubana y en los círculos oficiales corrían rumores de que trabajaba para la cia transfiriendo información sensible a los Estados Unidos bajo la cobertura de investigaciones científicas. Debido a su muerte prematura, la investigación quedó inconclusa, pero los materiales recopilados por él y su equipo entre 1969 y 1970 fueron publicados posteriormente.[61]

Séjourné y Lewis se conocían desde tiempo atrás porque la publicación de Los hijos de Sánchez había provocado la destitución de Orfila Reynal como director del Fondo de Cultura Económica en 1964.[62] En mayo de 1970, se reunieron en La Habana y en el diario ella da cuenta de los pormenores de esta entrevista. Lewis habló de dos biografías que acababa de terminar: la de una prostituta en tiempos de Batista que había logrado terminar la universidad y la de un negro hijo de una empleada doméstica que era descendiente de esclavos. Durante esta plática se quejó de las deficiencias en la formación académica de los estudiantes cubanos que colaboraban en su proyecto; y para escándalo de Séjourné, atribuyó esas carencias a que ninguno de ellos había estado en contacto con el medio intelectual. Otro punto de desacuerdo entre ellos fue que mientras Séjourné consideraba que la revolución había terminado con la miseria, Lewis sostenía que en Cuba subsistía una cultura de la pobreza y que las libretas de racionamiento eran insuficientes para alimentar a las familias. Séjourné atribuyó la postura de Lewis al elitismo de los intelectuales occidentales y a su incapacidad para comprender las transformaciones de fondo que se estaban produciendo. Aunque dudaba de que el antropólogo trabajara para la cia como le habían asegurado los funcionarios cubanos, estaba convencida de que actuaba de “mala fe”.[63]

En su diario escribe que Lewis vivía en La Habana con los mismos lujos que un “banquero mexicano”: se hospedaba en un “palacio”, disponía de varios vehículos, tenía servicio doméstico, numerosos asistentes de investigación y poseía más máquinas de escribir y grabadoras para realizar entrevistas que todas las instituciones cubanas juntas. Séjourné especulaba que, si además del financiamiento de la Ford, Lewis seguía ganando su sueldo de profesor y viajaba constantemente a los Estados Unidos, tenía recursos de sobra para donar al gobierno cubano que los necesitaba con urgencia. Se preguntaba también, “¿por qué [Lewis] era incapaz de entusiasmarse, aunque fuera solo por un segundo, con la epopeya de un pueblo que había elevado definitivamente el nivel de lo que hasta entonces se había creído digno de la naturaleza humana?”. Maravillada ante la “grandeza de la revolución” que palpaba en todas partes, los encuentros con escépticos como Lewis no hacían más que fortalecer en ella la fe en un movimiento que la mantenía en un “estado de permanente vibración y entusiasmo”, lo cual le había permitido captar una verdad profunda acerca de la revolución que resultaba inaccesible para otros extranjeros.[64]

Esta suerte de iluminación personal explica que Séjourné entrara en conflicto con cualquier persona que manifestara reservas hacia la revolución. Invitada por Lewis a una reunión social en su casa, describe en el diario su incomodidad ante la conversación de los invitados en torno al libro de K. S. Karol y la discusión acerca de si la revolución había caído en el dogmatismo al no admitir críticas.[65] Para ella, era lícito hablar de los problemas que enfrentaba la revolución siempre y cuando esto se hiciera “desde dentro”; es decir, a partir de una adhesión incondicional al movimiento y sin buscar cuestionarlo. Le escandalizó también el hecho de que se hablara de la pobreza en Cuba en torno a una elegante mesa: “la cena se convirtió en un tribunal que juzgaba a la revolución”. Y añade, haciendo referencia a su situación personal en México: “todo fue muy aburrido, con el mismo fondo de agresividad, la misma necesidad de destruir para existir […] que conozco bien y a causa de la cual he sufrido tanto”.[66]

A pesar de las críticas de Séjourné hacia Lewis, en los dos libros que escribió sobre Cuba utilizó la metodología basada en la reconstrucción de trayectorias de vida por medio de entrevistas.[67] Los libros de Margaret Randall sobre las mujeres en la Revolución cubana también fueron elaborados a partir de entrevistas con una orientación biográfica y muy probablemente estuvieron inspirados en el trabajo de Lewis.[68] Sin darle el debido crédito como autor ni citar sus obras en el libro La mujer cubana en el quehacer de la historia, Séjourné entrevistó prostitutas, trabajadoras domésticas, militantes, maestras, etc., cuyas trayectorias de vida contextualizó a través de fragmentos de discursos y escritos de Fidel Castro. El resultado fue una interpretación apologética y esquemática del proceso de transformación de la condición femenina en los primeros años de la revolución cubana.[69]

Conclusiones

Séjourné atribuyó las críticas de la disidencia occidental a una falsa percepción de la realidad. Argumentó que los intelectuales que se convirtieron en críticos eran incapaces de comprender un movimiento cuya esencia solo era accesible a aquellos que poseían una sensibilidad privilegiada y libre de prejuicios burgueses. La prueba de que ella era portadora de esta sensibilidad –de ese “sexto sentido”, de esa “fe” capaz mover montañas– era el bienestar emocional que la embargaba durante esa visita a Cuba. En su diario consigna que la palabra de Fidel representaba la piedra angular del sistema de creencia que la había guiado y que no requería de comprobación alguna, en la medida en que él encarnaba la verdad.

En el tercer volumen del libro Los orígenes de totalitarismo, Hannah Arendt reflexionó acerca de la manera en que una ideología que guardaba poca o nula relación con la experiencia inmediata era aceptada e interiorizada por una sociedad. En el contexto de los regímenes nazi y soviético, la ideología, escribió Arendt, había permitido configurar y transmitir una “explicación total” de la Historia que daba cuenta de “todo el acontecer histórico, la explicación total del pasado, el conocimiento total del presente y la fiable predicción del futuro”.[70] La ideología no podía ser refutada o confrontada porque ninguna experiencia concreta podía modificar la “explicación total” que había sido establecida. De manera que,

el pensamiento ideológico se torna emancipado de la realidad que percibimos con nuestros cinco sentidos e insiste en una realidad “más verdadera”, oculta tras todas las cosas perceptibles, dominándolas desde este escondrijo y requiriendo un sexto sentido que nos permite ser conscientes de ella. Este sexto sentido es precisamente proporcionado por la ideología, ese especial adoctrinamiento ideológico que es enseñado por las instituciones docentes establecidas exclusivamente con esta finalidad, la de preparar “soldados políticos” en las Ordensburgen de los nazis o en las escuelas de la Komintern o la Kominform. La propaganda del movimiento totalitario también sirve para emancipar al pensamiento de la experiencia y de la realidad; siempre se esfuerza por inyectar un significado secreto en cada acontecimiento público y tangible y para sospechar la existencia de una intención secreta tras cada acto político público.[71]

El planteamiento de Arendt acerca de la función de la ideología en los regímenes nazi y soviético permite entender que la radicalización de Séjourné en Cuba a partir de 1970 la llevara a adoptar posturas antiintelectuales, a desvalorizar lo racional y a exaltar valores subjetivos como la fe. Sin embargo, existe también una conexión con las posturas esotéricas que igualmente se reflejaron en sus interpretaciones acerca de Quetzalcóatl y las culturas mesoamericanas. El diario de viaje en Cuba está plagado de alusiones a los “significados ocultos” de los acontecimientos; a la verdad indiscutible que se desprendía de la palabra de Fidel Castro; a los “propósitos secretos o encubiertos” de los intelectuales críticos que elaboraban falsas interpretaciones sobre la base de su “mala fe”; al “sexto sentido” que la guiaba y le permitía acceder a una percepción reservada a unos cuantos iniciados o iluminados; y finalmente, a la idea de que la adhesión a la causa revolucionaria había abierto para ella una vía de redención personal.

En su libro acerca de los intelectuales occidentales que emprendieron peregrinaciones a Cuba en busca de una utopía, Paul Hollander propuso que esta búsqueda obedeció a un desencanto con el mundo occidental provocado por el avance del proceso de secularización y la expansión capitalista. De manera que “la política vino a proporcionar los nuevos objetos de culto y devoción, a medida que los dioses –para decirlo con palabras de Max Weber– se iban retirando de una participación activa en la vida de las sociedades occidentales”.[72] La satisfacción y el bienestar emocional que los nuevos objetos de culto y devoción aportaron a una “compañera de viaje” como Séjourné determinaron su compromiso con un proyecto que no podía ser cuestionado desde ningún punto de vista. Lo anterior se entrelazó con la postura espiritualista de raíz esotérica que adoptó desde su llegada a México a través del contacto con el círculo surrealista. La conjunción de estos factores permite entender que se convirtiera en una “compañera de viaje” idónea para el régimen cubano en un momento en que la disidencia se acrecentó y era urgente reclutar nuevos propagandistas.

En años recientes ha comenzado a examinarse la intervención de las doctrinas esotéricas en la configuración de las ideologías políticas del siglo xx. Libros como el de Nicholas Goodrick-Clarke abrieron una nueva vertiente de análisis para una historia política e intelectual dispuesta a reconocer la influencia de elementos que hasta hace algunos años habrían sido descartados.[73] En el caso de Séjourné sería simplista atribuir su adhesión incondicional a la revolución únicamente al adoctrinamiento ideológico del que fue objeto durante sus visitas a Cuba. Este trabajo ha tratado de mostrar que su vertiente esotérica jugó un papel determinante al encontrarse en sintonía con la narrativa redentorista desplegada por el régimen. o

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Resumen / Abstract

El diario de una “compañera de viaje”. Laurette Séjourné y la Revolución cubana en 1970

A partir de 1970, una parte significativa de la nueva izquierda intelectual cuestionó el alineamiento del régimen cubano con la URSS, así como los límites impuestos a la libertad de expresión, y se alejaron de la causa cubana. La deserción de intelectuales de diferentes países coincidió con la invitación oficial que el gobierno dirigió a la arqueóloga francoitaliana Laurette Séjourné para realizar una visita a mediados de 1970. Muy rápidamente, Séjourné se convirtió en una “compañera de viaje” e inició una colaboración estrecha con Casa de las Américas y la Federación de Mujeres Cubanas. Este artículo está basado en el diario de este viaje de Séjourné a Cuba. El diario muestra que el proceso de radicalización que atravesó tuvo un sentido de transformación personal, en el cual subyace una veta espiritualista –de tipo esotérico–
que también estuvo presente en su trabajo como arqueóloga en México. El componente espiritualista jugó un papel determinante en la adhesión de Séjourné a la causa cubana, en la medida en que se entrelazó y fue compatible con la retórica redentorista utilizada por el régimen.

 

Palabras clave: Revolución cubana - Compañera
de viaje - Radicalización - Esoterismo

 

The Diary of a Fellow Traveler: Laurette Séjourné and the Cuban Revolution in 1970

Starting in 1970, a significant segment of the new intellectual left began to challenge the alignment of the Cuban regime with the URSS and the constraints placed on freedom of expression, leading them to distance themselves from the Cuban cause. The defection of intellectuals from various countries coincided with the official invitation extended by the government to the Franco-Italian archaeologist Laurette Séjourné for a visit in the mid-1970s. Rapidly, Séjourné became a “fellow traveler” and initiated a close collaboration with Casa de las Americas and the Federation de Mujeres Cubanas. This article is based on Séjourné’s diary of her trip to Cuba. The diary reveals that the process of radicalization she underwent had a personal transformative aspect, with an underlying spiritualist –almost esoteric– dimension that was also present in her work as an archaeologist in Mexico. The spiritual component played a determining role in Séjourné’s adherence to the Cuban cause, to the extent that it intertwined and was compatible with the redemptive rhetoric used by the regime.

 

Keywords: Cuban Revolution - Fellow Traveler - Radicalization - Spiritualism - Esoterism

 

Fecha de presentación del original: 21/10/23

Fecha de aceptación del original: 21/5/24



* urias@sociales.unam.mx. ORCID: https://orcid.org// 0000-0003-3116-7439

[1] Fernando Benítez, La batalla de Cuba. Seguido de Fisonomía de Cuba por Enrique González Pedrero, México, Ediciones Era, Colección Ancho Mundo, 1960; Jean Paul Sartre, Sartre visita a Cuba, La Habana, Ediciones R, Literatura, 1961; Juan Goytisolo, “Pueblo en marcha”, en J. Goytisolo, Obras completas, edición del autor, vol. ii, Narrativa y relatos de viaje (1959-1965) [1962], Barcelona, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2006; Max Aub, Enero en Cuba, México, Joaquín Mortíz, 1969; Ernesto Cardenal, Ernesto Cardenal en Cuba, Buenos Aires, Carlos Lohlé, 1972; Hans Magnus Enzensberger, “Viajeros revolucionarios”, en H. Magnus Enzensberger, El interrogatorio de La Habana y otros ensayos políticos, Barcelona, Anagrama, 1973; Hans Magnus Enzensberger, “Recuerdos de un tumulto, en H. Magnus Enzensberger, Tumulto [1967-1970], Barcelona, Malpaso, 2015.

[2] Paul Hollander, Los peregrinos de la Habana, Madrid. Editorial Playor, Biblioteca Cubana Contemporánea, 1981, p. 32. En este libro, Hollander plantea que el término de “peregrino político” corresponde al perfil de los visitantes que apoyaron las revoluciones china, vietnamita y cubana en los años sesenta y setenta, mientras que el de “compañero de viaje” se adapta al análisis de los viajeros occidentales que visitaron la urss en los años treinta y cuarenta. En este trabajo se adoptó el término de “compañero de viaje” debido a que abarca mejor una problemática que atravesó la historia del siglo xx.

[3] Rafael Rojas, Historia mínima de la Revolución cubana, México, El Colegio de México, 2015. Acerca de la relación entre Cuba y la nueva izquierda internacional, del mismo autor, véase también Traductores de la utopía. La revolución cubana y la nueva izquierda de Nueva York, México, Fondo de Cultura Económica, 2016 y La polis literaria. El boom, la Revolución y otras polémicas de la Guerra Fría, México, Taurus, 2018.

[4] Kepa Artaraz, Cuba y la Nueva Izquierda, una relación que marcó los años 60, Buenos Aires, Capital Intelectual, 2011, p. 25.

[5] Fondo Documental Laurette Séjourné, Archivo Histórico y de Investigación Documental, Instituto de Investigaciones Estéticas, unam, Ciudad de México, (fdls-ahid-iie-unam). Laurette Séjourné, “Diarios”, 1970, Exp.576/caja 21. Se trata de un texto inédito y escrito en francés. Las traducciones al español son de la autora.

Con respecto a la investigación anterior, véase Beatriz Urías, “¿Nueva Izquierda o nueva ortodoxia? Laurette Séjourné y la Revolución cubana en 1970”, Mexican Studies/Estudios Mexicanos, vol. 39, n°2, verano 2023. El artículo profundiza en el análisis del enfrentamiento entre Arnaldo Orfila Reynal y Séjourné con los intelectuales mexicanos a causa de la Revolución cubana.

[6] Lillian Guerra, Visions of Power in Cuba. Revolution, Redemption, and Resistance, 1959-1971, Chapel Hill, The University of North Carolina Press, 2012.

[7] Vincent Bloch, Cuba, une révolution, París, Éditons Vendémiaire, 2016.

[8] En un trabajo reciente, Mircea Lavaniegos propuso que la interpretación de Séjourné acerca del mito del Hombre-Dios mesoamericano “coincide en algunos aspectos con la filosofía de la naturaleza de Paracelso (ca. 1493-1541) y con la teosofía cristiana de Jacob Böhme (1575-1624). Mientras que, para el primero, “un principio de conocimiento, un órgano de nuestra alma, llamado ‘Luz de Naturaleza’, nos revela las grandezas de Dios o correlaciones entre el hombre, la Tierra, los astros, los metales y los elementos químicos”; para el segundo, “antes del Ser existe ontológicamente el Ungrund, es decir, un ‘abismo’, especie de deidad que precede ontológicamente a la divinidad”. Ambas nociones, la del intelecto del alma concebido como luz y la del abismo subyacente al universo, aparecen en la obra de Séjourné, para quien la “liberación de la energía iluminante”, encerrada en el corazón del ser humano, esos “poderes espirituales” que forman parte “de la interioridad de [su] organismo”, solo puede lograrse a través de la “inmersión en los abismos”, es decir, en la “toma de conciencia de la dualidad inherente al fenómeno humano”. Resulta significativo el hecho de que la propia arqueología sea concebida por Séjourné como una catábasis a las ruinas del pasado, haciendo coincidir su disciplina con la labor del artista iniciado, el poeta y el alquimista”. Mircea Lavaniegos, “‘El Sol de las profundidades’: una revisión de la lectura séjourneana de la figura de Quetzalcóatl desde el esoterismo occidental”, Revista de Estudios Históricos de la Masonería Latinoamericana y Caribeña plus, vol. 16, n° 1, Costa Rica, enero/junio 2024, p. 130. Los entrecomillados que remiten a la obra de Séjourné provienen de uno de sus libros. Laurette Séjourné, El universo de Quetzalcóatl, prólogo de Mircea Eliade, México, Fondo de Cultura Económica, 1962.

[9] Christopher Lasch, La agonía de la izquierda norteamericana, Barcelona/México, Ediciones Grijalbo, 1970, pp. 155-156.

[10] Lasch, La agonía de la izquierda norteamericana, p. 157.

[11] Ibid., pp. 240-241.

[12] Ibid., p. 140.

[13] Ibid., p. 267.

[14] Beatriz Urías, “Victor Serge en México, 1941-1947”, Historia Mexicana, vol. 70, n° 4, México, El Colegio de México, abril-julio de 2021.

[15] Séjourné, Pensamiento y religión en el México antiguo, México, Fondo de Cultura Económica, 1957; El universo de Quetzalcóatl; América Latina, tomo I, Historia Universal Siglo XXI, vol. 21, Antiguas culturas precolombinas, México, Siglo XXI Editores, 1972.

[16] Lavaniegos, “‘El Sol de las profundidades’”, p. 131.

[17] Séjourné, México 6 de abril de 1951, Sección: Correspondencia, Serie: personales. Exp.811, p. 4 (fdls-ahid-iie-unam).

[18] La simbología esotérica es patente en la obra plástica de Carrington. Según la investigadora M. E. Warlick, los autores mediante los cuales Carrington se adentró en las doctrinas esotéricas fueron E. A. Grillot de Givry, Kurt Seligmann, Robert Graves, Gerald Gardner, P. D. Ouspensky, G. I. Gurdjieff, Carl Gustav Jung y Mircea Eliade. M. E. Warlick, “Leonora Carrington’s Esoteric Symbols and their Sources Carrington’s Esoteric”, Studia Hermetica Journal, vol. I, n° 1, 2017.

[19] Leonora Carrington, La trompetilla acústica [1940], México, Fondo de Cultura Económica, Colección Tezontle, 2017. Esta novela fue escrita en inglés y permaneció inédita hasta 1974, cuando fue traducida y editada en francés; en 1977 aparecieron dos nuevas ediciones en inglés y en español; actualmente existe una edición de 2017 del Fondo de Cultura Económica.

[20] Alfredo López Austin, Hombre-Dios. Religión y política en el mundo náhuatl, Instituto de Investigaciones Históricas, Serie de Cultura Náhuatl, Monografías: 15, Universidad Nacional Autónoma de México, 1973, pp. 38-39.

[21] Michel Graulich, “Le ‘couple’ Kibaltchitch et la civilization mexicaine”, en Victor Serge, vie et oeuvre d’un révolutionnaire. Actes du Colloque organisé par l’Institut de Sociologie de l’Université Libre de Bruxelles, Socialisme, n° 226-227, Bruselas, 1991, p. 385.

[22] Gustavo Sorá, Editar desde la izquierda en América latina. La agitada historia del Fondo de Cultura Económica y de Siglo XXI, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2017.

[23] Laurette Séjourné, “Oración”, Revista Casa de las Américas, vol, viii, n°46, La Habana, 1968, p. 106.

[24] “The Zafra de los Diez Millones entailed a disciplinary effort to recast all citizens in a more obedient mold. Citizens were meant to experience the Zafra as a unanimous search for redemption that would yield as much radical change as the events of 1959. As homosexuals, self-styled revolutionaries, and others were systematically excluded for ideological heresy in the same period, the government used its call to the campo as a way of asserting political inclusivity of loyalist and refurbishing belief in official forms of fidelismo as a cultural religion. While many found themselves alienated by the sacrifices and bureaucratic chaos that the Zafra entailed, others discovered a new consciousness and identity in the process”. Guerra, Visions of Power in Cuba, p. 304.

[25] La expresión “La mujer Siglo xxi” proviene de su diario. Séjourné, La Habana, 27 de abril de 1970, “Diarios”, p. 3.

Su colaboración con el gobierno cubano en la cultura popular y la condición femenina se encuentra registradas en las siguientes obras: Laurette Séjourné (comp.), Teatro Escambray: una experiencia, La Habana, Editorial Ciencias Sociales, 1977; Laurette Séjourné (comp., con la colaboración de Tatiana Coll), La mujer cubana en el quehacer de la historia, México, Siglo XXI, Caminos de Liberación, 1980.

[26] Urías, “¿Nueva Izquierda o nueva ortodoxia?”, pp. 230-233.

[27] Séjourné, Campamento Tania la guerrillera, 29 de abril de 1970, “Diarios”, p. 6.

[28] Hollander, Los peregrinos de la Habana, p. 39.

[29] Claude Lefort, “Crítica del liberalismo rampante”, en C. Lefort, La complicación. Retorno sobre el comunismo, Buenos Aires, Prometeo, 2013, p. 20.

[30] David Caute, The Fellow Travelers: Intellectual Friends of Communism, New Haven, Yale University, 1973.

[31] “The New Left embraced Cuba: its spontaneity, exuberance, panache, military courage, mobilization of the masses, its militia girls, its beards and magnificent rhetoric”, ibid., p. 409.

[32] “The fellow-travelers cultivated a convenient schizophrenia: they scorned democracy – at a distance; they invested their dreams of positivistic experimentation and moral regeneration – at a distance”, ibid., p. 7.

[33] Hollander, Los peregrinos de la Habana, pp. 243-247.

[34] Hans Magnus Enzensberger, “Viajeros revolucionarios”, en H. M. Enzensberger, El interrogatorio de La Habana y otros ensayos políticos, Barcelona, Anagrama, 1973, pp. 99-100.

[35] Ibid., pp. 106-108.

[36] Juan Goytisolo, “Pueblo en marcha”, pp. 723-724.

[37] Juan Goytisolo, “En los reinos de taifa”, en J. Goytisolo, Autobiografía, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2017, p. 281, [1986].

[38] “Lo que yo puedo decir [acerca de la revolución] es algo todavía indefinido y vago… Me siento deprimida y más incapaz que nunca”. Séjourné, La Habana, 26 de abril de 1970, “Diarios”, p. 1. Las citas provienen de: Séjourné, La Habana, 27 abril 1970, “Diarios”, p. 2.

[39] Ibid., p. 4. Las cursivas son mías.

[40] René Dumont, Cuba, est-il socialiste?, París, Éditions du Seuil, 1970.

[41] Séjourné, Carta a Françoise Bagot, La Habana, 21 de junio de 1970, Anotaciones cotidianas 7, Sección: Agendas y directorios, Serie: Personales. Exp.563/caja 19, p. 1 (fdls-ahid-iie-unam).

[42] Hollander, Los peregrinos de la Habana, pp. 50-51.

[43] Séjourné, Campamento Tania la guerrillera, 2 de mayo de 1970, “Diarios”, p. 11.

[44] Idem.

[45] Ibid., p. 21

[46] Séjourné, La Habana, 10 mayo 1970, “Diarios”, p. 22.

[47] Isabella Rooney, “Gendering the revolution: Bohemia, power and culture in post-revolutionnary Cuba, 1960-1985”, Radical Americas, vol. 7, n° 1, 2022, p. 10. Véanse también pp. 12-15.

[48] Séjourné, Campamento Tania la guerrillera, 2 de mayo de 1970, “Diarios”, p. 10.

[49] Ibid., p. 12.

[50] Séjourné, La mujer cubana, p. x.

[51] Margaret Randall, Mujeres en la revolución. Margaret Randall conversa con mujeres cubanas, México, Siglo XXI, 1972, pp. 288-290

[52] “the government actively endorsed a vision of women working in connection with conceptions of beauty and maternity, thus reinforcing existing cultural codes of feminity. In a culture that remained overwhelmingly patriarchal, this necessarily narrowed the scope of participation”. Rooney, “Gendering the revolution”, p. 19.

[53] Kewes S. Karol, Les Guérrilleros au pouvoir, París, Robert Laffont, 1970.

[54] Urías, “Nueva Izquierda o nueva ortodoxia?”, p. 232.

[55] Séjourné, Campamento Tania la guerrillera, 9 de mayo de 1970, “Diarios”, p. 20. Subrayado en el texto.

[56] Séjourné, La Habana, 10 de mayo de 1970, “Diarios”, p. 22.

[57] Idem.

[58] Séjourné, La Habana, 13 de mayo de 1970, “Diarios”, p. 25.

[59] Séjourné, Carta a Irina, La Habana, 25 de junio de 1970, “Diarios”, p. 1.

[60] Séjourné, La Habana, 5 de junio de 1970, “Diarios”ibid., p. 33.

[61] Oscar Lewis, Ruth M. Lewis y Susan M. Rigdon, Four men: Living the Revolution: An Oral History of Contemporary Cuba, Urbana Champaign, University of Illinois, 1977; Four women: Living the Revolution: An Oral History of Contemporary Cuba, Urbana Champaign, University of Illinois, 1977; Neighbors: Living the Revolution: An Oral History of Contemporary Cuba, Urbana Champaign, University of Illinois, 1978.

[62] Oscar Lewis, Los hijos de Sánchez, México, Fondo de Cultura Económica, 1964.

[63] Séjourné, La Habana, 27 de mayo de 1970, “Diarios”, pp. 26-.

[64] Ibid., p. 2

[65] Karol, Les Guérrilleros au pouvoir.

[66] Séjourné, La Habana, 5 de junio de 1970, “Diarios”, p. 34.

[67] Séjourné, Teatro Escambray.

[68] Randall, Mujeres en la revolución; La mujer cubana ahora, La Habana, Instituto Cubano del Libro, 1972.

[69] Séjourné, La mujer cubana en el quehacer de la historia.

[70] Hannah Arendt, Los orígenes de totalitarismo, vol. 3, Totalitarismo, Madrid, Alianza Universidad. Edición en español, 1987, p. 696, [1951]

[71] Arendt, Los orígenes de totalitarismo, vol. 3, Totalitarismo, p. 696.

[72] Hollander, Los peregrinos de la Habana, p. 264.

[73] Nicholas Goodrick-Clarke, The Occult Roots of Nazism. Secret Aryan Cults and their Influence on Nazi Ideology, Londres, Tauris Parke Paperbacks, 2004.