Paula Bruno,
Alexandra Pita y Marina Alvarado, Embajadoras culturales. Mujeres
latinoamericanas y vida diplomática, 1860-1960,
Rosario,
Prohistoria, 2021, 168 páginas.
Embajadoras culturales. Mujeres latinoamericanas y vida
diplomática, 1860-1960 asume el desafío
crítico de cartografiar un territorio no solo poco explorado, sino también
liminal. A los interrogantes que suscita un campo de estudios todavía en
formación, como el de la llamada “nueva historia cultural de la diplomacia”, se
suman los retos de indagar una zona marcada por la escasez archivística, como
la de los primeros servicios exteriores latinoamericanos, y la porosidad que
siempre incita la historia de las mujeres. Por estos motivos, precisamente, el
mapa que diseña el libro es liminal: se trata de encontrar en la intersección
de estas tres directrices aquello invisible para la historiografía tradicional.
Cómo reconstruir la trama de esos vínculos, cómo pensar el lugar de esas
mujeres en un mundo que por lo general les destinaba roles informales, qué
fuentes abordar, cómo rastrear sus vidas itinerantes son las preguntas
centrales de un libro que construye su objeto de estudio a medida que avanza en
sus disquisiciones.
Organizado a partir de un estudio preliminar y tres
capítulos concentrados principalmente en Argentina y Chile, el libro traza un
arco temporal que muestra el apogeo y la crisis de un mundo organizado
alrededor de la fe en la modernidad y el concepto de Estado-nación. La
profesionalización de la carrera diplomática, el acceso de figuras de clases
medias y proletarias a esos espacios tradicionalmente de élite, así como la
participación progresiva de las mujeres en la vida pública de sus países son
las coordenadas centrales de un itinerario que se inicia a mediados del siglo xix y cierra con la segunda posguerra.
Para abordar las problemáticas nucleares de esa zona a cartografiar, la
estrategia principal será el estudio de caso: rescatar aquellas trayectorias
intelectuales de mujeres que cifran en sus experiencias y testimonios los
trazos principales de ese mundo liminal.
La complejidad de este desafío es expuesta en el estudio
preliminar a cargo de Paula Bruno. La autora mapea este campo de estudios en
expansión, identificando sus antecedentes más cercanos. Los trabajos que abordan
las vivencias y los modos de vida en los entornos diplomáticos (la ya
mencionada “nueva historia cultural de la diplomacia”), por un lado, y las
investigaciones enfocadas en la relación de las mujeres con el mundo de la
diplomacia y la política, por otro, convergen en un nuevo territorio que
intenta aprehender los dobleces e intermitencias de la labor diplomática
femenina. El problema de la agencia femenina, el entrecruzamiento entre lo
público y lo privado, el protagonismo de la experiencia y las prácticas a la
hora de abordar estas trayectorias, así como las dinámicas de exclusión e
inclusión constituyen, según Bruno, las cuatro tendencias principales del “giro
de género” que percibe en este incipiente campo disciplinar (p. 14). Ante ese
panorama, la autora propone la noción de embajadoras culturales para
pensar los roles y posiciones que ocuparon las mujeres latinoamericanas en ese
entramado, en tanto “oficiaron como articuladoras de relaciones y lazos de
afinidad en el mundo diplomático; fueron percibidas como figuras con potencial
para mediar en la esfera política; generaron imágenes, información y novedades
que circularon en distintos escenarios a escala internacional” (p. 15). El
objetivo de estos trabajos será explorar “las posibilidades y oportunidades que
estas mujeres tuvieron en distintos contextos”, así como “los costos y los
límites” que también supuso su participación en estos ámbitos (p. 15). Es
decir, analizar cómo estas mujeres fueron entretejiendo su propia trama de
influencias y vínculos internacionales en los intersticios de ese mundo de
poder, operando “dentro y fuera de la ideología de género”, como diría Teresa
de Lauretis.1
Las argentinas protagonizan el primer capítulo, “Eduarda
Mansilla, Guillermina Oliveira Cézar y Ángela
Oliveira Cézar. Entre ámbitos diplomáticos y
circuitos transnacionales”, enfocado en las trayectorias de Eduarda Mansilla y
las hermanas Guillermina Oliveira Cézar y Ángela
Oliveira Cézar. Paula Bruno analiza cómo estas
mujeres vinculadas con la actividad diplomática de distintas formas y en
diferentes épocas cuestionan en su propio hacer los límites entre lo privado,
lo íntimo y lo público en un mundo donde las políticas de amistad y las
relaciones de parentesco apuntalan la conformación de un Estado en
construcción. Los destinos oficiales de sus maridos, en el caso de Mansilla y
Guillermina Oliveira Cézar, y la eclosión del asociativismo pacifista en plena antesala de la Primera
Guerra Mundial en el de Ángela modelan sus experiencias de “mundo ampliado”
que, como destaca Bruno, las lleva a convertirse en “figuras cosmopolitas y
articuladoras de ideas, usos y hábitos”, inmersas en aquella “sociedad civil
transnacional con demandas compartidas” que se consolida en las últimas décadas
del siglo xix (p. 28). Pero ¿cómo
reconstruir estas trayectorias marcadas por la itinerancia,
la informalidad y la falta de fuentes? La prensa asoma aquí como una
herramienta indispensable: escondidas en páginas olvidadas y dispersas de
diarios estadounidenses, franceses, argentinos, españoles, la impronta de estas
embajadoras culturales adquiere otra relevancia cuando esas piezas se articulan
y dialogan entre sí. De hecho, el notable rastreo realizado por Bruno
visibiliza hasta qué punto la prensa de la época estaba sumamente interesada en
ellas (desde todo punto de vista: sus cuerpos, sus escritos, sus dichos, sus
actividades) y muestra los contrastes entre esta atención y los obstáculos que
a menudo encontraron dentro de sus círculos íntimos, como revela la
correspondencia de Ángela Oliveira Cézar con su
cuñado y Julio Argentino Roca en torno al emplazamiento del Cristo Redentor en
la cordillera de los Andes. Vida pública y vida privada se solapan en estas
trayectorias cruzadas de oportunidades –una carrera literaria en el caso de
Mansilla, la posibilidad de reinventarse lejos de los rumores maliciosos en el
de Guillermina, el reconocimiento internacional en el de Ángela– y decepciones,
en un ambiente donde el peso de la tradición y los pruritos de clase tensionan
las ambiciones y gestos modernos de estas figuras.
Varias de las problemáticas apuntadas por Bruno volverán a
aparecer en el segundo capítulo de Embajadoras culturales, “Carmen
Bascuñán, Emilia Herrera y Amanda Labarca. Entre
vínculos familiares, mediaciones y responsabilidades internacionales”, a cargo
de Marina Alvarado y enfocado en tres figuras chilenas: Carmen Bascuñán, Emilia
Herrera y Amanda Labarca. Alvarado analiza los
distintos roles que desempeñaron estas tres mujeres –como damas diplomáticas,
mediadoras informales y profesionales de carrera– a través de un recorrido que
muestra el pasaje de un mundo regido por la lógica de la “intradiplomacia”
a otro signado por la profesionalización (p. 98). Al igual que en los casos de
Mansilla y de Guillermina Oliveira Cézar, la vida de
Carmen Bascuñán como esposa del escritor y diplomático Alberto Blest Gana implica asomarse al ambiente de la sociabilidad
decimonónica, con sus códigos de civilidad, sus alianzas matrimoniales y el
juego novedoso de la exposición mediática. Este panorama se complementa con el
acercamiento a la figura de Herrera, recordada protectora de exiliados
argentinos en Chile y hábil tejedora de amistades transcordilleranas,
cuya intervención informal durante el conflicto fronterizo entre ambos países
en 1902 se analiza en detalle. El arco propuesto por Alvarado cierra con un
acercamiento a la carrera de Amanda Labarca. Tanto
por su extracción social como por su formación educativa y su desarrollo
profesional, Labarca encarna una nueva etapa en la
historia diplomática de Chile entrazada en la modernización y el
panamericanismo. De este modo, Alvarado despliega una historia que, como ella
misma señala, discute con quienes ven en la figura de Gabriela Mistral “un caso
aislado y excepcional” y procura llenar “cierto vacío en lo que respecta al
estudio de las trayectorias de mujeres chilenas involucradas directamente en
labores diplomáticas” (p. 123).
Estas observaciones de Alvarado funcionan en más de un
sentido como la puerta de entrada al capítulo que cierra el libro, “Gabriela
Mistral, Palma Guillén y Concha Romero. Entre amistades, redes intelectuales y
organismos de cooperación”, ya que Alexandra Pita se adentra en ese mundo
signado por la profesionalización y el panamericanismo y analiza la carrera de
Mistral como el núcleo organizador de una genealogía de mujeres transhumantes vinculadas con la vida diplomática y las
asociaciones de cooperación internacional que se extienden a uno y otro lado
del Atlántico durante el período de entreguerras. Al igual que Labarca, las trayectorias de Mistral y las mexicanas Palma
Guillén Sánchez y Concha Romero se presentan como manifestaciones emergentes de
ese fenómeno arduo y paulatino que implica la integración de las mujeres al
mundo profesional y la disputa por espacios de poder. Sobre todo, en el caso de
mujeres solteras, de clases medias y proletarias, como gran parte de los
perfiles abordados en este capítulo. Y esta nueva impronta implicó también un
cambio abrupto en los atractivos y obstáculos que estas mujeres encontraron en
la vida diplomática: el dinero, la competencia desigual, la conformación del entre
nos femenino y el uso de la influencia para mover las redes del poder se
imponen como las nuevas coordenadas necesarias para disputar cargos y
posiciones en un mundo en proceso de transformación. Gracias a la preservación
de la correspondencia de Mistral, Pita se sumerge en las intimidades de ese
mundo y analiza en detalle los dobleces de la vida pública y la vida privada de
estas mujeres, evidenciando, como destaca la investigadora, hasta qué punto “en
la vida diplomática lo personal no queda afuera de lo político” (p. 158).
A través de todas estas vidas itinerantes, Paula Bruno,
Alexandra Pita y Marina Alvarado delinean un universo maleable, transnacional y
transcontinental, donde lo público, lo íntimo y lo privado borran las fronteras
disciplinarias e invitan a descubrir en los intersticios de las historias
nacionales nuevas zonas a indagar y nuevas protagonistas. Y en este proceso Embajadoras
culturales expone no solo sus hallazgos sobre ese mundo sino también cómo
construirlo: tanto por el diálogo que establece con el campo de los estudios
literarios (sobre todo, a partir de escritoras como Mansilla y Mistral) como
por el modo en que las autoras indagan en la prensa de cada época, el libro se
alimenta de otras disciplinas y materiales para volver tangible una trama
dispersa e ignorada por los registros oficiales. Qué investigar y cómo
investigarlo se convierten en las dos claves que impulsan la pregunta por las
mujeres en el mundo de la diplomacia latinoamericana. Son los vectores de un
mapa inicial, los mojones fundamentales de un territorio en pleno proceso de
construcción.
María Vicens
conicet / Universidad de Buenos Aires
1 Teresa de Lauretis,
“Preface”, en T. de Lauretis,
Technologies of Gender: Essays on Theory, Film, and Fiction,
Bloomington-Indianápolis, Indiana University Press,
1987, p. ix.