José Carlos Mariátegui,

Antología, editada por Martín Bergel,

Buenos Aires, Siglo xxi, 2021, 344 páginas

Martín Bergel publica una antología de las obras de José Carlos Mariátegui (1894-1930) que además es una propuesta de lectura tras una veta inadvertida en el corpus mariateguiano y, por ello, también un criterio verosímil para organizar la edición de sus obras. Bergel plantea que la producción del pensador y periodista es una manifestación de sus “deseos cosmopolitas”, como los entiende Mariano Siskind en Deseos cosmopolitas.[1] Es decir que Mariátegui, en sus trabajos como “diarista”, cronista, conferencista y ensayista entendía como cierta la horizontalidad de jerarquías entre los espacios de enunciación globales y aquellos que él animaba desde el Perú de los años ‘20, y se desempeñaba como si, en efecto, estuviera inscrito en ellos. No obstante, “El corolario de esa actitud es que, en términos de modernización cultural y aggiornamento político-intelectual, su postura resultó más fértil que la de quienes se contentan con quejarse o denunciar las asimetrías geopolíticas o culturales” (p. 35).

El prólogo de Bergel, “José Carlos Mariátegui: un socialista cosmopolita”, es una relectura de episodios de la biografía e intervenciones críticas de Mariátegui. Su propósito es identificar los momentos y los modos en que operó en él la certeza de pertenecer a la misma circulación intelectual internacional, y, por ello, escribió de acuerdo con tales desafíos. Y, aunque la impronta cosmopolita en Mariátegui ha merecido varios estudios en el pasado, Bergel precisa que se trata de un tema de interés secundario respecto de las reflexiones sobre la formulación de un socialismo nacionalista, considerado el programa de investigación más audaz del intelectual peruano. Por el contrario, aquí se invierten los énfasis y sus deseos cosmopolitas no solo definen un área de su trabajo, sino que son ubicuos en el corpus mariateguiano, e impulsan incluso el proyecto de un socialismo nacionalista si se los entiende a partir de la definición de Siskind. Para probarlo, Bergel apela al primer número de Amauta, la famosa revista que Mariátegui dirigió y que tenía por unas de sus misiones principales la reflexión peruanista: “Estudiaremos todos los grandes movimientos de renovación: políticos, filosóficos, artísticos, literarios, científicos. Todo lo humano es nuestro” (p. 12). Para su relectura, Mariátegui declara aquí la inscripción raigal de los deseos cosmopolitas incluso en su exploración nacionalista.

No obstante, aunque lo identifique y estudie en algunas citas clásicas de su autor, si Bergel plantea tal deseo como clave para una relectura de la totalidad del corpus mariateguiano, requiere describir su funcionamiento con más detalle para conocer sus alcances y limitaciones. Fundándose en tales necesidades, revisa con cierto detalle la biografía de Mariátegui para identificar y examinar el inicio, el progreso y los logros de sus deseos cosmopolitas. Por ello, Bergel subraya las conexiones entre la experiencia laboral del que fue un joven bohemio de los años ‘10 y también el experimentado polemista y director de la revista Amauta a fines de los años ‘20. Así, desde muy joven, como refirió muchas veces él mismo, Mariátegui tuvo por oficio recoger los despachos del telégrafo y luego del cable antes de desempeñarse como cronista y columnista (p. 15). En ello se funda, para Bergel, su entusiasmo temprano por las telecomunicaciones, sus “abastecedoras de materiales contemporáneos”, y, a largo plazo, el que asuma con facilidad que ellas habilitan una conversación veloz y horizontal entre muchísimas tribunas intelectuales del mundo. Abunda en esta dirección la estadía de Mariátegui en Italia, en 1923, por motivos políticos, donde estudia in situ, fascinado, las culturas y las políticas cosmopolitas europeas y se inicia disciplinadamente en el marxismo.

Por eso, cuando emprende su fundamentación marxista del nacionalismo peruano, siendo director de Amauta, la convicción de Mariátegui en la circulación global de la conversación intelectual es firme y, de inmediato, opera como premisa de esa, su reflexión más ambiciosa. Para probarlo, Bergel relee algunos pasajes clásicos del análisis marxista emblemático de Mariátegui y libro insignia del socialismo peruano, los 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana,[2] a fin de subrayar el mérito de su aproximación marxista antes que sus conclusiones sobre la vida nacional (p. 26). Si bien concuerda en que facilita información sobre el Perú de la mayor utilidad en términos de economía, propiedad, régimen de la población indígena, etc., para Bergel el logro de los 7 ensayos reside en que pone a prueba, y con éxito, la notable recursividad del análisis marxista. Gracias a él, Mariátegui logra repensar viejos planteamientos e innumerables problemas de la sociedad peruana desde una perspectiva histórica y económica y ofrecer originales y razonables soluciones para ellos.

Además, esa convicción cosmopolita no solo tuvo consecuencias metodológicas, sino también conceptuales. Mariátegui, recurriendo a su visión de la geopolítica global de principios del siglo xx, rediseña los territorios del nacionalismo: ya no se trata de un movimiento político local, sino que se vuelve uno de los muchos centros de activación de una única revolución mundial. Declara en los 7 ensayos: “el nacionalismo que en las naciones de Europa tiene forzosamente objetivos imperialistas y, por ende, reaccionarios, en las naciones coloniales o semicoloniales adquiere una función revolucionaria”. Es decir, reconfigura la noción central
de cualquier programa nacionalista: la idea misma
de nacionalismo. A esta singular estrategia de reformulación de una idea en términos internacionales, Bergel la denomina socialismo cosmopolita. La define como
la “vocación antiparticularista” de Mariátegui, que le hace pensar cualquier aplicación focalizada del análisis marxista o del programa socialista local en las dinámicas de una “época irremisiblemente mundial”
(pp. 13-14).

A continuación, el prólogo de Bergel relee los últimos años de vida de Mariátegui, plenamente enmarcados en un socialismo cosmopolita. De ellos proviene el ejemplo más ilustrativo de los efectos de los deseos cosmopolitas en su obra. A fines de la década de los ‘20, Mariátegui ya actúa con pleno convencimiento de sus posibilidades como interlocutor intelectual global y de que sus propuestas, por la velocidad de las telecomunicaciones, pueden circular y ser debatidas por las más diversas comunidades intelectuales. Con tales premisas en mente, Bergel relee la polémica que planteó al político belga Henri de Man (1885-1953) en la revista Amauta. Entre 1928 y 1929, Mariátegui reunió, perfeccionó y publicó ahí su serie de refutaciones al autor belga, aparecidas anteriormente en sus columnas de los semanarios Mundial y Variedades. Con la publicación en Amauta, les daba acceso a la circulación intelectual latinoamericana, que la favorecía más que a otras revistas limeñas, y que incluía a un considerable número de corresponsales en Europa y los Estados Unidos. Si se atiende a las provocaciones que colocó en la introducción y el volumen de lecturas que suponía su investigación, Mariátegui busca una primera respuesta rápida y luego una polémica de largo aliento con De Man. Primero arremete contra su talla intelectual: el belga se insinúa como un pensador de valor en sus escritos, pero su trabajo, más bien, lo contradice. Mariátegui, en cambio, demuestra su autoridad para esa discusión: alude a los objetores contemporáneos de Marx, y comenta sus argumentos, y luego hace lo mismo con los pensadores que defienden la vigencia del marxismo y se reclaman sus continuadores (pp. 133-134). A continuación, empieza propiamente la refutación a partir del variado cuerpo argumentativo con el que explica la vigencia de las ideas de Marx, y cuyas premisas provienen de variadas disciplinas: historia, política internacional, economía, filosofía, etc. Cuando la serie termina de publicarse en Amauta, Mariátegui ya ha decidido reimprimirla como la sección principal de su futuro libro Defensa del marxismo.[3]

Pero, tal como lo establece Bergel, tanto esa investigación como las publicaciones nunca cumplieron su objetivo real: provocar la réplica de De Man. Es decir, como invitación a la polémica, los textos fueron un fracaso porque partían de convicciones ilusorias. En el caso de Mariátegui, la suposición de que la conversación intelectual mundial se había vuelto una, horizontal y solidaria por el progreso de las telecomunicaciones, cuando era, más bien, exclusivista porque reproducía el comportamiento de las élites intelectuales locales que la componían. Pero, por otro lado, seguir sus deseos cosmopolitas también lo había impulsado a emprender una investigación que superaba visiblemente el nivel de exigencia de las prácticas intelectuales en Lima y añadía nuevos méritos a su propio trabajo. Así, es la primera investigación moderna sobre el pensamiento marxista del Perú y una de las primeras de Latinoamérica, y le permite a Mariátegui formular una reflexión marxista auténticamente de vanguardia. Específicamente, en la refutación de De Man, se interesa por el concepto de “mito revolucionario” del francés Georges Sorel (1847-1922) y lo vuelve operativo para su programa socialista (p. 32). De aquí proviene uno de los rasgos más característicos del programa político que después se conoce como mariateguismo.

Finalmente, Bergel presenta su criterio para editar los textos de Mariátegui en la última parte del prólogo, y lo hace con fidelidad a su propósito de visibilizar la operatividad de los deseos cosmopolitas en la progresión de la trayectoria intelectual del peruano. Por eso, prefiere partir de un corpus definido estrictamente por la voluntad autoral (p. 25). Pero, como luego precisa, no existe aún uno así porque incluso las ediciones más confiables, la de los herederos de Mariátegui, formularon o replantearon sus publicaciones según el principio de la afinidad temática. Por ello, decide acudir, como paso preliminar, a la documentación depositada en el Archivo José Carlos Mariátegui, la institución que dispone del mayor número de escritos originales. Consultándolos, consigue los contenidos de los cuatro volúmenes recopilatorios que Mariátegui alcanzó a planificar en vida: La escena contemporánea, 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, El alma matinal y Defensa del Marxismo. Luego, a fin de publicar segmentos de ellos que sean representativos, selecciona sus respectivas secciones principales, tal como quedaron después de revisar que todos los escritos fueran versiones fidedignas de los originales. Así Bergel obtiene
–además de la edición rigurosa de una parte de la obra de Mariátegui– una inobjetable continuidad de escritura “socialista cosmopolita”, cuya coherencia redunda en favor de la propuesta de relectura del prólogo.

Por último, añade a las cuatro secciones así determinadas una quinta, que consiste en la selección de los escritos sobre los que Mariátegui no expresó voluntad, provenientes en su mayoría de los libros organizados por sus herederos bajo el principio de afinidad temática. Sus formatos variados sintetizan con acierto más de veinte años de actividad intelectual y tienen por denominador común temas referidos a una circulación global de la información, de las ideas, de las nuevas tecnologías, de las transformaciones sociales y económicas, una convicción que se comprueba intensa e inagotable. Bergel los titula “Socialismo cosmopolita” y contiene desde las crónicas del joven Mariátegui hasta su columna final cuando dirigía Amauta en enero de 1930.

Alexis Iparraguirre

City University of New York



[1] Mariano Siskind, Deseos cosmopolitas. Modernidad global y literatura mundial en América Latina, Buenos Aires, fce, 2016, 378 páginas.

 

[2] José Carlos Mariátegui, 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, Lima, Amauta, 1928, 264 páginas.

 

[3] José Carlos Mariátegui, Defensa del marxismo, Lima, Amauta, 1959, 155 páginas.