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Reseña

Daniel Lvovich y Alberto Pérez (orgs.), José Sazbón. Una antología comentada de su obra,

 

Paula Zubillaga (1)

 

(1) Universidad Nacional de General Sarmiento / CONICET

 

Villa María, Eduvim, 2020, 428 páginas

 

La obra dispersa del filósofo José Sazbón (1937-2008), uno de los intelectuales marxistas más importantes de la Argentina, ha sido recientemente rescatada, seleccionada y ordenada por núcleos temáticos en dos tomos organizados por antiguos colegas: Daniel Lvovich y Alberto Pérez. Como es sabido, su producción giró en torno a grandes ejes como la historiografía, la historia intelectual, el marxismo, el estructuralismo, la revolución francesa y la(s) memoria(s). Sus cuarenta años de carrera estuvieron dedicados a la difusión y discusión de problemas relevantes para nuestra cultura política e intelectual. Desde la década del sesenta se publicaron trabajos suyos en distintas actas de congresos, revistas y libros, editados en diversas localidades de nuestro país y en el exterior, por lo cual, la tarea emprendida por los organizadores resulta una gran proeza.

Si bien se han realizado compilaciones previas, la apuesta aquí es distinta, dado que se incluyen comentarios de colegas y discípulos del autor. En este sentido, aquí colaboran distintos investigadores con diferentes vínculos con Sazbón y su obra, produciéndose un diálogo intergeneracional, interdisciplinario e interinstitucional. El resultado es un relato polifónico, en el cual la voz principal es la de Sazbón –y la de sus propias y exhaustivas lecturas– y en menor medida la de quienes han realizado este homenaje a su labor, bajo la premisa subyacente de que todavía no ha sido reconocido como debería: como uno de los mayores intelectuales de nuestro país.

La antología inicia con “Un esbozo biográfico e intelectual de José Sazbón” a cargo de los organizadores, que retrata su labor como traductor, editor, profesor e investigador en Argentina, Francia y Venezuela, y repasa su trayectoria en la unlp –con la que asumió un gran compromiso–, el conicet, la uba, la unsam, y la Universidad del Zulia.

Luego de la semblanza, la primera sección –distinta al resto, puesto que son escritos literarios y de crítica literaria– inicia con “Cinco instantáneas de José Sazbón”, de Ricardo Piglia (1941-2017). En este texto póstumo, el escritor ofrece un relato de la amistad entre ambos, del tiempo compartido y de la lectura atenta y sagaz que el filósofo realizó de la obra de Sartre, Marx y Borges, pero también de la suya. Piglia reconoce que Sazbón fue “su lector ideal” (p. 18) y que el ensayo “La reflexión literaria” sobre Respiración artificial (1980) fue lo que mejor se escribió sobre su novela (p. 22). Justamente, esta sección finaliza con ese “análisis generoso, exhaustivo y brillante” (p. 21), publicado por primera vez en Punto de Vista en 1981 y que se convirtió en fundador de una forma de interpretar la novela. A Piglia y Sazbón los unía una larga amistad generada a partir de su interés por la literatura –especialmente por Borges– y por el marxismo. Esto se evidencia de inmediato, dado que la sección incluye “Pierre Menard, autor del Quijote”, relato espléndidamente borgeano que Sazbón dedicó a su amigo y que presentó en el Primer Concurso de Cuento Argentino en 1982. El propio Borges –autor de la obra del mismo nombre– formaba parte del jurado. Parodiándolo, Sazbón compone un Menard de izquierda que lee a Gogol y Dostoievski, le escribe a Trotsky y coteja la novela ¿Qué hacer? (1863) de Nicolás Chernishevski con el posterior tratado político homónimo de Lenin (1902). Jugando con la reproducción del título y las relaciones que pueden establecerse, se pregunta si la parodia no es la forma “más perfecta” del amor hacia un autor.

Tras el apartado literario, nos encontramos con “Los marxismos de Sazbón”, la introducción a la sección más extensa del primer tomo. Luciano Alonso nos recuerda aquí que el análisis y apropiación, por parte de Sazbón, de los clásicos del marxismo se caracterizó por evitar lecturas esquemáticas y globalizantes, y por buscar influencias y estructuras discursivas, atendiendo a los contextos de emergencia (p. 67). En esa línea, identifica tres puntos de interrogación en las lecturas que Sazbón propuso de Marx y Engels: la matriz discursiva; la tensión entre “modelo puro” y “formación impura”; y las consideraciones críticas que los propios Marx y Engels hacían de sus concepciones. La sección se compone de seis textos de Sazbón: “El fantasma, el oro, el topo: Marx y Shakespeare” (1981), en el que destaca la presencia del dramaturgo inglés en las obras de Marx y señala la guía más episódica y fragmentaria de Dante, Goethe y Sófocles (p. 98); el trabajo “Modelo puro y formación impura. La Alemania del 48 en los escritos de Marx y Engels” (1988), en el que coteja la temprana teoría social marxiana con rasgos de la Alemania en revolución de 1848-1850, en cuanto primera sociedad concreta sobre la que se reflexionó tras la elaboración del “modelo puro”; y cuatro escritos publicados en el libro Historia y representación (2002): “Un capítulo abierto de historia intelectual: el régimen discursivo del Manifiesto”, en el que reconoce la doble condición del Manifiesto del Partido Comunista –texto clásico de la teoría social y “obra barométrica de las venturas de un movimiento político” (p. 111)– y, valiéndose de la dupla conceptual de Koselleck, señala que el Manifiesto pone de relieve el juego de correspondencia entre cierto “espacio de experiencia” y determinado “horizonte de expectativa” (p. 114); le siguen “Crisis del marxismo: un antecedente fundador” y “Una lectura sinóptica de las ‘crisis’”, en los que demuestra que los marxismos siempre estuvieron en crisis, por lo que “… cualquier historia de las ‘crisis del marxismo’ se identifica, sin más, con la historia del mismo marxismo, pues una y otra son coextensivas y complementarias” (p. 197); y por último “Filosofía y revolución en los escritos de Mariátegui”, trabajo que muestra el interés de Sazbón por distintos aspectos del pensamiento peruano.

La tercera sección inicia con un texto de Marcelo Starcenbaum, “Crítica de la razón estructural”, quien sostiene que los trabajos de Sazbón de los años sesenta y primera mitad de los setenta estuvieron dedicados a delimitar la especificidad del estructuralismo y sus efectos, a partir de tres problemas: el impacto de la razón estructuralista en los elementos fundantes del espacio sartreano; las inflexiones que la antropología estructural propiciaba en el seno del humanismo; y el estudio de los mitos. Mientras que, desde mediados de los setenta, sus preocupaciones respecto del estructuralismo giraron en torno a la profundización de la lectura de la antropología estructural y al derrotero del estructuralismo. La sección se compone de tres trabajos: “Sartre y la razón estructuralista” (1975) –en el que Sazbón desentraña los modos en los que el contrapunto entre el filósofo francés y el antropólogo Levi-Strauss, inauguraba una nueva etapa en las lecturas de Marx–; el estudio “Hacia una historia estructural. El proyecto arqueológico” (1981) –concentrado en la obra de Foucault, las particularidades de su método arqueológico, la noción de “autor” y “episteme”, y su concepción de la historia–; y, por último, “Razón y método, del estructuralismo al post-estructuralismo” (2007), artículo que analiza el pasaje hacia el posestructuralismo, dando cuenta de sus aportes y sosteniendo que sus principales rasgos ya estaban presentes a mediados de los sesenta, por lo que el prefijo no debería entenderse en una acepción temporal o, al menos, el pasaje debería pensarse en términos más flexibles (p. 321).

En la introducción a la última sección del primer tomo, “Conciencia histórica y memoria: aspectos del problema de la revolución en la obra de Sazbón”, Hernán Sorgentini sostiene que lo que hace diferente a la reflexión de Sazbón sobre la memoria es el enlace entre su conocimiento historiográfico, su apuesta por una política emancipadora, su formación filosófica, y la contemplación de diferentes disciplinas y tradiciones intelectuales. Se seleccionaron aquí tres textos: “Conciencia histórica y memoria electiva” (2002), en el que examina los supuestos de la obra Los lugares de la memoria dirigida por el historiador francés Nora, vistos en el marco de una serie de desarrollos que afloran a partir de la operación de reducción de las posibilidades del saber histórico y la conciencia histórica, y muestra que este desarrollo del campo de la memoria es tributario de la “galaxia Furet”; el siguiente trabajo, “Memorias de la Revolución francesa” (2005), toma a dicha revolución como un acontecimiento de larga duración memorial y da cuenta de las distintas formas que asume según el tipo de memoria. Como en otros trabajos, discute con postulados de Lévi-Strauss, Furet y Nora, y utiliza la tripartición de las formas de la memoria –cultural, individual y social–, en tanto le resulta servicial para estudiar los modos de acceso a las configuraciones históricas; el último trabajo, “La devaluación formalista de la historia” (2001), da cuenta de las operaciones de devaluación de las potencialidades del saber histórico en distintas tradiciones del pensamiento contemporáneo, observando cómo los esquemas conceptuales de intelección histórica han caído en descrédito, al punto de que su contenido racional es reducido a “mito”, “ficción” o “filosofía de la historia”.

Por su parte, el segundo tomo inicia con una sección cuya introducción está a cargo de Roberto Pittaluga: “José Sazbón: una historiografía de la adversidad”, jugando con la noción acuñada por Sazbón –“marxismo de la adversidad”– para denominar los distintos desarrollos de la teoría crítica. Se incluyen aquí tres trabajos: la reflexión publicada en Punto de Vista en 1987, en torno al debate ya clásico entre los historiadores marxistas británicos E. P. Thompson y Perry Anderson, en la que Sazbón va presentando los principales ejes del intercambio; el obituario publicado en El cielo por asalto en el verano de 1993-1994: “La muerte de E. P. Thompson” –“el mayor escritor de la izquierda inglesa” (p. 57)–; y por último “Historia y experiencia” (1996), trabajo que toma algunas de las problemáticas que habían estado presentes en el abordaje de la célebre polémica por parte de Sazbón, a partir de los conceptos “espacio de experiencia” y “horizonte de expectativa” utilizados por Koselleck en Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos (1979), y a los que Sazbón apela en otros escritos.

La especialista en filosofía alemana, María Belforte, es quien introduce el siguiente apartado: “Sobre un legado: José Sazbón y la Escuela de Frankfurt”. Esta sección incluye cuatro trabajos sobre el pensamiento de los intelectuales alemanes englobados en esta tradición: “El legado teórico de la Escuela de Frankfurt” (2002), “Historia y paradigmas en Marx y Benjamin” (1993), “La historia en las ‘Tesis’ de Benjamin: problemas de interpretación” (2001) e “Historia Intelectual y Teoría Crítica” (1997). La lectura de estos escritos, enlazados por la demostración del carácter político de las producciones frankfurtianas, da cuenta del profundo conocimiento y reflexión de Sazbón autor sobre Adorno, Benjamin –el “autor frankfurtiano más comentado y cribado” (p. 115)–, Habermas, Horkheimer, Marcuse y Neumann. Belforte, en su aporte, interpreta la lectura y recepción de Sazbón como un “legado” (pp. 93 y 97), y resalta su tarea contra los abordajes reduccionistas y los usos unilaterales de la obra frankfurtiana –en especial de las “Tesis” de Benjamin, leídas como un “breviario aforístico de filosofía de la historia” (p. 160)–.

Patricio Geli, con su “Apostillas a los escritos de José Sazbón sobre la Revolución francesa”, introduce la séptima sección y propone organizar la preocupación del homenajeado en lo que respecta a ese proceso multifacético, en torno a tres áreas: el lugar que ocupa en las reflexiones marxianas; los debates historiográficos que generó el auge de la corriente revisionista en Francia, y la historia intelectual. Se seleccionaron así tres trabajos representativos de su constante reflexión e intención de ubicar a dicha Revolución en una región interpretativa amplia. El primero está considerado el más importante de los que escribió respecto de este proceso: “La Revolución francesa y los avatares de la modernidad” (1990). Le siguen “El Marx de Furet” (1991) –en el que desglosa las interpretaciones del historiador francés y el uso que hace de la obra de Marx–, y “Figuras y aspectos del feminismo ilustrado”, estudio preliminar de Cuatro mujeres en la Revolución francesa (2007), en el que Sazbón va enmarcando las voces de Etta Palm, Olympe de Gouges, Théroigne de Méricourt y Claire Lacombe, en sus contextos de enunciación.

La octava sección inicia con la introducción de Elías Palti, “José Sazbón y el problema de la circulación y recepción de las ideas”, quien nos recuerda que gran parte de la obra de Sazbón está destinada a reflexionar en torno a cómo los textos y sistemas de pensamiento se trasladan, son apropiados y adquieren nuevos sentidos en épocas y lugares distintos. Se seleccionaron aquí tres textos representativos de este núcleo de la obra de Sazbón: “Aspectos de la recepción temprana de Nietzsche en Francia” (2001) –que analiza la circulación de la obra del filósofo alemán en Francia en los treinta años previos a la Primera Guerra Mundial–, y “Presencia de Voltaire” e “Historia intelectual e historia política: Anacharsis Cloots y el volterianismo revolucionario”, publicados originalmente en el libro compilado por Sazbón Presencia de Voltaire (1997), producto a su vez de las “Jornadas Voltaire”, realizadas en el contexto del tricentenario del nacimiento del escritor francés. El primero es la introducción a ese libro colectivo, un escrito breve en el que repasa la inscripción de Voltaire en el presente. El siguiente y último, versa sobre la recepción y reconfiguración de las ideas de Voltaire en el partido jacobino.

Uno de los últimos escritos, “La cornucopia de la calle Salguero. José Sazbón y su biblioteca”, es de Emiliano Sánchez, quien da cuenta de la “exquisita” y “apabullante” (p. 440) biblioteca de Sazbón –compuesta por aproximadamente 10.000 títulos– y su archivo –compuesto por más de 120 cajas–, donados por su familia al Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas. Su biblioteca, organizada a partir de tres grandes criterios –temáticas, colecciones y editoriales–, refleja claramente dos de sus intereses: el marxismo y la historia de Francia.

La perla del segundo tomo es la transcripción de un extenso diálogo que mantuvo Sazbón con Perry Anderson en 1982, inédito hasta este momento y editado para la ocasión. Se asiste aquí a un valioso intercambio alrededor del estructuralismo, el marxismo y los problemas historiográficos, en el que retoman las obras de diversos autores y discuten conceptos y categorías como “mito”, “experiencia” y “hegemonía”. En el diálogo Sazbón muestra un profundo conocimiento de la obra de su interlocutor, al cual no deja de señalarle sus críticas, siempre a partir de una lectura aguda.

La antología cierra con una “Contribución a una bibliografía de José Sazbón”, en la que puede apreciarse la magnitud de su obra. Esta lista fue elaborada originalmente por el historiador Horacio Tarcus, con la colaboración de la filósofa Renée Girardi, el filósofo José Fernández Vega y la esposa de Sazbón, Berta Stolior –filósofa, editora y traductora–. Para esta ocasión, la lista fue completada por los organizadores de los tomos, quienes realizaron una selección muy representativa de esa extensa producción.

Ciertamente, el pensamiento y la obra de Sazbón han sido tan vastos e interdisciplinarios que cualquier análisis de su obra puede resultar incompleto o injusto. En sus escritos, enlaza y nos ofrece sus amplios conocimientos sobre distintas ciencias sociales y humanas, y de obras escritas por autores de diversas tradiciones teóricas, filosóficas e historiográficas. A lo largo de la lectura de los tomos, se confirma su profundo conocimiento de la cultura europea contemporánea, su método de despliegue minucioso de los argumentos de los autores objeto de su revisión y su capacidad de crítica implacable con quienes no estaba de acuerdo. Sazbón fue un lector atento a los detalles, las marcas de época, los contextos de producción, las trayectorias de los distintos autores que puso en diálogo, contraponiendo posturas, buscando secuencias, préstamos y herencias. Utilizó el análisis comparativo e interdisciplinario, sobre la base de una gran rigurosidad conceptual y siempre a partir de un espíritu crítico que lo llevaba a revisar incluso su propia obra. Su exhaustividad y erudición dieron como resultado trabajos profundamente reflexivos, detallistas y complejos, que esta antología nos permite tener reunidos, sistematizados, y hacer de ellos una consulta obligada para diversos temas.