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Reseña

Nicolás Kwiatkowski, Bárbara y guerrera. La historia de Tomiris, reina de los masagetas

 

Rafael Gaune Corradi (1)

 

(1) Pontificia Universidad Católica de Chile

 

Buenos Aires, Katz Editores, 2021, 110 páginas

 

El libro Bárbara y guerrera. La historia de Tomiris, reina de los masagetas es un texto que sorprende desde la primera página. En primer lugar, su autor, Nicolás Kwiatkowski, confirma que es uno de los historiadores latinoamericanos más originales y eruditos del momento. En segundo lugar, por el tratamiento del tema abordado desde un profundo conocimiento documental, anticuario, iconográfico y filológico y, además, situado en una cronología de larga duración (tarea no menor). Y, en tercer lugar, por el lugar de producción de esta reflexión: es un modernista argentino, publica en Buenos Aires, transita en varios registros temáticos y polifónicos, los cuales también podemos comprobar en su estrecha colaboración con José Emilio Burucúa. Esto último lo subrayo, pues es muy difícil encontrar un libro así en la producción historiográfica latinoamericana; sin duda es un valor agregado que transforma este libro en universal desde Argentina.

Desde Heródoto hasta un fresco anónimo del siglo xviii en el Convento de Santa Catalina en Arequipa, Kwiatkowski reconstruye la representación, intertextualidad e interdiscursividad de Tomiris (siglo vi a. C.), reina de los masagetas. Más allá de la discusión sobre la historicidad de la bárbara Tomiris, la preocupación analítica de la propuesta consiste en reconstruir un canon de representación sobre la venganza y el poder femeninos: desde el padre de la historia y Justino, pasando por Tucídides, Plutarco, Valerio Máximo, Flavio Josefo, la mediación de Dante, Boccaccio, Christine de Pizan, Maquiavelo, y autores franceses, ingleses y del norte de Europa, entre otros, Tomiris circuló en textos e iconografía con una extraordinaria fortuna hasta el siglo xvii europeo.

El libro inicia, a partir del fragmento escrito por Heródoto en su primer libro de las Historias, con Tomiris que consuma su venganza –por la muerte de su hijo y la invasión del extranjero persa– y exclama con furia ante la cabeza de Ciro: “Vivo y te he conquistado en batalla, y aun así me has arruinado, pues mataste a mi hijo con engaños; pero cumplo ahora con mi palabra, y así sacio tu sed de sangre”. Este pasaje marcó una genealogía textual sobre el destino de Ciro y la ira de Tomiris, pero, además, señala la circulación del relato de Heródoto. Desde ese fragmento temprano –analizado como verdad o ficción por los autores posteriores– inicia la vida textual e iconográfica de la reina, articulada a través de la propia reflexión de Heródoto sobre su escritura y su concepción de la veracidad del relato: “De las muchas versiones que existen de la muerte de Ciro, esta que he narrado es la que me ha parecido más digna de crédito”.

El gesto de Tomiris, de sumergir la cabeza decapitada de Ciro en su propia sangre, la convirtió, junto con Judith (contra Holofernes) y Jael (contra Sisara), en un personaje de la trilogía de mujeres que desde la Antigüedad consuman su venganza femenina en contra del hombre violento, traicionero y opresor. Ese gesto se consuma en el arte de la Edad Media y en la temprana Edad Moderna, transformando a Tomiris –en palabras de Warburg– en una “pervivencia” que aparece, se figura, cambia y se modifica en las manos de autores y artistas que reinterpretan el acto final de Ciro en manos (o ante los ojos) de la reina. Al mismo tiempo, se convirtió en una analogía de la mujer en el poder o poderosa, desde la Virgen, Juana de Arco o bien las reinas de la Edad Moderna: María Estuardo, Isabel de Inglaterra, Catalina de Médici, Ana de Austria y Cristina de Suecia. Estas últimas, sobre todo, se ven y reflejan en ella: la mujer que reina, gobierna, imparte justicia y es capaz de vengarse.

Sin desconocer la larga duración de la construcción social, histórica y cultural del patriarcado y, sobre todo, del sometimiento de la mujer –desde la Antigüedad a la Edad Moderna, su cronología de estudio– Kwiatkowski observa en Tomiris una excepción a ese sometimiento, que la convierte, en última instancia, en una anomalía digna de sobrevivir en textos e iconografía del más variado tipo (junto con otras mujeres, sobre todo mitológicas y gobernantes). Y es aquí, en la reconstrucción textual e iconográfica de la reina en donde el historiador demuestra toda su versatilidad, riqueza de lecturas y una cultura clásica que armoniza con las citaciones y la búsqueda de la intertextualidad e interdiscursividad en las letras medievales y modernas. Kwiatkowski no utiliza la erudición como citación para iluminar los fragmentos en los que la reina aparece en los textos ni establece solamente los detalles de cómo se construye su iconografía, sino que, y este punto es relevante, emplea la “erudición como analítica”. La lectura lenta del filólogo e historiador del arte establece la larga vida de Tomiris. La “erudición como analítica” va a contrapelo de la rapidez, por ejemplo, de la moda de las humanidades digitales que pueden encontrar en bases de datos patrones iconográficos de Tomiris o palabras, gestos o fragmentos de citas inconexas, pero nunca lograrán reconstruir la intertextualidad de la transmisión de la reina, desde Heródoto hasta Rubens. Para eso necesitamos los ojos y la escritura de Kwiatkowski. Cada cita, cada imagen presente en Bárbara y guerrera están en su justa medida.

El libro de Kwiatkowski demuestra cómo los préstamos creadores de la Antigüedad se fijan en un movimiento continuo en el flujo del tiempo hasta arribar a los magníficos Tomiris de Rubens (exhibidos en museos en Boston y París); es decir, como diría Roger Chartier, Bárbara y guerrera “escribe las prácticas” de la historia textual de la reina.[1] El libro es un exquisito ejemplo de la más refinada historia cultural, que combina la historia del libro y la historiografía de la lectura (su lectura, por cierto). Kwiatkowski nos enseña cómo se deben leer fragmentos para poder rastrear líneas, continuidades, discontinuidades y tensiones a través de las historicidades textuales de personajes.

En un primer plano analítico Bárbara y guerrera es la reconstrucción de una circulación intelectual. En un segundo plano, aparece un subtexto que nos reenvía al Espejo de Heródoto de François Hartog,[2] es decir, cómo se construye lo que los antiguos y modernos denominaron “barbarie” y “bárbaro”. Del mismo modo emergen las implicancias históricas y políticas de lo que llamamos “alteridad”. Finalmente, como demuestra Kwiatkowski, Tomiris es una “bárbara” y “guerrera”, una “otra” que, a pesar de la oscuridad de su historicidad y genealogía, ingresa al panteón de las mujeres excepcionales y anómalas de la historia que perviven en un retoñar continúo dependiendo del contexto, sus apropiaciones, traducciones, y de cómo “otros” y “otras” las leen a través de imágenes y escritos. Con Tomiris, el mundo ajeno ingresa al “horizonte cristiano y en el mundo político europeo” (p. 109) con un extraordinario vigor, demostrando que incluso una “bárbara” y los bárbaros en general podían “ser también virtuosos y poderosos” (p. 110). Una mujer “bárbara” y “guerrera” podía ser también inteligente, justa y victoriosa. Y en estas conclusiones de Kwiatkowski resuena ciertamente el maestro del análisis de las costumbres propias y ajenas: Michel de Montaigne.

Bárbara y guerrera es un libro excepcional, original y bello, tal como la historia que retrata Kwiatkowski. Esperamos que algún día Katz Editores lo publique en una edición con imágenes a color, pues la obra se lo merece.



[1] Roger Chartier, Escribir las prácticas. Foucault, de Certeau, Marin, Buenos Aires, Manantial, 1996.

[2] François Hartog, Le Miroir d’Hérodote. Essai sur la représentation de l’autre, París, Gallimard, 1980.