Reconsiderando “Brasil y ‘América Latina’”. La cuestión al revés

 

Ori Preuss* y João Paulo Coelho de Souza Rodrigues**

Universidad de Tel Aviv / Universidade Federal do Rio de Janeiro

 

En 2012, esta revista publicó un provocativo artículo de Leslie Bethell sobre un tema frecuentemente mencionado, pero hasta entonces raramente explorado: la cuestión de “Brasil y ‘América Latina’” en los siglos xix y xx. Descrito por Bethell como en parte historia de las ideas y en parte historia de las relaciones internacionales, el artículo sostenía que, durante más de cien años después de la independencia, ni los intelectuales ni los gobiernos hispanoamericanos consideraron a Brasil como parte de América Latina. Los intelectuales y gobiernos brasileños solo tenían ojos para Europa y los Estados Unidos, salvo por la relación con la región del Río de la Plata.[1] Esta interpretación categórica se ha convertido en sabiduría convencional sobre el tema. Han sido pocas las narrativas contrarias, o al menos complementarias, bien investigadas. Algunos estudios han destacado la complejidad de las actitudes de los brasileños hacia los hispanoamericanos y viceversa. Sin embargo, todos suponen, y por lo tanto reproducen, al menos parcialmente, la noción de Brasil como un caso aparte en América Latina.[2]

Nuestro punto de partida es el contrario. Sostenemos que aplicar la misma pregunta a países hispanoamericanos como la Argentina, México o Cuba podría revelar grados similares, si no mayores, de desapego de “América Latina”. Sin embargo, para corregir la visión dominante acerca del caso de Brasil, este artículo vuelve a abordar el tema, proporcionando una reconstrucción más completa, que permita una comprensión más matizada de las interrelaciones entre Brasil/eños e Hispanoamérica/nos. Se pueden rastrear tres niveles implícitos de análisis en la discusión de Bethell, quien describe dos entidades fijas y separadas entre sí, cuyas relaciones se caracterizan por un escaso interés en el ámbito epistemológico, juicios de valor negativos en el ámbito moral y políticas poco amigables en el ámbito praxeológico, basándose sobre todo en escritos públicos de intelectuales y políticos.[3] Nosotros no solo demostramos una imagen diferente en las tres dimensiones mencionadas: implementamos una metodología más integral, informada por el transnacionalismo, las historias conectadas y el giro espacial en las ciencias humanas. Estos enfoques ven el espacio como una construcción social transitoria creada a través de la interacción humana, en lugar de como un contenedor rígido. De ahí la necesidad de problematizar las unidades geopolíticas o geoculturales convencionales (sobre todo el Estado-nación), explorando su creación, significados y usos, con especial atención a los intercambios materiales y culturales entre ellas, bajo la premisa de que estos pueden modificar las entidades involucradas e incluso producir nuevas. Por ende, nuestro método difiere del de Bethell en varios aspectos. En primer lugar, examinamos no solo variables políticas e ideacionales, sino también materiales, destacando los vínculos entre procesos subjetivos y objetivos. Segundo, hacemos hincapié en la naturaleza recíproca y no unidireccional de las relaciones luso-hispanoamericanas. Tercero, no nos limitamos a las categorías fijas de Brasil e Hispanoamérica, sino que repensamos América Latina como una variedad de espacios prácticos e imaginativos en constante cambio.

Siguiendo estos principios, exploramos una variedad de prácticas y entramados transfronterizos: conflictos militares, diplomacia cultural, encuentros públicos, lazos institucionales, conferencias, sociabilidad, relaciones personales, intertextualidad, traducción y, sobre todo, viajes y prensa periódica. El relato se estructura cronológicamente alrededor de ciertos puntos de inflexión, adentrándose en períodos diferenciados por la intensidad y calidad de los lazos mutuos en diversas esferas: las infraestructuras comunicacionales y de transporte, las relaciones internacionales, la vida intelectual, las ideas y los discursos identitarios. El argumento resultante es radical: desde su independencia, Brasil ha desempeñado un papel crucial, a menudo más importante que la mayoría de sus vecinos hispanoamericanos “más cercanos entre sí”, en la formación de América Latina, entendida aquí como un espacio concreto de interacción, idea e identidad. El legado colonial portugués, un camino independentista menos violento, el régimen monárquico, y la magnitud y persistencia de la esclavitud diferenciaron a Brasil de Hispanoamérica durante la mayor parte del siglo xix. Sin embargo, estas singularidades objetivas no impidieron conexiones múltiples e interpretaciones diversas por parte de los brasileños e hispanoamericanos, generando no solo prejuicios mutuos y hostilidades, como ya se ha enfatizado, sino también una sensación de identificación y cooperación recíprocas, aspectos que destacamos aquí como contrapeso.[4] En contraste con la descripción de Bethell de un siglo de distanciamiento mutuo, la posición geográfica de Brasil, su poder estratégico y su identidad ibérica lo convirtieron en un actor esencial en la integración material, intelectual y política de Latinoamérica, con Brasil e individuos brasileños volviéndose, hacia fines del período, líderes conscientes y ampliamente reconocidos del latinoamericanismo.[5]

Geográficamente, el proceso gradual que condujo a este resultado ocurrió en una serie de espacios concéntricos interconectados. En el núcleo se encontraban las relaciones internacionales entre Brasil y la Argentina, y los intercambios socioculturales transnacionales entre sus capitales, que constituían los espacios de interacción más intensos y significativos, seguidos por la región del Río de la Plata, el Cono Sur, Sudamérica y, finalmente, el espacio que comenzó a formarse bajo los nombres de “América”, “América del Sur” o “Nuestra América”, y rebautizado como “América Latina” en la década de 1850. Este último, aunque mucho menos integrado que los espacios anteriores, poseía una fuerza conceptual. Se alimentó de, y a su vez nutrió, diálogos entre latinoamericanos de diferentes nacionalidades. Al sumergirnos en esta esfera, desplazamos la atención del rol del imperialismo europeo y estadounidense en la formación de América Latina a las relaciones Brasil-Argentina. Nuestra narrativa termina justo antes de la década de 1920, momento en el que, según Bethell, Brasil “finalmente se convierte en parte de ‘América Latina’”, y nuestras interpretaciones comienzan a converger.[6]

 

La era de los caudillos: Brasil como el redentor de Sudamérica

 

La prensa periódica y los viajes, los dos protagonistas de la famosa tesis de Benedict Anderson sobre la formación de las naciones latinoamericanas, fueron mucho más transnacionales de lo comúnmente descrito.[7] El proceso independentista iniciado en 1810 provocó una explosión de la prensa periódica y un gran aumento de circulación de personas y bienes, interconectando ciudades en toda la región y a través del Atlántico, formando así ideas e identidades.[8] Las ciudades brasileñas en general, y la capital portuaria de Río de Janeiro en particular, no estaban fuera de estos circuitos. Como ha mostrado João Paulo Pimenta, la independencia de las colonias españolas y portuguesas no fueron procesos separados sino entrelazados, con las noticias sobre los acontecimientos fluyendo entre las esferas públicas, empujando temas y casos ejemplares a las discusiones políticas.[9]

El caso más notable son los escritores de la Generación argentina de 1837. Bethell retrata a este grupo como indiferente o antagónico a la solidaridad latinoamericana, ignorando por completo el hecho de que muchos de sus miembros encontraron en Brasil refugio de las persecuciones del régimen rosista, y discutían sobre el imperio en sus escritos.[10] Lo que resalta en sus ensayos, notas de viaje, memorias y correspondencia es su integración en el tejido social e intelectual de Río a pesar de las diferencias lingüísticas, la curiosidad por las condiciones locales, los juicios morales mixtos, y las actitudes diversas hacia el lugar de Brasil en América, viéndolo como un aliado en la lucha contra la “barbarie” caudillista y en pos del progreso sudamericano, a pesar de su régimen monárquico.[11]

Juana Manso, que llegó a Río en 1842, fundó allí un periódico pionero sobre los derechos de la mujer. En el editorial introductorio preveía que “la sociedad de Río de Janeiro, corte y capital del imperio, metrópoli del sur de América, acoja […] O Jornal das Senhoras, editado por una americana”.[12] Fue en esta revista donde Manso publicó su primera novela, Los misterios del Plata (1852), sobre la política argentina, y fue en Buenos Aires, a su regreso, donde publicó La familia del comendador (1854), una novela antiesclavista ambientada en Brasil. La relación inversa entre los espacios narrativos y reales atestigua no solo los múltiples intereses nacionales y regionales de la autora, sino también los de los lectores brasileños y rioplatenses.

Durante su estadía en Río, Manso recibió una carta del escritor argentino José Mármol, exiliado en Montevideo. En respuesta a las impresiones iniciales negativas de Manso, Mármol describió el Imperio como aún mal formado: “sin ser un pueblo americano ni europeo, joven ni viejo, aristócrata ni demócrata, adelantado ni ignorante”. Sin embargo, tras abolir la monarquía y adaptar principios republicanos, Brasil podría americanizarse y alcanzar un carácter más sólido y profundo.[13] Poco tiempo después, Mármol viajó a Río, donde escribió su obra más célebre, Cantos del peregrino, repleta de elogios a la política, la sociedad, las artes y el nivel general de civilización brasileños, con el propósito de “arrebatar algunas ideas falsas y desfavorables que existen en general sobre la sociedad brasilera”. Río exhibía todos los signos externos del progreso y Brasil tenía “una monarquía representativa, la más democrática del mundo”. Era una de las naciones líderes de América y sería el principal emporio de riqueza y comercio de América del Sur.[14] También en esa época, Mármol publicó en Río y Montevideo un ensayo en el que llamaba a la “juventud progresista de Río de Janeiro” a fraternizar con “la revolución americana, [que] en su objeto moral y socialista, es una e indivisible para toda la América; y las formas políticas de gobierno para cada estado, monarquía o república, no son sino medios elegibles para conseguir aquel objeto […] hay una cosa común entre las Repúblicas y el Imperio de América”.[15]

 Otro miembro de la Generación del 37, Juan Bautista Alberdi, pasó un mes en Río en 1844 en su camino de Europa a Chile. “Acercándome al Brasil”, escribió en su diario, “creo aproximarme a algo que me pertenece: a una rama de la familia hispanoamericana […]. Deseo la primera aparición de la tierra americana, con un placer vivo: veré el Brasil, como vería mi propio país”.[16] A pesar de esta entusiasta sensación de identificación, al llegar, el diario de Alberdi se llenó de descripciones etnológicas y sociológicas degradantes e impregnadas de determinismo climático y racial, a propósito de la población de la ciudad, la dependencia económica de la esclavitud, y la corte imperial. Aun así, en una serie de artículos periodísticos que publicó ese mismo año en Chile, Alberdi rechazó por completo una política hostil hacia Brasil por ser una monarquía. Aunque no formaba parte de la “familia” hispanoamericana en términos de lengua y tradiciones, Brasil había pasado por la misma “revolución” de independencia política, alcanzando mayores niveles de civilización y estabilidad política. El americanismo no se trataba de una cierta forma de gobierno, sino del valor de la libertad y de los lazos mutuos, influencias e intereses entre los países de la parte sur del continente, desde las Antillas hasta la Patagonia, que formaban juntos “un gran cuerpo o sistema político”.[17] En otra serie de artículos, Alberdi escribió que Brasil, “reconocido y proclamado por las repúblicas españolas más libres, [es] el pueblo de América llamado a tomar la iniciativa en los negocios continentales”.[18]

Otro intelectual rioplatense que vio a Brasil como un potencial aliado en la lucha contra Rosas y la “barbarie” fue Andrés Lamas, un diplomático uruguayo que llegó a Río en 1847, enviado por el gobierno colorado durante el sitio de Montevideo por el Partido Blanco, apoyado por Rosas. Antes de su estancia en Brasil como diplomático, que duró hasta 1862, Lamas colaboró con exiliados argentinos en la publicación de propaganda anti-Rosista en la prensa uruguaya. En Río, incursionó en los círculos políticos e intelectuales locales, se hizo amigo del emperador Pedro II, participó en las actividades del Instituto Histórico Geográfico Brasileiro (ihgb), del que se convirtió en miembro correspondiente, y continuó su campaña de propaganda en la prensa local.[19]

Las ideas de Lamas tuvieron eco en los escritos periodísticos de José María da Silva Paranhos, quien se volvería figura clave en las relaciones de Brasil con el Río de la Plata como diplomático y estadista. Paranhos llamó la atención sobre el mapeo racial-estratégico del continente americano proporcionado por Lamas en un libro publicado en París en 1851. La anexión de territorios mexicanos por parte de los Estados Unidos y el establecimiento de bases británicas a lo largo de las costas del Atlántico y el Pacífico merecen la atención de “las dos ramas de la raza latina, la ibérica y la lusitana, para que [...] defiendan sus nacionalidades y no desaparezcan ante la incesante actividad de la raza más avanzada, la anglosajona”. Según la interpretación de Lamas, respaldada por Paranhos, la política internacional sudamericana formó parte de un choque continental de civilizaciones, en el cual Brasil tenía el papel crucial de ser “la verdadera base, el punto de partida necesario de todo lo que hoy se puede hacer de manera sólida y regular por la paz y la prosperidad de los países que la rodean”.[20]

 

Monte Caseros: un punto de giro olvidado

 

Las aspiraciones supranacionales de Lamas y Paranhos se materializaron parcialmente en 1852, cuando el Imperio brasileño se unió a una coalición militar de unitarios de Buenos Aires, caudillos federales rurales, y colorados de Montevideo, que puso fin al gobierno de Rosas en la batalla de Monte Caseros. La importancia política y cultural de esta alianza sin precedentes a los ojos de los contemporáneos ha pasado desapercibida para la historiografía. Justo José de Urquiza, el gobernador federal de Entre Ríos y comandante del ejército aliado, la describió en un manifiesto como “la grande alianza Argentina Americana contra los tiranos del Plata”,[21] y la retórica oficial argentina y brasileña lo denominó “grande ejército aliado de Sud-América”.[22] “Coalición libertadora americana”, rezaba la inscripción en el arco del triunfo erigido en Buenos Aires tras la batalla.[23] La enmarcación supranacional del conflicto es significativa, especialmente cuando se la considera junto con el discurso ideológico generalizado de libertad, civilización y progreso de los vencedores.[24]

Como en la época de la independencia, la prensa periódica unió a las capitales de la región, creando una discusión pública transnacional sobre la caída de Rosas. Basándose en periódicos argentinos y uruguayos que llegaban en barcos con una demora de una a tres semanas, la prensa de Río reprodujo declaraciones formales de los líderes de la alianza, así como descripciones detalladas de las celebraciones en Buenos Aires y Montevideo, y homenajes públicos a la fuerza expedicionaria brasileña.[25] Una serie de artículos extensos en el diario más importante de Río, Jornal do Comércio, conocido por su sobriedad, ilustra el movimiento tectónico que estaba teniendo lugar en la geopolítica regional. “Estos últimos resultados son inmensos”, diagnosticó el autor anónimo. “Superada la temible barrera moral, coronada por tan espléndido triunfo de la primera coalición entre el imperio americano y las repúblicas vecinas, nos encontramos en el verdadero camino de la amistad sólida”. Además, la victoria de la alianza demostró la astucia y la fuerza de una “nueva diplomacia americana” frente a las amenazas europeas.[26]

Casi al mismo tiempo, otro miembro clave de la Generación del 37, Domingo Faustino Sarmiento, que había participado en la campaña de 1851-1852, mantenía largos diálogos con el emperador Pedro II sobre temas que iban desde la industria de la seda, la educación y la inmigración, hasta la literatura argentina y las mutuas percepciones argentino-brasileñas.[27] La anterior visita del intelectual argentino a Río, en 1846, generó críticas a la esclavitud y burlas al emperador.[28] Sin embargo, sus relatos públicos y privados de la visita de 1852 se concentraron en conversaciones con estadistas brasileños, a quienes elogió. Al igual que el análisis geoestratégico del Jornal do Comércio, Sarmiento simultáneamente encarnaba y retrataba un punto de inflexión en la historia de la región. Los acontecimientos recientes, observó, estaban impulsando la política exterior “muy ilustrada” de Brasil hacia una mayor dependencia del “Partido civilizado” en el Río de la Plata como única garantía de paz regional.[29] Al vincular este cambio en el dominio político con un cambio en el dominio moral, también observó que “al temor que antes inspiraba al Brasil nuestro espíritu guerrero, y la desconfianza suscitada por el genio de la intriga […] de que Rosas le había dado tantos ejemplos, se ha sucedido el respeto por el carácter moral […] y las luces e inteligencia de nuestros escritores y hombres de estado”.[30]

 

Ideas y diplomacia más allá del Río de la Plata

 

Como bien ha señalado Bethell, las relaciones de Brasil con otras partes de América Latina eran limitadas en comparación con las mantenidas con el Plata. Sin embargo, no eran tan monolíticas e insignificantes como él las presenta.[31] Es cierto que Brasil no participó en ninguno de los congresos internacionales durante el siglo xix, comenzando con el de Panamá de 1826, destinados a crear una alianza entre países latinoamericanos.[32] Sin embargo, se ha exagerado la importancia de esta abstención. En primer lugar, el comportamiento de Brasil no fue excepcional. Pocos países hispanoamericanos participaron en cada una de estas reuniones. Segundo, una lectura minuciosa de la correspondencia diplomática y escritos públicos revela vínculos profundos entre brasileños e hispanoamericanos de todas partes del subcontinente, un creciente interés mutuo, e ideas y acciones complejas respecto del rol de Brasil en América.

Una iniciativa mexicana de cooperación latinoamericana, lanzada en 1831 por el canciller Lucas Alemán, incluía a Brasil como pilar principal. Alemán percibía el Imperio y a México como dos centros de poder que debían cooperar para “sostener el honor del hemisferio, dejando a cada uno la forma de Gobierno que más le cuadre”.[33] Aunque el proyecto no se concretó, México renovó sus esfuerzos más tarde. A principios de 1839, el ministro brasileño en Perú, Duarte da Ponte Ribeiro, informó a su superior en Río sobre repetidas conversaciones que mantuvo en Lima con el exministro de Relaciones Exteriores mexicano, Juan de Dios Cañedo. Ponte Ribeiro observó que “la desconfianza con la que todas estas repúblicas veían a Brasil debido al sistema monárquico que nos gobierna, casi no existe hoy; y muchos envidian nuestra suerte y anhelan establecerla”.[34]

Casi al mismo tiempo, el ministro brasileño en Santiago, Miguel María Lisboa, informó sobre sus conversaciones con el presidente de Chile, Joaquín Prieto, y miembros de su poderosa familia, el ministro del Interior y de Relaciones Exteriores, Joaquín Tocornal, y el ministro de Justicia, Manuel Egaña. Según Lisboa, todos habían hablado de los beneficios de una liga hispanoamericana, o de una reunión de las repúblicas sudamericanas, mostrando cierta desconfianza hacia Brasil en este aspecto, aunque en general favorable al mismo. Trató de disipar sus recelos explicando que “en Brasil, el espíritu del americanismo creció junto con la dedicación a la Monarquía”, restándole así importancia a su diferente sistema político. Al mismo tiempo, recomendó relaciones más estrechas con los países del Pacífico de Sud y Centro América.[35] En los años siguientes, Lisboa, que sirvió como el primer representante diplomático de Brasil en Venezuela (1842-1847), y como enviado especial a Venezuela, Nueva Granada y Ecuador (1852-1855), promovió el acercamiento con Hispanoamérica a través de negociaciones con el ministerio en Río y los destacados estadistas chilenos Andrés Bello, Manuel Montt y Ramón Luis Irarrázaval, así como los argentinos Manuel de Sarratea, Tomás Guido y el prócer José de San Martín.[36]

En 1853, Lisboa completó la redacción de un libro de viajes basado en su servicio en el norte de América del Sur, probablemente el primero en este género escrito por un brasileño sobre países hispanoamericanos. Si bien el libro no incluía el término América Latina, el autor se identificó como “un brasileño, americano da la raza latina”. Pretendía explícitamente contrarrestar las descripciones condescendientes de los extranjeros hacia todo el subcontinente, así como satisfacer el creciente interés de los brasileños en las repúblicas de la cuenca del Amazonas. Además, expuso la noción de una lucha entre las “razas” sajonas y latinas, que afirmó haber presenciado más claramente en Panamá.[37] Esto concuerda con el argumento original de Michel Gobat de que, a principios de la década de 1850, estadistas y publicistas hispanoamericanos, que se esforzaban por forjar una alianza internacional en reacción a la agresión estadounidense en Centroamérica, apelaron a la solidaridad latinoamericana, en lugar de hispanoamericana, para incluir al poderoso Brasil. Un llamamiento que resonó con sus contrapartes brasileñas, que estaban igualmente preocupadas por el expansionismo norteamericano en la cuenca del Amazonas, y que habían comenzado a emplear la noción de raza latina.[38]

Sin embargo, el ascenso del imperialismo estadounidense y la importancia estratégica de Brasil no fueron las únicas fuerzas impulsoras de la creación de “América Latina”. El avance de esta metageografía en el ámbito de las relaciones internacionales fue acompañado por inclusiones explícitas de Brasil en ciertos campos del conocimiento especializado. Un buen ejemplo son las dos obras del internacionalista argentino Carlos Calvo: Colección completa de los tratados, convenciones, capitulaciones, armisticios y otros actos diplomáticos de todos los Estados de la América Latina (11 vols., París, 1862-1867) y Anales históricos de la revolución de la América Latina, acompañados de los documentos en su apoyo (5 vols., París, 1864-1867). Ambos estuvieron entre los primeros libros en cuyos títulos figuraba el término “América Latina”, y ambos incluyeron explícitamente a Brasil. Brasil, argumentó Calvo, era el país líder de América Latina gracias a su civilización, gran población, prosperidad, instituciones liberales y gobierno estable, y podía rivalizar con muchas de las naciones del Viejo Mundo.[39] El trabajo de Calvo llegó a las bibliotecas del Senado brasileño y del ihgb y se ganó elogios de la prensa y del Parlamento.[40] Asimismo, el jurista panameño-colombiano Justo Arosemena, pionero clave del latinoamericanismo, describió la monarquía brasileña en su Estudio sobre la idea de una liga americana (Lima, 1864) como “una monarquía templada, cuyas formas no se diferencian de las de algunas de nuestras repúblicas”,[41] e incluyó a Brasil en su Constituciones políticas de la América meridional (Havre, 1870), republicadas como Estudios constitucionales sobre los gobiernos de la América Latina (París, 1878).

Otro caso ilustrativo es el del historiador chileno Diego Barros Arana, quien publicó el Compendio de historia de América (Santiago, 1865), una obra pionera por su enfoque hemisférico, que dedicó amplio espacio a Brasil y a los Estados Unidos. No menos importante fue el uso y elogio que hizo Barros Arana de la historiografía brasileña contemporánea.[42] Ensalzó especialmente la Historia geral do Brasil (1853, 1857) de Franciso Adolfo Varnhagen, el principal historiador brasileño de la época, que dividió su tiempo como ministro en Chile, Ecuador y Perú (1863-1867) entre Lima y Santiago. En Santiago intercambió bibliografía con Barros Arana, donó publicaciones brasileñas a la Biblioteca Nacional, se convirtió en miembro correspondiente de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Chile y publicó un estudio sobre Colón en Anales de la Biblioteca Nacional.[43] Durante el Congreso Americano en Lima (1864-1865), Varnhagen se reunió con Arosemena y envió al ministerio en Río cuatro copias de su mencionado “Estudio” debido a su “importancia”.[44]

La combinación de sociabilidad de élite, actividades académicas y diplomacia entre letrados e instituciones, evidente en los casos de Barros Arana, Lamas, Lisboa y Varnhagen, comenzó a crear una nueva geografía de producción y circulación del conocimiento en todo el subcontinente, y especialmente en el sur de Sudamérica, una tendencia que cobró impulso después de la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870).

 

La Triple Alianza: “Los sudamericanos deben vivir unidos”

 

El principio organizador de la guerra en la que el Brasil imperial unió fuerzas con Uruguay, y con su gran rival, Argentina (ahora bajo el gobierno liberal de Bartolomé Mitre [1862-1868]), para derrotar al Paraguay gobernado por el caudillo Francisco Solano López, fue en gran medida cultural e ideológico, enfrentando a las fuerzas eurocéntricas del “progreso” contra las fuerzas americanistas de la tradición. En este sentido, la guerra de la Triple Alianza se parecía a otros conflictos militares del siglo xix en el Plata, que “se referían a un espacio común y rara vez a lealtades nacionales opuestas”.[45] Por lo tanto, la Triple Alianza reconfiguró no solo las relaciones internacionales sudamericanas, sino también las imágenes recíprocas y los conceptos geo-culturales de las partes involucradas.

La cooperación entre el Imperio y dos repúblicas hispanoamericanas contra una tercera fue un tema controvertido tanto en Brasil como en la Argentina, generando discusiones públicas que trascendieron las escalas nacionales tanto en la práctica como en el contenido. En 1869, estalló una polémica en la prensa porteña entre el expresidente Mitre, que justificó la alianza, y el periodista montevideano Juan Carlos Gómez, que la condenó.[46] Una tercera voz en el debate fue José Mármol, que no había abandonado sus visiones americanistas de la década de 1840. Pidió una “política de unión, de confederación, de reconstrucción”. Brasil, con sus intereses como país americano y fronterizo, podía convertirse en un socio para la realización de una gran idea, de una “inmensa revolución en la existencia y en el porvenir de esta región de América”, independientemente de su singularidad institucional. Además, no se debía confundir al pueblo brasileño con sus antiguos partidos gobernantes. Había allí una nueva generación, deseosa de dejar atrás la historia de guerras con el Plata.[47]

Mármol, que regresó a Río en 1865 como ministro de la Argentina, integró su conocimiento del Imperio a la polémica. Se unió a otros escritores y estadistas argentinos, uruguayos y brasileños que, a través de sus movimientos entre las capitales portuarias de los tres países, sus encuentros, correspondencias y escritos públicos, crearon una discusión transnacional sudamericana sobre la guerra y sus consecuencias regionales. Otra figura fue Francisco Otaviano, el diplomático que firmó el tratado de alianza con la Argentina y Uruguay en 1865. Poco después de su llegada al Plata, Otaviano defendió el acuerdo en términos geopolíticos y etnográficos. En una carta privada, describió a los argentinos como los “los Yankees del sur”, un pueblo emprendedor con un gran futuro.[48] También poeta, entrelazaba esta nueva imagen nacional con una visión regional de unidad y grandeza: “El majestuoso Plata claramente nos enseña, en esta feliz confluencia de ríos tan lejanos, que los sudamericanos, por ley divina, deben vivir unidos si quieren ser gigantes”.[49] Otaviano desarrolló estas ideas a su regreso a Brasil, convirtiéndose en uno de los fundadores de un nuevo partido liberal. En diciembre de 1869, el periódico del partido, A Reforma, comenzó a publicar partes de la polémica Mitre-Gómez, incluyendo un prólogo de Otaviano, que se refirió al surgimiento de una nueva Argentina bajo el liderazgo de Mitre. Y esta Argentina ilustrada reconocía, según él, la necesidad de llegar a un entendimiento mutuo con Brasil para que “las dos naciones limítrofes y civilizadas traigan la paz y el desarrollo político del sur de América”.[50]

Los reformistas brasileños comenzaron a transformar la imagen negativa de una Hispanoamérica anárquica y despótica, construyendo en sus narrativas a la Argentina como una república modelo, en una nueva era de estabilidad política y crecimiento económico. Otro caso ejemplar fue la conferencia pública sobre “Las instituciones y los pueblos del Río de la Plata”, pronunciada en Río en julio de 1870 por el periodista y líder republicano Quintino Bocaiúva, una descripción y análisis sociológico sin precedentes de la Argentina y Uruguay, realizada por un brasileño. Se basó en la estancia de Bocaiúva en Montevideo y Buenos Aires durante la guerra, donde estableció contactos con Bartolomé Mitre y otros líderes probrasileños, uniéndose a ellos en su justificación de la Triple Alianza en la prensa local.[51] Su contacto más cercano fue con Héctor Varela, un popular orador público y editor del periódico más vendido de Buenos Aires, La Tribuna, quien ensalzó a Bocaiúva antes de su regreso a Brasil, nombrándolo mensajero de amistad entre su pueblo y los pueblos del Plata.[52] Y efectivamente actuaría como tal a lo largo de su posterior carrera periodística y política. La mencionada conferencia de 1870 presentó una narrativa de ruptura con el pasado. Bocaiúva sostuvo que el período en el que la política argentina y uruguaya habían sido dominadas por la espada se había terminado, dando paso a la civilización y el progreso.[53] Ignorado por la historiografía, la conferencia pionera fue descrita por Bocaiúva como el trampolín del movimiento republicano de Brasil, cuyo manifiesto de 1870 declaraba: “Somos de América y queremos ser americanos”.[54]

Mientras tanto, en Nueva York, el editor brasileño José Carlos Rodrigues lanzó junto con el periodista cubano Juan Ignacio de Armas La América Ilustrada (1872-1876), una revista en español ampliamente distribuida en toda América Latina. El primer número presentaba en su portada un gran retrato de Bartolomé Mitre basado, según informaba el texto acompañante, en una fotografía del brasileño Christiano Junior, reforzando así el vínculo brasileño-hispanoamericano entre los editores.[55] Escrita por y para hispanoamericanos, la revista prestó amplia atención a Brasil, incluyendo en su portada perfiles elogiosos de Pedro II y Varnhagen. Al primero se lo presentaba como el gobernante liberal de un país estable y en progreso, defensor de la abolición de la esclavitud. El segundo fue aclamado como historiador de su patria y de América, y como el diplomático que había apoyado a Chile y Perú contra la agresión española.[56] En general, la revista minimizaba las diferencias y resaltaba la cercanía entre Brasil y sus vecinos, tendencia también presente en otra revista ilustrada, publicada en Nueva York por Rodrigues, O Novo Mundo (1870-1879), escrita en portugués y vendida en varios miles de ejemplares en todo Brasil.[57] El 20 de junio de 1874, La América Ilustrada publicó “La América Latina”, un ensayo fundamental del latinoamericanismo –incluyendo Brasil– escrito por el intelectual puertorriqueño Eugenio María de Hostos, que acababa de regresar de un viaje por Sudamérica (1870-1874) para promover la independencia de las Antillas. Sus últimos destinos fueron Santos, San Pablo y Río, desde donde envió extensas impresiones de viajes a La Tribuna de Buenos Aires, en las cuales describió a Brasil como una nación liberal y avanzada en un proceso de democratización, a pesar de la esclavitud.[58] La geografía de los proyectos de Hostos y de Rodrigues demuestra la expansión y profundización de la integración material e intelectual hispanoamericana-brasileña mucho más allá del Plata, aunque aquella zona seguiría siendo su escenario principal.

 

Hacia “la mayor evolución de la historia sudamericana”

 

Doce años después de la inédita estancia de Bocaiúva en el Plata, miembros de la Asociación Industrial de Brasil viajaron a Buenos Aires para participar de la Exposición Continental Sudamericana de 1882 junto con representantes de México, Venezuela, Ecuador, Chile, Paraguay, Uruguay, Gran Bretaña, Alemania, Suiza, Francia y los Estados Unidos.[59] También estuvo presente en la exposición un corresponsal de la Gazeta de Notícias de Río, cuyo relato desde el terreno repitió las observaciones de Otaviano y Bocaiúva sobre el ingreso de la Argentina a una nueva etapa histórica.[60] Esta narrativa de un nuevo comienzo se hacía eco de los discursos inaugurales del expresidente Nicolás Avellaneda y del presidente Julio Roca en la exposición, publicados íntegramente por el diario carioca, con traducción al portugués. Ambos líderes situaron el gran salto de la Argentina en el contexto latinoamericano. En el discurso de Avellaneda, Sudamérica era claramente una entidad etnohistórica que incluía a Brasil. “Están aquí representadas”, proclamó, “las naciones todas que participan con nosotros la habitación del continente sudamericano: el imperio poderoso […] y todas esas repúblicas, incluyendo México mismo, por las que circula nuestra misma sangre, que fueron como nosotros Colonias de la España y que se encuentran con nosotros asociados a este fecundo y tumultuoso movimiento, por medio del que van por todas partes desenvolviendo la prosperidad interior [… y los] gobiernos libres”.[61] El discurso de Roca se centró en la noción de una “comunidad de naciones sudamericanas” que estaban destinadas a reemplazar a otros pueblos y razas en dirección hacia la libertad y la civilización. El presidente argentino atribuyó el fracaso de similares iniciativas anteriores al descuido de factores políticos y económicos. El origen, la raza, el idioma y las instituciones compartidas no eran suficientes. Se necesitaban intereses comunes y relaciones comerciales que acercaran a los pueblos de la región, una empresa que ya comenzaba a materializarse “a orillas del Plata, punto de partida de la mayor evolución de la historia sudamericana”.[62]

La Exposición Continental y la retórica de los líderes nacionales reflejaron la incipiente búsqueda de la Argentina de un liderazgo regional a través de la integración latinoamericana, basada en una mezcla de factores etnoculturales y geopolíticos. Conscientemente o no, los brasileños participaron en este proceso. El mes siguiente, el destacado educador Abilio César Borges representó a Brasil en el Congreso Pedagógico Internacional celebrado en Buenos Aires, con participantes de Uruguay, Chile, Paraguay, Bolivia, El Salvador, Costa Rica, Nicaragua, los Estados Unidos e Italia.[63] Es revelador que las afiliaciones institucionales de Borges enumeradas en la publicación impresa de su conferencia incluyeran el Instituto Geográfico Argentino y la Sociedad de Amigos de la Instrucción Popular de Montevideo.[64] Más tarde, el director del Museu Nacional de Brasil, Ladislau Netto, llegó a la capital argentina, posiblemente para preparar una “exposición antropológica continental americana” en Río.[65] Exploró museos locales y colecciones privadas y dio conferencias en la Sociedad Científica Argentina, de la que fue miembro correspondiente desde 1876.[66] Curiosamente, en el mismo barco que llevó a Netto al sur también viajaba el expresidente Avellaneda, que regresaba a casa después de una visita a Brasil, durante la cual se reunió con el emperador, y habló en banquetes de alto perfil organizados por la Associação Industrial, así como con destacados periódicos y empresarios cariocas. Al considerar la participación de Brasil en la Exposición Continental como continuación de Monte Caseros y la Triple Alianza, instó a esos sectores a continuar sus esfuerzos por un mayor acercamiento entre ambos países “para que América deje de ser solo una expresión geográfica y pase a significar un grupo de naciones unidas por lazos de amistad, comercio, arte y un sentimiento de destino compartido en la realización del progreso humano”.[67]

Pronto, los encuentros argentino-brasileños se extendieron al campo cultural, ahora con el nombre “América Latina” utilizado por ambas partes. En agosto de 1883 tuvo lugar en Río una fiesta literaria por ocasión de la fundación de la Associação dos Homens de Letras do Brasil. Estuvieron presentes el emperador, decenas de escritores, periodistas, políticos, militares y dos argentinos: Vicente G. Quesada, enviado diplomático en Brasil, y su hijo Ernesto Quesada, editores de la Nueva Revista de Buenos Aires (1881-1885). Una invitación del comité organizador a Vicente Quesada, que circuló en la prensa de Río, decía: “Son conocidos en esta capital los servicios prestados por V. y su digno padre el señor doctor Vicente G. Quesada, como escritores, a fin de combatir, por lo que toca a las bellas letras, el aislamiento en la América Latina”.[68] Aparentemente, el evento fue a la vez nacional e internacional, celebrando la institucionalización del campo literario de Brasil junto con el fortalecimiento de los vínculos político-culturales argentino-brasileños, como parte de un proceso más amplio de integración latinoamericana. El discurso de Ernesto Quesada en el evento describió este objetivo: “Las naciones de la América Latina, tanto las de origen español como lusitano, pertenecen a la misma raza, y tienen, con ligerísimas diferencias, la misma lengua, religión y costumbres; son, además, limítrofes, y tienen idénticos problemas que resolver, disponen de medios similares y su porvenir es análogo. Con todo, viven en un aislamiento intelectual y material que causa asombro [...]. Los hombres de corazón de todas las secciones latinoamericanas deben aunar sus esfuerzos, y tratar […] de modificar semejante situación”.[69] De hecho, a partir de ese momento, las escasas interconexiones translatinoamericanas descritas por Quesada comenzarían a aumentar drásticamente.

 

Nuevas comunicaciones e instituciones obsoletes

 

Los cambios geopolíticos regionales no fueron el único factor que estimuló la conectividad transnacional después de la guerra del Paraguay. Investigadores modernos han argumentado que los avances en transporte y comunicaciones, junto con los esfuerzos sistemáticos de escritores, contribuyeron al aumento y estrechamiento de los vínculos literarios entre las ciudades hispanoamericanas a partir de la década de 1870.[70] Sin embargo, las ciudades brasileñas también formaron parte de esta tendencia, que fue especialmente fuerte entre las capitales portuarias de Río, Montevideo y Buenos Aires, con sus intensas actividades económicas, aparatos gubernamentales, grandes sectores administrativos y esferas públicas. Quinientos barcos al año salían de Buenos Aires hacia puertos de ultramar a mediados de la década de 1850, un número que creció a más de cuatro mil en 1880.[71] Estos barcos, que pasaban por el puerto de Río, también transportaban las últimas ediciones de periódicos y revistas. Particularmente profundo fue el impacto del telégrafo. Como ha demostrado recientemente Lila Caimari, la inauguración del sistema de cables del Atlántico Sur en 1874 y la consolidación del sistema del Pacífico en 1891 fueron momentos cruciales en la constitución de “un barrio informativo”, integrado por la Argentina, Brasil, Chile y Uruguay. Los cuatro países, o más bien sus principales ciudades, quedaron interconectados gracias a acuerdos telegráficos bilaterales, la agencia de noticias Havas y la comunicación por cable.[72]

El desarrollo de las comunicaciones contribuyó enormemente al papel poco estudiado de la prensa en la formación de una conciencia interurbana transnacional en el sur de Sudamérica. Las dos últimas décadas del siglo presenciaron un fuerte aumento en el número de periódicos en toda América Latina, junto con un cambio notable en su carácter, sobre todo en el Atlántico sur. Una nueva prensa comercial y no partidista, con secciones de telegramas, informes de corresponsales, fotografías y caricaturas, ahora atendía a un público masivo, proporcionando un flujo constante de noticias y opiniones provenientes del Cono Sur y más allá. Facilitados por la proximidad gramatical y léxica entre el español y el portugués, estos flujos generaron gradualmente una conciencia de circunstancias compartidas y un sentimiento de similitud en ambos lados de la frontera lingüística.[73]

Dos eventos que se cruzaron con los acontecimientos mencionados propiciaron una mayor sensación de identificación: la abolición de la esclavitud en 1888 y el fin de la monarquía en 1889, las instituciones centrales que habían distinguido al Imperio esclavista de sus vecinos republicanos durante décadas. La navegación a vapor, las comunicaciones telegráficas y los periódicos de circulación masiva convirtieron aquellos dos eventos (especialmente la abolición de la esclavitud) en acontecimientos transnacionales. Brasileños e hispanoamericanos interpretaron la abolición de la esclavitud del 13 de mayo como el fin de un mal antiamericano que inhibía el progreso moral y material. En muchas capitales sudamericanas hubo conmemoraciones públicas, con un discurso de redención, civilización e integración continental. Los periódicos y revistas informaron sobre la abolición en un tono festivo, algunos de ellos con los retratos de Pedro II y la princesa Isabel. La más receptiva fue la prensa de Buenos Aires, que informó favorablemente sobre una futura marcha celebratoria en la ciudad. El gobierno argentino declaró el 17 de mayo feriado nacional, lo que probablemente contribuyó a la magnitud de la multitud que salió a las calles, estimada entre 15.000 y 50.000, y encabezada por figuras públicas destacadas, entre ellas el expresidente Mitre.[74]

Muchos grupos y líderes reformistas en Río respondieron con entusiasmo a la noticia que llegó a través del cable desde Buenos Aires. Quintino Bocaiúva, con su periódico abolicionista y republicano O País, llevó el eufórico diálogo entre las dos capitales a su clímax el 9 de julio, día de la independencia de la Argentina, con una edición especial honorífica de 75.000 ejemplares, el triple del número usual, para ser distribuida en Buenos Aires por el periódico local El Diario.[75] Otros periódicos de Río transnacionalizaron el evento enviando corresponsales especiales, que fueron recibidos con gran honor y ceremonia por la prensa argentina, asociaciones culturales y funcionarios estatales. Este fue el comienzo de una rutina de visitas recíprocas, formales e informales, de periodistas, intelectuales y políticos sudamericanos, percibidos y tratados como “embajadores” del acercamiento, la estabilidad y el progreso sudamericanos o latinoamericanos.[76]

La caída de la monarquía, seguida de una década de gobiernos militares, agitación política, represión y violencia fratricida, creó entre los brasileños un tipo opuesto de identificación con Hispanoamérica. Estas nuevas circunstancias, desconocidas en Brasil durante décadas, fueron interpretadas como signos de hispanoamericanización. La prensa periódica y los viajes convirtieron nuevamente un evento local en un asunto transnacional. En 1893, el principal jurista brasileño y autor de la primera constitución republicana, Rui Barbosa, huyó a Buenos Aires. Durante sus seis meses de exilio, atacó el régimen militar brasileño mediante artículos en los periódicos más prestigiosos de la ciudad, La Prensa y La Nación, insertándose en una tradición latinoamericana. Utilizar la libertad de expresión en la Argentina, explicó, era utilizar “un derecho cuya antigüedad se mide por la de las tiranías militares en América, un derecho sostenido, en todo momento, por los náufragos de las tormentas del caudillismo en este continente”. Barbosa se identificó además con los liberales argentinos que militaban contra la tiranía de Rosas en el exilio, destacando los escritos de Alberdi, “estimados por todos los amigos de las instituciones libres en América Latina”.[77]

La noción de hispanoamericanización se manifestaría plenamente en el ensayo de Barbosa “Duas glorias da humanidade” y en un libro del líder abolicionista y monarquista, Joaquim Nabuco, titulado Balmaceda. Ambos textos criticaron el autoritarismo brasileño a través de una discusión sobre ciertos jefes de Estado hispanoamericanos: José Gaspar Francia (1814-1840) de Paraguay y Rosas de la Argentina en el primero, y José Manuel Balmaceda (1886-1891) de Chile en el segundo. Las dictaduras de los dos primeros y la guerra civil chilena de 1891 sirvieron para diagnosticar a “América Latina” como un espacio de tiranía y desorden crónicos. Además, ambos textos tenían sus raíces en intercambios y encuentros transudamericanos. La discusión de Barbosa sobre Rosas se basó en La dictadura de Rosas (1894) del historiador argentino Mariano Pelliza y otros escritos de Alberdi, Sarmiento y Adolfo Saldías. Asimismo, la discusión de Nabuco sobre Balmaceda fue una interpretación de Balmaceda: su gobierno y la revolución de 1891 (1894) del chileno Julio Bañados Espinosa. Además, ambos autores apelaron a sus visitas a la Argentina como fuente de conocimiento: el exilio de 1893 en el caso de Barbosa, y un viaje voluntario en 1891, documentado en una serie de artículos del Jornal do Brasil de Río titulado “De Buenos Aires”, en el caso de Nabuco.[78]

Una intertextualidad hispanoamericana también se encontró en A ilusão americana, un tratado polémico del destacado intelectual monarquista Eduardo Prado, que atacaba la orientación norteamericana de la república, discutiéndola en un contexto continental. El libro de Prado precedió al discurso antiyanqui pos 1898 de los intelectuales hispanoamericanos, que esencializaba a Estados Unidos y lo contraponía a una América Latina moralmente superior. Según Prado, Brasil era una isla singular, cultural e históricamente desconectada tanto de “la república anglosajona” como de “los países ibéricos americanos”. Sin embargo, puso a Brasil en el mismo grupo de estos últimos, bajo el concepto de “América Latina”.[79] La publicación en 1918 de una traducción al español titulada La ilusión yanqui por la Editorial América de Madrid, con la contribución de dos férreos opositores del imperialismo estadounidense, el venezolano Rufino Blanco Fombona –quien fundó la editorial para promover la integración cultural de América Latina– y el mexicano Carlos Pereyra, quien tradujo y prologó la obra, confirma aún más la naturaleza latinoamericanista pionera de este libro brasileño.[80]

La desaparición de la esclavitud y la monarquía puso a Brasil en el medio, o incluso al frente, de los discursos latinoamericanos centrales de la época: el discurso crítico del autoritarismo nacido durante la época de los caudillos en el Plata, aquel que contrastaba a América Latina con la América anglosajona, y el discurso autocomplaciente, interrelacionado, pero menos estudiado, sobre el orden y progreso latinoamericanos al que ahora nos referiremos.

 

Latinoamericanismo oligárquico

 

Brasil aseguró un arreglo político oligárquico estable, impregnado de pensamiento positivista y darwinismo social, que priorizaba la estabilidad nacional e internacional, el crecimiento económico orientado a la exportación y el blanqueamiento racial. A nivel regional, tomó forma un equilibrio de poder institucionalizado entre Argentina, Brasil y Chile, en una dinámica triangular marcada tanto por la rivalidad como por la cooperación.[81] Al mismo tiempo, el nuevo expansionismo económico y militar de los Estados Unidos creó una amenaza común y un problema colectivo en la esfera pública latinoamericana, reforzando la noción de latinos versus anglosajones. Esta fusión de visiones del mundo e intereses de las élites, junto con la modernización material, fortalecieron el pacto entre viajes, sociabilidad, prensa periódica y diplomacia, que culminó con el intercambio de visitas presidenciales entre Brasil y la Argentina: eventos espectaculares, celebrados entre grandes multitudes en espacios públicos urbanos. El discurso público que los acompañó vinculó aquel acercamiento bilateral sin precedentes con una visión a escala latinoamericana, entrelazando los poderes nacionales y la latinidad. Cuando el presidente Roca llegó a Río en 1899, el senador y editor de prensa, Rui Barbosa, publicó un artículo titulado “Un día histórico”, en el que describía una creciente cooperación entre “las tres grandes naciones de la América meridional”, Brasil, Chile y la Argentina, gracias a una mayor conciencia del interés común: “la preservación vivaz del contingente latino en la evolución americana”.[82] Al año siguiente, el presidente Campos Sales viajó a Buenos Aires con un nutrido séquito de periodistas que participaron de numerosos banquetes y actos públicos. La publicación de libros dedicados a cada país como parte semioficial de la visita señaló un nuevo grado de interés mutuo, relacionado con un objetivo más amplio. El corresponsal brasileño Arthur Dias elogió la aproximación entre “las repúblicas de América” y “la nueva situación sudamericana” en su libro de viajes sobre la Argentina. El diplomático García Mérou, quien había servido como ministro de la Argentina en Brasil (1894-1896), previó la cooperación entre las dos naciones para el “progreso y la civilización de la América Latina” en su libro dedicado a la vida intelectual brasileña.[83] Asimismo, según el álbum oficial de las celebraciones publicado por el Ayuntamiento de Buenos Aires, repleto de discursos y reportajes reproducidos de la prensa argentina y brasileña tanto en español como en portugués, “el abrazo sincero y fraternal de las dos más poderosas Repúblicas del Continente del Sud fue saludado como una garantía de solidaridad internacional por todos los demás pueblos de la América Latina”.[84]

Más tarde, esta naciente dimensión latinoamericanista de las relaciones exteriores brasileñas alcanzó su máxima expresión. Un ejemplo es la serie de congresos científicos latinoamericanos, inaugurados en Buenos Aires en 1898 y seguidos por tres reuniones más en Montevideo (1901), Río (1905) y Santiago (1909), que Bethell ni siquiera menciona y que formaron parte de una avalancha de encuentros internacionales con participación brasileña en el Cono Sur.[85] El congreso de Río de 1905, convocado bajo los auspicios del Ministerio de Asuntos Exteriores brasileño, demuestra que Brasil no era un partícipe ambiguo del latinoamericanismo realista y asertivo que emergió del sur de Sudamérica. Brasil buscaba liderar, como quedó evidente en el discurso inaugural del ministro de Relaciones Exteriores, Barón de Rio Branco (hijo del Vizconde de Rio Branco), quien se convirtió en un héroe nacional durante su mandato (1902-1912) gracias a las enormes conquistas territoriales logradas en una serie de acuerdos de fronteras con países hispanoamericanos. Brasil, proclamó, “quiere hacerse fuerte entre vecinos grandes y fuertes, por el honor de todos nosotros y por la seguridad de nuestro continente, que tal vez otros consideren menos ocupado. Es fundamental que, antes de medio siglo, al menos cuatro o cinco de las naciones más grandes de América Latina [...] lleguen a competir en recursos con los estados más poderosos del mundo”.[86]

El lenguaje de Rio Branco era inequívocamente latinoamericanista, de acuerdo con su visión de las relaciones internacionales hemisféricas y globales, y su política de equilibrio entre Hispanoamérica y los Estados Unidos, claramente expresada en la Conferencia Internacional de Paz de La Haya de 1907. Un año después, el embajador de Brasil en la conferencia, Rui Barbosa, pronunció un largo discurso ante el Senado, publicado en la prensa y en un folleto, titulado Brasil y las naciones latinoamericanas en La Haya. Barbosa no solo posicionó a su país como parte integral de América Latina, sino también como adalid de la causa en la comunidad internacional. Uno de los principales desafíos que Brasil había enfrentado en la conferencia, afirmó, había sido la discriminación contra América Latina: “¿Cómo reivindicar los derechos de Brasil, olvidándo de las demás repúblicas latinoamericanas? Las dos causas eran inseparables”.[87]

Otro instrumento de la diplomacia cultural brasileña fue la Revista Americana, lanzada por el Itamaraty en 1909. Su misión declarada era promover “la circulación de ideas y sentimientos entre los pueblos que habitan América”, con el fin de elevar su estatus entre las naciones más cultas del mundo, y promover “una comunión política y una solidaridad de aspiraciones e ideas” entre ellas.[88] La revista presentaba artículos de destacados autores brasileños e hispanoamericanos, tanto en portugués como español, que representaban puntos de vista heterogéneos sobre la política hemisférica. Bethell menosprecia la dimensión latinoamericanista de este proyecto, considerándolo como uno orientado al intercambio intelectual con los Estados Unidos y favorable a su política panamericana. Sin embargo, esta interpretación no cuadra con la ausencia de escritores estadounidenses y de lengua inglesa en la revista, ni con la presencia de hispanoamericanos con inclinaciones antiestadounidenses. Como ha observado Álvaro Fernández Bravo, la publicación de textos de los principales escritores y pensadores del momento, como el nicaragüense Rubén Darío, los peruanos José Santos Chocano, Francisco y Ventura García Calderón, los uruguayos Julio Herrera y Reissig, María Eugenia Vaz Ferreira y José Enrique Rodó, los argentinos Ernesto Quesada y José Ingenieros, el venezolano Rufino Blanco Fombona, y el chileno Benjamín Vicuña Subercasseaux, da testimonio de la recepción del modernismo hispanoamericano con sus fuertes componentes latinoamericanistas en Brasil, que “no parece escapar a la ola de unificación cultural que recorrió el continente”.[89]

De hecho, la importancia de la Revista Americana fue aún más allá. El Ministerio de Relaciones Exteriores brasileño no quedó simplemente atrapado en la marea latinoamericanista: intentó liderarla reclutando escritores y textos desde México al norte hasta Chile al sur, y publicando periódicamente secciones de “revistas”, “bibliografía” y “notas” con un alcance geográfico similar. Tal esfuerzo dependió de, y reforzó, los vínculos personales e institucionales entre Brasil e Hispanoamérica, resaltando la posición de Río como un nodo central de las redes intelectuales latinoamericanas. Por último, Revista Americana fue un proyecto de publicación único a nivel continental, al entrelazar el latinoamericanismo (Arielismo) literario y a menudo idealista de escritores modernistas independientes como Rodó y Darío, y el latinoamericanismo más estrictamente político y realista de agentes estatales o sus satélites, como Rio Branco, Rui Barbosa, Vicente Quesada y Roque Sáenz Peña.[90] Son ilustrativos a este respecto los encuentros entre Sáenz Peña y Rio Branco, cuando el argentino visitó Río como candidato presidencial (1909) y presidente electo (1910), y el elogio fúnebre de Rodó a Rio Branco tras su muerte en 1912.[91]

En esta etapa, el latinoamericanismo se estaba extendiendo desde las instituciones estatales y las publicaciones eruditas hacia las esferas públicas más masivas. En 1913, el intelectual argentino Manuel Ugarte visitó Río en su gira de conferencias por capitales latinoamericanas, que representaba la espectacularización y popularización del latinoamericanismo.[92] Ese año, la revista bonaerense de gran circulación Caras y Caretas publicó un “número dedicado a América Latina”, celebrando sus logros materiales y culturales. Brasil recibió la debida atención, e incluso un elogio fúnebre al recientemente fallecido Barón de Rio Branco por parte del diplomático brasileño Helio Lobo.[93] Y, al igual que en fases anteriores, los hispanoamericanos no solo integraron a Brasil al latinoamericanismo, sino que los propios brasileños lo modificaron activamente, como se desprende de las visitas de dos célebres brasileños a la Argentina en el contexto de la Primera Guerra Mundial, que quebrantaba la supuesta superioridad civilizatoria europea, fortaleciendo la autoestima latinoamericana.[94]

 

Brasileños en la Argentina durante el cataclismo europeo: embajadores de América Latina

 

En julio de 1916, Rui Barbosa llegó nuevamente a Buenos Aires, esta vez como jefe de la delegación especial de Brasil para el centenario de la independencia argentina. Fue recibido como un héroe continental, presentado en una sesión especial del Senado celebrada en su honor como un “representante genuino, embajador permanente y virtual de toda América Latina”.[95] En su discurso, el jurista brasileño contrastó la América pacífica con la Europa beligerante, y elogió a la Argentina como una fuerza emergente, que refutaba el prejuicio sobre América Latina como un territorio incapaz de alcanzar la más alta forma de civilización cristiana.[96] En otra intervención en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, presentó una teoría completa sobre “Los conceptos modernos del derecho internacional”, promoviendo los mismos dos principios de la primacía del derecho sobre la fuerza y la igualdad jurídica de las naciones que había defendido en 1907 en La Haya.[97] La disertación marcó a Barbosa como uno de los varios juristas latinoamericanos que contribuyeron a un nuevo orden jurídico global mediante el desarrollo de enfoques regionales distintivos.[98] Esto, y el hecho de que fue presentada en Buenos Aires con el aplauso de los líderes locales y publicada por primera vez en español, atestiguan la posición a la vanguardia de Brasil en el movimiento latinoamericanista.

En 1918, le tocó al destacado historiador y diplomático retirado Oliveira Lima dictar conferencias sobre relaciones internacionales en instituciones públicas clave de la capital argentina, incluyendo el recién creado Consejo Nacional de Mujeres y el Instituto Popular de Conferencias de La Prensa (que también acogió a Barbosa), ambos destinados a la democratización del conocimiento. Estas conferencias se incluyeron en el libro de viajes de Lima, publicado tanto en portugués como en español, con el objetivo de promover “la solidaridad americana y muy particularmente el acercamiento intelectual, moral y político entre Brasil y la República Argentina, en aras de la paz universal o al menos continental”.[99]

Al parecer, Lima y Barbosa tenían una misión similar, con la diferencia de que el primero realizaba un viaje privado, por invitación del exministro de Relaciones Exteriores, el académico y editor Estanislao Zeballos. Zeballos y Lima mantuvieron una extensa correspondencia entre 1912 y 1923. Al principio, el brasileño compartió su intención de “promover la causa de nuestras tierras” y emprender un viaje por Hispanoamérica. Más tarde, aquella relación trajo la integración de Lima a los ámbitos periodísticos e intelectuales de Argentina, volviéndose colaborador regular de La Prensa y la Revista de Derecho, Historia y Letras de Zeballos, como parte de la visión de elevar la posición global de América Latina mediante la producción conjunta de conocimiento.[100]

Las raíces de este objetivo se remontan al servicio diplomático de Lima en Washington D. C. (1896-1901) y Caracas (1905-1906), experiencias que lo hicieron crítico de la política exterior estadounidense, y despertaron su interés y sentido de identificación con Hispanoamérica, como se manifestaba en su obra Panamericanismo (Monroe-Bolívar-Roosevelt) de 1907, otro texto brasileño de carácter latinoamericanista, aunque no reconocido como tal por la historiografía. Lo mismo se aplica a una serie de conferencias que Lima pronunció en la Universidad de Stanford en 1912, como parte de una gira por doce universidades norteamericanas, publicadas por primera vez en inglés con el título The Evolution of Brazil Compared with that of Spanish and Anglo-Saxon America. En 1913, La Revista de América, fundada en París por el historiador peruano Francisco García Calderón, publicó un capítulo del libro en portugués, con un prefacio que presentaba a Lima como “el Ilustre diplomático e historiador brasileño [que] triunfalmente ha recorrido los Estados Unidos de América […] pronunciando admirables conferencias sobre el pasado y el porvenir de nuestra América. Ha sido un embajador intelectual ante el cual se inclinaron los políticos del imperialismo”.[101] Al año siguiente, apareció el libro completo en español en la ya mencionada Editorial América, bajo un título que integró a Brasil e Hispanoamérica en el concepto de América Latina, reforzando así un argumento principal de Lima: “a la fusión moral […] contribuye poderosamente, en toda América Latina, la fusión de las razas que la habitan. Representa una tradición y encierra una de las mejores garantías del futuro de esas tierras de civilización hispano-portuguesa”.[102] Estas líneas pueden explicar por qué Zeballos elogió las conferencias de Stanford en una de las apariciones de Lima en Buenos Aires, considerándolas una vindicación continental de América Latina ante la ignorancia y falta de respeto de la América del Norte.[103]

 

Observaciones finales

 

Las nociones brasileñas e hispanoamericanas de pertenencia a una entidad común durante el primer siglo posindependencia se basaban en varios pilares. Primero, la idea de América y las ideologías americanistas. Segundo, un pasado colonial ibérico compartido y experiencias históricas entrelazadas o simultáneas a partir de la independencia. Tercero, el peso estratégico de Brasil y su potencial contribución importante a cualquier tipo de cooperación regional, cívica o militar. Cuarto, las fronteras de Brasil con la mayoría de los países sudamericanos y la cercanía de sus centros de poder al Plata. Quinto, las intensas relaciones bilaterales entre Brasil y la Argentina. Sexto, la proximidad etnocultural y lingüística entre las élites y clases medias urbanas predominantemente blancas de habla portuguesa y española. Esta base facilitó, a su vez, el flujo transnacional de personas, información e ideas entre Río y las ciudades hispanoamericanas (sobre todo Buenos Aires), la cooperación intelectual con centros del Atlántico Norte como Madrid, París y Nueva York, la sociabilidad, y la reproducción de intereses, visiones del mundo e ideologías compartidas. Estas dinámicas, concentradas en el sur de Sudamérica con el doble nexo Brasil-Argentina/Río-Buenos Aires en su centro, se iniciaron en el período de la independencia, se desarrollaron lentamente durante la era de los caudillos, y tomaron impulso durante la modernización. Trajeron, después del fin de la esclavitud y la monarquía, un papel cada vez más crucial de Brasil y los brasileños en la creación de ideas, discursos y políticas latinoamericanistas, que culminaron en el contexto de la Primera Guerra Mundial.[104]

Al ignorar o restar importancia a los flujos descritos en este artículo, conscientemente o no, la historiografía continúa reproduciendo el mito académico del Brasil como una isla. Curiosamente, los estudios que pretenden deconstruir el concepto de América Latina cosifican otras categorías metageográficas, enfrentando entre sí lo que un destacado historiador ha denominado “los dominios portugueses y españoles […] en el continente”.[105] Dentro de este marco dicotómico, Brasil se prefigura como un caso singular cuyos vínculos con el otro bloque etnohistórico supuestamente homogéneo siempre son deficientes, aunque las diferencias y distancias entre los países hispanoamericanos no necesariamente han sido menores entre cada uno de ellos que con Brasil, y aunque los países hispanoamericanos tengan también sus propias narrativas de singularidad en la región.[106] Es cierto que al volver sobre “Brasil y América Latina” podemos, paradójicamente, contribuir a la reproducción de esta supuesta obviedad que pretendemos corregir. Aun así, tenemos la esperanza de que, al replantear la cuestión y focalizar en una historia de comparaciones, conexiones y entramados entre latinoamericanos de diferentes nacionalidades, este artículo desmantele las rígidas divisiones a priori, e induzca la (re)integración académica de Brasil en el espacio concreto e imaginativo con el que siempre ha estado interconectado, a menudo a la vanguardia de su creación. o

 

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Resumen / Abstract

 

Reconsiderando “Brasil y ‘América Latina’”.
La cuestión al revés

Este artículo revisa la influyente interpretación de Leslie Bethell sobre la no pertenencia de Brasil a América Latina durante el primer siglo posterior a la independencia. Al implementar una metodología informada por las historias conectadas y el giro espacial, destaca la importancia de las prácticas transnacionales dentro de la región, sobre todo la prensa escrita y los viajes. El argumento resultante es radical: Brasil no era menos parte de América Latina –entendida aquí como un espacio concreto de interacción y una identidad– que cualquier otro país hispanoamericano. Además, Brasil desempeñó un papel fundamental en su creación como región.

 

Palabras clave: Brasil - América Latina - Latinoamericanismo - Historias conectadas - Transnacionalismo - Prensa periódica - Viajes

 

 

“Brazil and ‘Latin America’” Revisited: Turning the Question on its Head

This article revisits the influential narrative of Leslie Bethell concerning Brazil’s non-belonging in Latin America during the first century after independence. Deploying a methodology informed by connected histories and the spatial turn, it highlights the importance of transnational practices within the region, above all the print press and travel. The resulting argument is radical: Brazil was no less a part of Latin America—understood here as a concrete space of interaction and identity—than any Spanish American country. Furthermore, Brazil played a pivotal role in its making as a region.

 

Keywords: Brazil - Latin America - Latinamericanism - Connected Histories - Transnationalism - Periodical press -Travel

 

 

Fecha de recepción del original: 21/7/2023

Fecha de aceptación del original: 1/2/2024



* opreuss@tauex.tau.ac.il. ORCID:< https://orcid.org/0000-0002-5470-3479>

** jpcdsr@gmail.com. ORCID: <https://orcid.org/0009-0001-0968-9065>

[1] Leslie Bethell, “Brasil y ‘América Latina’”, Prismas, vol. 16, nº 1, 2012, pp. 53-78, versión española de “Brazil and ‘Latin America’”, Journal of Latin American Studies, vol. 42, nº 3, agosto de 2010, pp. 457-485. Existe una versión anterior en portugués: “O Brasil e a ‘América Latina’ em perspectiva histórica”, en Estudos Históricos, vol. 44, diciembre de 2009, pp. 289-332. Una versión revisada se incluyó en Brazil: Essays on History and Politics, Londres, Institute of Latin American Studies, 2018, pp. 19-52, reiterando el argumento principal, que está en consonancia con la escasa literatura anterior sobre el tema. Por ejemplo, Gerab Baggio, “A outra América: A América Latina na visão dos intelectuais brasileiros das primeiras décadas republicanas”, Tesis doctoral, Universidade de São Paulo, 1998; Maria Ligia Coelho Prado, “O Brasil e a distante América do Sul”, Revista de História, vol. 145, 2001, pp. 127-149; Luís Cláudio Villafañe G. Santos, O Brasil entre a América e a Europa, San Pablo, unesp, 2004. Las historias principales de la idea de Latinoamérica, desde Arturo Ardao, Génesis de la idea y el nombre de América Latina, Caracas, Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, 1980, hasta Carlos Altamirano, La invención de Nuestra América, Buenos Aires, Siglo XXI, 2021, tratan el tema solo brevemente, o, como en Mauricio Tenorio-Trillo, Latin America: The Allure and Power of an Idea, Chicago, University of Chicago Press, 2017, capítulo 3, sobre una base empírica parecida a la de Bethell. En cualquier caso, todos coinciden en gran medida con Bethell. Una excepción es Michel Gobat, “The Invention of Latin America: A Transnational History of Anti-Imperialism, Democracy, and Race”, American Historical Review, vol. 118, nº 5, 2013, pp. 1345-1375, como discutiremos más adelante. Además, numerosas historias generales de América Latina, como el clásico de Tulio Halperin Donghi, Historia contemporánea de América Latina, Madrid, Alianza, 1967, incluyen a Brasil sin una justificación explícita.

[2] Ori Preuss, Bridging the Island: Brazilians’ Views of Spanish America and Themselves, 1865-1912, Madrid, Iberoamericana, 2011; R. P. Newcomb, Nossa and Nuestra América, Inter-American Dialogues, West Lafayette, Purdue University Press, 2012. A pesar de sus divergencias con Bethell, la metáfora de la isla en el primer título y la división Nossa/Nuestra en el segundo reproducen el paradigma de la excepcionalidad brasileña. José Briceño-Ruiz y Andrés Rivarola Puntigliano, Brazil and Latin America: Between the Separation and Integration Paths, Lanham, Lexington Books, 2017, son más críticos de Bethell, pero se centran en la historia de las relaciones internacionales. Además, estudios recientes han revelado diversos tipos de intercambios materiales y culturales entre Brasil e Hispanoamérica, sin abordar directamente nuestro tópico. Por motivos de espacio, solo se citarán los más relevantes.

 

[3] Nuestro análisis se basa en los tres ejes de alteridad esbozados en Tzvetan Todorov, La conquista de América. El problema del otro, México, Siglo XXI, 1987.

 

[4] Las actitudes aislacionistas y hostiles están bien descritas en las obras citadas de Bethell y Tenorio.

 

[5] En aras del tema principal, tocaremos solo de pasada dos rasgos ampliamente estudiados del latinoamericanismo: su elitismo, muchas veces racista, y su antiimperialismo. Para una discusión historiográfica, véase Gobat, “The Invention”, especialmente p. 1347.

 

[6] Bethell, “Brasil e América Latina”, p. 67.

 

[7] Benedict Anderson, Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of Nationalism, 2a edición, Londres, Verso, 1991, capítulo 4.

 

[8] François-Xavier Guerra, “‘Voces del pueblo’: Redes de comunicación y orígenes de la opinión en el mundo hispánico (1808-1814)”, Revista de Indias, vol. 62, nº 225, 2002, pp. 357-384.

 

[9] João Paulo Pimenta, La independencia de Brasil y la experiencia hispanoamericana (1808-1822), Santiago, Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, 2017, pp. 44-53, 112, 245, 267; Ricardo Piccirilli, Argentinos en Río de Janeiro. Diplomacia, monarquía, independencia, Buenos Aires, Pleamar, 1969, p. 16.

 

[10] Bethell, “Brasil e América Latina”, p. 55.

 

[11] Algunas de estas cuestiones se discuten en Adriana Amante, Poéticas y políticas del destierro. Argentinos en Brasil en la época de Rosas, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2010.

 

[12] Juana Paula Manso de Noronha, “As nossas assignantes”, O Jornal das Senhoras, 1 de enero de 1852. Las traducciones del portugués, salvo aclaraciones puntuales, son nuestras.

 

[13] 26 de mayo de 1842, en María Velasco y Arias, Juana Manso. Vida y acción, Buenos Aires, Porter Hnos., 1937, p. 210.

 

[14] José Mármol, Cantos del peregrino, Buenos Aires, La Cultura Argentina, 1917, pp. 255-258.

 

[15] José Mármol, ‘Juventude progressista do Rio de Janeiro,’ Ostensor Brasileiro: Jornal Literario e Pictorial, nº 44 y 48, 1846, pp. 351-352, 382-385; Citamos de la versión española: Examen crítico de la juventud progresista del Rio Janeyro, Montevideo, Imprenta de la Caridad, 1847.

 

[16] Juan Bautista Alberdi, Obras Selectas, vol. 3, Buenos Aires, Librería La Facultad de Juan Roldán, 1920, pp. 264-284.

 

[17] “El Imperio del Brasil y las Repúblicas hispanoamericanas”, El Mercurio de Valparaíso, 2, 23 y 24 de abril de 1844. Los argumentos se repiten en su obra más importante, Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, Valparaíso, Mercurio, 1852, pp. 212-213. Otro ensayo relevante suyo, Memoria sobre la conveniencia i objetos de un congreso jeneral americano, Santiago, Imprenta del Siglo, 1844, apareció traducido al portugués en la revista carioca Ostensor Brasileiro, nº 37-41, 1845.

 

[18] Juan Bautista Alberdi, Política continental: altas conexiones de las cuestiones del Plata con los estados de la América del sud (artículos publicados en El Siglo del mes de octubre), Santiago, Imprenta del Siglo, 1845.

 

[19] Pedro S. Lamas, Etapas de una gran política; el sitio, la alianza, Caseros, el Paraguay, Sceaux, Imprenta Charaire, 1908, pp. 38-39.

 

[20] “Ao amigo ausente”, Jornal do Commercio, 19 de abril de 1851, en José Maria da Silva Paranhos, Cartas ao amigo ausente, Río de Janeiro, ABL, 2008, pp. 150-153. Paranhos cita de Lamas, Notice sur la République Orientale de l’Uruguay, París, Guillaumia et Cie., 1851.

 

[21] Justo José de Urquiza, “Proclamação”, 18 de julio de 1851, en L. dos Santos Titára, Memorias do grande exercito alliado libertador do Sul da America, Río Grande do Sul, Typographia de B. Berlink, 1852, p. 246.

 

[22] Brasil, Ministerio das Relações Exteriores, Relatorio do anno de 1852, Río de Janeiro, 1853, p. 7.

 

[23] Diario de Pernambuco, 26 de marzo de 1852, p. 1.

 

[24] Brasil, Ministerio das Relações Exteriores, “Nota do Ministro das relações exteriores da Confederação Argentina á legaçao imperial em Buenos Aires”, Relatorio do Anno de 1852, Anexo nº 1, 30 de junio de 1852.

 

[25] Véase, por ejemplo, Diario do Rio de Janeiro, “O Diario”, 23 de marzo de 1852.

 

[26] “Communicado. Rosas”, Jornal do Commercio, 26 de febrero y 7 de marzo de 1852.

 

[27] Domingo Faustino Sarmiento, Campaña en el ejército grande aliado de Sud América del teniente coronel Domingo F. Sarmiento, Río de Janeiro, J. Villeneuve, 1852, pp. x-xi.

 

[28] Domingo Faustino Sarmiento, Viajes, i. De Valparaiso a Paris, Santiago, Julio Belin, 1849, pp. 95-130.

 

[29] Sarmiento a Antonino Aberastain, Petrópolis, 5 de abril de 1852, Domingo Faustino Sarmiento, La correspondencia de Sarmiento: años 1838-1854, vol. 1, Córdoba, Poder Ejecutivo de la Provincia de Córdoba, 1988, pp. 192-193.

 

[30] Sarmiento, Campaña, p. ix.

 

[31] Bethell, “Brasil e América Latina”, p. 58.

 

[32] Lima (1847-1748); Santiago de Chile (1856); Washington D. C. (1856); Lima (1864-1865); Caracas (1883).

 

[33] Jesús Hernández Jaimes, “La metrópoli de toda la América. Argumentos y motivos del fallido hispanoamericanismo mexicano, 1821-1843”, Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, nº 51, 2016, pp. 28, 34.

 

[34] Ibid., 28; Duarte da Ponte Ribeiro a Antonio Peregrino Maciel Monteiro, 18 de enero de 1839, Cadernos do CHDD, vol. 1, nº 2, 2003, pp. 77-79.

 

[35] Miguel M. Lisboa a Antonio Peregrino Maciel Monteiro, Santiago de Chile, 16 de octubre de 1838, 18 de noviembre de 1838, 10 de julio de 1839, Caderons do chdd, vol. 1, nº 2, 2003, pp. 71-74, 92.

 

[36] Miguel M. Lisboa a Paulino José Soares de Souza, Caracas, 15 de enero de 1844, Caderons do chdd, vol. 7, nº 13, 2008, pp. 66-68; Miguel Maria Lisboa a Ernesto Ferreira França, Caracas, 12 de julio de 184, ibid., pp. 134-152.

 

[37] Miguel M. Lisboa, Relação de uma viagem a Venezuela, Nova Granada e Equador, pelo conselheiro Lisboa, Bruselas, A. Lacroix, Verboekhoven e Cia, 1866, pp. 306, 385.

 

[38] Gobat, “The Invention of Latin America”, pp. 1354, 1363.

 

[39] Calvo, Colección, vol. 1, París, A. Durand, 1862, p. iii.  

 

[40] “Revista bibliographica. O novo livro do escriptor argentino o sr. Carlos Calvo”, A Reforma, 14 de marzo de 1873, Brasil, Annaes do Senado do Imperio do Brasil, Río de Janeiro, Typographia do Diario do Rio de Janeiro, 1869, vol. 5, p. 156; Brasil, Annaes do parlamento brazileiro: Camara dos Srs. Deputados, Río de Janeiro, Villeneuve & C., 1867, vol. 5, p. 12.

 

[41] Justo Arosemena, Estudio sobre la idea de una liga americana, Lima, Imprenta de la Huerta, 1864, p. 73.

 

[42] Barros Arana, Compendio, vol. i-ii, p. 382, vol. iii-iv, p. 515.

 

[43] Anales de la Universidad de Chile, vol. 24, 1864, pp. 235, 308, 371; Diego Barros Arana, “La verdadera Guanhani de Colon, por don F. Adolfo de Varnhagen”, ibid., pp. 321-325.   

 

[44] Varnhagen a Carlos Carneiro de Campos, Lima, 3 de noviembre de 1864, Cadernos do chdd, vol. 2, nº 3, 2003, p. 93.

 

[45] Michael Goebel, Overlapping Geographies of Belonging: Migrations, Regions, and Nations in the Western South Atlantic, Washington D. C., American Historical Association, 2013, p. 12.

 

[46] Páginas históricas. Polémica de la Triple Alianza. Correspondencia cambiada entre el Gral. Mitre y el Dr. Juan Carlos Gómez, La Plata, Imprenta La Mañana, 1897.

 

[47] Ibid., pp. 23-24.

 

[48] Francisco Otaviano a Barão de Cotegipe, Montevideo, 8 de junio de 1865, en W. Pinho, Cartas de Francisco Otaviano, Río de Janeiro, 1977, p. 136.

 

[49] Phocion Serpa, Francisco Otaviano: ensaio biográfico, Río de Janiero, Publicações de Academia Brasileira, 1952, p. 89.

 

[50] Francisco Otaviano, “O tractado da Aliança (Prefacio)”, A Reforma, 11 de enero de 1870.

 

[51] Páginas históricas, pp. 58, 67.

 

[52] ‘Bocayuva’, reproducido en A Reforma, 7 de abril de 1870.

 

[53] Quintino Bocayuva, As instituições e os povos do Rio da Prata: conferencia pública feita no Teatro de S. Luís a 17 de julho de 1870, Río de Janeiro, Typographia do Imperial Instituto Artístico, 1870, p. 2.

 

[54] “Como se fez a república, um ‘interview’ com o general Quintino Bocaiúva”, A Ilustração Brasileira, 15 de noviembre de 1909; “Manifesto”, A República, 3 de diciembre de 1870.

 

[55] “Bartolomé Mitre”, La América Ilustrada, 15 de enero de 1872, p. 2.

 

[56] “El emperador del Brasil”, La América Ilustrada, 30 de junio de 1872, p. 1; “Francisco Adolfo de Varnhagen”, Ibid., 10 de mayo de 1873, p. 1. 

 

[57] Véase, por ejemplo, “Republicas Latino-Americanas”, O Novo Mundo, 23 de noviembre de 1875, p. 30; George C. A. Boehrer, “José Carlos Rodrigues and O Novo Mundo, 1870-1879”, Journal of Inter-American Studies, vol. 9, nº 1, 1967, p. 131.

 

[58] Eugenio María de Hostos, Mi viaje al sur. Obras completas, La Habana, Cultural, S. A., vol. 6, 1939, pp. 392-396.

 

[59] “Exposição continental de Buenos Aires”, O Auxiliador da Indústria Nacional: Periódico da Sociedade Auxiliadora da Indústria Nacional, 6 de junio de 1882.

 

[60] “Exposição continental”, Gazeta de Noticias, 26 de marzo de 1882.

 

[61] Nicolás Avellaneda, Escritos y discursos, Buenos Aires, Compañía Sudamericana de Billetes de Banco, vol. 4, 1910, p. 306.

 

[62] “Exposição continental. Discurso do Presidente da Republica Julio A. Roca”, Gazeta de Noticias, 29 de marzo de 1882.

 

[63] Luis Delio Machado, “El Congreso Pedagógico de Buenos Aires de 1882”, Anales del Instituto de Profesores Artigas, vol. 3, 2009, pp. 259-261.

 

[64] Abilio Cezar Borges, Dissertação lida no Congresso Pedagogico Internacional de Buenos Ayres em 2 de maio de 1882, Bruselas, Guyot, 1884.

 

[65] Maria Margaret Lopes e Irina Podgorny, “The Shaping of Latin American Museums of Natural History, 1850-1990”, Osiris, vol. 15, 2000, pp. 108-118.

 

[66] Al ser nombrado miembro correspondiente, Netto inició un canje de publicaciones entre el Museu Nacional y la Sociedad Científica y otras instituciones argentinas. Véase su correspondencia de 1876-1877 con el presidente de la Sociedad, Pedro Pico, y su secretario, Estanislao Zeballos, en Anales de la Sociedad Científica Argentina, vol. 3, 1877, pp. 179-181.

 

[67] Avellaneda, Escritos y discursos, p. 303.

 

[68] Gazeta de Noticias, 21 de agosto de 1883. La revista de los Quesadas publicó extensamente sobre temas brasileños desde su lanzamiento, incluyendo traducciones al español de notables escritores brasileños, como Alfredo d’Escragnolle Taunay y Sílvio Romero.

 

[69] “Fiesta literaria celebrada en Río de Janeiro, el 30 de agosto de 1883”, Nueva Revista de Buenos Aires, vol. 8, 1883, p. 473.

 

[70] Susana Zanetti, “Modernidad y religación: una perspectiva continental (1880-1916)”, en A. Pizarro (comp.), América Latina, palabra, literatura e cultura, Campinas, Editora da Unicamp, vol. 2, 1994, pp. 489-534; Ángel Rama, “Algunas sugerencias de trabajo para una aventura intelectual de integración”, en A. Pizarro (comp.), La literatura latinoamericana como proceso, Buenos Aires, ceal, 1985, pp. 85-97.

 

[71] James Scobie, Argentina: A City and a Nation, Nueva York, Oxford University Press, 1974, p. 108.

 

[72] Lila Caimari, “En el mundo-barrio. Circulación de noticias y expansión informativa en los diarios porteños del siglo xix”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, vol. 49, 2018, pp. 81-116.

 

[73] Ori Preuss, Transnational South America: Experiences, Ideas, and Identities, 1860s-1900s, Nueva York, Routledge, 2016, capítulos 1 y 3. Según Antonio Checa Godoy, “se expande el número de diarios, entre 1880 y 1900 casi todas las capitales estatales doblan su número de diarios”, Historia de la prensa en Iberoamérica, Sevilla, Ediciones Alfar, 1993, p. 12.

 

[74] João Paulo Rodrigues y Ori Preuss, “Espectaculares y especulares: las celebraciones del fin de la esclavitud brasileña en la capital argentina”, Prismas. Revista de historia intelectual, vol. 25, 2021, pp. 171-178.

 

[75] “Regalo de O País a los argentinos: opinión de El Diario”, El Diario, 9 de julio de 1888.

 

[76] Para una discusión detallada, véase João Paulo Rodrigues, “Embaixadas originais: diplomacia, jornalismo e as relações Argentina-Brasil (1888-1935)”, Topoi, vol. 18, nº 36, 2017, pp. 537-562; Preuss, Transnational South America, cap. 3.

 

[77] “Quarta carta a La Nación”, 13 de noviembre de 1893, Obras completas de Rui Barbosa, Río de Janeiro, Ministério da Educação e Cultura, vol. xx, t. i, 1942, pp. 354-359.

 

[78] Rui Barbosa, Cartas de Inglaterra, Río de Janeiro, Leuzinger, 1896, p. 333; Joaquim Nabuco, Balmaceda, Río de Janeiro, Leuzinger, 1895; João Paulo Rodrigues, “‘Efeito Orloff’: a Argentina e a geração de 1870 no início do período republicano”, en A. Mansur Barata, L. César de Sá, S. Mota Barbosa (comps.), Cruzando fronteiras: histórias no longo século xix, Río de Janeiro, Gramma, 2021, pp. 193-219.

 

[79] Eduardo Prado, A ilusão americana, 2a edición, París, Armand Colin, 1895, pp. 10-11, 207, 214. Prado hizo referencia a publicaciones del colombiano José María Samper y los argentinos Pedro de Ángelis y Carlos Calvo, entre otros. Cabe mencionar que en 1882 había visitado Montevideo, Buenos Aires, Valparaíso y Santiago, y envió impresiones del viaje a la Gazeta de Noticias de Río, luego reunidas en su libro Viagens: América, Oceania e Asia, San Pablo, Salesiana, 1902.

 

[80] Sobre Blanco Fombona y Editorial América: Fernando Degiovanni, Vernacular Latin Americanisms: War, the Market, and the Making of a Discipline, Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 2018, pp. 30-41.

 

[81] Arie M. Kacowicz, Zones of Peace in the Third World: South America and West Africa in Comparative Perspective, Albany, SUNY Press, 1998, pp. 72-74.

 

[82] “Um dia histórico”, A Imprensa, 8 de agosto de 1899, Obras Completas de Rui Barbosa, vol. 26, t. 6, 1877, pp. 197-200.

 

[83] Arthur Dias, Do Rio a Buenos Aires: episódios e impressões d’uma viagem, Río de Janeiro, Imprensa Nacional, 1901, p. xiii; Martín García Mérou, El Brasil intelectual. Impresiones y notas literarias, Buenos Aires, Lajouane, 1900, p. 18.

 

[84] Luis Vicente Varela, El Brasil y la Argentina. Confraternidad sud-americana, Buenos Aires, J. Peuser, 1901, pp. 359-360.

 

[85] Sobre la participación brasileña en otros congresos: Marta de Almeida, “Circuito aberto: idéias e intercâmbios médico-científicos na América Latina nos primórdios do século xx”, História, Ciências, Saúde-Manguinhos, vol. 13, nº 3, 2006, pp. 733-757; Diego Galeano, “Las conferencias sudamericanas de policías y la problemática de los delincuentes viajeros, 1905-1920”, La policía en perspectiva histórica. Argentina y Brasil, Buenos Aires, cd-rom, 2009; Susana V. García, “Embajadores intelectuales: el apoyo del Estado a los congresos de estudiantes americanos a principios del siglo xx”, Estudios Sociales vol. 19, nº 1, 2000, pp. 65-84.

 

[86] José Maria de Silva Paranhos Júnior (Barão do Rio Branco), Obras do Barão do Rio Branco, Brasilia, Fundação Alexandre de Gusmão, vol. 9, 2012, pp. 86-87; Preuss, Bridging the Island, cap. 5.

 

[87] Ruy Barbosa, O Brasil e as nações latino-americanas em Haya, Río de Janeiro, Imprensa Nacional, 1908, p. 46.

 

[88] Redacción, “A Revista Americana”, Revista Americana, vol. 1, 1909, pp. 5-8.

 

[89] Álvaro Fernández-Bravo, “Utopías americanistas: la posición de la Revista Americana en Brasil (1909-1919)”, en P. Alonso (comp.), Construcciones impresas. Panfletos, diarios y revistas en la formación de los Estados Nacionales en América Latina, 1820-1920, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2004, pp. 321-338.

 

[90] Juan Pablo Scarfi, “La emergencia de un imaginario latinoamericanista y antiestadounidense del orden hemisférico: de la unión panamericana a la unión latinoamericana (1880-1913)”, Revista Complutense de Historia de América, vol. 39, 2013, pp. 88-92. Darío visitó Río en 1906 como secretario de la delegación nicaragüense a la Tercera Conferencia Panamericana, y en 1912 en una gira de relaciones públicas para su Revista Mundial, recibido por la élite intelectual carioca. Véase Juan Manuel Fernández, ‘Rubén Darío: una obnubilação brasílica’, Caracol, vol. 3, 2012, pp. 103-133.

 

[91] Roque Sáenz Peña, Escritos y discursos, Buenos Aires, Jacobo Peuser, vol. 1, 1914, pp. 347-352, 374-376; José Enrique Rodó, “Rio Branco”, Revista Americana, vol. 4, nº 4, 1913, pp. 181-183, republicado en El mirador de próspero, Montevideo, José María Serrano, 1913, pp. 344-347.

 

[92] Degiovanni, Vernacular Latin Americanisms, pp. 20-28. Ya en El porvenir de la América Latina, Valencia, F. Sempere, 1911, p. 43, Ugarte afirmó que “Brasil forma parte integral del haz hispanoamericano y su destino como nación es inseparable del resto del continente”.

 

[93] Volumen no numerado, sin paginación.

 

[94] Sobre el impacto de la guerra, véase Olivier Compagnon, América Latina y la Gran Guerra. El adiós a Europa (Argentina y Brasil, 1914-1939), Buenos Aires, Crítica, 2014, parte 2.

 

[95] Obras Completas de Rui Barbosa, vol. 43, t. 1, 1916, p. 238.

 

[96] Ibid., p. 16.

 

[97] “Los conceptos modernos del derecho internacional”, ibid., pp. 23-95. Sobre el impacto diplomático de la visita, véase Pablo Ortemberg, “Ruy Barbosa en el Centenario de 1916: apogeo de la confraternidad entre Brasil y Argentina”, Revista de Historia de América, vol. 154, 2018, pp. 105-134.

 

[98] Juan Pablo Scarfi, “Globalizing the Latin American Legal Field: Continental and Regional Approaches to the International Legal Order in Latin America”, Revista Brasileira de Política Internacional, vol. 61, 2018, pp. 1-12.

 

[99] Oliveira Lima, Na Argentina: Impressões, San Pablo, Weiszflog, 1920, p. 189; En la Argentina: (impresiones de 1918-1819), Montevideo, Barreiro y Ramos, 1920.

 

[100] Lima a Zeballos, Río de Janeiro, 31 de diciembre de 1912, Archivo Estanislao Zeballos, Complejo Museográfico Provincial Enrique Udaondo, Luján. Consultamos toda la correspondencia en este archivo y en Oliveira Lima Library, Catholic University of America, Washington, D. C.

 

[101] “America para a humanidade”, La Revista de America, vol. 1, nº 9 y 10, 1913, pp. 181-190, 257-275.

 

[102] Oliveria Lima, La evolución histórica de la América Latina: bosquejo comparativo, Madrid, Editorial América, 1914, p. 238. En 1918 la editorial publicó una traducción de otro libro de Lima, Formation historique de la nationalité brésilienne (París, 1911), con introducción de Carlos Pereyra.  

 

[103] Lima, Na Argentina, p. 194.

 

[104] Sobre la posición de San Pablo en estas dinámicas, véase James P. Woodard, “The Argentine Allusion: On the Significance of the Southern Cone in Early Twentieth-Century São Paulo”, The Americas, vol 78, nº 1, 2021, pp. 61-87.

 

[105] Tenorio-Trillo, Latin America, p. 70.

 

[106] Sobre el excepcionalismo chileno, veáse, por ejemplo, Edward Blumenthal, Exile and Nation-State Formation in Argentina and Chile, 1810-1862, Cham, Springer, 2020, cap. 6. El mismo Bethell argumenta que la Argentina es “un caso aparte, distante de la idea de Latinoamérica”, 2012, p. 55.