Al mundo cruzando el charco

La prensa de Buenos Aires y el imaginario de un fútbol global
durante el Campeonato Mundial de 1930

 

Manuel Muñiz

 

 

 

 

 

 

 

Universidad de Buenos Aires / Universidad Nacional de San Martín

Introducción

“Fuimos literalmente asaltados por periodistas y fotógrafos.” Jacques Caudron describía así su llegada a Montevideo como miembro de la delegación francesa al Campeonato Mundial de fútbol de 1930 en una de sus crónicas publicadas en Le Miroir des sports,[1] y que según la propia revista arribaban gracias al correo aéreo, en este caso, de la línea Buenos Aires-Toulouse abierta en 1928. Esta referencia es una muestra de los vínculos comunicacionales, tecnológicos y culturales que se generaron entre la prensa de varios países y el torneo. Para el caso de los lectores porteños, los periódicos matutinos y vespertinos fueron los mediadores dominantes durante esas semanas de 1930 para que pudiesen convertir lo “extraño” de esa reunión del fútbol internacional en algo “cercano y conocido”. La opinión pública de Buenos Aires llevaba entonces ya décadas de aguda curiosidad por los sucesos mundiales.[2] En ese marco, aquí sostenemos la hipótesis de que la intensa tramitación periodística del evento conformó un episodio significativo en la consolidación de un marco cultural que llamaremos tentativamente “futbol global”.[3] Con esta noción buscamos analizar un conjunto de informaciones, saberes y representaciones sobre equipos internacionales que, por definición, eran conocidos por los lectores y lectoras gracias a una cultura impresa cada vez más interconectada mundialmente. Estas páginas no se detienen en los sucesos deportivos, sino que buscan ofrecer una aproximación a un conjunto de prácticas poco estudiadas de una parte del campo periodístico de Buenos Aires en el abordaje del campeonato de Montevideo.[4]

Movimientos, tiempos y espacios

¡Hasta en el África!

Julián de Monte Pío: —Supongo que no atentarán contra la vida de este capitán del equipo argentino de foot-ball que tan buen papel hizo en las últimas Olimpíadas.

Jefe Caníbal: —¡Oh! Estos son grandes muchachos. ¿Cómo están Cherro, Monti, y Bossio?-… Desde ya son mis huéspedes de honor.[5]

Este remate cerró el sábado 10 de mayo de 1930 la última viñeta del conocido personaje de Dante Quinterno, Julián de Monte Pío, quien se hace pasar por un jugador argentino para evitar ser devorado por una estereotipada tribu de caníbales. Se trata de una representación presumiblemente compartida por algunos lectores acerca de la idea del fútbol como un espectáculo en buena medida globalizado, en el que incluso en tierras africanas se pudiese conocer a las estrellas del equipo argentino. Es de notar que en la década de 1920 se había producido a escala internacional una expansión de las secciones diarias y de las publicaciones hebdomadarias dedicadas al deporte. Match, Le Miroir des Sports, L’Auto, Bild, La Gazzetta dello Sport, El Mundo Deportivo, El Gráfico, entre otras, son ejemplos de este proceso, que habilitaba una circulación trasnacional de saberes en torno a equipos nacionales, incluyendo sus caracteres mitológicos.[6] Asimismo, la experiencia de otras situaciones mundializantes en la prensa porteña en torno al fútbol, especialmente durante los Juegos Olímpicos de París de 1924 y de Ámsterdam en 1928, tuvo como consecuencia que hacia 1930 un lector o lectora promedio pudiera reconocer sintagmas como “football rioplatense”[7] o “juego inglés”, entre otros. Por caso, Salustiano Gómez, el enviado especial de El Mundo a Montevideo, entrevistó allí a una “señorita entusiasta” que lamentaba que no vengan los españoles, italianos, húngaros o austríacos. Si no hubiesen desertado por miedo hubiéramos visto cómo los rioplatenses los vencen”.[8]

No obstante, ese conocimiento era bastante endeble. La dinámica del fútbol global requería, pues, de la necesaria construcción periodística de fortalezas y debilidades de equipos cuya real conformación era desconocida. Por ello, en las semanas previas al Campeonato de 1930 la información diaria sobre el viaje de las delegaciones fue una constante. En este sentido, la referencia al periplo de jugadores, árbitros como el belga John Langenus y dirigentes como Jules Rimet,[9] el célebre presidente de la Fédération Internationale de Football Association (fifa), generaban un efecto, a esa altura nada novedoso, a partir del cual las noticias viajaban –por vía cablegráfica, y a través de los servicios prestados a los diarios por las agencias informativas– más rápido que el transporte. La secuencia comenzaba con los rituales de despedida en Europa. Por caso, La Nación aprovechaba su red de corresponsales en el extranjero para destacar que “una multitud de deportistas llegada de todas las regiones de Italia se encontraba a la partida de la escuadra rumana de footballers que se embarcó a bordo del Conte Verde […]. En Villefranche se embarcará la delegación francesa de football y en Barcelona la representación belga, en total alrededor de 80 personas todas directas a Montevideo”.[10] Abonando la construcción de expectativas, una nota de La Razón informaba al público que “un adiestrador húngaro prepara a los footballers chilenos”, a la vez que auguraba que ese hecho podría convertir a la selección de Chile en una de las “más peligrosas del certamen”.[11] Ese tipo de especulaciones se vinculan a lo que Julio Frydenberg denominó “ciclo del pronóstico”,[12] esto es, el anticipo de las posibilidades de cada equipo y su posterior constatación.

Un aspecto llamativo fue la tergiversación del sentido de lo que había sido publicado en diarios europeos. El 25 de junio, el vespertino La Época, y horas más tarde La Nación, citaron vía la agencia Havas una nota del parisino L’Intransigeant. Según ambos diarios de Buenos Aires, allí se explicaba que “los equipos [europeos] que van a Montevideo son temibles adversarios para los sudamericanos, pero reconoce [L’Intransigeant] claramente que estos últimos son mucho más fuertes que los visitantes”.[13] La columna original en París había sido firmada por René Lehmann en Match un día antes de ser replicada en L’Intransigeant. Pero al cotejar el original observamos que nada se decía de ese carácter “temible” de los representativos de Francia, Bélgica, Yugoslavia y Rumania, sino casi todo lo contrario, es decir, que eran sustitutos de los equipos verdaderamente fuertes de Europa.[14]

En la edificación de esta idea de un “mundo del fútbol” reunido en Montevideo, Crítica enfatizó cotidianamente las proezas de sus enviados especiales, como subirse subrepticiamente a una azotea para espiar un entrenamiento de los uruguayos,[15] o entrevistar al presidente de la delegación de Yugoslavia apenas desembarcado en Uruguay. La Nación no se quedaba atrás. Su corresponsal en Río de Janeiro había observado a los jugadores de los Estados Unidos e informaba que había quedado “impresionado por su aspecto físico […] aunque nada dejaron traslucir acerca de su poderío técnico”.[16] Al respecto, el equipo estadounidense generó entre los reporteros una suerte de obsesión. El Diario sentenciaba que “son robustos, atléticos […] representan a distintas razas”,[17] mientras que Ernesto Weissmann y Enrique Torrado de La Razón enviaban notas de color y fotografías de los jugadores norteamericanos, incluida una en la que bailaban entre sí.[18]

El vuelo del Mundial, entre la tecnología
y la calle

La distancia con Montevideo posibilitaba una mayor celeridad en la publicación de información, y en especial de fotografías. El rol central que adquirió el uso de las imágenes durante el Campeonato se vinculaba tanto a la ideología de la pretendida objetividad de la prensa moderna, como a una acelerada competencia. El domingo 13 de julio el torneo dio inicio con el partido entre las selecciones de Francia y México, a las 13 horas, seguido por el choque de los Estados Unidos con Bélgica, a las 15 hs. A la mañana siguiente, los lectores de La Prensa podían contemplar imágenes de ambos partidos, “enviadas por vía área empleándose para ello un avión de la Nyrba, alistado expresa y exclusivamente para la prensa [sic]”.[19] Nyrba (New York Río and Buenos Aires Line) era una compañía que había iniciado ese mismo año vuelos diarios en hidroavión entre Montevideo y Buenos Aires, que según anunciaba un aviso cubrían el tramo en 75 minutos.[20]

La aviación civil era a la sazón un símbolo de la técnica moderna. Para el caso del Mundial del ‘30, la mención del uso de aeroplanos reforzaba la relación de un evento futbolístico con los marcos de lo que la cultura contemporánea sindicaba como parte del mundo “nuevo” surgido tras la Gran Guerra. En este sentido, los redactores de Crítica, luego de la semifinal entre la Argentina y los Estados Unidos, y mientras una multitud terminaba de escuchar la goleada por 6 a 1 por los megáfonos del diario, escribieron que “por el Río de la Plata cruzaba un avión, también de crítica [sic], en vuelo hacia nuestra ciudad, trayendo las primeras fotografías”.[21]La Prensa subió la apuesta al día siguiente con una deslumbrante imagen aérea del Estadio Centenario durante el partido, la cual según el periódico “fue obtenida exclusivamente para ‘La Prensa’ desde un aeroplano [...] por los pilotos Tarino y Lorenzo”.[22] Sin embargo, casi un mes antes El Mundo había contratado a los mismos conductores para obtener una fotografía desde el aire de un Centenario aún en construcción, luego impresa a dos páginas.[23]

El horario de los partidos, entre las 13 y las 15 horas, trajo aparejada una mayor pugna por la primicia entre los diarios de la tarde, especialmente La Razón y Crítica. Este último salía con su 5ª edición a las 17 hs., y con su 6ta a las 21, mientras que La Razón tenía su 3a a las 14 hs., la 4ª a las 18, y la 5ª a las 20.[24] Es difícil hallar en los archivos esas diferentes ediciones de un mismo día. Como sea, la 4ª edición de La Razón del 26 de julio de 1930 consignaba en su tapa que el equipo argentino vencía 1-0 a su par de los Estados Unidos al finalizar el primer tiempo de la mencionada semifinal. El gol de Monti había sido marcado alrededor de las 15 hs., y los otros seis goles del match fueron anotados en el segundo tiempo, tras el cierre de esa edición. Ese día, Crítica ganaba la pulseada noticiosa al publicar en la primera plana de su 5ª edición el resultado final.[25] El hecho de que los partidos se desarrollaran en el ínterin de las ediciones de los vespertinos favorecía la presencia de ansiosas multitudes frente a las pizarras y los megáfonos de las distintas redacciones en Avenida de Mayo.[26] En la aún incipiente cultura del espectáculo futbolístico, habían ganado ya centralidad las ansiedades por la noticia del score definitivo de los encuentros.

Las plumas reconocidas

Por entonces solía ser un privilegio para un periodista firmar sus notas, y en general el caso del Campeonato Mundial no fue la excepción. No obstante, es posible conocer algunos nombres propios. El Diario informó días antes del comienzo del certamen que “en el vapor de la carrera Artigas partió anoche una delegación de periodistas deportivos. Se halla integrada por las siguientes personas: Miguel A. Dos Reis, El Diario, Ernesto Weissmann, La Razón, Salustiano Gómez, El Mundo, Esteban Murell, Crítica, Jorge Muñoz, La República, Raúl M. Fernández, El Telégrafo, Armando Núñez, Última hora, Miguel Pérez Turner, La Argentina, Antonio Humberto Leguizamón, La Vanguardia, Manuel Molinari, El Pueblo, Enrique García, La Época, Juan Girart y Font, La Libertad”. Además de la visita al Estadio Centenario en su fase final de edificación, El Diario publicaba crónicas y fotografías de cónclaves netamente masculinos de los periodistas argentinos con sus pares montevideanos, encuentros que posiblemente hayan tenido al torneo como tema de conversación.[27]

Interesa destacar aquí la figura de Miguel Dos Reis, jefe de la sección deportiva de El Diario, quien plasmó en sus escritos un lenguaje vinculado a la estandarización de la cultura global del fútbol.[28] Es necesaria una digresión. En 1925 la International Association Football Board, el organismo encargado de reglamentar este deporte, modificó la norma del offside. Este cambio posibilitó que el atacante estuviese habilitado si tenía por delante a dos jugadores y no a tres como era desde 1866. Como resultado, el centre-half, uno de los mediocampistas, empezó a cumplir roles defensivos en numerosos equipos alrededor del mundo.[29] Con este punto en mente, visualizamos en Dos Reis una pedagogía actualizada sobre estilos y tácticas. Su crónica del partido entre argentinos y franceses ofrece indicadores: “los franceses defendieron formando una verdadera muralla […] donde la línea de halves fue el apoyo de la línea de forwards como colaborador múltiple de los dos backs”, o bien un epígrafe de una fotografía del delantero Roberto Cherro en el que se indicaba que era “tenazmente perseguido por el centrehalf francés”.[30]

Por su parte, las columnas de José Gabriel en Crítica fueron de las más notorias del Campeonato Mundial. Gabriel participaba por entonces en los debates sobre los usos de un español de raigambre local.[31] Es por ello que, a diferencia del saber especializado exhibido por Dos Reis, sus notas se caracterizaron por el registro de emociones y vocablos de corte popular. Su crónica “Otra tarde angustiosa”, el relato de Argentina-Francia que oyó “desde el spíquer”,[32] dejaba ver tópicos usuales en quienes eran parte del entramado cultural del fútbol, tal como la mención al “chucho” por la incertidumbre de un partido que recién se resolvió con un agónico tanto de Monti. Pero esa tácita cercanía con los lectores se resquebrajó pocos días más tarde, en el relato de Gabriel de su viaje exclusivo en avión a Montevideo para ver los partidos semifinal y final.[33] Acaso haya sido uno de los primeros periodistas que describió el uso del aeroplano para cubrir un evento deportivo.

Pero no todos quienes rubricaron sus textos se trasladaron a Montevideo. Tal fue el caso de Guillermo Salazar Altamira (Dinty Moore). En su columna de La Nación ofrecía un vaticinio a la distancia:

Chile, Francia y Méjico son los rivales que le han tocado al cuadro argentino para formar una de las series preliminares del Campeonato Mundial de Football. [...] Ninguna de estas selecciones ha venido sin títulos o como relleno. […]. Ya el martes próximo nos lo vamos a pasar haciendo gárgaras con la angustia.[34]

De modo similar a José Gabriel, el periodista de La Nación compartía vivencias esperables de un partido de fútbol –nótese que el término “angustia” también figuraba en el referenciado escrito del periodista de Crítica–. Resaltamos que Dinty Moore no ofrece datos acerca de jugadores chilenos, mexicanos o franceses. Pero quizá para el lector no haya importado. Para decirlo en palabras de Last Reason, otro conocido columnista del período, “los diarios son argumentos bravos en este torneo de conocimientos y los buenos parlamentarios invocan a cada rato el suelto de Crítica o de Última para corroborar sus afirmaciones”.[35]Argumentos, representaciones, saberes inciertos o no, que conforman referencias culturales e intelectuales de un fútbol global construido con el concurso decidido de los periódicos porteños. o

Bibliografía citada

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[1] Jacques Caudron, “Nous footballeurs à Montevideo”, Le Miroir des Sports, 29 de julio de 1930, p. 127. Traducción nuestra.

 

[2] Lila Caimari, “News from Around the World: The Newspapers of Buenos Aires in the Age of the Submarine Cable, 1866-1900”, Hispanic American Historical Review, vol. 96, n° 4, 2016, pp. 607-640; Emiliano Sánchez, “Pasión de multitudes: la prensa y la opinión pública de Buenos Aires frente al estallido de la Gran Guerra”, Anuario iehs, vol. 33, n° 1, 2018, pp. 177-204.

 

[3] Perspectivas como las de Lanfranchi, Esienberg, Mason y Wahl sostienen que la globalización del fútbol como espectáculo recién fue posible gracias a la televisación vía satélite. Trabajos como los de Alabarces y Villena Fiengo construyen en cierta medida una periodización similar. Sin negar las trascendentales transformaciones de las últimas décadas, aquí nos interesa llamar la atención acerca de la construcción cultural y mediática de nociones “mundiales” sobre el fútbol en las semanas de la Copa de 1930 por una parte de la prensa diaria de Buenos Aires. Véase Pierre Lanfranchi, Christian Esienberg, Tony Mason y Alfred Wahl, 100 Years of Football. The fifa Centennial Book, Londres, Widenfeld & Nicholson, 2004, pp. 254 y ss; Pablo Alabarces, Historia mínima del fútbol en América Latina, México, El Colegio de México, 2018, especialmente p. 200; Sergio Villena Fiengo, “Globalización, identidades nacionales y fútbol”, en P. Alabarces (comp.), Futbologías. Fútbol, identidad y violencia en América Latina, Buenos Aires, clacso, 2005, pp. 285-298. Stefan Rinke y Florencia Faccio han ensayado una comprensión del marco global del Mundial uruguayo en “La globalización del fútbol durante la crisis de 1930: Uruguay y la primera Copa del Mundo”, en D. Armus y S. Rinke (eds.), Del football al fútbol/futebol: historias argentinas, brasileras y uruguayas en el Siglo xx, Madrid, Iberoamericana/Vervuert/ahila, 2014, pp. 67-84.

 

[4] Analizamos aquí un tiempo corto entre los meses de mayo y julio de 1930 a partir de un corpus de siete periódicos matutinos y vespertinos: La Prensa, La Nación, El Mundo, Crítica, La Época, El Diario y La Razón.

 

[5] La Razón, 10 de mayo de 1930, p. 9.

 

[6] Véase David Goldblatt, The Ball is Round: A Global History of Soccer, Nueva York, Riverhead Books, 2008, p. 177; Eduardo Archetti, “Hibridación, diversidad y generalización en el mundo ideológico del fútbol y el polo”, Prismas. Revista de historia intelectual, n° 1, 1997, pp. 53-76.

 

[7] Indudablemente, los Juegos Olímpicos de 1924 en París fueron un hito en la emergencia de esta cultura del fútbol global en la prensa porteña. A modo de ejemplo, una tapa de Crítica rezaba: “El football rioplatense [sic] se impuso de nuevo. Los uruguayos terminaron el partido de hoy [triunfo 3-0 sobre Estados Unidos] bailando tango en la cancha”. Crítica, 29 de mayo de 1924, portada.

 

[8] El Mundo, 29 de junio de 1930, s/p.

 

[9] Rimet relató en sus memorias su viaje a Montevideo. De allí tomamos el término “charco” del título de este trabajo: “La mayoría de los jugadores europeos era la primera vez que se enfrentaban con sus camaradas del otro lado del ‘charco’”. Véase Jules Rimet, Fútbol. La Copa del Mundo, Barcelona, Juventud, 1955, p. 48.

 

[10] La Nación, 22 de junio de 1930, p. 5.

 

[11] La Razón, 3 de junio de 1930, s/n.

 

[12] Julio Frydenberg, Historia social del fútbol. Del amateurismo a la profesionalización, Buenos Aires, Siglo xxi, 2011, p. 141.

 

[13] La Nación, 26 de junio de 1930, p. 9; La Época, 25 de junio de 1930, p. 5.

 

[14] René Lehmann, “Football à Genève et à Montevideo”, Match, 24 de junio de 1930, p. 7; y L’Intransigeant, 25 de junio de 1930, p. 4.

 

[15] Crítica, 8 de julio de 1930, p. 3.

 

[16] La Nación, 29 de junio de 1930, p. 5.

 

[17] El Diario, 3 de julio, p. 13.

 

[18] La Razón, 28, 29 y 30 de junio de 1930.

 

[19] La Prensa, 14 de julio de 1930, p. 15.

 

[20] La Época, 14 de julio de 1930, p. 11. Al respecto, véase Melina Piglia, “La aviación comercial como asunto de Estado. Los orígenes de la política aerocomercial en la Argentina (1927-1949)”, V Reunión del Comité Académico “Historia, Regiones y Fronteras” de la Asociación de Universidades Grupo Montevideo, Mar del Plata, 2014.

 

[21] Crítica, 26 de julio de 1930, p. 3.

 

[22] La Prensa, 27 de julio de 1930, p. 15.

 

[23] El Mundo, 25 de junio de 1930, p. 17.

 

[24] Sylvia Saítta, Regueros de tinta. El diario Crítica en la década de 1920, Buenos Aires, Siglo xxi, 2014 [1998], p. 35; Carlos Ulanovsky, Paren las rotativas. Historia de los grandes diarios, revistas y periodistas argentinos, Buenos Aires, Espasa, 1997, p. 31.

 

[25] La Razón, 26 de julio de 1930, portada; Crítica, 26 de julio de 1930, portada. El primero de esos vespertinos prometía allí una 5ta edición con “amplia y minuciosa información” sobre el partido.

 

[26] La reproducción de cables con similar información abonaba este efecto transnacional. La Nación expresaba mediante un despacho de Associated Press desde Río de Janeiro que el partido entre Yugoslavia y Brasil había sido seguido por miles de personas frente a Diario da Noite y Jornal do Brazil. La Nación, 15 de julio de 1930, p. 6.

 

[27] El Diario, 21 de junio de 1930, p. 13; El Diario, 23 de junio, p. 12.

 

[28] Véase Tony Collins, How Football Began. A Global History of How the World’s Football Codes Were Born, Abingdon, Routledge, 2019.

 

[29] Sobre los cambios tácticos de la época, véase Jonathan Wilson, Inverting the Pyramid: The History of Soccer Tactics, Londres, Orion, 2008, pp. 718 y ss; Goldblatt, The Ball is Round, p. 189.

 

[30] El Diario, 16 de julio de 1930, pp. 13 y 15.

 

[31] José Gabriel, De leguleyos, hablistas y celadores de la lengua, Buenos Aires, Ediciones Biblioteca Nacional, 2015.

 

[32] Esta mención de José Gabriel (speaker era la palabra utilizada para “locutor”) permite entrever un uso de la radio como complemento de la prensa escrita. La Nación, por ejemplo, ofrecía escuchar Francia-México por L.R.6 Radio Mitre. Es decir que desde 1924 hay datos de transmisiones radiales de partidos de fútbol local. Para el caso del Mundial de 1930, el cable telefónico subfluvial que desde 1929 unía Buenos Aires con Montevideo posibilitaba las ya mencionadas transmisiones por los megáfonos de los diarios. Véase para todo esto La Nación, 13 de junio de 1930, p. 6; El Diario, 4 de julio de 1930, p. 12; Crítica, 13 de junio de 1930; y también Andrea Matallana, “Locos por la radio”. Una historia social de la radiofonía en la Argentina, 1923-1947, Buenos Aires, Prometeo, 2006, especialmente pp. 40 y ss.

 

[33] José Gabriel, “Un cuadro armónico”, Crítica, 27 de julio de 1930, p. 11. De acuerdo a un anuncio de esos días, el avión Washington tenía capacidad solo para 10 personas. La Época, 29 de julio de 1930, p, 12. Según la crónica del propio Gabriel, el aeroplano había sido fletado por Crítica.

 

[34] Dinty Moore, “La hora de perseus”, La Nación, 10 de julio de 1930, p. 19.

 

[35] Last Reason (seudónimo de Máximo Sáenz), “Barbería club”, en A rienda suelta, Buenos Aires, Biblioteca Nacional/Colihue, 2006, p. 102.