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Otras voces, otros ámbitos
Sherif Younis, Al-Zahf al-Muqaddas: Muzaharat al-Tanahhi wa-Tashakkul ‘Ibadat Nasir [La Marcha Sagrada: las manifestaciones contra la dimisión de Nasser y la formación de su culto],
Benjamin Geer (1)
(1) University of Bassel
1ra edición, El Cairo, Dar Mirit, 2005
2da edición revisada y corregida, Beirut y El Cairo, Dar al-Tanwir, 2012, 196 páginas
Traducción para Prismas de Pablo Blitstein
En junio de 1967, cuando la dictadura militar egipcia de Gamal Abdel Nasser sufrió una aplastante derrota militar en la Guerra de los Seis Días contra Israel, el presidente Nasser anunció inmediatamente su dimisión. Poco después, multitudes por todo Egipto se manifestaron durante dos días rogándole que revocara esta decisión, y Nasser respondió al clamor general quedándose en el poder. En La Marcha Sagrada, el historiador egipcio Sherif Younis se interroga sobre las razones por las que la población egipcia salió a reclamar que Nasser se quedara en su cargo. ¿Cómo es que un régimen autoritario y despiadado con su población –a la que le exigía pasividad política y amenazaba con encarcelamiento y torturas– podía suscitar tanto fervor? Algunos historiadores del nasserismo defienden la tesis de que estas manifestaciones respondían a las emociones genuinas de los manifestantes; otros sugieren en cambio que fueron organizadas por el régimen. A partir de un enfoque novedoso en los estudios del nasserismo, Younis se diferencia de ambas interpretaciones con una hipótesis: las movilizaciones en apoyo al presidente, sin duda espontáneas, habrían estado arraigadas en la ideología misma de este régimen instaurado tras el golpe militar de 1952. Especialista en historia egipcia moderna con una cierta impronta foucaultiana, traductor del inglés al árabe de clásicos como Metahistoria (1973) de Hayden White, y de estudios fundamentales de la historia de Egipto como All the Pasha’s Men (1997) de Khaled Fahmy y Rule of Experts (2002) de Timothy Mitchell, Younis es uno de los historiadores egipcios más importantes de las últimas décadas. Sus trabajos y traducciones suelen dejar su impronta en los debates intelectuales en Egipto y el mundo árabe en general. Dada la importancia del autor, La Marcha Sagrada es sin duda una de las contribuciones más importantes de las últimas décadas a los debates en árabe sobre el nasserismo.
La historiografía sobre el nasserismo suele ser apologética o, en algunos casos, hagiográfica, y justifica el régimen egipcio por su anticolonialismo, nacionalismo árabe o sus supuestas políticas socialistas. A veces incluso intenta explicar el nasserismo a partir de teorías preexistentes –como el marxismo gramsciano o la teoría de la modernización– sin explicar por qué este régimen adoptó una forma en lugar de otra y por qué duró casi dos décadas a pesar de sus repetidos fracasos. A diferencia de esta historiografía, Younis sitúa la ideología en el centro de su análisis, y por esa razón este libro analiza los usos de los conceptos que conformaban el nasserismo. A través de una lectura detallada de fuentes primarias –discursos oficiales, propaganda, artículos de prensa de intelectuales nasseristas, entre otras– Younis se diferencia de los estudios marxistas que asocian el nasserismo a una clase social y afirma que la clave del enigma del régimen reside en que no representaba a ninguna clase ni grupo en particular fuera de su propia élite. La élite nasserista estaba integrada por una pequeña camarilla de oficiales que, con Nasser a la cabeza, tomaron el poder en 1952 y terminaron con la dominación británica y la monarquía egipcia. Según explica Younis, los miembros de este grupo tenían diversas preferencias políticas (islamistas o comunistas, por ejemplo) y estaban unidos por un vago patriotismo y una atracción por el autoritarismo.
El autor señala que con la fundación de Oficiales Libres en septiembre de 1949, Nasser y su grupo renunciaron a todo vínculo con los partidos y organizaciones políticas de Egipto, e intentaron mantenerse estrictamente independientes de todas las fuerzas del campo político. Consideraban que la existencia de divisiones políticas en el pueblo egipcio era perjudicial y favorecía a las potencias coloniales: para la élite nasserista, era ante todo necesario vaciar el espacio público de cualquier organización política que representara solo a una parte del pueblo y pusiera en peligro la nación. Asociando la división a la corrupción, el régimen se presentaba como una forma de purificación del pueblo. Younis muestra que el nasserismo concebía al pueblo como un conjunto de individuos atomizados, que debían encolumnarse detrás de Nasser como en un desfile militar. De esto se trataba lo que el discurso oficial llamó la “marcha sagrada”: los oficiales debían encarnar la conciencia y la voluntad de un pueblo ideal. Según afirma Younis, se trataba de una concepción “teológica” de la política en la que coexistían dos sentidos del concepto de “pueblo egipcio”: por un lado, el pueblo ideal e invisible que, como un dios, transmitía su revelación a los oficiales de forma directa e inexplicable. Por otro lado, el pueblo real y presente que, débil y corrupto, necesitaba ser guiado y constituido como pueblo ideal. La ideología oficial presentaba a Nasser como el intermediario indispensable entre estos dos momentos del pueblo: es decir, como un profeta.
Según muestra Younis, la imagen de Nasser como profeta se volvió creíble para la población principalmente por la política exterior del régimen, atribuida exclusivamente al líder. Se trataba de una política exterior cuyo objetivo era hacer realidad algunas de las ambiciones del movimiento nacionalista: acabar con la humillación de la colonización y restaurar la gloria patria. El ejemplo más importante de esta política fue el anuncio de la nacionalización del Canal de Suez en 1956 y el fracaso posterior de la invasión israelí, británica y francesa.
Younis muestra que la autoridad de Nasser reposaba sobre la idea de que solo el líder podía mantener una comunicación directa con el pueblo egipcio. Esta comunicación tenía en teoría características sobrenaturales que debían hacer superfluas las instituciones representativas suprimidas por el régimen: la pasividad política y la pérdida de libertades debían ser, para el pueblo egipcio, el precio a pagar por la dignidad nacional. Younis sostiene que esta ideología contribuía a generar un sentimiento de dependencia en la población, y que esto explicaría las manifestaciones contra la dimisión de Nasser tras la derrota contra Israel. El vínculo emocional entre los manifestantes y Nasser era el resultado del vaciamiento del campo político creado por el régimen (que provenía de su rechazo al multipartidismo), de la realización de algunos de los objetivos del movimiento nacionalista y, finalmente, de la difusión efectiva de una teología oficial basada en el culto de Nasser. De este modo, acostumbrados a la idea de que solo Nasser podía actuar y de que su papel era el de simples espectadores y admiradores, los manifestantes exigían que “el único padre que conocían” mantuviera su cargo.
Younis ha ampliado este análisis en su libro Nida’ al-sha’b: Tarikh naqdi li-l-idiologiya al-nasiriyya [La llamada del pueblo: Una historia critica de la ideología nasserista] (754 páginas), publicado en 2012, en el que examina con detalle las raíces históricas de esta ideología y las instituciones y políticas que contribuyeron a su difusión y evolución desde el golpe de Estado de 1952 hasta la muerte de Nasser en 1970. Pero en La Marcha Sagrada hay ya una importante contribución a la comprensión del nacionalismo egipcio y de las analogías morfológicas entre nacionalismo y religión. En particular, el uso de la categoría de “profeta” para analizar la dominación simbólica ejercida por un dictador percibido como “héroe nacional”, así como la idea de que el nacionalismo implica una deificación del pueblo (o de la nación), nos incita a explorar todo un conjunto de herramientas de la sociología de la religión para analizar la estructura social e ideológica del nacionalismo, tanto en contexto egipcio como más allá. Esto sería también una oportunidad para considerar otro dios, la “patria”, que ha recibido menos atención de parte de Younis.