Laura Ehrlich, La reinvención del peronismo (1955-1965),
Bernal,
Editorial de la Universidad Nacional de Quilmes, 2022, 312 páginas.
La supervivencia del peronismo durante los años del exilio
de su principal líder es un tema fascinante para la historia intelectual.
Después del derrocamiento de Juan Domingo Perón en la autodenominada Revolución
Libertadora de 1955 y la consecuente persecución y proscripción de su
movimiento, en un contexto en el que estaba prohibido hacer referencia al
expresidente, ¿qué significaba seguir hablando del peronismo? ¿Cómo se sostenía
y se reinventaba la identidad peronista durante los tumultuosos cambios
políticos que seguirían? Estos años fueron cruciales para el movimiento
político más influyente de la historia argentina, además de tener clara
relevancia para el estudio comparativo del populismo y el nacionalismo
latinoamericano. Si bien este significativo período ha sido tratado en
destacadas obras de historia política y social, los debates recientes sobre el
peronismo después de 1955 han prestado menos atención a sus dinámicas
intelectuales.1
El nuevo libro de Laura Ehrlich
contribuye a llenar esta laguna historiográfica con un análisis
riguroso de individuos, periódicos y manifestaciones hasta ahora poco conocidos,
los cuales aportaron a la redefinición del peronismo entre 1955 y 1965. Su
periodización, que corresponde a lo que los historiadores Julio Melón Pirro y
Darío Pulfer llaman la “segunda época” del peronismo,
ayuda a desenredar las tendencias históricas de esa primera década de sus
consecuencias posteriores. Efectivamente, Ehrlich
identifica una limitación en la historiografía existente, que tiende a
“proyectar hacia atrás” la categoría de izquierda peronista, buscando los
orígenes del peronismo revolucionario de los setenta en los años previos (p.
16). En cambio, La reinvención del peronismo propone un enfoque menos
teleológico, llevando a su autora a resaltar la influencia del nacionalismo de
derecha y del catolicismo sobre las ideas, el lenguaje y las prácticas
peronistas hasta 1965. Hasta cierto punto, su marco teórico implica concebir la
problemática de otra manera; no se trata solamente de la supervivencia del
peronismo sino también de la “recomposición” del nacionalismo (p. 65).
Ehrlich comparte el interés del historiador pionero Daniel James
en cómo la memoria de ciertas vivencias fundamentales moldeaba la identidad
peronista. Sin embargo, mientras James pone énfasis en la lucha de clase, Ehrlich hace más hincapié en los efectos de la persecución
política y la inhibición electoral, iluminando los “marcos ideológicos,
discursos e imágenes” que los peronistas emplearon para “procesar” esa
experiencia (p. 15). Sus principales fuentes primarias son periodísticas, tanto
diarios nacionales y regionales como publicaciones partidarias de menor tirada,
que el peronista John William Cooke llamó “diaritos peronistas”, la mayoría consultadas en las
hemerotecas de la Biblioteca Nacional y del Centro de Documentación e
Investigación de la Cultura de Izquierdas (cedinci). También hace uso de recortes
periodísticos de varios archivos argentinos, testimonios publicados y algunas
entrevistas conducidas por la propia autora.
El libro no solo indaga sobre las complejas relaciones
entre memoria e identidad, sino que también resalta la necesidad de distinguir
entre la realidad histórica y los recuerdos posteriores de una heroica
resistencia peronista. Su lectura antiteleológica es
particularmente reveladora para los años 1955 a 1956, cuando los periódicos Palabra
Argentina, El 45 y El Descamisado “apelaron a lemas y
símbolos de la tradición peronista con el propósito de reintegrarlos a otras
tradiciones, dando por supuesto que el peronismo era una experiencia concluida,
perteneciente al pasado” (p. 68). Según Ehrlich, fue
solo a partir de 1957 que “el peronismo pudo ser rearticulado
como alternativa de futuro” (p. 77). En ese año aparecieron nuevas
publicaciones como Línea Dura, Norte, Rebeldía y Soberanía.
La distribución de los “diaritos” se realizaba a
través de redes clandestinas y en algunos casos en kioscos comerciales. Se
estima que las tiradas de estas publicaciones fluctuaban entre 10 y 50 mil
ejemplares, con múltiples lectores para cada copia. La mayoría de sus editores
eran individuos con antecedentes peronistas y nacionalistas, una característica
que los diferencia de otros sectores del peronismo en la misma época. El libro
define a este conjunto de editores como intelectuales en el sentido amplio de
la palabra y analiza sus diferentes estrategias de producción intelectual.
Ehrlich respalda sus argumentos sobre la influencia perdurable del
nacionalismo y la experiencia transformativa de la proscripción con un estudio
fascinante de los rituales conmemorativos peronistas. En 1957, el director de Palabra
Argentina, Alejandro Olmos, organizó una marcha de silencio en homenaje a
las víctimas de los fusilamientos ilegales llevados a cabo después de la
frustrada rebelión de los generales Juan José Valle y Raúl Tanco
en junio de 1956. En el segundo aniversario de los fusilamientos, en 1958,
Perón revindicó a los “mártires de junio” en un texto publicado en Línea
Dura, convirtiendo el 9 de junio en una fecha importante para el calendario
peronista, junto con el 17 de octubre, la fecha fundacional del peronismo, y el
26 de julio, el aniversario del fallecimiento de Eva Perón. Ehrlich
describe los eventos conmemorativos anuales en estas tres fechas,
identificándolos como “oportunidades de confraternización, de visibilización y confrontación pública de los peronistas
con otros sectores del escenario político (y también entre sí)” (p. 111). A
través de su participación en misas, marchas y momentos de silencio, los
peronistas recordaron a sus héroes caídos, se reconocían entre sí y
“reinventaron una identidad lacerada” (p. 125). El énfasis en este aspecto de
sufrimiento distingue este análisis de otros estudios recientes de rituales,
mientras fortalece su tesis sobre la importancia de la proscripción.2
La reinvención del peronismo nos permite plantearnos preguntas intrigantes sobre
las dimensiones geográficas de la identidad peronista que merecen ser más
investigadas. Si bien el libro se enfoca en la ciudad de Buenos Aires, donde se
editaban la mayoría de las publicaciones analizadas, Ehrlich
presenta evidencia fragmentaria de que algunos “diaritos”
llegaban a zonas más lejanas. Por ejemplo, Soberanía, editado por Nora
Lagos en Rosario, contenía una columna con cartas supuestamente escritas por
sus lectores, en donde una “humilde mujer” chaqueña declaró acerca de su
entusiasmo al conseguir el diario (p. 62). Además de reflexionar sobre el
alcance geográfico de los periódicos, Ehrlich también
está atenta a los orígenes de sus editores, dos de los cuales provenían de
familias acomodadas del interior: Alejandro Olmos, de Tucumán, y el sacerdote
jesuita Hernán Benítez, de Tulumba, Córdoba. En ambos
casos, sus conexiones con el interior aportaron a “su legitimación como voceros
populares” (p. 81). Sería interesante saber más de la circulación y
recepción de la prensa peronista en distintas regiones del país y con
diferentes tipos de público, aunque semejante estudio implicaría recurrir a otros
métodos y archivos.
El análisis de rituales conmemorativos también tiene
implicaciones sugestivas para la conceptualización de las relaciones entre
Buenos Aires y el interior en la redefinición del peronismo. En 1958 y 1959,
cuando el gobierno impidió la realización de grandes actos peronistas en
Capital Federal, hubo concentraciones con millares de peronistas en Rosario,
Córdoba y Tucumán. Estos eventos afirmaron y alimentaron la popularidad del
peronismo en esas ciudades, mientras la cobertura periodística de estos
señalaba la importancia del interior para la supervivencia del peronismo. Ehrlich los ve como una señal de la creciente importancia
del norte y de Córdoba en “el mapa político nacional”, fenómenos que se harían
más evidentes a fines de los sesenta (p. 173). Aunque no sea el enfoque del
libro, sus astutas observaciones sobre la geografía del peronismo subrayan la
posible utilidad de investigaciones más elaboradas sobre intelectuales y
eventos conmemorativos en otras provincias, asimismo sobre el cambiante rol
cultural de distintos imaginarios del interior en las articulaciones nacionales
de la identidad peronista.
A lo largo del libro, los métodos de historia intelectual
ayudan a la autora a distinguir entre las posiciones tácticas de los peronistas
y su contenido ideológico. Por consiguiente, hace notar la influencia del
nacionalismo católico en el “sentido misional” de los jóvenes peronistas de
Gran Buenos Aires que empezaron a organizarse como tales entre 1957 y 1958 (p.
206). Asimismo, el concepto peronista de intransigencia tuvo sus raíces
nacionalistas, fortalecidas por la experiencia de la proscripción. Durante la
primera mitad de los sesenta, las disputas entre peronistas tenían más que ver
con tácticas que con ideología. “Estar en la línea dura” implicaba reclamar el
retorno de Perón y negarse a participar en el sistema político actual,
posiciones no necesariamente asociadas con los principios socialistas. Según Ehrlich, la identificación de la línea dura como una
izquierda peronista fue un invento de los gobiernos antiperonistas con la
colaboración de ciertos sectores de la izquierda partidaria, luego reforzado
por la memoria de otra generación de peronistas, aquellos realmente de
izquierda en términos ideológicos, y finalmente por los historiadores. Es un
argumento novedoso que debería generar mucho interés y debate entre académicos
y militantes. El peronismo no para de reinventarse y revisar su historia.
Christine Mathias
King’s College London
1 Véase,
entre otros, Daniel James, Resistance and Integration: Peronism and the Argentine Working
Class, 1946-1976, Cambridge, Cambridge University Press, 1998; Julio C.
Melón Pirro, El peronismo después del peronismo. Resistencia, sindicalismo y
política luego del 55, Buenos Aires, Siglo XXI, 2009.
2 Anabella Gorza, “Los homenajes a Eva Perón como prácticas de memoria
en tiempos de la Resistencia peronista (1955-1963)”, Anuario del Instituto
de Historia Argentina, vol. 16, n° 1, abril de 2016, disponible en: <http://www.anuarioiha.fahce.unlp.edu.ar/article/view/IHAv16n1a07>;
Ezequiel Adamovsky y Esteban Buch,
La marchita, el escudo y el bombo. Una historia cultural de los emblemas del
peronismo, de Perón a Cristina Kirchner, Buenos Aires, Planeta, 2016.