Cambiar el spleen en carcajadas

La risa como cura para la melancolía en la Inglaterra del siglo xviii*

 

 

Andrés Gattinoni**

 

Universidad Nacional de San Martín / conicet

Víctimas del spleen, los altos lores
En sus noches más negras y pesadas,
Iban á ver al rey de los actores,
Y cambiaban su
spleen en carcajadas.

Juan de Dios Peza, “Reir llorando”[1]

 

 

Con estos versos, Juan de Dios Peza describía el efecto sanador de la actuación de David Garrick (1717-1779). En seguida, lo contraponía a la situación trágica del histrión que no podía recurrir al mismo remedio para su propio dolor:

¡Cuántos hay que, cansados de la vida,
Enfermos de pesar, muertos de tedio,
Hacen reír como el actor suicida,
Sin encontrar para su mal remedio!

¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora![2]

A través de Garrick, el poeta mexicano ponía de relieve una contradicción que habitaba en la Inglaterra del siglo xviii que, según sus contemporáneos, se caracterizaba por una melancolía y una comicidad extraordinarias. En 1690, por ejemplo, el diplomático William Temple había dicho que su país, a causa de su geografía, la variabilidad de su clima, la diversidad de su población y la libertad extraordinaria que ofrecía su forma de gobierno, se había convertido en “la región del spleen”:[3] un trastorno asociado con la melancolía que, en 1733, el médico George Cheyne bautizaría “el mal inglés”.[4] Diversos testimonios, dentro y fuera del país, coincidían con ellos en que el spleen era una enfermedad extremadamente difundida en Inglaterra. La asociaban, entre otras cosas, con prácticas e instituciones que se habían desarrollado a partir de la Restauración de la monarquía, luego de dos décadas de revolución y guerras civiles, y que a ojos de muchos contemporáneos convertían a ese país en una nación moderna.[5] Al mismo tiempo, para Temple esas características excepcionales de la isla explicaban el humor de los ingleses y la superioridad de su teatro.[6] A principios del siglo xix, el crítico escocés Hugh Blair –contemporáneo de Garrick– emplearía argumentos similares para afirmar que, desde la Restauración, “el humor es, en una gran medida, la provincia peculiar de la nación inglesa”.[7]

Este artículo explora la relación paradójica entre risa y melancolía. Lo hace desde un punto de vista particular que busca comprender ambos fenómenos históricamente. Para ello parte de una discusión acerca de la existencia y las características de una risa moderna, y se pregunta por la persistencia en ella de una dimensión regeneradora. Esto lleva a abordar el debate que se dio en Inglaterra a principios del siglo xviii acerca de la naturaleza de la risa moderna y su relación con la cura de la melancolía. A partir de un conjunto heterogéneo de documentos, se exploran tres aspectos terapéuticos de la hilaridad: la diversión, el absurdo y la purgación. Si bien el universo de fuentes abordadas es temporal y geográficamente amplio, el énfasis está puesto en la cultura inglesa del siglo xviii, pues allí el potencial curativo de un humor que se juzgaba peculiar de la isla podía, acaso, ser el antídoto para el mal inglés.

La risa y la melancolía, por cierto, nunca estuvieron muy lejos. A fines del siglo xvi, diversos tratados médicos hacían referencia al hecho de que la melancolía podía causar tanto llanto como risa.[8] Como se verá más adelante, varios anatomistas desde la Antigüedad creían que el bazo participaba en la regulación de los humores corporales y era sede de la risa. Los tipos de vínculos entre melancolía e hilaridad podían ser diversos. En ocasiones, la risa del melancólico fue un dispositivo estético y filosófico fértil para la contemplación extrañada de la irracionalidad del mundo. Otras veces, la enfermedad mental, real o atribuida, fue objeto de ridiculización y burla, como medio de reafirmar la superioridad de la razón.[9] Aquí, sin embargo, me interesa detenerme en instancias en las que la risa aparecía como una cura para la melancolía. Para apreciar la relevancia de esta perspectiva, conviene comenzar con una referencia al vínculo entre risa y modernidad.

1. La risa moderna y la melancolía

En su estudio clásico sobre la época de François Rabelais, Mijaíl Bajtín describió las características de la cultura popular carnavalesca en la Edad Media y el Renacimiento. Según el crítico ruso, allí predominaba una forma de risa grotesca, festiva, universal y ambivalente, que se caracterizaba por una dinámica permanente de degradación y regeneración. Eso habría cambiado hacia el siglo xvii con el surgimiento de una risa moderna, satírica, negativa, individualista y destructiva que buscaba subordinar al objeto de burla.[10] Por cierto, para el autor, durante los siglos xvii y xviii, el grotesco no desapareció del todo –basta pensar en Molière o Jonathan Swift– pero fue marginado progresivamente en el canon literario y cuando resurgió en la segunda mitad del xviii –notablemente con Tristram Shandy de Laurence Sterne– lo hizo completamente transformado, como la expresión de una perspectiva del mundo subjetiva e individualista.[11]

El trabajo de Bajtín fue clave para convertir la risa en un objeto de análisis histórico. En su concepción del grotesco, la noción de “regeneración” tenía un sentido amplio. Remitía, por ejemplo, al renacimiento, la renovación de la vida, la restauración de la salud, los ciclos de la naturaleza, el cambio de las vestimentas y la imagen social (a través del disfraz) y la inversión de las jerarquías con la paradójica función de reafirmar el orden social y, a la vez, proyectar un futuro de mayor felicidad, justicia y equidad.[12] Se ha sugerido que esta teoría estaba basada en una concepción orgánica de la sociedad –inspirada probablemente en la célebre obra de James Frazer, La rama dorada– que hoy parece poco apropiada para comprender la Francia de Rabelais.[13] Y, aunque sin duda no era la intención de Bajtín, vale la pena señalar que esa concepción orgánica sería aún más ajena a una nación dividida por la guerra civil y sus consecuencias, como la inglesa a partir de mediados del siglo xvii. Por eso, Mark Jenner afirmó que, durante la Restauración, la sátira escatológica que producían los realistas no era regeneradora, sino que buscaba comunicar su horror ante el regicidio y la socavación de la Iglesia emprendidos por los republicanos.[14] Por su parte, en los textos de Jonathan Swift, los elementos grotescos no celebraban la fertilidad y la abundancia de los cuerpos, sino que eran manifestaciones de la corrupción moral y la decrepitud de los modernos que buscaban provocar disgusto[15]. Cabe preguntarse, entonces, qué era la risa moderna y si quedaba en ella algún lugar para la regeneración.

A principios del siglo xviii, en Inglaterra había una discusión acerca de la naturaleza de la sátira y de las implicancias morales y sociales de la risa.[16] Por entonces, circulaban especialmente dos concepciones contrapuestas. De un lado estaba la definición que había dado Thomas Hobbes en 1649 de la risa como efecto de la “gloria repentina” (sudden glory), una pasión súbita, a menudo pusilánime, de quien se imagina superior al contemplar los defectos de los otros o los suyos del pasado que ya no suponen un deshonor en el presente.[17] Del otro, estaba la noción más optimista del tercer conde de Shaftesbury, quien en 1709, aunque no desconocía los abusos antisociales de la sátira, consideraba la risa moderada como constitutiva del “buen humor” (good-humour): una disposición necesaria para cualquier conversación racional y civil (polite).[18]

Se trataba de una discusión acerca de las características y la legitimidad de la risa moderna. En 1711, Richard Steele decía que la opinión de Hobbes se sostenía en la mayoría de los casos, pues “la parte más egoísta de la humanidad es muy adicta a esta pasión”. Luego, agregaba que los modernos superaban a los antiguos en “todas las artes triviales del ridículo” y que, por eso, “nos encontramos con más burla entre los modernos, pero con más juicio entre los antiguos”.[19] Dos años más tarde, su alter ego Nestor Ironside en el Guardian databa el inicio de la degeneración de la risa en el reinado de Carlos II.[20] En 1751, Samuel Johnson se lamentaría de que las tragedias del último siglo estuvieran contaminadas con bufonerías e infamias y recomendaría que, por lo menos, se cuidaran de no provocar risa.[21] Para el propio Shaftesbury, antes que todos ellos, el buen humor y el ridículo bien entendido eran el fundamento de un ideal de sociabilidad nuevo que evitaría el regreso a los excesos de fervor y violencia de las décadas revolucionarias.[22] En su Letter Concerning Enthusiasm, publicada originalmente en 1708, decía que “el buen humor no solo es el mejor seguro contra el entusiasmo, sino el mejor fundamento de la piedad y la religión verdadera”.[23] Se trataba de una disposición humana que debía pulirse en la interacción libre entre las personas:[24] “Requiere realmente un estudio serio aprender a templar y regular ese humor que la naturaleza nos ha dado como un remedio más lenitivo contra el vicio, y como un tipo de medicina específica contra la superstición y el delirio melancólico”.[25]

Las de Hobbes y Shaftesbury eran concepciones modernas de la risa, surgidas en una época en que la cultura política inglesa estaba estructurada en buena medida por la memoria de la revolución y las guerras civiles de mediados del siglo xvii. En ese contexto, el entusiasmo al que se refería el conde era un concepto clave, que remitía a la inspiración divina que se adjudicaban los profetas y revolucionarios. Para sus detractores, el entusiasmo no era otra cosa que un delirio ocasionado por la melancolía hipocondríaca, pero tenía un peligroso efecto político pues la pretensión de contacto directo con la divinidad suponía una amenaza para la autoridad eclesiástica y el orden social. En ese sentido, el concepto pronto amplió su significado hasta convertirse en una de las formas de difamación más habituales en el siglo xviii.[26] De hecho, John Pocock ha llegado a decir que la Ilustración, como movimiento orientado a liquidar las guerras de religión, se construyó por oposición al entusiasmo.[27]

A pesar de sus diferencias, Hobbes y Shaftesbury coincidían en que, sin límites, la risa era una pasión destructiva. Lejos estaban de la exuberancia festiva de la hilaridad carnavalesca. Y, sin embargo, en la última cita del conde, mezclada en el lenguaje de la moderación, asomaba la dimensión regeneradora de la risa: una medicina capaz de curar la melancolía.

Por cierto, esta noción no era nueva. En 1621, Robert Burton había publicado The Anatomy of Melancholy, acaso el tratado sobre la melancolía más importante de todos los tiempos. El clérigo de Oxford dedicó una subsección a la alegría como cura de la melancolía (ii, 2, 6, iv). Pero además, la obra comenzaba con un extenso prólogo satírico firmado con el seudónimo Demócrito Junior.[28] El nombre establecía una filiación con el filósofo griego de la ciudad de Abdera quien, según una historia apócrifa muy conocida, había enseñado a Hipócrates el poder sanador de la risa.[29] Para Bajtín, este relato seudohipocrático era una de las tres principales fuentes antiguas de la filosofía de la risa de Rabelais, junto con la afirmación aristotélica de que el hombre es el único animal que ríe y los Diálogos de los muertos de Luciano de Samósata. Ellas, decía el crítico literario, “definen a la risa como un principio filosófico universal que sana y regenera”.[30]

En el siglo xviii, argumentaré, la confianza en esa capacidad terapéutica en general y en su utilidad para combatir la melancolía en particular tenía plena vigencia. Esa confianza, que en buena medida perdura hasta la actualidad, se puede pensar como una supervivencia de aquella cualidad regeneradora en la risa moderna. Por cierto, no implica la certidumbre dichosa de la renovación de la naturaleza y el cuerpo social que imaginaba Bajtín. Podría decirse, incluso, que se trata de una regeneración puramente individual y subjetiva, tal como el crítico juzgaba el grotesco de Tristram Shandy. Sin embargo, como se advierte en Shaftesbury, la risa moderna no estaba del todo exenta de una dimensión colectiva ni –se podría agregar– de una concepción holística del ser humano. Pues aquella conducía al buen humor necesario para la conversación civil, conjuraba el aislamiento melancólico, pero también permitía recomponer el equilibrio fisiológico que hacía todo ello posible.

A continuación, el análisis se concentrará en tres formas a través de las cuales la risa podía prevenir o curar la melancolía: la diversión, el absurdo y la purgación. En todos los casos, los antecedentes para estas ideas son muy anteriores al siglo xviii, por lo que se procurará ver su particular supervivencia o resignificación en este período.

2. Diversión

Una de las formas en que la risa podía prevenir o curar la melancolía era la diversión, en el sentido pleno de la palabra, es decir, entretener, causar gracia, pero también recrear (recreare, restituir la salud física y mental necesaria para volver a actividades más trascendentes) y desviar la atención.[31] Es que, tal como señalaba el médico y poeta Richard Blackmore en 1725, una de las características de la melancolía era producir “un continuo e ininterrumpido flujo o hilo de pensamientos sobre un objeto triste, del cual el paciente es incapaz de apartarlos y transferirlos a otro”.[32] No había nada nuevo en reconocer la importancia de la diversión para la preservación de la salud. En la tradición galénica, era una forma de rectificar las perturbaciones del alma, una de las seis cosas no naturales que afectaban la salud del cuerpo.[33] A principios del siglo xvii, en una época en la que el uso del tiempo libre era un objeto de disputas confesionales, Robert Burton recomendaba todo tipo de ejercicios físicos y mentales agradables para contrarrestar el exceso de soledad e inactividad.[34] Matthew Green, en un poema publicado póstumamente en 1737, reivindicaba el carácter terapéutico de la risa e invitaba al lector a buscar solaz en ella, al igual que en la música y el teatro:

Laugh and be well; monkeys have been
Extreme good doctors for the spleen;
And kitten, if the humour hit,
Has harlequin’d away the fit.

Since mirth is good on this behalf,
At some partic’lars let us laugh
[35].

Laurence Sterne probablemente estuviera de acuerdo. En la dedicatoria de Tristram Shandy a William Pitt aseguraba: “vivo en un esfuerzo constante por defenderme de las dolencias de la mala salud y otros males de la vida mediante la alegría; pues estoy firmemente convencido de que cada vez que un hombre sonríe, pero mucho más, cuando se ríe, le agrega algo a este fragmento de vida”.[36] Esta idea era afín a la noción de shandeismo que aparecía en la novela y que Michael DePorte ha descripto como una forma de necedad benigna y saludable.[37] En una carta de junio de 1761, Sterne decía que si Dios no lo hubiera inundado del espíritu del shandeismo “que no me permite pensar dos instantes sobre ningún problema serio, de otro modo me moriría –me moriría– aquí mismo”.[38]

Esta noción de la diversión como forma de combatir la melancolía aparecía también en otro tipo de textos no canónicos y con una circulación social más amplia. Desde fines del siglo xvi y hasta, al menos, fines del xviii, se publicaron en Inglaterra decenas de compilaciones misceláneas de baladas, canciones, poesías y textos cómicos destinadas a un público amplio, que se promocionaban como curas, antídotos o purgas para la melancolía. Llevaban títulos como A Pill to Purge Melancholy, An Antidote Against Melancholy, y variaciones de ellos, como Wit and Mirth: Or Pills to Purge Melancholy, A Tory Pill to Purge Melancholy, Laugh and Be Fat: Or, An Antidote Against Melancholy, y, a partir del siglo xviii, también incorporaban otras formas de la melancolía, como The Merry Musician: Or, A Cure for the Spleen o A Collection of Merry Poems […] Proposed as a Pleasant Cure for the Hyp- and Spleen.[39]

Estos libros compilaban textos de diversos autores, a menudo a expensas del plagio y la piratería editorial. Eran relativamente económicos: se vendían por entre uno y tres chelines, y eran de bolsillo, impresos en octavo o en duodécimo.[40] En la mayoría de los casos, la selección estaba a cargo del impresor-editor. Los tipos de textos que integraban estas colecciones eran diversos: baladas, canciones, poemas, bromas, cuentos, prólogos o epílogos de obras de teatro. La mayoría incluía piezas musicales, pero otras no, y abordaban un espectro amplio de temas. En algunas compilaciones, la política, las controversias religiosas y la historia reciente tenían un espacio relevante. Así, los volúmenes que editaron John Playford y luego su hijo Henry a fines del siglo xvii tenían un marcado contenido realista y antipuritano.[41] En otros casos, el posicionamiento era claro desde el título, como en A Tory Pill to Purge Whig Melancholy. También era habitual la inclusión de poemas y brindis en honor de reyes, reinas y miembros de la nobleza o para festejar hazañas militares. Por otro lado, una proporción significativa de estas obras la ocupaban los versos jocosos sobre el amor, el matrimonio, el sexo o la bebida, y tampoco faltaban las burlas a los médicos y otras profesiones.[42]

Más allá de los títulos, había poco en el contenido de las compilaciones que aludiera explícitamente a la melancolía o el spleen. Puede pensarse que presentar las obras de ese modo era, mayormente, una estrategia publicitaria. Por cierto, los editores no escondían el motivo económico de sus publicaciones. Uno de ellos decía a sus lectores: “les ofrezco (quiero decir, a cambio de su dinero) una píldora”.[43] El poema introductorio de An Antidote Against Melancholy era casi un jingle publicitario:

Cures the spleene, revives the blood,
Puts thee in a merry mood:
Who can deny such physick good?

[…]

Then be wise, and buy, not borrow;
Keep an ounce still for to-morrow
Better then a pound of sorrow
[44].

Es que, precisamente, la concepción terapéutica detrás de estas “píldoras” y “purgas” era divertir, desviar al melancólico de sus penas. Por lo tanto, no es extraño que las obras no hablaran de eso. El mismo poema comenzaba diciendo: “There’s no Purge ‘gainst Melancholly; / But with Bacchus to be Jolly”.[45] En la portada de un diálogo de 1654 que prometía ayudar a pasar “las tediosas noches melancólicas”, Laurence Prince advertía que “no hay daño alguno en él sino alegría y gozo”.[46] Eran obras para leer o ejecutar en las “horas libres y alegres”.[47] Eran como una píldora que, si se la tomaba “dos veces a la semana, [agilizaría] sus espíritus, impulsará sus negocios justos y lo elevará por encima de los pensamientos sórdidos demasiado preocupantes”.[48] Proveían un tipo de remedio distinto del que ofrecían los médicos:

[…] no hay duda de que la lectura de esta colección será una cura agradable para la hyp o el spleen. No, no desprecies esta receta porque es barata: podrías ir más lejos y encontrar menos. Pues ya creo oír a Fama decir que si los venerables bardos aquí reunidos no tienen ingenio suficiente para curarte, una quantum sufficit será difícil de obtener del tribunal de esculapios de la calle Warwick.[49]

No es que estas colecciones fueran una medicina alternativa, más económica y accesible. En todo caso, eran una impugnación a la corporación médica, a la patologización del más mínimo malestar y a la moda del spleen entre las clases altas que se alimentaba de eso. Este era un tópico habitual en la época.[50] Sin embargo, el modo y la posición desde la cual estas misceláneas llevaban eso adelante era particular. Ellas no buscaban satirizar al melancólico, sino que celebraban un tipo de risa purificadora; por momentos controversial, escandalosa, obscena y hasta codiciosa pero, en última instancia, convencida de que la jovialidad, el entretenimiento, la música y la compañía eran capaces de expurgar las tristezas, los malos pensamientos y las angustias.

3. Absurdo

La melancolía era considerada una enfermedad de la imaginación que afectaba el ejercicio de la razón. Por ese motivo, otro tipo de risa terapéutica era la que resultaba del ridículo: de la reducción al absurdo de las fantasías de los pacientes. Esta noción aparecía especialmente bien representada en lo que se podría llamar –mediante una analogía con las Wunderkammern que se multiplicaron por Europa en la temprana modernidad– el “gabinete de monstruosidades”. Con este nombre me refiero a un catálogo de fantasías delirantes que aparecían desde la antigüedad en los tratados médicos sobre la melancolía y que distintos autores fueron repitiendo y ampliando a lo largo del tiempo. Se trataba de anécdotas que ejemplificaban las ideas extravagantes de los melancólicos sobre sí mismos: algunos creían ser animales, otros ser grandes dignatarios, algunos creían que su cuerpo estaba hecho de materiales cotidianos, otros que estaban infestados por alguna plaga. No eran casos clínicos, con referencias concretas de las personas que sufrían ese mal, la fecha o el lugar, pero tampoco eran definiciones abstractas de los delirios, sino que remitían siempre a individuos particulares. No estaban clasificadas, sino que aparecían la mayoría de las veces juntas, como en una vitrina de las creaciones estrafalarias de las mentes enfermas.

La cantidad de autores que reprodujeron o extendieron este gabinete es muy amplia y los contextos y las intenciones con las que lo incorporaron es muy diversa.[51] Además de los libros de medicina, en los que el catálogo de monstruosidades se reproducía con mayor detalle, es posible encontrar alusiones a él en obras de géneros tan diversos como las Meditationes de prima philosophia (1641) de René Descartes, el Treatise Upon Christian Perfection (1726) de William Law o la Encylopédie (1751-1772) de Denis Diderot y Jean le Rond D’Alembert.[52]

En varios de los relatos que aparecían en textos renacentistas, el engaño desempeñaba un papel fundamental en la cura. Tal es el caso de una de las historias más cómicas, narrada por André Du Laurens:

La fantasía más graciosa que yo haya leído jamás es la de un gentilhombre sienés que había resuelto no pillar, sino morir, porque imaginaba que cuando lo hiciera inundaría todo el pueblo. Los médicos, mostrándole que todo su cuerpo y cien mil como él no eran capaces de inundar la casa más pequeña del pueblo, no pudieron desviarlo de esta loca imaginación. Al final, al ver su obstinación y el peligro para su vida, encontraron una solución graciosa. Incendiaron la casa más cercana, hicieron sonar todas las campanas del pueblo, llamaron a varios sirvientes que gritaron el fuego, el fuego, y enviaron a las personas más notables del pueblo a que le pidieran ayuda y le mostraran al gentilhombre que el único medio para salvarla era que meara rápidamente para extinguir el fuego. Luego de que este pobre melancólico que se aguantaba de pillar por miedo a perder su pueblo creyera que estaba en peligro, pilló y vació todo lo que tenía en su vejiga, y de este modo fue salvado.[53]

Varios autores ingleses, como Thomas Walkington, Robert Burton, Richard Blackmore, reprodujeron esta historia.[54] Lo que interesa aquí es especialmente el modo en que el engaño permitió curar la melancolía del sienés cuya causa era, aparentemente, la continencia. Era una terapia casi teatral.[55] El mismo expediente era empleado en otros casos. Du Laurens reproducía el relato de un hombre que estaba convencido de que le habían cortado la cabeza por tirano. Un médico llamado Filotimo lo curó poniéndole un sombrero de hierro pesado, lo cual provocó quejas de dolor al paciente y que los presentes respondieran: “así que sí tienes una cabeza”.[56] Era una reductio ad absurdum de la fantasía. En otras ocasiones, el engaño consistía en emplear objetos similares a los que obsesionaban al enfermo: una serpiente que se arrojaba al piso luego de hacer vomitar a una mujer que creía tener una adentro;[57] sapos en las heces de un hombre que creía que los tenía en su estómago por haber tragado agua con renacuajos;[58] o un trozo de carne que simulaba ser la nariz extirpada del rostro del estudioso que creía tenerla inflamada en una dimensión prodigiosa.[59] También había casos de personas melancólicas que se negaban a alimentarse porque creían estar muertas, frente a lo cual el artificio de los doctores era que alguien fingiera la muerte y luego comiera para que los pacientes siguieran el ejemplo.[60] Burton citaba a Du Laurens, pero agregaba en seguida otro caso similar que, de paso, ilustra la prolongación de estas historias fantásticas al mundo de la literatura:

Anno 1550, un abogado de París cayó en un ataque de melancolía tal que creía que verdaderamente estaba muerto y no se lo podía convencer de otra cosa, ni de que comiera o bebiera, hasta que un pariente de él, un erudito de Bourges comió frente a él vestido como un cadáver. Esta historia, dice Serres, fue representada en una comedia frente a Carlos IX.[61]

De hecho, esta fantasía también había sido representada en El príncipe melancólico (1588-1595), una comedia atribuida a Lope de Vega, en la que el protagonista simulaba estar melancólico para atraer el amor de la duquesa Rosilena. La solución era otra simulación: dos criados debían aparentar estar muertos, ir amortajados a ver al príncipe y pedirle algo de comida para convencerlo de que en el más allá también se come. Según el conde Marcelo, “con aquestos disparates / los melancólicos curan”.[62]

El énfasis en el engaño como cura de los delirios melancólicos aparecía especialmente en los textos renacentistas. Richard Blackmore en su reproducción del relato del sienés en 1725 no mencionaba ese aspecto, quizás porque, para él, la melancolía derivaba de una constitución corporal particular que afectaba el vigor de los espíritus animales y, por lo tanto, no podía modificarse con ardides.[63] Sin embargo, el recurso aparecía en otros textos del siglo xviii. Por ejemplo, en las Observations on the Spleen and Vapours, un texto satírico publicado en 1721, se describían una serie de casos médicos ficticios de personas afectadas por trastornos melancólicos luego del estallido de la burbuja financiera de la Compañía del Mar del Sur el año anterior.[64] En varios de ellos, la cura estaba asociada con un engaño. Así sucedía con la esposa de un mercero arruinado por meterse en la Compañía, a quien el médico convencía de tranquilizarse para no contraer una peligrosa enfermedad que circulaba por la ciudad.[65] Un caballero valetudinario se reponía temporalmente de su afección cuando un peletero le hacía creer que debía vestirse con una piel de oso para curarse de su mal.[66] Finalmente, una señorita afligida con los vapores cambiaba de ánimo cuando una adivina le leía en la borra del café que las acciones de la Compañía subirían el año siguiente.[67]

La farsa también era el modo de resolver el conflicto en Le malade imaginaire (1673) de Molière, que se conoció en Inglaterra en el siglo xviii como The Hypochondriack.[68] En el tercer acto, la criada Toinette se disfrazaba de doctor y le sugería a Argan amputarle un brazo y un ojo. Esto lograba, finalmente, quebrar la confianza ciega del paciente en los médicos y abría el paso para que, en el carnaval final, el enfermo fuera admitido a la profesión.

4. Purgación

La diversión y el absurdo eran aspectos terapéuticos de la hilaridad que remitían, sobre todo, a su dimensión mental. El tercer aspecto tenía que ver, en cambio, con sus efectos sobre el cuerpo que ríe. En particular, con su capacidad de expurgar las sustancias nocivas que causaban la melancolía. Este era un rasgo al que aludían los títulos de varias de las misceláneas estudiadas más arriba. Las evacuaciones eran una técnica habitual en el repertorio de la medicina hipocrático-galénica para restaurar el equilibrio de los humores, que persistió hasta muy avanzado el siglo xix.[69] Habitualmente esto se hacía a través de métodos farmacológicos, a los que Burton les dedicó varias páginas en la Anatomy.[70] Pero, acaso por analogía, diversos autores hablaban también de los efectos purgativos de la risa. Juan Luis Vives, por ejemplo, decía que “la alegría moderada, o hilaridad, y el gozo con su calor purga la sangre, fortalece la salud, induce un colorido brillante, hermoso, agradable”.[71]

En el siglo xviii, cuando la medicina académica ya había abandonado en gran medida el sistema humoral, la concepción purgativa de la risa persistía. En 1723, el médico y anticuario William Stukeley publicó una lección sobre la anatomía del bazo en la que proponía una interpretación acerca de la función de ese órgano que recuperaba explicaciones clásicas a la luz de las ideas y el vocabulario científico modernos. Stukeley sostenía que el bazo funcionaba como un “auxiliar del corazón”, que absorbía sangre del sistema circulatorio y luego la expulsaba. A diferencia de otros autores que aseguraban que era un órgano inútil o accesorio, él lo veía como un elemento fundamental en la conservación del equilibrio del microcosmos. Desde ese punto de vista, el spleen, que los antiguos llamaban melancolía, era resultado del desequilibrio general que producía el mal funcionamiento del bazo.[72] Era una explicación similar a la de Galeno, quien había dicho que el órgano debía absorber el exceso de bilis negra en el cuerpo y cuando no lo lograba producía melancolía, pero que prescindía del sistema humoral y era compatible con los descubrimientos recientes de la anatomía.[73]

Stukeley recordaba que, para los antiguos, el bazo era “la sede de la risa, de la alegría y el placer”.[74] En efecto, numerosos autores habían sostenido esta idea, como Plinio el Viejo, Isidoro de Sevilla, Rabano Mauro, Serlo de Wilton y Roger de Hoveden.[75] En 1523, Giacomo Berengario da Carpi decía que el bazo ayudaba a expurgar la sangre y provocaba risa.[76] La misma idea aparecía en un texto apócrifo atribuido a Aristóteles, escrito en latín en el siglo xv, que se tradujo al inglés como The Problems of Aristotle y, a partir de 1710, se adjuntaría al popular manual de sexualidad Aristotle’s Masterpiece.[77] Stukeley retomaba esa noción y ofrecía una explicación a partir de su teoría sobre el bazo. Estaba convencido de que “los antiguos tenían una razón más que metafórica para asignarle a este órgano el honor de la alegría y la jovialidad, la salud y el amor, &c.”. De hecho, afirmaba que

un ataque de risa a menudo ha curado un ataque de spleen. La risa es una pasión característica de la raza humana, y ciertamente es asistida por el bazo; pues en esa convulsión las ramas diafragmáticas y frénicas le dan y reciben sangre inmediatamente. El bazo solo en los cuerpos humanos está atado al diafragma y sus sacudidas asisten recíprocamente al bazo […].[78]

El ensayo de Stukeley aggiornaba una idea antigua a partir de sus propias observaciones empíricas y el conocimiento anatómico más reciente. Una concepción similar del carácter purificador de la risa y su acción terapéutica contra el spleen aparecía en Tristram Shandy. Allí, el protagonista explicaba que

Si [mi libro] está escrito contra algo –está escrito, si les place a sus señorías, contra el spleen; para que, mediante una más frecuente y más convulsiva elevación y depresión del diafragma, y las sacudidas de los músculos intercostales y abdominales en la risa, expulsen los súbditos de su majestad la bilis y otros líquidos amargos de la vesícula, el hígado y las mollejas, con todas las pasiones perjudiciales que les pertenecen, por el duodeno.[79]

Un poco más adelante, esta dimensión depurativa aparecía en referencia al concepto de shandeismo:

El verdadero shandeismo, piense lo que piense en su contra, abre el corazón y los pulmones, y como todos esos afectos que participan en su naturaleza, fuerza a la sangre y otros fluidos vitales del cuerpo a correr libremente por sus canales, y hace que la rueda de la vida gire larga y alegremente.[80]

En estos pasajes, la alusión a los órganos y fluidos corporales tenía en sí misma un efecto cómico grotesco. Pero, al mismo tiempo, sirve como recordatorio de que la acción higiénica de la risa no era concebida como un hecho puramente intelectual, sino que actuaba a través de la mecánica interna del organismo.

5. Conclusión

Cambiar el spleen en carcajadas, según la expresión de Peza, es un acto de regeneración. Supone que una experiencia estética, como ver a Garrick actuar, puede transformar a las personas que la atraviesan y devolverles algo perdido o, mejor, restaurarlas a un estado anterior (la salud). En buena medida, se trata de una regeneración individual: del cuerpo y la mente singulares de quien se expone al ejercicio de la hilaridad; una experiencia tan privada como leer Tristram Shandy, y no un hecho colectivo, como la risa en el carnaval. Sin embargo, habría que dudar de ese carácter individual. Los historiadores de la lectura han advertido ya acerca de que, en la era de la novela, esa práctica, representada tan a menudo en el siglo xviii como una actividad íntima, convivía con numerosas formas colectivas de acceso, uso y disfrute de los libros.[81] Desde luego, ir al teatro a ver a Garrick era una actividad pública y social. Las baladas y canciones cómicas de los “antídotos contra la melancolía” también se prestaban a la jovialidad compartida. Para Shaftesbury, la risa era buena si ayudaba a desarrollar y perfeccionar la naturaleza gregaria del ser humano. Su acción terapéutica contra la melancolía era valiosa en cuanto contribuía a ese fin. Según Richard Steele, quien se burla de sí mismo “es un gran promotor de esta agitación saludable [la risa] y está generalmente abastecido de suficiente buen humor como para encajar con la alegría de la conversación”.[82]

Desde este punto de vista, la confianza en la capacidad de la risa para curar la melancolía implicaba una supervivencia en el siglo xviii de aquella dimensión regeneradora que, según Bajtín, había tenido la hilaridad medieval y renacentista. Con esto no quiero decir que toda risa moderna fuera considerada regeneradora ni que fuera el mismo tipo de regeneración en que pensaba el crítico ruso. Con este énfasis en la permanencia pretendo mostrar que, en una sociedad atravesada por el rencor y los recuerdos dolorosos de la guerra civil, la risa no era vista solo como un arma del bellum omnium contra omnes, sino también como un fundamento posible para la comunidad política. Esto no implica, sin embargo, repetir el argumento de Shaftesbury, pues la risa terapéutica de los “antídotos contra la melancolía”, del gabinete de monstruosidades o de Sterne era bastante más grotesca y menos polite que la que describía el conde.

Las vías de esta supervivencia fueron múltiples y la selección de fuentes empleada aquí permite ver algunas de ellas; en particular, los tratados médicos, tanto en sus ideas acerca de la risa como en la tradición particular del gabinete, y la literatura en todo su espectro, desde las obras eruditas de Rabelais o Sterne hasta las compilaciones cómicas misceláneas de consumo popular. En estas obras es posible rastrear permanencias –como la de presentar colecciones de canciones y bromas como curas para la melancolía–, reelaboraciones –como en las múltiples versiones de los relatos de las fantasías del gabinete– y resignificaciones –como en la teoría de Stukeley sobre el bazo–. En ese proceso, la capacidad de la risa para divertir, para poner en ridículo las perversiones de la imaginación y para purificar el cuerpo fueron aspectos fundamentales de la idea de que aquella podía ser un antídoto para la melancolía.

La búsqueda de este remedio era especialmente urgente en una época en que la melancolía se veía como un mal inglés. Los motivos a los que se atribuía este arraigo de la enfermedad en la isla eran múltiples. Como se vio, Temple mencionaba la geografía, el clima, la diversidad de su población, pero también la libertad extraordinaria que garantizaba el nuevo régimen político establecido en 1688. Esta última hacía que no hubiera en ningún otro lugar como Inglaterra “tantos polemistas sobre religión, tantos razonadores sobre el gobierno, tantos refinadores de la política, tantos inquisidores curiosos, tantos aspirantes a negocios y cargos estatales, mayores escrutiñadores de libros, ni arrastrados tras riquezas”.[83] En ese contexto, garantizar la paz y el orden requería construir una nueva sociabilidad política que conjurara el peligro del entusiasmo. En el siglo xviii, la tradición de la risa terapéutica ofrecía un remedio para la irracionalidad melancólica y una vía para la regeneración de la nación. o

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Resumen / Abstract

Cambiar el spleen en carcajadas. La risa
como cura para la melancolía en la Inglaterra
del siglo xviii

Este artículo aborda algunas representaciones que circulaban en Inglaterra durante el siglo xviii acerca de la capacidad de la risa para curar la melancolía. Por entonces, diversos testimonios aseguraban que ese país se caracterizaba por su inclinación al spleen, una variedad de la melancolía, y por una comicidad extraordinaria. En un contexto de grandes transformaciones políticas y sociales, marcado por la memoria de la revolución y las guerras civiles, la risa y la melancolía eran objeto de debate. El artículo repone brevemente esas discusiones y, a partir del análisis de un conjunto heterogéneo de fuentes, se concentra en tres aspectos terapéuticos de la risa: la diversión, el absurdo y la purgación. Esto permite, por un lado, reconsiderar críticamente la concepción de Mijaíl Bajtín acerca de la risa moderna y, por otro, destacar la relevancia social y política de esa risa en la Inglaterra del settecento.

 

Palabras clave: Melancolía - Spleen - Risa - Inglaterra - Siglo xviii

 

Turning the Spleen into Guffaws: Laughter
as a Cure for Melancholy in Eighteenth-Century England

This article deals with some representations of the ability of laughter to cure melancholy that circulated in England during the 18th century. At that time, several testimonies claimed that England was particularly prone to the spleen, a form of melancholy, and that it was also endowed with an extraordinary sense of humour. In a context of great social and political change, marked by the memory of revolution and civil war, laughter and melancholy were objects of debate. This paper briefly outlines these debates. Then, through the analysis of a wide range of primary sources, it focuses on three therapeutic aspects
of laughter: amusement, absurdity, and purgation. This approach allows, on the one hand, for a critical reconsideration of Mikhail Bakhtin’s conception
of modern laughter. On the other hand, it helps to highlight the social and political significance of this laughter in eighteenth-century England.

 

Keywords: Melancholy - Spleen - Laughter - England - Eighteenth Century

 

Fecha de presentación del original: 13 / 4 /2023

Fecha de aceptación del original: 7 / 6 / 2023



* Agradezco a Nicolás Kwiatkowski, José Emilio Burucúa y los evaluadores anónimos de la revista por sus comentarios a versiones anteriores de este trabajo.

** agattinoni@unsam.edu.ar. Orcid: 0000-0001-6741-6746.

[1] Juan de Dios Peza, Poesías completas, edición de M. G. A. Revilla, París, Garnier Hermanos, 1892, p. 22.

[2] Ibid., p. 24.

 

[3] “[…] the region of spleen […]”, William Temple, “Of Poetry”, en The Works of Sir William Temple, Bart., vol. 3 1690; repr., Londres, J. Brotherton, 1770, p. 426. Salvo indicación contraria, todas las traducciones son mías. Sobre Temple y el spleen, véase Andrés Gattinoni, “Saberes antiguos para problemas modernos: melancolía y filosofía moral en los ensayos de William Temple”, Magallánica. Revista de Historia Moderna, vol. 3, n° 6, 2017.

 

[4] George Cheyne, The English Malady: or, A Treatise of Nervous Diseases of All Kinds, Londres, George Strahan, 1733.

 

[5] De la abundante bibliografía sobre el mal inglés, véanse especialmente Oswald Doughty, “The English Malady of the Eighteenth Century”, The Review of English Studies, vol. 2, n° 7, 1926; Cecil Albert Moore, Backgrounds of English Literature: 1700-1760, Mineápolis, University of Minnesota Press, 1953, cap. 5; Roy Porter, Mind-Forg’d Manacles: A History of Madness in England from the Restoration to the Regency, Londres, Penguin, 1990, pp. 81-89; Glen Colburn (ed.), The English Malady: Enabling and Disabling Fictions, Newcastle, Cambridge Scholars Publishing, 2008; Andrés Gattinoni, “El mal inglés: melancolía y modernidad en Gran Bretaña, 1660-1750”, Tesis doctoral, Universidad de Buenos Aires, 2021.

 

[6] Temple, “Of Poetry”, p. 425.

 

[7] “Humour is, in a great measure, the peculiar province of the English nation”, Hugh Blair, Lectures on Rhetoric and Belles Lettres, vol. 2, Boston, I. Thomas and E. T. Andrews, 1802, pp. 360-361.

 

[8] Juan Huarte de San Juan, Examen de ingenios, para las sciencias, Baeça, Juan Baptista de Montoya, 1575, pp. 91v–92v; Laurent Joubert, Traité du ris contenant son essance, ses causes et mervelheus effais, París, Nicolas Chesneau, 1579, p. 273; Andrés Velásquez, Libro de la melancholia, Sevilla, Hernando Díaz, 1585, cap. IV; Timothie Bright, A Treatise of Melancholie, Londres, Thomas Vautrollier, 1586, cap. xxviii y xxv.

 

[9] Exploré estas otras dimensiones en mi tesis doctoral, Andrés Gattinoni, “El mal inglés: melancolía y modernidad en Gran Bretaña, 1660-1750” (Tesis doctoral, Universidad de Buenos Aires, 2021), cap. 5.

 

[10] Mikhail Bakhtin, Rabelais and His World, trad. De Helene Iswolsky, 1965; repr., Bloomington, Indiana University Press, 1984, pp. 18-22.

 

[11] Ibid. pp. 33-38; véase José Emilio Burucúa, Corderos y elefantes. La sacralidad y la risa en la modernidad clásica –siglos xv a xvii, Buenos Aires, Miño y Dávila, 2001, pp. 368-370.

 

[12] Bakhtin, Rabelais and His World, cap. 1.

 

[13] Simon Dentith, Bakhtinian Thought. An Introductory Reader, 1995; repr., Londres/Nueva York, Routledge, 2005, p. 75.

 

[14] Mark S. R. Jenner, “The Roasting of the Rump: Scatology and the Body Politic in Restoration England”, Past & Present, n° 177, 2002.

 

[15] Véanse Thomas B. Gilmore, “The Comedy of Swift’s Scatological Poems”, pmla, vol. 91, n° 1, 1976; Dentith, Bakhtinian Thought, p. 79; Peter J. Smith, Between Two Stools: Scatology and its Representations in English Literature, Chaucer to Swift, Mánchester, Manchester University Press, 2012, caps. 5 y 6.

 

[16] Aquí sigo de cerca a Allan Ingram, Intricate Laughter in the Satire of Swift and Pope, Basingstoke, Macmillan, 1986, cap. 1. Véanse también Peter Kingsley Elkin, The Augustan Defence of Satire, Oxford, Clarendon Press, 1973; Mark Storey, Poetry and Humour from Cowper to Clough, Londres/Basingstoke, Macmillan Press, 1979, cap. 1.

 

[17] Thomas Hobbes, The Elements of Law: Natural and Politic, edición de F. Tönnies, 1649; repr., Londres, Frank Cass, 1969, pp. 41-42; Thomas Hobbes, Leviathan, edición de J. C. A. Gaskin, 1651; repr., Oxford, Oxford University Press, 1998, p. 38. Podría plantearse que la concepción de la risa de Hobbes no es enteramente negativa si admite la mirada crítica sobre uno mismo, pero es una crítica limitada a aquellos defectos que ya no lo afectan a uno. En ese sentido, Michael Billig la ha considerado la mayor de las teorías misogelásticas; Laughter and Ridicule. Towards a Social Critique of Humour, Londres/Thousand Oaks/Nueva Delhi/Singapore, Sage, 2005, pp. 37-38 y 50-56. En cualquier caso, lo que interesa para este análisis es que los contemporáneos de Hobbes enfatizaban ese aspecto negativo. Al respecto, véase Ingram, Intricate Laughter, pp. 10-15.

 

[18] Véase Anthony Ashley Cooper 3rd Earl of Shaftesbury, Characteristics of Men, Manners, Opinions, Times, etc., edición de J. M. Robertson, vol. 1, Londres, Grant Richards, 1900, pp. 43-99. Aunque Shaftesbury no lo hace, es posible vincular esta noción con la de eutrapelia en Aristóteles, Ethica Nicomachea, ii, 7, 1108a y iv, 8, 1128a-b. Véase Burucúa, Corderos y elefantes, pp. 130-131.

 

[19] “This seems to hold in most cases, and we may observe that the vainest part of mankind are the most addicted to this passion. […] we exceed them [the Ancients] as much in doggrel, humour, burlesque, and all the trivial arts of ridicule. We meet with more raillery among the moderns, but more good sense among the ancients”, The Spectator nº 249, 15 de diciembre de 1711, Joseph Addison y Richard Steele, The Spectator, edición de A. Chalmers, vol. 3 Londres, J. Johnson et al., 1806, pp. 447 y 449.

 

[20] The Guardian, nº 72, 3 de junio de 1713, Richard Steele, The Guardian, 6a ed., vol. 1, Londres, J. Tonson, 1734, p. 306.

 

[21] The Rambler, nº 125, 28 de mayo de 1751, Samuel Johnson, The Rambler, vol. 3, Edimburgo, Bell & Bradfute, James McClinsh and William Blackwood, 1806, p. 139.

 

[22] Lawrence Eliot Klein, Shaftesbury and the Culture of Politeness. Moral Discourse and Cultural Politics in Early Eighteenth-Century England, Cambridge, Cambridge University Press, 1994.

 

[23] “Good-humour is not only the best security against enthusiasm, but the best foundation of piety and true religion”, Shaftesbury, Characteristics, vol. i, p. 17.

 

[24] Ibid., vol. i, p. 46.

 

[25] “Tis in reality a serious study to learn to temper and regulate that humour which nature has given us as a more lenitive remedy against vice, and a kind of specific against superstition and melancholy delusion”, ibid., vol. i, p. 85.

 

[26] Sobre la historia del concepto de entusiasmo en Inglaterra, véanse especialmente Michael Heyd, “Be Sober and Reasonable”. The Critique of Enthusiasm in the Seventeenth and Early Eighteenth Centuries, Leiden/Nueva York/Colonia, Brill, 1995; Lionel Laborie, Enlightening Enthusiasm: Prophecy and Religious Experience in Early Eighteenth-Century England, Oxford, Oxford University Press, 2015.

 

[27] John G. A. Pocock, “Enthusiasm: The Antiself of Enlightenment”, Huntington Library Quarterly, vol. 60, n° 1/2, 1997.

 

[28] Robert Burton, The Anatomy of Melancholy, 1621; repr., Nueva York, New York Review of Books, 2001, tit. “Democritus to the Reader”. La bibliografía sobre Burton es muy extensa. Sobre la risa como cura, véase Mary Ann Lund, Melancholy, Medicine and Religion in Early Modern England. Reading the Anatomy of Melancholy, Nueva York, Cambridge University Press, 2010, pp. 157-158.

 

[29] El relato del encuentro está en Hipócrates, Epistulae, 10-21. Existe abundante bibliografía sobre el tema, pero el mejor estudio sobre la circulación de la figura de Demócrito es Thomas Rütten, Demokrit, lachender Philosoph und sanguinischer Melancholiker: eine pseudohippokratische Geschichte, Leiden, Brill, 1992.

 

[30] Bakhtin, Rabelais and His World, p. 70.

 

[31] Sobre la noción de recreación, véase Glending Olson, Literature as Recreation in the Later Middle Ages, 1982; repr., Ithaca/Londres, Cornell University Press, 2019, esp. p. 102.

 

[32] “[…] a continued and uniterrumpted Flux or Train of Thoughts fixed upon one sad Object, from which the Patient is unable to call them off, and transfer them to another […]”, Richard Blackmore, A Treatise of the Spleen and Vapours: Or, Hypochondriacal and Hysterical Affections, Londres, J. Pemberton, 1725, pp. 155-156.

 

[33] Olson, Literature as Recreation in the Later Middle Ages, cap. 2.

 

[34] Burton, The Anatomy of Melancholy, p. 69 (ii, 2, iv); véase Stephanie Shirilan, Robert Burton and the Transformative Powers of Melancholy, Farnham, Ashgate, 2015, cap. 3.

 

[35] “Ríe y está bien; los monos han sido / Doctores extremadamente buenos para el spleen; / Y un gatito, si el humor ha golpeado, / Aleja el ataque como un arlequín. / Ya que la alegría es buena para esto, / De algunas cosas riámonos”, Matthew Green, The Spleen. An Epistle. Inscribed to his particular Friend Mr. C. J., 2a ed., Londres, A. Dodd, 1737, p. 6, ls. 93-98.

 

[36] “[…] I live in a constant endeavour to fence against the infirmities of ill health, and other evils of life, by mirth; being firmly persuaded that every time a man smiles—but much more so, when he laughs, that it adds something to this Fragment of Life”, Laurence Sterne, The Life and Opinions of Tristram Shandy, Gentleman, edición de I. Campbell Ross, Oxford, Oxford University Press, 2009, p. 3.

 

[37] Michael V. DePorte, Nightmares and Hobbyhorses. Swift, Sterne, and Augustan Ideas of Madness, San Marino, The Huntington Library, 1974, caps. 3 y 4.

 

[38] “If God […] had not poured forth the spirit of Shandeism into me, which will not suffer me to think two moments upon any grave subject, I would else, just now lay down and die—die—[…]”, Laurence Sterne, Letters of Laurence Sterne, Oxford, Clarendon Press, 1935, p. 139.

 

[39] Angus Gowland, “The Problem of Early Modern Melancholy”, Past & Present, vol. 191, n° 1, mayo de 2006. Para un relevamiento más exhaustivo y un análisis más detallado de estas compilaciones, véase Gattinoni, “El mal inglés”, pp. 338-344. La descripción que sigue es una síntesis de lo allí desarrollado. Estas obras eran parte de un género más amplio de misceláneas; al respecto véase Adam Smyth, “Printed Miscellanies in England, 1640-1682: ‘store-house[s] of wit.’”, Criticism, vol. 42, n° 2, 2000.

 

[40] Para un estudio sobre los costos y el acceso a bienes culturales en la época, véase Robert D. Hume, “The Value of Money in Eighteenth-Century England: Incomes, Prices, Buying Power—and Some Problems in Cultural Economics”, Huntington Library Quarterly, vol. 77, n° 4, 2014, https://doi.org/10.1525/hlq.2014.77.4.373.

 

[41] Véanse, por ejemplo, las canciones “Hot-headed Zealot”, “The Distracted Puritan” o “The Character of a Whigg” en Wit and Mirth, An Antidote Against Melancholy. Compounded of witty Ballads, Songs, and Catches, and other Pleasant and Merry Poems, Londres, Henry Playford, 1684. Sobre las baladas realistas y antipuritanas de la Restauración, véanse Jenner, “The Roasting of the Rump”; Angela McShane, “‘Rime and Reason’. The Political World of the English Broadside Ballad, 1640-1689”, Tesis doctoral, University of Warwick, 2004.

 

[42] Cf. el análisis de Smyth sobre un corpus diferente en “Printed Miscellanies in England”, p. 152. Sobre el uso de metáforas sexuales en este tipo de textos, véase Darby Lewes, “Utopian Sexual Landscapes: An Annotated Checklist of British Somatopias”, Utopian Studies, vol. 7, n° 2, 1996.

 

[43] “[…] I present you (I mean for your Money) a Pill […]”, Anónimo, Wit and Mirth: Or Pills to Purge Melancholy; Being A Collection of the Best and Merry Ballads and Songs, Londres, Henry Playford, 1699, “To All the Honest and Merry Souls in City or Country”.

 

[44] “Cura el spleen, revive la sangre / Lo pone de buen humor: / ¿quién puede negar que esta medicina es buena? / […] Entonces sea sabio y compre, no tome prestado; / Guarde una onza para mañana / Mejor que una libra de tristeza”, Anónimo, An Antidote Against Melancholy: Made Up in Pills, Londres/Westminster, Mer. Melancholicus [John Playford], 1661, “To the Reader”.

 

[45] “No hay otra purga contra la melancolía / que con Baco estar contento”, ibid., “To the Reader”.

 

[46] “[…] the tedious melancholy nights […] No Harm at All is in’t but Mirth and Joy […]”, Laurence Prince, A New Dialogue Between Dick of Kent, and Wat the Welch-man. Filled up with Many Pretty Conceits, Written and Printed on Purpose to Make Folks Merry in Time of Sadnesse, Londres, John Andrews, 1654, Portada.

 

[47] “[…] merry and vacant Hours […]”, Thomas D’Urfey (ed.), Wit and Mirth, Or Pills to Purge Melancholy, Londres, W. Pearson and J. Tonson, 1719, “Dedication”.

 

[48] “[…] twice a week, it will quicken your Spirits, drive forwards to your just business, and raise you above the sordid thoughts of too much Care”, Anónimo, Wit and Mirth: Or Pills to Purge Melancholy, “To All the Honest and Merry Souls in City or Country”.

 

[49] “But besides obliging the formention’d Class of Readers, ‘tis not doubted but the Perusal of this Collection will prove a pleasant Cure in the Hyp or Spleen.---Nay, don’t slight the Prescription because ‘tis a cheap one; you may go farther, and fare worse; for me thinks I already hear Fame say, that if the venerable Bards we have here assembled have not Wit enough to cure ye, a quantum sufficit will hardly be obtained from the Court of Æsculapius in Warwick-lane”, Anónimo, A Collection of Merry Poems: Consisting of Facetious Tales, Epigrams, &c. From Oldham, Brown, Prior, Swif, and Other Eminent Poets; With some of the Weekly Papers and Miscellanies. Proposed as a pleasant cure for the Hyp- and Spleen, Londres, T. Boreman, 1735, “To the Reader”. En Warwick Lane estaba la sede del Royal College of Physicians.

 

[50] Gattinoni, “Saberes antiguos para problemas modernos”, pp. 206-220.

 

[51] De los numerosos estudios que se han referido a estas fantasías, los más completos son Gill Speak, “An Odd Kind of Melancholy: Reflections on the Glass Delusion in Europe (1440-1680)”, History of Psychiatry, vol. 1, n° 2, 1° de junio de 1990, https://doi.org/10.1177/0957154X9000100203; Shirilan, Robert Burton and the Transformative Powers of Melancholy, cap. 2; Mary Ann Lund, A User’s Guide to Melancholy, Cambridge, Cambridge University Press, 2021, cap. 4. Para un análisis más detallado, véase Gattinoni, “El mal inglés”, pp. 328-338.

 

[52] René Descartes, Meditationes de prima philosophia. Oeuvres de Descartes, edición de Ch. Adam y P. Tannery, vol. vii, París, Léopold Cerf, 1904, pp. 18-19; William Law, A Practical Treatise Upon Christian Perfection, Londres, William and John Innys, 1726, cap. xix; Denis Diderot y Jean le Rond D’Alembert, Encyclopédie, ou Dictionnaire Raisonné des Sciences, des Arts et des Métiers, París, Briasson, David, Le Breton et Durand, 1751-1772, p. “Melancholie, s/f (Médecine)”.

 

[53] “La plus plaisante resuerie que i’aye iamais leu est d’vn gentilhomme Sineois, qui s’estoit resolu de ne pisser point & de mourir plutost, pource qu’il s’estoit imaginé qu’aussi tost qu’il pisseroit toute sa ville seroit inondee. Les Medecins lui representás que tout son corps & cent mille comme le sien n’estoyent capables de noyer la moindre maison de la ville, ne le pouuoyent diuertir de ceste folle imaginatió. En fin voyans son opinastreté & le dáger de la sa vie trouuent vne plaisante inuention. Ils font meitre le feu à la plus proche maison, sont sonner toutes les cloches de la villes; attirrent plusieurs valets qui crient au feu, au feu, & enuoyent les plus apparens de la ville qui demandent secours, & remonstrent au gentilhomme qu’il n’y a qu’vn moyen de fauuer sa ville, qu’illl faut que promptement il pisse pour estaindre le feu. Lors ce pauure melancholique qui se retenoit de pisser de peur de perder sa ville, la croyant en ce peril, pissa & vuida tout ce qu’il auoit dans sa vescie, & fut par ce moyen sauué”, André Du Laurens, Discours de la conservation de la veuë: des maladies mélancoliques des catarrhes, & de la vieillesse, París, Theodore Samson, 1598, pp. 269-270.

 

[54] Thomas Walkington, The Optick Glasse of Humors; or The Touchstone of a Golden Temperature, or the Philosophers Stone to Make a Golden Temper, Londres, Martin Clerke, 1607, p. 72; Burton, The Anatomy of Melancholy, p. i. 3. i. 3, 400; Blackmore, Treatise of the Spleen and Vapours, p. 162.

 

[55] Lund, A User’s Guide to Melancholy, p. 90.

 

[56] “[…] Vous auez donc vne teste […]”, Du Laurens, Discours de la conservation de la veuë, p. 265. El caso aparece en Trallianus, Therapeutica, i, xvii; Sicamus Aëtius, De melancholia, c. 1; Walkington, The Optick Glasse of Humors, pp. 69-70.

 

[57] Trallianus, Therapeutica, i, xvii; Du Laurens, Discours de la conservation de la veuë, p. 265.

 

[58] Burton, The Anatomy of Melancholy, pp. 412-413 (i. 3. ii. 3).

 

[59] Du Laurens, Discours de la conservation de la veuë, pp. 265-266; Walkington, The Optick Glasse of Humors, pp. 70-71.

 

[60] Du Laurens, Discours de la conservation de la veuë, pp. 266-267; Walkington, The Optick Glasse of Humors, p. 71.

 

[61]Anno 1550, an advocate of Paris fell into such a melancholy fit, that he believed verily he was dead; he could not be persuaded otherwise, or to eat or drink, till a kinsman of him, a scholar of Bourges, did eat before him dressed like a corse. The story, saith Serres, was acted in a comedy before Charles the Ninth”, Burton, The Anatomy of Melancholy, p. 402 (i. 3. i. 3).

 

[62] Lope de Vega, “Comedia del príncipe melancólico”, en Obras de Lope de Vega, vol. i, Madrid, Real Academia Española, 1916, p. 349.

 

[63] “The essential Notion of Melancholy consists in a weak, poor, and degenerate Constitution or Temperament of the animal Spirits, by which they are unable to expedite their reciprocal Flights to and from the Brain with due Vigour and Velocity […]”, Blackmore, Treatise of the Spleen and Vapours, p. 154.

 

[64] John Midriff, Observations on the Spleen and Vapours, Londres, J. Roberts, 1721. Sobre la burbuja financiera, véase especialmente Helen Paul, The South Sea Bubble: An Economic History of Its Origins and Consequences, Londres, Routledge, 2011.

 

[65] Midriff, Observations on the Spleen and Vapours, pp. 4-6.

 

[66] Ibid., pp. 7-15.

 

[67] Ibid., pp. 16-19.

 

[68] Molière, “The Hypochodriack, A Comedy”, en Select Comedies of Mr. De Moliere. In French and English, vol. viii Londres, John Watts, 1732; Molière, “The Hypochondriack”, en The Works of Moliere, French and English, vol. x, Londres, D. Browne and A. Millar, 1755; véase también Jeremy Schmidt, Melancholy and the Care of the Soul. Religion, Moral Philosophy and Madness in Early Modern England, Hampshire, Ashgate, 2007, p. 153. Sobre la melancolía en Molière, véase Patrick Dandrey, Les tréteaux de Saturne. Scènes de la mélancolie à l’époque baroque, París, Klincksieck, 2003, caps. ii y viii.

 

[69] Jean Starobinski, La tinta de la melancolía, México, Fondo de Cultura Económica, 2017, pp. 24-31.

 

[70] Burton, The Anatomy of Melancholy, pt. ii, 4, 2.

 

[71] “Laetitia moderata, seu hilaritas, & gaudium, calore suo purgat sanguinem, valetudinem confirmat, calorem inducit florentem, nitidum, gratum”, Juan Luis Vives, De anima & vita libri tres, Lyon, Antonium Vicentium, 1555, lib. iii, p. 200.

 

[72] “[…] the seat of laughter, of mirth, and pleasure”, William Stukeley, Of the Spleen. Its Description and History, Uses and Diseases, Particularly the Vapors, with their Remedy. Being a Lecture read at the Royal College of Physicians, London, 1722, Londres, impreso para el autor, 1723. Sobre este ensayo, véase Andrés Gattinoni, “Curiosa melancolía: spleen y tradición clásica según William Stukeley”, Figura: Studies on the Classical Tradition, vol. 6, n° 2, 2018, https://doi.org/10.20396/figura.v6i2.9951.

 

[73] Galeno, De facultatibus naturalibus, ii, ix, 135-138.

 

[74] Stukeley, Of the Spleen, p. 2.

 

[75] Plinio, Naturalis historia, xi, 205; Isidoro de Sevilla, Etymologiae, xi, 127; Peter J. A. Jones, Laughter and Power in the Twelfth Century, Oxford, Oxford University Press, 2019, p. 51.

 

[76] Giacomo Berengario da Carpi, Isagoge Breves. Perlucide ac uberime, in Anatomiam humani corporis, 1523; repr., Venecia, 1535, p. 13b.

 

[77] Pseudo Aristotle, The Problems of Aristotle: With Other Philosophers and Physicians, Londres, Richard Chiswell, M. Wotton and G. Conyers, 1689, sec. “Of the Spleen”. Sobre esta obra, véase Ann Blair, “Authorship in the Popular ‘Problemata Aristotelis’”, Early Science and Medicine, vol. 4, n° 3, 1999.

 

[78] “[…] the ancients had a more than metaphorical reason to assign this part the honor of mirth and jollity, health and love, &c. […] A fit of laughter has often cur’d a fit of the spleen. Laughter is a passion proper to the human race, and certainly is assisted by the spleen; as in that convulsion, the diaphragmatic and phrenic branches give and receive blood readily to it. The spleen in human bodies is fastened to the diaphragm, and its concussions reciprocally assist the spleen […]”, Stukeley, Of the Spleen, p. 72.

 

[79] “If [my book] ’tis wrote against any thing,—’tis wrote, an’ please your worships, against the spleen; in order, by a more frequent and a more convulsive elevation and depression of the diaphragm, and the succussations of the intercostal and abdominal muscles in laughter, to drive the gall and other bitter juices from the gall bladder, liver, and sweet-bread of his majesty’s subjects, with all the inimicitious passions which belong to them, down into their duodenums”, Sterne, Tristram Shandy, vol. iv, xxii.

 

[80] “True Shandeism, think what you will against it, opens the heart and lungs, and like all those affections which partake of its nature, it forces the blood and other vital fluids of the body to run freely thro’ its channels, and makes the wheel of life run long and chearfully round”, ibid. vol. iv, xxxii.

 

[81] Roger Chartier, Libros, lecturas y lectores en la Edad Moderna, Madrid, Alianza, 1993, pp. 160-175.

 

[82] “[…] is a great Promoter of this healthful Agitation, and is generally stocked with so much Good-humour, as to strike in with the Gaiety of Conversation […]” (Guardian, nº 29, 14 de abril de 1713), Steele, The Guardian, vol. i, p. 122.

 

[83] “There are no where so many disputers upon religion, so many reasoners upon goverment, so many refiners in politics, so many curious inquisitives, so many pretenders to business and state-employments, greater porers upon books, nor plodders after wealth […]”, Temple, “Of Poetry”, p. 427.