María Juliana Gandini,

¿Quiénes construyeron el Río de la Plata? Exploradores y conquistadores europeos en el lugar donde se acababa el mundo,

Buenos Aires, Siglo XXI, 2022, 262 páginas.

María Juliana Gandini articula con pericia, en este libro, tres campos de estudio poco frecuentados en relación con la historia del descubrimiento, exploración y conquista del Río de la Plata. La obra obtuvo el primer premio de la Asociación Argentina de Investigadores en Historia (asaih) a la mejor tesis de doctorado; en ella convergen la historia cultural y de las representaciones, la historiografía desarrollada a propósito del contacto entre europeos y no europeos en la primera modernidad y lo que podríamos denominar una más conocida historia de la exploración y conquista rioplatense, cuyas fuentes y relato Gandini revisita y revisa. En línea con los planteos de Anthony Pagden sobre la primacía de la autopsia en el contexto de la expansión transoceánica europea, la autora aborda uno de los mayores problemas epistemológicos enfrentados por los viajeros temprano-modernos: los mecanismos de validación de lo visto y oído desplegados por los súbditos de la monarquía católica en el contexto del descubrimiento, exploración y conquista del Río de la Plata.1 Si la pregunta es cómo la experiencia de exploradores y conquistadores fue traducida, transmitida y validada ante un público europeo ávido de noticias de ultramar, la respuesta necesariamente contempla las múltiples formas en que las agencias y saberes de las sociedades nativas intervinieron en la construcción de representaciones sobre la región.

En las tres partes en las que se divide el libro, Gandini reconstruye las operaciones intelectuales de las que se valieron los primeros testigos europeos para traducir a potenciales lectores sus experiencias sobre el terreno (pp. 12, 232). Para ello, desentrama no solo el proceso de exploración y conquista del Río de la Plata, sino también los mecanismos empleados para hacer creer aquella otredad geográfica y cultural. El “setting” de esta particular experiencia europea en ultramar es descripto en la primera parte. Allí se narran el avance ibérico en el sur de la América meridional y, más específicamente, la exploración del territorio rioplatense desde el “descubrimiento” del Mar Dulce por Juan Díaz de Solís en 1516 hasta la expulsión del segundo adelantado del Río de la Plata, Álvar Núñez Cabeza de Vaca, en 1545.2 En la segunda y la tercera partes del libro, Gandini examina tanto los mecanismos que permitieron dar forma a un conjunto de representaciones sobre el Río de la Plata y sus sucesivas transformaciones cuanto las “representaciones construidas sobre las sociedades nativas rioplatenses y su lugar en la etnografía temprano-moderna”, que aborda a partir de la noción de traducción cultural (p. 225). La autora demuestra que, al margen de su integración en el repertorio de alteridades geográficas y etnográficas de una Europa en expansión, las representaciones construidas tuvieron finalidades estratégicas, entre las que se destacó el objetivo de avanzar en la conquista de territorios potencialmente ricos en metales preciosos y la no menos importante supervivencia en un área del globo desconocida por los viajeros del siglo xvi (p. 181).

Las tensiones entre las experiencias sobre el terreno de los primeros exploradores europeos y los saberes heredados de las tradiciones clásica y bíblica –a los que la autora se aproxima a través de las categorías de “mental sets” de Ernst Gombrich y de “etnografías implícitas” de Stuart Schwartz– son estudiados en relación con las expectativas que impulsaron la conquista del territorio pero también sus fracasos.3 En lo que refiere a estos últimos, el libro demuestra cómo las variaciones toponímicas del “río sin orillas”, cuya actual denominación se consolidó hacia 1530 (p. 13), expresaron las cambiantes representaciones e identidades asignadas a aquella parte del “nuevo mundo” al tiempo que el fluctuante interés que concitó en la monarquía católica un área marginal en relación con las regiones mesoamericana y andina.

En principio, Gandini nos recuerda que las operaciones intelectuales de creación de sentido que estudia ocurrieron en el marco de procesos históricos y contextos materiales determinados, tal como la incorporación de la región platina a los territorios bajo posesión de la monarquía católica en la primera mitad del siglo xvi. En otras palabras, más allá de la autonomía que las representaciones del Río de la Plata cobraron en el largo plazo, el desafío de producir y validar información fidedigna que enfrentaron los agentes coloniales, funcionarios y cosmógrafos del rey respondió a necesidades concretas. La creación de testimonios verosímiles para ser incluidos como material probatorio en expedientes judiciales (pp. 88, 90), la producción de informaciones precisas sobre el terreno y sus habitantes a fin de garantizar alianzas exitosas en futuras exploraciones de la región y la búsqueda de la promoción personal a través de relaciones de mérito que probaran el servicio al rey fueron solo algunas de ellas.

Entre sus muchos aciertos, son tres los principales aportes de esta nueva historia del “río sin orillas”.4 Se destaca, en primer lugar, la forma en que Gandini relaciona la conquista y exploración del Río de la Plata con “el problema de la comunicabilidad de las novedades antropológicas y geográficas de ultramar” (p. 22). La importancia creciente del testigo ocular para describir las novedades americanas que fueran funcionales al Imperio es comprendida como parte de las transformaciones epistémicas de la temprana modernidad.5 Al examinar en las fuentes las formas de comunicar las especificidades de la región platina, la autora no solo constata el “papel de lo empírico” en la conformación de un nuevo saber sobre el mundo sino también su ubicuidad. Aunque producidos durante la conquista de un área marginal del Imperio español, los documentos estudiados dan cuenta de un proceso central en la historia del conocimiento.

Su segunda gran contribución es la lectura desde las perspectivas abiertas por la historia cultural de un corpus conformado por relaciones, mapas, informes, memoriales, historias, cosmografías, cartas relatorías, probanzas de mérito y expedientes judiciales (pp. 28-30). Este acervo documental, cuya importancia reconoce en relación con la conformación de una historia nacional entre fines del siglo xix y comienzos del xx, es reexaminado a partir de nuevas categorías de análisis. Gandini postula la centralidad del registro judicial como fuente de información geográfica, etnográfica y económica de la región explorada (p. 89). A partir de la noción de “cosmografía judicial”, cuya aplicabilidad a otros espacios de conquista resultaría interesante evaluar, se detiene en los tipos textuales en los que se volcaron los testimonios de la primera conquista del Río de la Plata. Al respecto, señala que fue a partir de las descripciones del espacio geográfico y humano presentes en las deposiciones judiciales del período que se conformaron las primeras representaciones de la región. Hacia 1529, por ejemplo, en su condición de testigo del derrotero de Rodrigo de Acuña, un supernumerario de nombre Francisco Dávila se refirió al río de Solís como “río de la Plata” (p. 52). Si bien el uso del topónimo se consolidaría varios años después, su aparición en el testimonio de Dávila evidencia la influencia de este tipo textual en la construcción de una identidad para la región. De igual modo, fue en las declaraciones judiciales que españoles y portugueses formularon sus representaciones de las prácticas antropofágicas nativas (p. 160).

Un tercer aporte y consecuencia deseada de revisitar las fuentes vinculadas con la historia del Río de la Plata es la constatación de la agencia indígena en la conformación de una imagen sobre el territorio. Gandini destaca el papel que desempeñaron querandíes, tupíes, guaraníes, chaná-timbúes, agaces, payaguás y guaicurúes en la conformación de una sociedad mestiza y dinámica como fue la del litoral platense y sus zonas aledañas en la primera mitad del siglo xvi (p. 52). En línea con los aportes de Alida Metcalf, la autora centra su atención en los go-betweens o intermediarios (i.e. lenguas bilingües del castellano y de alguna lengua nativa), que produjeron e hicieron circular en “espacios de contacto novedosos” información y representaciones específicas sobre la región y sus habitantes (p. 166).6 Su participación e itinerarios son develados directa o indirectamente en los testimonios judiciales que analiza y a los que dedica especial atención en la sección titulada “Lo que saben feitores, náufragos y cautivos” (pp. 92-105). En las sociedades mestizas estudiadas, son traductores culturales los degredados y lançados (reos y voluntarios que por distintos motivos conviven durante algún tiempo entre las sociedades nativas de las costas de Brasil), capitanes, feitores, cautivos, lenguaraces y náufragos. También lo son los tripulantes de las armadas y, en última instancia, los cartógrafos. Gandini constata que la convivencia entre nativos de la costa brasileña y náufragos portugueses y españoles influyó en el viaje de Sebastián Caboto. Asimismo, comprueba que náufragos de expediciones pasadas se sumaron a la empresa de Pedro de Mendoza: “todos resultarían figuras de gran importancia en la expedición, al convertirse en traductores y negociadores que permitieron establecer comunicación y vínculos con las sociedades guaraníes del Paraguay, resultado de su convivencia con los carijós de la costa brasileña” (p. 67). En el mismo sentido, adjudica un papel preponderante a los nativos, quienes, en definitiva, “mejor conocían los secretos de la tierra” (p. 105). Gonzalo chané, por ejemplo, confirma la muerte de Juan de Ayolas y garantiza, en consecuencia, el liderazgo de Domingo de Irala (p. 77).

A través de una prosa ágil y erudita, en su primer libro María Juliana Gandini también deviene una traductora de mundos. Acaso una go-between entre la historia cultural, la historia moderna y una tradición historiográfica centrada en procesos propios del espacio rioplatense, la autora construye un itinerario de investigación que transita con la soltura de quien conoce sus fuentes y conecta con debates ineludibles en el estudio de la expansión transoceánica europea de la primera modernidad.

Carolina Martínez

conicet / Universidad Nacional de San Martín

 

1 Anthony Pagden, European Encounters with the New World. From Renaissance to Romanticism, New Haven-Londres, Yale University Press, 1993.

 

2 Actúan como un punto de inflexión del período analizado la llegada de Pedro de Mendoza en enero de 1536 y la cristalización del topónimo “Río de la Plata” en la cosmografía de Alonso de Santa Cruz hacia 1537. Sobre la extensión del área geográfica estudiada, véanse las páginas 14 y 71.

 

3 Ernst H. Gombrich, Art and Illusion: A Study in the Psychology of Pictorial Representation, Nueva York, Pantheon Books, 1960. Stuart B. Schwartz (ed.), Implicit Understandings. Observing, Reporting, and Reflecting on the Encounters between Europeans and other Peoples in the Early Modern Era, Cambridge-Nueva York, Cambridge University Press, 1994.

 

4 La expresión literaria, que alterna con otras equivalencias del Río de la Plata, evoca la experiencia de los primeros exploradores europeos pero, en el lector contemporáneo, remite indudablemente al “verano” y al “otoño” del célebre ensayo de Juan José Saer. Por su parte, el escritor santafesino tituló su obra inspirándose en la “Primera carta del padre Cayetano Cattaneo, de la Compañía de Jesús, a su hermano José, de Módena”, escrita en Buenos Aires el 18 de 1729. Juan José Saer, El río sin orillas. Tratado imaginario, Buenos Aires, Seix Barral, 2021 [1991], p. 100.

 

5 En este punto, Gandini retoma los planteos de Arendt Brendecke, Imperio e información. Funciones del saber en el dominio colonial español, Madrid-Frankfurt, Iberoamericana-, 2016.

 

6 Alida Metcalf, Go-betweens and the Colonization of Brazil, 1500-1600, Austin, University of Texas Press, 2005.