Leonardo Senkman, César Tiempo. Los arrabales de un judío errante,
Buenos
Aires, Leviatán, 2021, 380 páginas.
El historiador de las ideas y crítico cultural Leonardo Senkman ha elaborado en este libro un retrato intelectual
comprehensivo de César Tiempo (1906-1980), centrándose sobre facetas
escasamente abordadas de su creación literaria, ensayística y periodística.
Nacido bajo el nombre de Israel Zeitlin, llegó a la
Argentina a la edad de nueve meses, con sus padres huyendo de una ola de
antisemitismo en su Ucrania natal. Hijo de inmigrantes, pasó su infancia en los
barrios de Villa Crespo y San Cristóbal en la ciudad de Buenos Aires, donde
concurrió a una escuela hebrea y a la Escuela Nacional de Artes.
Aún adolescente, Zeitlin enviaba
cuentos y poemas de temas judaicos a varios periódicos argentinos, algunos de
los cuales fueron publicados tempranamente. Cuando solo tenía veinte años, en
1926, su primera obra Versos de una… fue altamente elogiada, aunque su
autor permaneció incógnito, habiéndolo publicado con heterónomo femenino. Se
trataba de un libro de poemas líricos que supuestamente reflejaban la vida y
experiencia marginal de una prostituta judía-ucraniana inmigrada a la Argentina
de nombre Clara Beter. En aquellos años, no era
inverosímil que los lectores imaginaran a una inmigrante judía trabajando en
“la profesión más antigua del mundo”, ya que las mujeres judías no habían
escapado al trato de blancas, como bien lo ha registrado la historiografía
moderna para el caso de la organización de proxenetas judíos Tzvi Migdal que funcionó en la
Argentina y en otros países sudamericanos a principios del siglo xx.
Zeitlin pronto sumó un tercer nombre al adoptar el heterónimo de
César Tiempo, un nombre que jugaba con el significado que denotaba su apellido
paterno, ya que Zeit en alemán e
yiddish significa “tiempo” y lin apuntaba
al verbo cesar. El nombre elegido tenía un sonido altamente porteño que le
permitió asumir una identidad vernácula que no sería cuestionada por los oídos
argentinos y que finalmente eclipsaría al nombre de pila y el apellido de
nacimiento. Al principio, César Tiempo empleó el heterónimo en forma paralela
al nombre Israel Zeitlin y luego fue descartando
progresivamente el de nacimiento a favor del heterónimo mientras dirigía publicaciones
culturales y recibía reconocimientos y premios literarios.
Su Libro para la pausa del sábado (1930), obra
firmada con su nuevo heterónimo, fue consagrado con el Primer Premio Municipal
de Poesía. Ya en 1927, Cesar Tiempo organizó junto con Pedro Juan Vignale una antología de la poesía argentina actual, en la
que incluyó a poetas de vanguardia del quinquenio, como Jorge Luis Borges, Raúl
González Tuñón, Leopoldo Marechal, Oliverio Girondo y otros. Pronto incursionó en múltiples géneros
literarios y artísticos, desde notas periodísticas hasta entrevistas,
adaptaciones de guiones de teatro, radio y aun cine. A fines de la década de
1940, los círculos intelectuales llegaron a considerarlo un argentino de cepa,
a pesar de que se había naturalizado en edad adulta. César Tiempo era admirado
incluso por escritores nacionalistas católicos como Leonardo Castellani, con quien entabló una amistad duradera. A
principios de la década de 1950, el gobierno peronista lo designó director del
suplemento cultural de La Prensa, el periódico conservador expropiado
por la Confederación General del Trabajo, a pesar de no estar afiliado al
Justicialismo y de no haber expresado apoyo a ciertos aspectos del programa de
gobierno.
Senkman ha compuesto una semblanza fascinante y a la vez
desconcertante de César Tiempo, basándose en cientos de fuentes y documentos
privados del escritor disponibles en el Archivo de Colecciones Privadas de la
Biblioteca Nacional, además de otras fuentes poco transitadas por la crítica.
El resultado es un retrato íntimo de Cesar Tiempo como un creador polifacético
que incursionó en géneros literarios y artísticos múltiples sin que ello
perjudicara su renombre. Fue poeta, ensayista, periodista, editor, dramaturgo y
guionista, y a lo largo de medio siglo –desde la década de 1920 hasta fines de
la década de 1970– jugó un importante papel, por momentos clave, en círculos
intelectuales, debates ideológicos y proyectos de innovación cultural en
Argentina.
A diferencia de otros escritores judíos contemporáneos,
Tiempo mantuvo una trayectoria pública que expresaba con orgullo sus raíces
culturales judías y su ciudadanía argentina. Así lo hizo desde su bohemia
poética y compromiso social con los poetas de Boedo,
durante sus funciones públicas en los gobiernos peronistas hasta su
participación en la Academia Porteña del Lunfardo.
Registrar la vida de una figura intelectual que exploró
vertientes tan diversas y que no puede ser catalogado de forma simple ha sido
un desafío que pocos analistas asumieron hasta ahora, lo cual acentúa la
importancia del presente libro. En él, Senkman no se
limita a presentar la creación literaria de César Tiempo, sino que incursiona
en forma paralela en su posicionamiento cultural y político, no carente de
sorpresas e interrogantes.
Por un lado, a lo largo de las 380 páginas del libro, la
imagen de Tiempo emerge como un firme creyente en la democracia republicana, un
intelectual judeo-argentino que bregó por la igualdad de derechos para todas
las minorías y que no dudó en expresarse públicamente y posicionarse claramente
en su revista Columna frente a los desafíos políticos de la Argentina y
Europa, antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Al crecer como judío
argentino en las décadas de 1920 y 1930, César Tiempo cobró conciencia de las
amenazas que representaban tanto el fascismo criollo como el estalinismo. Así,
en 1935 salió al cruce frontal para criticar duramente al nacionalista católico
Gustavo Martínez Zuviría, entonces director de la
Biblioteca Nacional y quien, bajo el seudónimo de Hugo Wast,
era uno de los escritores más populares en las décadas de 1920 a 1940, cuyos
libros se publicaban en numerosas ediciones, a pesar –o tal vez justamente a
raíz– del contenido racista y antisemita del best
seller Kahal-Oro.
Al mismo tiempo, hizo muy consciente que mientras el nazismo atacaba a los
judíos bajo premisas racistas, el estalinismo los atacaba bajo falsas
acusaciones de traición ideológica. En este sentido, Senkman
reflexiona sobre una polémica que sostuvo con el entonces presidente comunista
de la Agrupación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores (aiape) que le
reprochaba que antepusiera su pertenencia étnica cultural a su posición
antifascista. Después del pacto Ribbentrop-Mólotov,
el escritor se unió a los antifascistas democráticos contra la alianza de las
fuerzas leales al estalinismo y la Alemania nazi hasta junio de 1941, sin temor
a entrar en un polémico intercambio con quien dirigía la organización de
acuerdo con los dictados del Comitern comunista.
Según Senkman, César Tiempo fue
un pensador liberal orgulloso de su herencia judía y su identidad argentina, y
rechazó la posición de aquellos nacionalistas que exhortaban a los inmigrantes
e hijos de inmigrantes a asimilarse al seno de la sociedad descartando las
identidades étnicas. Creyendo en un sistema republicano que fuese respetuoso de
las diferencias culturales, Tiempo tradujo y realizó entrevistas con
intelectuales antifascistas y liberales. En la revista literaria Columna,
que fundó en 1937 y dirigió durante seis años, difundió el pensamiento de
figuras de la cultura de ambas Américas y Europa. En forma consciente, no se
limitó a publicar voces de creadores nacidos en la Argentina, sino que intentó
dar a conocer las voces y opiniones de importantes intelectuales extranjeros
como Stefan Zweig, Waldo Frank o bien de figuras
argentinas que –tal como era su propio caso– habían nacido en el exterior:
Alberto Gerchunoff, José Portogalo
y Enrique Espinoza. Al presentarlas al público argentino, su intención era claramente
abrir el horizonte de sus lectores a un pensamiento liberal amplio, opuesto a
interpretaciones restrictivas y xenofóbicas de la cultura nacional.
César Tiempo se convirtió en un destacado empresario
cultural y mediador de ideas, una figura fascinante que abordó la cuestión de
cómo ampliar el horizonte cultural del público lector argentino a través de una
búsqueda de conexiones entre la cultura intelectual elevada y la cultura
popular, entre la cultura nacional y el saber universal. Entre otras iniciativas,
Tiempo fue cofundador de la editorial argentino-uruguaya Sociedad Amigos del
Libro Rioplatense que publicó decenas de títulos de autores de ambos países.
Entre otras asociaciones, fue secretario de la Sociedad Argentina de
Escritores, miembro de la Sociedad de Autores de la Argentina y de la Sociedad
de Autores y Compositores de Música y miembro titular de la Academia Porteña
del Lunfardo. Consagrado como escritor, incursionó también en la radio y la
cinematografía, escribiendo guiones propios, adaptando obras de autores
nacionales y traduciendo textos de autores extranjeros.
Su labor de avanzada generó la admiración de muchos, aunque
también la animosidad de quienes deseaban que la Argentina se convirtiera en
una nación en donde las identidades y alteridades “extranjeras” desaparecieran.
Respecto de ello, César Tiempo se preguntaba retóricamente: “¿Cómo se puede
hablar de una Argentina exclusivamente para argentinos [nativos]? ¿Aquí, donde
los fundadores de la nacionalidad, los que nos dieron lengua, civilización y
libertad eran en su mayoría extranjeros e hijos de extranjeros?”.
El libro contiene una introducción, nueve capítulos, dos
epílogos y una coda. En la Introducción, Senkman
desarrolla una discusión teórica sobre los usos de los tres nomes
de plume, incluido aquel femenino y marginal, el
de una prostituta inmigrante judía; y desarrolla la idea de la importancia del
cruce de géneros operado en la obra de Cesar Tiempo y la proyección de un
bagaje transcultural en su escritura. El capítulo 1 detalla la transición de
los nombres de Israel Zeitlin y Clara Beter al de César Tiempo, el poeta y director en los
comienzos de Claridad, la revista del grupo literario Boedo. El capítulo 2 revista aquellas obras que sugieren la
integración de temas judíos en una amalgama criolla como Sabadomingo
y su alter ego teatral, Pan Criollo, que proyectaba la interacción de
una familia judeo-argentina y una familia ítalo-argentina, y lo consagró como
un elogiado autor nacional en la década de 1930.
Los dos capítulos siguientes están dedicados a su
antifascismo, reflejado en entrevistas que Tiempo realizó y publicó con
intelectuales antifascistas tanto en revistas como en sus libros Protagonistas
(1954) y Capturas recomendadas (1978). El capítulo 5 es el más
extenso del libro y aborda un tema poco investigado: las relaciones de
intelectuales nacionalistas, peronistas y judíos cuya obra fue publicada o
discutida en el suplemento cultural de La Prensa que Tiempo dirigía en
la década de 1950. El autor también ofrece su interpretación acerca de por qué
esta figura solía publicar artículos periodísticos en distintos medios y luego
los convertía en libros.
El capítulo 6 compara críticamente sendos prefacios de
Jorge Luis Borges y de César Tiempo en libros del poeta, novelista, ensayista,
hebraísta y traductor español Rafael Cansinos Assens,
mientras que el siguiente capítulo describe el papel olvidado de Tiempo como
editor de Cansinos Assens en la Argentina y como
autor. El capítulo 8 trata sobre su experiencia como dramaturgo y guionista y
durante su exilio voluntario en Bruselas durante 1961-1965; un capítulo de la
vida y obra del escritor casi no estudiado.
El último capítulo sigue a César Tiempo como poeta judío y
miembro titular de la Academia Argentina del Lunfardo en clave comparativa con
otro intelectual y poeta judío argentino, León Benarós.
Muy significativamente, Senkman recuerda el responso
poético con el que sus contertulios de la Academia despidieron a Tiempo y el
silencio absoluto por parte de las instituciones culturales y comunitarias
judías que se distanciaron por razones políticas del gran poeta de Sábado Pleno. El texto se cierra con una
exhaustiva lista bibliográfica de las obras, prólogos, traducciones, notas y
entrevistas de César Tiempo, así como una bibliografía actualizada sobre su
obra.
El libro reconstruye en detalle el campo cultural argentino
entre las décadas de 1920 y 1970, describiendo las redes intelectuales, sus
alianzas y desencuentros, amistades y enemistades. Como tal, su importancia
radica no solo en la biografía intelectual de César Tiempo, su obra
multifacética y posicionamiento político. El libro se convierte asimismo en un
recorrido imprescindible para quienes trabajan y se interesan en el entramado
de los escenarios culturales argentinos a lo largo de la mayor parte del siglo xx.
Luis Roniger
Wake Forest University / Universidad Hebrea de Jerusalem