Ana Sánchez Trolliet, Te devora la ciudad. Itinerarios urbanos y figuraciones espaciales en el rock de Buenos Aires,

Bernal, Editorial de la Universidad Nacional de Quilmes, 2022, 346 páginas.

Te devora la ciudad propone un recorrido dinámico de la ciudad de Buenos Aires a partir de la “cultura rock”, que nació a mediados de la década de 1960 asociada a sectores juveniles, y que dio forma a “estilos de vida” y a modos de relacionarse con el espacio urbano. El trabajo de Ana Sánchez Trolliet es una reelaboración de su tesis doctoral en Ciencias Sociales defendida en la Universidad de Buenos Aires, y de sus exploraciones como estudiante de la maestría en Historia y Cultura de la Arquitectura y de la Ciudad en la Universidad Torcuato Di Tella.

El libro abarca un extenso período iniciado a mediados de la década de 1960 y finalizado hacia 2004, que estuvo atravesado por procesos de transnacionalización vinculados a la modernización, el consumo de masas, la emergencia de la juventud como actor político, social y cultural; la irrupción de la violencia política y el terrorismo de Estado; la transición a la democracia, los años de neoliberalismo conservador de la década del noventa, y la precarización de las condiciones socioeconómicas. El trabajo da cuenta de la interrelación de estos procesos con los de configuración, cambios y continuidades que desarrolló la cultura rock, a la que entiende como un “estilo de vida” que dio forma a modos de “obrar, pensar y sentir”, y de “representarse, comprenderse y posicionarse en relación con la ciudad y con la sociedad” (p. 19). La geografía en la que se desarrolló esa cultura, que incluyó a la ciudad de Buenos Aires y al área metropolitana, es analizada en su dinámica de cambio, atendiendo a aspectos políticos, socioeconómicos, culturales, urbanísticos y arquitectónicos. El espacio de los alrededores de Plaza Miserere, en el barrio de Balvanera, condensa ese devenir múltiple, como señala la autora, desde el mítico bar La Perla de mediados de los años sesenta, hasta el trágico incendio de República Cromañón, lugar de recitales en el que murieron 194 personas en 2004.

El trabajo, sostenido en un estado del arte rico y diverso, y en múltiples fuentes, aporta a las investigaciones sociohistóricas que contemplan las interrelaciones entre las ciudades y la construcción de identidades, y muestra a Buenos Aires como factor condicionante de las posibilidades de producción y circulación del rock “nacional”. También es un aporte a las investigaciones que incorporan dimensiones sonoras y musicales para pensar el espacio, y se inscribe dentro de los estudios de historia social y cultural, entendiendo el rock como género musical y como “conjunto de prácticas y valores” (p. 25). Además, contribuye significativamente a la historia reciente al reconstruir dimensiones vinculadas con las juventudes, la vida cotidiana, las artes, el género y la sexualidad.

El libro se estructura en dos partes, intermediadas por un excurso, y un epílogo. La primera, dividida en dos capítulos, recorre el período 1965-1970. El excurso avanza sobre la década de 1970. La segunda parte, dividida en dos capítulos, recorre los años setenta y ochenta. El epílogo transita el paso entre milenios.

En el primer capítulo, la autora analiza la ciudad de Buenos Aires como espacio privilegiado para la emergencia de la primera generación de jóvenes rockeros, dadas las condiciones materiales y de circulación de productos culturales que brindaba. El espacio de la “pensión” en el centro porteño es interpretado como lugar de convivencia de esa juventud de distintas procedencias geográficas y condiciones de clase, en el que se ensayó un estilo de vida comunitario (p. 41) y se buscó forjar una identidad. El tránsito y apropiación del espacio urbano por estos jóvenes es trabajado a partir de la idea de “naufragio”, y la autora destaca el carácter generizado de los recorridos por parques, bares y lugares de escucha musical. En su abordaje interrelaciona las vanguardias culturales y artísticas asociadas a los procesos de modernización en la zona del centro porteño, donde se produjo el cruce de los jóvenes rockeros con intelectuales, artistas y estudiantes; la formación y expansión por los barrios de una nueva identidad atravesada por la música y la difusión del hippismo; la represión policial, las tensiones de clase dentro del público, y la preocupación por el consumo de drogas. Sánchez Trolliet juega con distintas escalas del espacio urbano y metropolitano al referir a los recitales (realizados en salas, clubes de barrio, teatros y espacios al aire libre) y, hacia 1970, identifica un cierre de ciclo, en un contexto de represión y politización crecientes, en el que algunos músicos emigraron y en el que las bandas de la primera generación del rock local se desintegraron, confrontaron con la industria discográfica o se alejaron a espacios suburbanos.

En el segundo capítulo, la autora reconstruye cómo el “beat” local ofreció un nuevo sonido de y sobre Buenos Aires (p. 98). Para ello, hilvana referentes, libros, revistas juveniles y de interés general, discos, y proyectos urbanísticos no ejecutados, que colaboraron en el proceso de difusión del hippismo, la psicodelia, el flower power y la contracultura en Buenos Aires. En este sentido, Sánchez Trolliet destaca la paradoja del rock local que se presentaba como “nuevo sonido” de la ciudad, a la vez que la rechazaba presentándola como caótica, cargada de hastío, consumo y represión policial, e idealizaba el espacio natural promoviendo un discurso ecologista. También, marca la existencia de exploraciones sonoras y estéticas de Buenos Aires asociadas a los suburbios portuarios e industriales del sur de la ciudad, y al blues.

En el Excurso, Sánchez Trolliet revisa la denominación de “nacional” que, desde 1970, comenzaron a utilizar los productores musicales de rock, cuando plantearon a este género como elemento identitario de la cultura del país (p. 158). La autora analiza la alteridad entre la revalorización de las producciones culturales de las provincias, el boom folclórico y su politización, y la “propuesta de cosmopolitismo nacional” (p. 160) de los jóvenes rockeros porteños asociados a la clase media urbana. Para la primera mitad de la década de 1970, y a partir de diversas fuentes, recorre las distintas líneas de experimentación del rock, las condiciones de clase de músicos y públicos, las tensiones en torno del concepto de “popular”, y las distancias y acercamientos de los sectores politizados al universo del rock, que se vieron definitivamente truncados con el incremento de la espiral represiva contra las experiencias militantes.

En el tercer capítulo, se centra en los espacios en que se desarrollaban los recitales de bandas rockeras nacionales e internacionales durante la última dictadura y la transición democrática, recorriendo la masificación del rock local con la guerra de Malvinas, su “politización” desde la transición, y los debates en torno de los modos de habitar el espacio público en los nuevos tiempos democráticos. En este sentido, analiza el lugar que los parques y plazas de la ciudad de Buenos Aires tuvieron para la cultura rock de los años setenta y ochenta, señalando los límites de las experiencias comunitarias, los cambios en esos espacios que se impusieron con la intendencia del brigadier Cacciatore, y su resignificación como lugares cívicos, políticos y de experimentación artística en la transición a la democracia. La autora analiza la organización de festivales al aire libre por el gobierno constitucional de los años ochenta, que los consideró como un recurso para la construcción de una “convivencia democrática” (p. 242), y la configuración de un circuito under en el centro y norte de la ciudad, asociado a sectores contraculturales. Dedica particular atención a la experiencia de la represión policial que vivenciaron los jóvenes rockeros, y que habilitó alianzas con sectores como las disidencias sexogenéricas.

En el cuarto capítulo, Sánchez Trolliet aborda las figuraciones sobre el ámbito doméstico y la vida cotidiana urbana en los años transicionales. Analiza los cambios en las imágenes sobre la ciudad en canciones y tapas de discos en tiempos de la última dictadura, la transición democrática, y la crisis política y socioeconómica de 1987, que implicaron el pasaje de la idea del terror, a la de la calle como lugar a “reconquistar” para vivir en libertad y democracia, a la de la urbe como sitio de furia, exclusión económica y desintegración social. En función del repliegue hacia el ámbito doméstico durante la última dictadura, problematiza la existencia de narrativas rockeras que lo asociaron al amor y la tranquilidad, y de otras que lo vincularon al encierro, la angustia y la opresión familiar, lo que se figuraba en los espacios del “departamento” y la “habitación juvenil”. Se destacan los análisis sobre los lugares de la “cocina”, asociada a la irrupción de las mujeres en la escena rockera, y del “baño”, vinculado a quienes reivindicaban un carácter marginal y el consumo de drogas en el contexto de la emergencia de las “tribus urbanas”. La autora aborda, también, el creciente “denuncialismo” en las canciones con las que los músicos manifestaron su compromiso con la democracia y hablaron de la ciudad.

En el epílogo, Sanchez Trolliet reconstruye el proceso de “conurbanización” de la cultura rock en los años noventa, analizando el “rock chabón”, asociado a los procesos de precarización y pobreza que vivenciaban los jóvenes de sectores medios-bajos y bajos del Gran Buenos Aires, y a los “sónicos” de zona sur vinculados a sectores medios. A partir de una serie de cartografías de locales de recitales que funcionaron entre los años sesenta y los 2000 en el espacio urbano y metropolitano de Buenos Aires, la autora identifica, en los años noventa, la conformación de nuevos itinerarios que partían de la periferia a la ciudad. A la vez, analiza el emplazamiento de los sitios para recitales en zonas relegadas de los procesos de transformación de la ciudad asociados al mercado inmobiliario y de “privatización de lo público” (p. 332). Sánchez Trolliet marca que la precariedad de las condiciones edilicias de los sitios de recitales que acompañó el deterioro generalizado de las infraestructuras urbanas se desnaturalizó a partir del incendio de República de Cromañón, lo que modificó sustancialmente el circuito de estos sitios, la organización de festivales multitudinarios, y la propia cultura rockera. El santuario improvisado que se construyó colectivamente junto con Cromañón es pensado por la autora como clave interpretativa para reflexionar sobre las representaciones del conurbano y las marcas de los recorridos entre periferia y centro realizados por la cultura rock.

El trabajo de Ana Sánchez Trolliet resulta un aporte significativo en el abordaje de una historia de la ciudad de Buenos Aires, a la que contempla dinámica y tridimensionalmente, en sus múltiples actores, parques, edificaciones, identidades y modos de habitar y transitar el espacio. A la vez, realiza un recorrido por los procesos centrales de la historia reciente en términos políticos, económicos, sociales y culturales, atendiendo al lugar social ocupado –y atribuido– a un sector importante de la juventud urbana y metropolitana identificada con la cultura rock. Ese lugar, es problematizado en sus cambios, al igual que las percepciones identitarias que los y las jóvenes tuvieron sobre sí mismos en los distintos momentos. Su lectura, después de los años de quietismo impuestos por la pandemia, brinda un aire de movimiento que permite dimensionar las densidades presentes al momento de transitar la ciudad, y habilita preguntas sobre los modos en que las juventudes actuales habitan y significan los espacios públicos y privados.

Fedra López Perea

conicet / Universidad Nacional de San Martín