Espectaculares y especulares
Las celebraciones del fin de la esclavitud brasileña
en la capital argentina
João Paulo Coelho de Souza Rodrigues y Ori Preuss
Universidad Federal de Río de Janeiro
Universidad de Tel Aviv
Entre mayo y julio de 1888 los espacios públicos populares y los circuitos de sociabilidad de las élites culturales y políticas de Buenos Aires se movieron a ritmo brasileño. Las manifestaciones callejeras y los honores a visitantes y residentes de la única monarquía americana no fueron solo materia de informes noticiosos, sino también resultado del interés adjudicado por los grandes diarios a un evento de trascendencia mundial: la abolición de la esclavitud el 13 de mayo en el último país europeo-americano en que aún estaba vigente, el Brasil. A diferencia de las anteriores prohibiciones del tráfico atlántico de esclavos, este acontecimiento tenía lugar en la era de los cables telegráficos submarinos. De allí que la circulación transnacional del hecho (convertido en información periodística) siguiera un curso “desmaterializado”,[1] de igual modo que el subsiguiente intercambio de opiniones e interpretaciones entre Buenos Aires y Río de Janeiro acerca de su sig-nificado y el de los eventos que agitaron a las dos ciudades al cobijo de nociones de “amistad” argentino-brasileña, modernidad, progreso y una nueva etapa en la historia de América del Sur.[2] En el presente artículo sostenemos que ese contexto comunicativo global entró en confluencia con dos procesos: las nuevas relaciones intelectuales que empezaron a configurarse entre la Argentina y el Brasil desde el fin de la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870), y las disputas políticas argentinas durante el gobierno de Juárez Celman (1886-1890). Esa confluencia produjo una inédita e insólita consonancia entre espacios públicos, y una febril actividad de mediación cultural internacional a través de la prensa de Buenos Aires y de Río de Janeiro. Se generó así una comunidad de opiniones y sentimientos de solidaridad sin precedentes entre la opinión pública/publicada porteña y carioca, materializada en distintas formas de sociabilidad y en las páginas de la prensa. En comparación con los banquetes y las noches de ópera que se produjeron en ciudades como París, Londres o Santiago de Chile en celebración de la abolición brasileña, el mayor volumen de los eventos festivos de Buenos Aires y la recepción más calurosa de su prensa no comportaron solamente una mayor espectacularidad, sino también un “efecto especular”. Se trató de un diálogo cultural, intelectual y político inter-urbano intenso que duró dos meses y abrió camino a nuevas relaciones entre argentinos y brasileños. Pero para comprender ese aparente acompasamiento de lenguajes, propósitos, sentimientos y manifestaciones públicas ocurridas en las dos capitales, es preciso retrotraerse a las imágenes sobre Brasil de intelectuales, periodistas y políticos argentinos del siglo xix.
La “Fiesta de la Libertad” y sus raíces
Desde la independencia se difundió en el Río de la Plata un cierto temor al “expansionismo” brasileño.[3] Sin embargo, también se reconoció que el régimen monárquico otorgó al Brasil estabilidad política y muchas de las libertades civiles que los liberales argentinos pretendían asegurar en su país, en particular la libertad de prensa.[4] Otro importante elemento era el factor étnico. Algunos autores de la “Generación del 37” tenían dificultad en identificar un pueblo brasileño debido a la gran presencia de esclavos, y de negros o mulatos libres, una población que representaba según ellos un problema para el Brasil por no permitir la formación de individuos que pudieran erigir una sociedad moderna.[5] Pero sobre todo la crítica hispanoamericana y argentina al Brasil tenía como foco la esclavitud, vista como institución bárbara y que no tenía lugar en una América que quería pertenecer al mundo civilizado.
La dificultad de los intelectuales argentinos para componer una imagen nítida del Brasil dentro de los términos del vocabulario republicano y liberal mediante el cual intentaban proveer de sentido a las transformaciones de la Argentina pos-rosista suponía un asunto incómodo que haría de la abolición de 1888 un acontecimiento de carácter liberador en las relaciones con el país vecino. Es posible observar el carácter distintivo del lugar simbólico y comunicacional de Buenos Aires en relación con la noticia de la abolición en el hecho de que el día anterior a su proclamación los diarios de Río de Janeiro recibían de sus corresponsales en la capital argentina telegramas informando que el expresidente Bartolomé Mitre había convocado a su círculo de amigos y periodistas del diario La Nación para preparar honores al Brasil, en lo que se conocería como la “Fiesta de la Libertad”.[6] A partir de allí sobrevino un intenso cruce de telegramas entre la capital argentina y la Corte, un febril intercambio de noticias, comentarios y preparativos relacionados con el evento festivo. Cada paso de los medios culturales y de prensa de Buenos Aires era a su turno correspondido por los órganos de Río. Así, al carácter espectacular de la noticia se añadió ese referido carácter especular.
La confirmación de la sanción llegó a Buenos Aires el día 13 por el servicio telegráfico. Se informaba lo ocurrido a las redacciones de los principales diarios, a la comisión que iba preparar la manifestación porteña y a la audiencia que aquella noche asistía a una función de la temporada regular del Teatro Colón. Allí se leyó al público el telegrama enviado a La Nación desde el diario carioca O País con firma de su propietario, Quintino Bocaiúva, en el cual se saludaba “al pueblo argentino y a su ilustrada prensa”. En la secuencia la orquesta tocó los dos himnos nacionales y el ministro plenipotenciario brasileño en Buenos Aires, el Barón de Alencar, pronunció un breve agradecimiento. Entre el 12 y el 13 el cable puso en contacto directo a La Nación, Gazeta de Notícias, algunas figuras políticas, clubes militares, estudiantes de las facultades de Derecho, institutos históricos y geográficos y cámaras de diputados de los dos países, intercambiando felicitaciones y agradecimientos.
Ese amplio movimiento de contactos, y de preparación de la fiesta en la capital argentina, trajo aparejado el acompasamiento de los sentimientos públicos porteños y cariocas, y con ello la materialización de una opinión pública transnacional tramitada por actores que trascendían la esfera de acción de los gobiernos de los dos países. Como respuesta a ese vaivén interactivo, el ejecutivo nacional permitió la toma de las calles céntricas porteñas por los manifestantes, y decretó el carácter no laborable del día 17 de mayo. Esa jornada una multitud se dirigió a la legación brasileña. La lideraba una comisión de 50 notables, que incluía a figuras como Bartolomé Mitre, Emilio Mitre y Vedia, Julio de Vedia, Luis Vicente Varela, Carlos Pellegrini, Ramón J. Cárcano, Luis María Drago, Pastor Obligado, Manuel Augusto Montes de Oca, Aristóbulo del Valle y Carlos Guido y Spano. A continuación desfilaban representantes de los empleados de la municipalidad, de la Facultad de Derecho, del Colegio Militar, de la Escuela Naval, y de asociaciones como el Círculo de la Prensa, el Club del Progreso, la Unión Industrial, la Cámara de la Bolsa de Comercio, el Club Militar, el Club Naval, el Circulo Médico, el Yacht Club, varios centros de inmigrantes, la masonería y los bomberos del barrio de La Boca, a cuyo paso se añadían numerosos curiosos desde balcones, ventanas y puertas de casas y edificios. El cálculo de la afluencia varió bastante: entre 12 y 15 mil personas según La Prensa y la agencia Havas, alrededor de 50 mil según El Diario.[7] Al llegar a la legación de Brasil, donde aguardaban los corresponsales de O País, del Jornal do Comércio y miembros de la comunidad brasileña de la ciudad, Mitre dio un discurso, al que le siguió otro de Alencar. A partir de ese momento los manifestantes empezaron a dispersarse. Esa misma noche, hubo una presentación especial en el Teatro Colón con la presencia del presidente de la República y de los ministros de Estado.
La hora de los diarios y de los periodistas
Probablemente la característica más notable de la “Fiesta de la Libertad” fue la irrupción de los grandes diarios como agentes de una diplomacia cultural informal que pareció tomar por sorpresa a los circuitos oficiales. Favorecida por el telégrafo, una herramienta nueva que aún presentaba límites en su capacidad comunicativa,[8] esa dinámica trajo aparejado un frenesí organizativo e informativo que sobrepasó la capacidad tanto del gobierno de Juárez Celman (que se limitó a publicar posteriormente un libro conmemorativo en Río de Janeiro)[9] como del gobierno imperial, hasta cierto punto actores de reparto más que impulsores del movimiento “cívico” que articuló las esferas públicas de Buenos Aires y de Río de Janeiro.
Ese conjunto de conmemoraciones del acontecimiento fue entendido por la prensa como una oportunidad única. El fin de la esclavitud, evento de repercusión continental y global leído en varios países sudamericanos como un gran paso en la integración brasileña en los valores de libertad y “democracia” de la región, se convirtió en un momento fundante de los lazos bilaterales entre la Argentina y el Brasil. Algunas semanas después, los periodistas iban a ser nuevamente un canal decisivo en la consumación de otra ronda de fiestas que reforzaría los lazos entre ambas capitales. En julio, una comisión de corresponsales de algunos de los grandes periódicos de Río visita Buenos Aires por 17 días, llevando a cabo un intenso recorrido por redacciones de diarios, instituciones públicas y teatros. La comitiva tenía por fin representar al Brasil en los festejos del Día de la Independencia de la Argentina, en retribución por las manifestaciones cívicas de mayo. Además, los diarios de Río publicaron en sus portadas artículos y crónicas en honor al país vecino.
Los agasajos a los periodistas brasileños contribuyeron a dar a su estadía un carácter de diplomacia cultural informal. Y a partir de ese momento quedó establecido un modelo de visita intelectual, como se verifica en la comitiva que acompañó la visita del presidente brasileño Campos Salles a Buenos Aires en 1900, en el arribo de otros tipos de delegaciones de periodistas en los años siguientes, o en las decenas de viajes individuales en los que numerosos escritores-periodistas recibieron un trato de similar deferencia y publicidad. El tránsito de los visitantes extranjeros por Buenos Aires fue descripto en ambas prensas en las secciones de noticias o de telegramas. En esas descripciones, el foco concedido a ciertos lugares de la trama urbana porteña fue dibujando un mapa cultural y simbólico para consumo extranjero que podía incluir los Parques de Palermo, los salones del Jockey Club, las redacciones de los diarios, los teatros, los gabinetes de autoridades, los restaurantes elegantes, el Círculo de la Prensa, la Universidad de La Plata, el Museo de Historia Natural y otras instituciones. Lo mismo ocurriría con las visitas de periodistas argentinos a Río de Janeiro.[10]
Cabe señalar un último elemento, particular del contexto de las fiestas de 1888, que ilustra de modo contundente la consonancia establecida en aquel momento entre las prensas capitalinas y los innumerables comentarios recíprocos sobre lo que era publicado en cada uno de los dos países. Se trata de las ediciones especiales que los grandes diarios de Río de Janeiro, consagrados a exaltar el progreso argentino, publican en ocasión de las conmemoraciones del 9 de julio. Algunas de esas ediciones habían sido enviadas previamente a Buenos Aires.[11]
En busca de consensos trans/nacionales
La mención a Bocaiúva en las conmemoraciones de Buenos Aires no era casual. Junto a otros nombres repetidos en las páginas de los diarios y las revistas porteños, las referencias a este importante periodista y militante de la causa republicana en el Brasil –así como las alusiones a otros periodistas y políticos– se vinculaban con un capítulo de la historia de las mediaciones culturales entre la Argentina y el Brasil que nos conduce a la última cuestión que las fiestas de 1888 permiten abordar: la utilización del Brasil en la política argentina en los albores de la crisis que culminaría en la “Revolución del Parque” de 1890.
En el noticiario sobre la “Fiesta de la Libertad” Bocaiúva apareció, junto al importante líder liberal, monarquista y abolicionista Joaquim Nabuco, como el nombre más citado, un hecho que ponía de manifiesto el reconocimiento adquirido por el director de O País entre sus colegas porteños (probablemente debido a anteriores visitas durante la Guerra del Paraguay, y a que su diario mantenía una sección regular dedicada a la Argentina y el Uruguay, “Rio da Prata”, para la cual La Nación fungía como principal fuente de información). Por su parte, el diario de los Mitre mantenía una sección llamada “Prensa Brasilera”. En ella, y en otros artículos, sostenía la defensa de una aproximación al Brasil, presentado como un país liberal y progresista.
Mitre fue la figura destacada de la jornada festiva. Elegido probablemente por sus vínculos con periodistas brasileños y por el recuerdo de su liderazgo como presidente durante la Guerra de La Triple Alianza, su discurso en el balcón de la legación del Brasil fue el único reproducido no solamente por los diarios brasileños y argentinos (fuesen mitristas como La Nación, anti-juaristas como El Diario, o juaristas como La Prensa) sino también por la mencionada publicación gubernamental. En su alocución, procuró inyectar a la conmemoración un carácter de unión nacional.[12]
En efecto, su discurso pudo ser interpretado como una defensa de la conciliación de los partidos en un momento en que el “Unicato” enervaba a parte de la prensa y causaba divisiones en el seno del Partido Autonomista Nacional (el partido de Juárez Celman). El mensaje de Mitre parece haber sido parcialmente aceptado por la prensa, que caracterizó a la fiesta como una “procesión cívica”.[13] Sin embargo, hubo voces disonantes que, como El Diario y Don Quijote, utilizaron la ocasión para fustigar al gobierno.[14]
En suma, hay indicios indirectos que apuntan a que las conmemoraciones tuvieron un sesgo mitrista. El grupo más numeroso de la comisión que organizó la manifestación del 17 de mayo fue el de miembros de la familia Mitre. La alocución del ex mandatario desde el balcón de la legación del Brasil lo proyectó como la figura principal del evento. Siguiendo la interpretación de Hilda Sabato sobre la cultura política porteña posterior a 1862 –según la cual el liderazgo de las movilizaciones políticas era conferido a los oradores– Mitre resultó indudablemente el jefe de la jornada.[15]
No obstante, existen al menos dos problemas para caracterizar el evento como mitrista. En primer lugar, la propia cobertura de La Nación no fue personalista. Desde el comunicado de la formación de una junta directiva para la manifestación, el diario de los Mitre informó que se trataba de un movimiento de la “sociedad” bajo liderazgo de Varela. En segundo lugar, estaban presentes en la comisión directiva al menos otros importantes líderes políticos: el senador Aristóbulo del Valle y el vicepresidente Carlos Pellegrini. A eso deben agregarse los telegramas de congratulación enviados por el ministro Quirno Costa a la princesa Isabel, a la prensa y a la asamblea del Brasil, además de la mencionada publicación hecha por el ministro plenipotenciario argentino en Río, Enrique Moreno, que contenía parte de los artículos publicados por los diarios sobre la manifestación porteña y algunos de los discursos leídos en la ocasión.[16] Se percibe entonces que el gobierno de Juárez Celman procuró alentar las fiestas, de manera que ellas expresaran a las principales fuerzas partidarias nacionales: el autonomismo, el mitrismo y los elementos descontentos que formarían el radicalismo.
Los eventos en torno a la abolición de la esclavitud se desarrollaron en un clima político local crispado, y fueron vistos por muchos actores como una oportunidad para intentar alianzas o para desarrollar ofensivas partidarias. Permitieron la utilización de conceptos que involucraban posibles reformulaciones en las maneras en que se interpretaba el lugar de la Argentina y el Brasil en lo que aún se creía un momento de continua expansión de la “civilización” y del “progreso”. Sin embargo, una vez que en la prensa porteña la clave interpretativa fue la de la “redención” del negro y su emancipación por parte de los blancos, volvió a difundirse el tópico de la diferencia entre una Argentina blanca y un Brasil negro, una ilustración del poder de los estereotipos y las ideas racistas.
Entre lo nacional, lo regional y lo global: la periferia se vuelve centro
A partir de la dinámica de transbordos y de conmemoraciones cruzadas a la que nos hemos referido, tendió a borronearse una frontera que a priori la historiografía entiende como conformadora de la “opinión pública”. Quizá se pueda decir que ciertos hechos o procesos globales –como el lento desmantelamiento de la esclavitud moderna– favorecieron el desdibujamiento, ya sea momentáneo, de esos límites. En 1888 la opinión escrita o publicada sobre la abolición fue mucho más allá de las fronteras nacionales, para alcanzar muy rápidamente una dimensión mundial que abarcó lugares como África occidental británica, Australia, Nueva Zelanda, Inglaterra, Francia, casi toda Sudamérica y otros varios países. Y en lo que a este artículo concierne, permitió que Buenos Aires y Río de Janeiro experimentaran una fiebre comunicacional y callejera inusitada. Estimulados por el hilo del telégrafo, los intercambios periodísticos y los discursos en espacios públicos de diplomáticos, estadistas, periodistas, militares y miembros de variadas asociaciones, expresaron opiniones muy semejantes sobre el sentido universal de la abolición y el sentido regional de amistad entre los pueblos argentino y brasileño, con símbolos y actitudes comprendidos por todos los participantes que dejaron registros.
Lo inusitado de los eventos de mayo-julio de 1888 pone de relieve algunos interrogantes relacionados con los flujos de circulación en la periferia de las comunicaciones y de la economía de la información global. Las noticias sobre la abolición, las conmemoraciones, el intercambio recíproco de cables, los informes sobre la prensa, y los contactos entre periodistas, parecen haber abonado la formación de una opinión pública transnacional bilateral o regional, que se relaciona al menos con dos niveles: uno regional, y otro global. Enmarcada en el movimiento global abolicionista que conectó varios continentes, y en el contexto regional de viajes intelectuales entre Buenos Aires y Río de Janeiro (que entonces recién comenzaba), la opinión argentino-brasileña exhibe rasgos distintivos. Una opinión sensible, alimentada por contactos personales y facilitada por la semejanza lingüística entre el portugués y el español,[17] que haría de la noción de “amistad”, más que un término limitado al léxico de la diplomacia oficial, un conjunto de prácticas y experiencias en procura de legitimidad internacional.
En varios sentidos, los eventos de 1888 resultaron de los cambios en las esferas de la comunicación y el transporte posibilitados por los barcos a vapor y los cables telegráficos, a los cuales se añadía la práctica tradicional del correo diplomático; todo ello favoreció el desarrollo de una malla de relaciones intelectuales a la que tanto argentinos como brasileños aspiraban a ver legitimada internacionalmente. El nuevo entramado de la información –los telegramas, las agencias de noticias y los corresponsales internacionales–, entonces en ascenso en ambos países, sugiere que los impactos y los usos locales de la información internacional no estaban meramente atravesados por un nuevo ritmo. Junto con ello, posibilitaban fenómenos como el acceso de la prensa comercial porteña a una esfera internacional, o el inicio de una conversación bilateral entre ambas naciones que se continuaría por otras cuatro décadas.
En el nivel local/nacional, las fiestas a las que nos hemos referido pueden ser ubicadas como un capítulo de la “cultura de la mo-vilización”[18] vigente en la Buenos Aires de esa época. La prensa de opinión participa de una resignificación de los espacios públicos que, con la federalización de ciudad, definen un nuevo centro cívico. La manifestación del 17 de mayo de 1888 pasa frente a edificios y embandera calles céntricas, incluida la Plaza de Mayo. El evento es también resultado del “fervor asociativo”[19] típico de la época, aunque con algunos límites de clase. Según los diarios, la afluencia se limitó a sectores de la burguesía, inmigrantes organizados, empleados del Estado y estudiantes de las escuelas superiores. Aun así, los hechos de aquellos meses de 1888 impulsan una nueva dinámica de comunicación e intercambio a la vez regional y global, que sugiere la emergencia de una esfera pública regional.[20] En otras palabras: en la confluencia de un hecho global y de vínculos intelectuales y políticos internacionales relativamente autónomos en relación a los centros del Atlántico norte, las fiestas de la libertad argentino-brasileñas parecen haber reconfigurado ese esquema jerárquico, haciendo que los diarios de Río y de Buenos Aires imaginasen que, al menos por algunos momentos, las dos capitales se ubicaban en el centro de ese flujo. o
Bibliografía citada
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[1] Para Roland Wenzlhuemer, el cambio en los mensajes (informaciones) a partir de la separación de forma y medio conlleva una “dematerialización de la comunicación”. El telégrafo es el primer soporte que promueve esa transformación de forma efectiva, amplia y duradera. Véase R. Wenzlhuemer, “The Dematerialization of Telecommunication: Communication Centres and Peripheries in Europe and the World, 1850-1920”, Journal of Global History, vol. 2, nº 3, noviembre de 2007, p. 349.
[2] Para un tratamiento más amplio de los intercambios entre Buenos Aires y Río de Janeiro en el contexto de modernización y de la visión de progreso regional sudamericano, véase Ori Preuss, Transnational South America: Experiences, Ideas and Identities (1860-1910), Nueva York, Routledge, 2016, y João Paulo Coelho de Souza Rodrigues, “Embaixadas originais: diplomacia, jornalismo e as relações Argentina-Brasil (1888-1935)”, Topoi, vol. 18, nº 36, diciembre de 2017, pp. 537-562.
[3] Roberto Russel y Juan Tokatlián, “El lugar de Brasil en la política exterior argentina: la visión del otro”, en Carlos Henrique Cardim y Monica Hirst (comps.), Brasil-Argentina: a visão do outro (soberania e cultura política), Brasília, Fundação Alexandre de Gusmão, 2003, pp. 371-404.
[4] Maria Elisa Noronha de Sá, “‘Ojeada sobre el Brasil’: impressões de Sarmiento sobre o Império do Brasil em meados do século xix”, en Maria Elisa Noronha de Sá (comp.), História intelectual latino-americana: itinerários, debates, perspectivas, Río de Janeiro, Editora puc-Rio/Faperj, 2016, pp. 79-94.
[5] Domingo Faustino Sarmiento, Viajes en Europa, África i América, Santiago de Chile, Imprenta de Julio Belín, 1849. Juan Bautista Alberdi, El imperio de Brasil ante la democracia de América, París, A. E. Rochette, 1869; José Tomás Guido, Escritos, Buenos Aires, Librería Editora de Enrique Navarro Viola, 1880.
[6] “Abolição”, Gazeta de Notícias, Río de Janeiro, 13 de mayo de 1888, p. 1; La Nación, Buenos Aires, 13 de mayo de 1888, p. 1.
[7] “Boletín del día: Fiesta de la Libertad”, La Prensa, Buenos Aires, 19 de mayo de 1888, p. 4; “Festas em Buenos Aires”, Gazeta de Notícias, Río de Janeiro, 18 de mayo de 1888, p. 2; “Telegramas”, O País, Río de Janeiro, 18 de mayo, p. 1; “La fiesta de La Libertad: la procesión cívica de hoy –aspecto imponente– entusiasmo popular –todo Buenos Aires en las calles– aclamaciones de júbilo –20.000 almas en la columna– 50.000 almas en las calles”, El Diario, Buenos Aires, 17 de mayo de 1888, p. 1.
[8] Lila Caimari, “El mundo al instante. Noticias y temporalidades en la era del cable submarino (1860-1900)”, Redes, vol. 21, nº 40, junio de 2015, pp. 125-146.
[9] Enrique B. Moreno (comp.), La fiesta de la libertad en el Imperio do Brasil: testimonios de amistad fraternal a la República Argentina, Río de Janeiro, Imprensa Nacional, 1888.
[10] Coelho de Souza Rodrigues, “Embaixadas originais”.
[11] “Regalo de ‘O País’ a los argentinos: opinión de ‘El Diario’”, El Diario, Buenos Aires, 9 de julio de 1888.
[12] “Discurso del General Bartolomé Mire”, El Diario, Buenos Aires, 17 de mayo de 1888, p. 1, reproducido en La Tribuna Nacional, Buenos Aires, 19 de mayo de 1888, p. 2; La Prensa, Buenos Aires, 19 de mayo, p. 5; y La Nación, Buenos Aires, 19 de mayo, p. 1.
[13] “Noticias”, La Nación, 13 de mayo, p. 1; “Abolición de la esclavitud”, La Tribuna Nacional, Buenos Aires, 14-15 de mayo, p. 2; “Las fiestas de la libertad”, El Diario, 15 de mayo de 1888, p. 1.
[14] “Se acabó la esclavitud”, Don Quijote, Buenos Aires, 20 de mayo de 1888; “La fiesta de la libertad”, El Diario, 17 de mayo, p. 1.
[15] Hilda Sabato, La política en las calles: entre el voto y la movilización (Buenos Aires, 1862-1880), Buenos Aires, Sudamericana, 1998.
[16] Véase nota 9.
[17] Sobre el aspecto lingüístico de esos intercambios, véase Ori Preuss “‘Povos quase da mesma língua’: não-/traduçao, modernização, e as relaçoes Brasil-Argentina, 1865-1900”, Belas Infiéis, vol. 8, nº 2, 2019, pp. 139-168.
[18] Sabato, La política en las calles, p. 70.
[19] Ibid., p. 58.
[20] Introducimos una formulación más ambiciosa que el “espacio informativo regional” identificado por Lila Caimari, “En el mundo-barrio. Circulación de noticias y expansión informativa en los diarios porteños del siglo xix”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, 3ª Serie, nº 49, julio de 2018, p. 83.